Visiones. Capitulo 1
Publicado en Apr 02, 2013
CAPITULO PRIMERO.
Visión cumplida. Despertar exaltado y completamente sudado es lo mío, o al menos luego de tener una visión. Hoy no fue la excepción. Pero luego de llevar esta vida durante diecisiete años uno logra acostumbrarse, o lo intenta. Al ver el despertador noté que eran las 7 A.m., en una hora debería estar en el instituto, así que me apresuré a entrar en la ducha, quizás eso lograría relajarme lo suficiente como para aplazar por un tiempo aquella extraña visión, que claramente, estaba lejos de ser una pesadilla. Un cuarto de hora después oí el timbre, era Fran, mi mejor amigo. Usualmente viene por mí antes de ir al instituto y charlamos durante todo el trayecto. — ¿Que hay de nuevo? —exclamó mientras chocábamos nuestras manos en un típico saludo varonil. — ¿Tuviste otra de esas? —indagó, se refería a las visiones, el suele notar con mayor facilidad cuando tengo una. Quizás lo nota por mi aparente rostro de velorio. —No es igual a las otras, esta tiene algo peculiar—admití pensativo, de hecho, la mayoría de mis visiones giraba en torno a mi familia, en esta pude notar que no conocía a la persona— Es una muchacha, pero jamás en la vida la había visto—continué, pude notar la despreocupación en la semblante de Fran, esto me enfadó—estaban apunto de arrollarla—su rostro cambió, se mostraba sorprendido—Yo…—aclaré la garganta un tanto cohibido por su mirada expectante—Yo la salvé—finalicé. Mi mejor amigo llevó una mano a su barbilla y me examinó con la mirada. —No la conoces, ¿Qué te preocupa? —expuso con indiferencia, por algún extraño motivo me sentí molesto, como si aquello me agrediera directamente a mi. ¿Acaso Fran estaba intentando decirme que pudiese haberla dejado morir y sería exactamente lo mismo? Tome mi mochila y abandoné la habitación, el me siguió anonadado por mi reacción. —Esperame—exclamó corriendo detrás de mí, sin darme cuenta había apurado el paso. —Fran, hoy no voy a clases. No estoy de humor—expuse pacientemente. Él bufó y se dirigió en la dirección contraria. Doblé la esquina y tuve una especie de dejá vu, mi visión estaba cumpliéndose. El ruido, la chica, el auto…yo. Cerré los ojos y me dejé llevar por ese deseo irracional de salvarla a como de lugar, ahora era real, tanto que asustaba pero no era el momento de pensar en mi cuando una vida corre gran riesgo. En un abrir y cerrar de ojos me encontré con su fría y blanca piel en contacto con la mía, sus ojos, impregnados de miedo, parecían que se iban a salir de sus orbitas. No obstante, no afectó en nada a su angelical, pálido y frío rostro. La sentí estremecerse cuando ambos notamos nuestra posición; ella se encontraba a veinte centímetros de distancia del suelo, casi recostada, sostenida tan solo por mi brazo, el cual sujetaba fuertemente su cintura. Sus brazos palpaban su corazón, de seguro comprobando que seguía con vida. Su cabello castaño oscuro semi ondulado, sostenido únicamente por una bincha delgada, caía verticalmente sobre sus hombros, dejando al descubierto su semblante de querubín. Yo estaba en cuclillas a un costado, impactado de todas las maneras posibles, incapaz de moverme. De pronto, algo llamó mi atención; la pálida muchacha cuyo rostro parecía casi fantasmal, pero perfecto, cerró sus ojos marrón intenso y su pulso disminuyó. Mi corazón se encogió, debido al inminente pánico. Conocerse. Una simultánea sensación de alivio invadió mi cuerpo cuando noté que poco a poco la muchacha parpadeaba. Al abrir los ojos, se topó con una brillante luz nívea que la encandiló notablemente, no pude evitar voltear y soltar una pequeña risita, al hacerlo sentí sus penetrantes ojos en mi espalda. —Lo siento—musité al notar su nada disimulado enfado. — ¿Quién eres? ¿Que haces aquí? — su voz era pausada y serena, pero su curiosidad era mucho mayor. —Yo te salvé de un accidente automovilístico hoy y… —oí un gruñido sutil, no sé con exactitud que significado tenga, en sí esa muchacha es muy extraña. —Sé esa parte, a lo que me refiero es…—hizo una pausa, seguramente para buscar una palabra que exprese fácilmente lo quiere indagar— ¿Qué haces aquí, en el hospital, conmigo? Y ¿Quién eres, como te llamas?—dijo obstinadamente, yo solo sonreí. — Leo Alaniz y creo que luego de salvarte la vida, no sería algo inteligente de mi parte dejarte desprotegida—alzó una ceja con desdén, cualquiera lo haría en su lugar. —Puedo cuidarme sola, Leo—replicó con la misma obstinación que la anterior—Soy Evolet Parker, no soy de este país, tampoco de Estados Unidos, si te lo preguntas. Bueno, en realidad nací allí pero no viví el tiempo suficiente como para dar por hecho que soy gringa…— noté como su velocidad al hablar aumentaba y como comenzaba a embrollarse con sus propias palabras, resultaba simpática, demasiado— ¿Estas escuchándome? —indagó. —Lo siento, no. ¿Que estabas diciendo? —giré mi cabeza de un lado al otro, intentando concentrarme en la charla. Evolet rió, sus dientes parecían perlas y resplandecían debajo de la nívea luz. —No tiene importancia—dio un vistazo relámpago por toda la habitación y no pudo pasar por alto el hecho de que todavía yacía en aquella camilla, pude percibir su incomodidad. Al instante, se movió rápidamente tambaleándose un poco, la sostuve nuevamente contra mi piel, cuando oí un carraspeo comprendí que era momento de soltarla— ¿Ya puedo irme? —preguntó con esos típicos ojos suplicantes que una hija le hace a su padre. —Creo que sería conveniente que llamara al médico y que el te diga, ¿Aguardarás un momento u sería mas eficaz llamar a la enfermera para que te de uno de esos sedantes que te dejan grogui? —Evolet rió nuevamente, luciendo elegantemente esas perlas que poseía en lugar de dientes. Yo me encaminé a encontrar a algún médico.
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