EXTRACTO DE NOVELA: MAM MARTHA.
Publicado en Apr 06, 2013
Esa tarde, a mi espalda, mientras mamá Martha planchaba, yo estaba sentado en la cómoda silla giratoria de mi abuela, apoyando los pies en el alfeizar de la gran ventana, mirando la inmensidad del mar. Una vista preciosa. Igual desde mi habitación. Afuera, a las seis de la tarde, el calor empezaba a amainar. Llevaba unos audífonos y escuchaba no recuerdo bien qué. Mamá Martha también escuchaba música. Ella una dama robusta y elegante. De piel chocolate y pelo ondulado prieto. De unos labios vigorosos que con cualquier labial disimulaban las cicatrices que tenía en el centro de ambas carnosidades. Por alguna razón que yo desconocía pronunciaba la erre como una ele. Pero no me importaba ese detalle, crecí conociéndola así. Esperaba la emisión de Toña La Negra, a las seis y treinta, que la habían anunciado dos días antes. Cómo la encantaba esa intérprete mexicana, de Veracruz. A Mama Martha no le cantaba esa mujer, sino la arrullaba o la transponía a alguna parte donde ella encontraba paz. Quizá le otorgaba un aire de orfandad que le envolvía el alma. Un día, yo fui testigo de lo que cuento, estábamos en el mismo lugar del nuevo cuarto de planchar y excitada por la música de Oración Caribe, ella cerró los ojos, hizo unos movimientos medios extraños del dorso y cuello, como convulsionando, frunció la frente y comenzó a cantar mientras planchaba: Olación calibe... que sabe implolar. Canto de los neglos, Olación del mal... Y cuando las trompetas enfatizaban el próximo estribillo, mamá Martha cogió la plancha, se la llevó a los labios como si fuese un micro, pero no cantó sino dio un chillido adolorido, hay, hay, hay, la madle que me palió, mis labios. Así se hizo esas cicatrices que ocultaba con labiales. Cuánto habría sufrido esa negrita linda de niña. Me contó que su padre abandonó a su madre, con cinco hijos, para irse con una mucho más joven que trabajaba en los maizales. Y cuando algunas veces él tocaba la puerta de su casa, ella con seis años, sólo quería pegarse a los brazos de su padre, pero su madre lo espantaba tirándole todo lo que estaba a su alcance, platos, escobas, trapos, hasta una maceta, incluso. Las madles no entiendes a los hijos, sólo lesponden a su olgullo helido y se olvidan que nosotlos también suflimos, hijo. Tal vez hablaba así porque ella nunca dejó de ser hija y esos recuerdos aún le dolían. Mamá Martha nunca tuvo hijos.
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Werz Muiz Luna
Sandro Misael Montes Huapaya
Sandro Montes
Muchas gracias.
http://www.megustaescribir.com/obra/64381/la-probabilidad-el-albedrio-o-las-barajas
El manuscrito está publicado con el nombre de: La probabilidad, el albedrío o las barajas.
LAPIZ ESCRIBE
Sandro Misael Montes Huapaya
Sandro Montes
Muchas gracias.
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Lucy reyes
Sandro Misael Montes Huapaya
Sandro Montes
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Muchas gracias.
Federico Santa Maria Carrera
Este ha sido de mi total agrado.
Una felicitación y agregado un saludo lleno de afecto.
Sandro Misael Montes Huapaya
Sandro Montes
Muchas gracias.
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El manuscrito está publicado con el nombre de: La probabilidad, el albedrío o las barajas.