"LOS CAPOS DEL NARCOTRFICO" -ALBUM: LA VERDADERA HISTORIA DEL ALTO HUALLAGA.
Publicado en Apr 11, 2013
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CAPÍTULO IV CONOCIENDO LA LEYENDA DE KATALINO SKALANTE
El dueño del cocal que me dio trabajo tenía treinticinco años, cabellos trinchudos, muy delgado, trigueño, cara afilada y usaba bigote. Sus amigos le decían “Nacho” y los muchachos o empleados “don Nacho”. En Pampayacu, era propietario de una Picantería -Bar. Atendían dos chicas bajo las órdenes de su esposa, él por su parte se dedicaba al transporte de pasajeros en su camioneta. Pero más lo usaba para divertirse con las chicas de los bares y cuanta hembra por el camino pudiera coger, por ello eran constantes las peleas con su esposa. Cuando la reconciliación estaba difícil recurría como última instancia a su cuñado, don Ñato. Mi benefactor, fue él, precisamente que me puso al tanto de todo. Después de algunas recomendaciones y acordar mi salario mensual –no tenía opción a discutir, ni de exigir, simplemente acepté- debía ir con mi nuevo patrón en su camioneta hasta la altura del km ocho, donde vivía su cuñado y también estaba la entrada a su cocal. Por el camino en medio de la polvareda y el ardiente sol nos cruzamos con algunos Traqueteros motorizados, unos respondían con toque de bocina los saludos del patrón, otros, simplemente pasaban de largo como si tuvieran prisa. La vivienda de don Ñato estaba situado al lado de la carretera entre la vegetación secundadas por unas plantas de coco, que le daban un marco especial. La casa era grande todo de madera, pero con base de material noble, aun costado tenía un patio amplio cercado con tablones y un portón de calaminas, donde guardaba las dos camionetas de su propiedad. Ahora estaba vacío, obvio, porque los vehículos estaban trabajando. Doña Carmen, esposa de don Ñato, madre de sus dos pequeños hijos, muy gentilmente nos recibió, se deshizo en atenciones invitándonos a tomar asiento y seguidamente ordenó a su empleada, una chica adolescente de buen cuerpo, nos sirviera sendos vasos de Aguajina helada (Refresco selvático, preparado con Aguaje). Doña Carmen era una mujer joven, pero su sobrepeso la hacía parecer mayor. Después de conversar brevemente, don Nacho le expuso que me acababa de contratar para cuidar su cocal. La mujer me miró muy detenidamente con cierta curiosidad y celebró riendo. –Que bien, ahora el pobre Kike, ya no estará solo, tendrá por fin un compañero con quién conversar. –Apremiaba el tiempo, caía la tarde, nos despedimos de la mujer para continuar el camino. A cinco minutos entre la casa y la carretera, después de caminar entre la maleza por una trocha entre lodosos aguajales. Estaban los cocales cercados con postes de madera y alambrones para marcar los límites entre los demás cocaleros, dejando libre el camino para que transitara la gente. Don Nacho luego de presentarme con su trabajador, regresó rápidamente aduciendo que estaba muy apurado, obscurecía y además había dejado sola la camioneta. El verdadero motivo de su prisa era la empleada de doña Carmen, fue más que elocuente la forma cómo se le iban los ojos por la chiquilla después que nos sirvió los refrescos. Kike, mi compañero de trabajo, era un muchacho un par de años mayor. De mi estatura, piel blanca, agarrado, cabellos castaños y algo callado, pero cuando entramos en confianza, me comentó que era de Chanchamayo La Merced y tenía seis meses cuidando el cocal, por mi parte le dije que provenía de Satipo y también conocía La Merced.  Aproximadamente eran dos hectáreas de cocal, también algunas plantas de plátanos y piñas dispersados entre la plantación. La casa de madera se encontraba situado cerca al camino, construida sobre unos troncos a una altura de un metro sobre el suelo, después entendí la razón cuando un día llovió torrencialmente y el agua empezó a correr por debajo de la casa. Por la mañana recorríamos la plantación para ver el estado de las hojas, según eso, informar al patrón.
-Aún no están maduras, falta como un mes para la cosecha –explicó mi compañero.
No había gran cosa por hacer, pasamos la mayor parte del día en el espacio libre de la casa, donde colgaban dos hamacas. Holgazaneando, jugando casino o escuchando música. Algunas veces pasaban chicas por el camino y las piropeábamos, si eran vecinos saludábamos, y si tenían hijas señoritas el saludo era más cordial todavía. De los víveres ni hablar, había para comer todo cuanto quisiéramos. Para la guardianía de la propiedad, personalmente, disponíamos de dos linternas, una escopeta retrocarga y un revólver. Ocasionalmente a media noche hacíamos disparos al aire, para que sepan los merodeadores que estábamos despiertos y armados. Pero después lo hicimos regularmente para afinar la puntería con disparos sobre latas vacías y a cualquier hora. Posteriormente tuvimos que hacerlo moderadamente en horas específicas, porque los vecinos se quejaron con el patrón, que no los dejábamos dormir y podían confundir las cosas en otras más serias. No todo podía ser vagancia. Para justificar el sueldo aunque irrisorio, había días que calzábamos nuestras botas de agua, cogíamos nuestros machetes para limpiar los linderos de la plantación o podar las plantas de plátano, si había maduras los traíamos a la casa. Otro trabajo era estar pendiente de mantener limpia la acequia, para que pueda correr el agua y evitar inunde el cocal. Estábamos en pleno invierno y llovía mucho. Estos trabajos lo hacíamos dos veces por semana, era cosa de dos a tres horas. Lo curioso era que siempre lo realizamos los lunes y viernes, para coincidir con la hora y el día que llegaba don Nacho, por eso siempre cuando llegaba nos encontraba trabajando.
–Muchachos, que tal, ¿Cómo están? –Aparecía el patrón, siempre con una mochila llena de latas cerveza y trompudo de risa, ya sabíamos lo que eso significaba, seguro había ligado a una mujer que no era su esposa.
–Don Nacho, buenos días, acá pues limpiando la acequia, siempre hay trabajos que hacer –Saludábamos, con cara de cansados.
–Descansen muchachos vamos a la casa –Era casi costumbre de sacar cerveza, nos poníamos a tomar y nos contaba sobre sus últimas conquistas y las peleas con su esposa, cuando lo pillaba o se enteraba por las vecinas chismosas. Medio borracho y con el placer satisfecho de haber hecho público sus aventuras amorosas, se retiraba prometiendo regresar pronto con nuevas novedades. Al comienzo me pareció muy divertido oír sus andanzas, sus cuitas, pero ahora me parecía aburrido y hasta maquiavélicamente ofensivo ¿Qué carajos pensaba este tipo, que él sólo tenía derecho a estar con mujeres? y nosotros ¿Qué?... Sólo escucharle como imbéciles, como si fuéramos de piedra y no necesitaríamos una mujer. Nos prometió infinidad de veces traernos un par de chicas a la chacra, pero nunca cumplió, siempre inventaba cualquier pretexto y por si fuera poco, no nos dejaba salir al pueblo, menos en la noche donde a esa hora funcionaban las casas de cita como “Las pilitas” o el Bionik, Night club. Que era más costosa, concurrida mayormente por gente ligada al narcotráfico. Conforme pasaban los días, empecé a odiar a mi patrón por atorrante y angurriento. En mi desesperación de adolescente ávido de amor y sexo, puse los ojos en Mery, la esbelta empleada de doña Carmen, Siempre que podía, inventaba cualquier pretexto para ir a verla. Un día sus patrones viajaron a Tingo María, motivo que aproveché para ser más agresivo en mi cortejo. Después de conversar un rato en el mueble de la sala, aceptó estar conmigo, empezamos a besarnos asumiendo las consecuencias que pudiéramos llegar, Cuando don Nacho se apareció irrumpiendo en la sala. Muy coqueto y meloso, llamando confianzudamente, “Mi amor” a la chiquilla, pensando tal vez que estaría sola, pero cuando vio que no era así, puso una cara como si después de haber estado chupando un dulce caramelo sorpresivamente éste, se transformó en nauseabunda materia fecal. Sin contener su ira, la gritó a la joven llamándola irresponsable, ociosa, puta… entre otros improperios. Mery sin responderle, muy asustada se metió a la cocina, luego cargó contra mí, pero no tan grosero como lo hizo con Mery, pero sí, me gritó como a su chule, me trató de vago, sinvergüenza, aprovechado, mal agradecido, inmoral, por faltar el respeto a la casa de su cuñado, seduciendo a la “niña”, mientras los dueños estaban ausentes. Este infeliz, hijo de perra me hablaba de respeto, de moral, como si tuviera autoridad para hacerlo. Estuve a punto de mandarlo al diablo y decirle sus verdades, pero preferí evitar más problemas. El tiempo me daría mi revancha con este angurriento, que bien le podía caer el refrán, del perro del hortelano. Al cavo de unas semanas, cansada del acoso de don Nacho, Mery, viajó a su natal Tarapoto donde tenía familia, por mi parte me quedé dolido por su ausencia. Así anduve un tiempo con mi desazón, mientras Kike sin darse cuenta, puso los ojos en la patrona, doña Denise, esposa de don Nacho.
Teníamos como tres fasacos en la cesta, todavía coleteaban. Esa tarde después de almorzar, en sandalias y en trusa nos fuimos de pesca al riachuelo que rodeaba parte de la plantación, de paso aprovechamos para lavar nuestras ropas y darnos un remojón. Estaba tan refrescante el agua, que ninguno quería salir.
–Don Nacho no valora a su esposa. No entiendo cómo una mujer como ella, siendo bonita y chibola, esté con un viejo flacuchento y feo –rezongó
– ¿No será que la estás mirando con otros ojos? –especulé sonriente. Dentro del agua no dejaba de mover ligeramente los brazos para no hundirme. En la orilla Kike con el agua hasta la cintura, se enjabonaba rascándose las orejas.
-No es eso –negó rotundamente –No es lo que tú piensas, sólo que me jode cuando veo como se gritan, se insultan, también me jode que don Ñato abogue por don Nacho, cada vez que doña Denise lo quiere abandonar. Ella no está para aguantar todas esas cosas habiendo tantos hombres jóvenes, que la pueden tratar mejor, darle el respeto que se merece –Las palabras de mi compañero no hacían más que confirmar su interés por la patrona.
–Kike, son cosas de ellos, pero lo que tú me dices sobre la esposa de don Nacho, que es jovencita y bonita… No, sé, si creerte, nunca la he visto –le dije, saliendo del agua y pidiéndole el jabón. En efecto no la conocía, la única vez que tuve la oportunidad quizás de verla, fue cuando me contrataron para trabajar, pero ese momento estaba nervioso y lo único que pensaba era en salir de la situación en la que me encontraba, y si la vi, ni no la tomé importancia
– ¿Pero no recuerdas la última vez cuando fuimos al pueblo por los víveres y nos trajo don Nacho en la camioneta? –preguntó extrañado. Ahora se rascaba la cabeza con el espumante champú, cerrando los ojos para evitar irritación.
–Sí,… claro, pero no recuerdo haberla visto en ningún momento –repliqué contrariado, enjabonándome mis testículos, por debajo de la trusa.
–Ella estaba dentro la camioneta y se bajó en el km cuatro donde vive su otra hermana –explicó. Seguidamente se tiró de cabeza al riachuelo. Eso me confirmaba no haberla visto porque nosotros siempre viajábamos en la parte posterior con los demás pasajeros, mi compañero como la conocía interesado a su vez, estaba atento a todos los movimientos de doña Denise.
Era común que los pícaros choferes reservaran el asiento de la caseta para las jovencitas, sobre todo si tenían bonitas piernas y usaban minifaldas. Se valían de todo tipo de argucias para atraparlas como un lobo a su presa, como también podía ser todo lo contrario, podían ser atrapados por una zorra sangrona para terminar disecados, sin un puto sol en los bolsillos, a veces hasta sin camioneta.
–Kike, por lo que veo, nunca desaprovechas la menor oportunidad de mirar a la patrona
–Le dije cuando salió del agua –No hay nada más que hacer, tú estás enamorado de ella. –sentencié, sonriendo. Viéndose descubierto una vez más sonrío, finalmente estallamos en ruidosa carcajada.
De vuelta a la casa llevamos nuestras húmedas ropas para tenderlos sobre las plantas de coca. Los pescados servirían para la cena.
Cierto día nos encontramos en la casa reposando sobre nuestras hamacas cuando oímos disparos, no eran retrocargas ni pistolas, sino armas de largo alcance “Fierros largos” (La mafia en su jerga, definía así, a las armas de guerra)
¿Qué estará pasando? –nos preguntamos, alarmados.
-Creo que es en la carretera –dijo Kike. Posteriormente el concierto de disparos pausados, se transformó en ráfagas de muerte. Rápidamente nos incorporamos, el tronar de las armas indicaba que estaban muy cerca y debíamos ponernos a buen recaudo. Imprevistamente vimos por el camino a un grupo de vecinos caminar a toda prisa con dirección a la carretera, al minuto pasaron corriendo cuatro muchachos para unirse a los primeros. Aprovechamos para preguntarle al rezagado.
-¿Qué, está pasando?
-¡Los Umopares han entrado a Uchiza! –exclamó, sin detenerse.
 Nos miramos indecisos, sin saber qué hacer, pero Kike era un hombre de pocas palabras y decisiones rápidas
– ¡Vamos! –Me apuró, saltando al suelo, evadiendo la escalerita que usábamos para subir y bajar de la casa –No olvides tu “Fierro” –me recordó. Con mi arma en la cintura cubierto por mi polo, salí rápidamente detrás de mi compañero. Por el camino nos encontramos con varios furiosos vecinos que también iban en la misma dirección.
-¡Umopares, hijos de puta! –bramó uno
-¡Esos cabrones sólo vienen a joder, a robar nomás! –gritó otro rabioso.
Cuando llegamos a la carretera, una multitud vociferaba y apedreaba a los carros porta tropas impidiéndolos avanzar. Los uniformados, lanzaban disparos al aire y bombas lacrimógenas en su afán por dispersar a la enfurecida turba
– ¡Puta mare, se llevan a Katalino! –chilló sorprendido, un sujeto, recién plegado al revuelto. Ese nombre lo escuché cuando apenas llegué a Uchiza, después a los vecinos, a Kike, a don Ñato. Todos hablaban de ese hombre, todo giraba en torno a él, era la comidilla del pueblo en los bares y Night club, los niños que jugaban en las calles, comerciantes, jornaleros, cocaleros, traqueteros, sicarios, “Capos” colombianos y peruanos. Todo el pueblo hablaba de él, era el “Duro” el capo de los “capos”. Nacido en Uchiza, en la zona de Cruz Pampa, cuando niño, contaban los viejos, era un muchachito flaquito, que recorría las calles del pueblo con su cesta, vendiendo panes, nadie podía imaginar que ese niño un humilde panadero, años más tarde, se convertiría en el amo y señor de Uchiza y el narcotraficante más poderoso del Alto Huallaga.
Tiempo después, vendrían los operativos “Mar verde”, por el gobierno militar a fin de erradicar los cultivos de coca  (1978-1979) La cual fue un fiasco, un desacierto total. Los viejos cocales apenas productivo fueron cortados y quemados por los Sinchis, al cavo de unos meses las hojas empezaron a brotar del tronco cortado a flor de tierra, con mas fuerza, triplicando y cuadruplicando su producción; con ello, volvía el auge de la droga, también la llegada de firmas colombianas cargadas de dólares. El ya adolescente Katalino, mandó al carajo la cesta de panes y empezó sus pininos en el narcotráfico, Primero como “pasero”, “datero”, después como traquetero trabajando para la firma de un colombiano, llamado “Ganso”, fue entonces, cuando  empezó a mostrar su personalidad fría, calculadora, violenta y su innata destreza con las armas, que lo hicieron temido y respetado. No tenía ningún reparo en mandar al infierno a cuanto fulano, o fulana, le cayera mal. En una ocasión había una mujer en el pueblo conocida como, “La loca”. Una mujer tronada, madura, obesa y maloliente. Muy agresiva con los comerciantes o tenderos, siempre pedía dinero, lo que se le antojaba, en caso de negársele, rompía a pedradas vitrinas, ventanas, puertas lo que sea. La gente del pueblo prefirió llevar las cosas en paz, sin darle la contraria, quizás por temor o su condición de mujer. Varias veces la policía la encerró en los calabozos, pero en seguida era liberada, por sus insoportables aullidos aberrantes y ensordecedores. Un día el mozalbete Katalino estaba comiendo en un restaurante, cuando “La loca” entró a pedir comida, la moza ocupada estaba atendiendo a los clientes, la ignoró y la trastornada mujer empezó a tirar los platos y botellas de las mesas. Katalino dejó su asiento, sin mediar palabra caminó directo hacía la quisquillosa fémina, y ante la sorpresa de todos, le reventó la cabeza a tiros, luego tomó su motocicleta y tranquilamente se marchó, dejando  el cuerpo tirado, ensangrentado, con los sesos desparramados, salpicados entre las mesas y la pared. Pero el caso más sonado, que le valiera fama de gatillero, fue cuando mató al temible “Zurdo Boris”, este sujeto era el cabecilla de una numerosa y bien armada banda de asaltantes, todos ranqueados y prontuariados delincuentes venidos de los sitios más tenebrosos de la capital. Los “Capos” le tenían en la mira, esperando el momento oportuno para liquidarlo, pero tampoco era fácil, pues existían rivalidades internas y había versiones que otros “capos”, protegían y sobornaban a los asaltantes para sabotear a la competencia, de esto sacaban ventaja los hampones para amasar más dinero y armas que les hizo cada vez más fuertes. Por tanto Zurdo Boris acompañado por algunos integrantes de su numerosa banda, se paseaba por el pueblo haciendo y desasiendo lo que le viniera en gana, sin que nadie se lo impidiera, pues tenía al pueblo aterrorizado. Los patrones de las más importantes firmas cansados de los asaltos, hicieron una bolsa poniendole precio a su cabeza, pero ¿Quién le pone el cascabel al gato? todos esperaban que uno de los hampones, más cercanos obsesionado por la jugosa suma en dólares, matara o delatara a su jefe, como solía ser común en el mundo de la mafia, pero no fue así. Dicen que el exceso de confianza, es un error, y subestimar la ambición del enemigo, peor aún. Zurdo Boris, pistolero y asesino, cabecilla de más de una veintena de avezados criminales, pecó de soberbio, subestimó al enemigo, y el exceso de confianza acabó con él. Una tarde, el feroz delincuente se hallaba en el pueblo emborrachándose con dos de sus monigotes fuertemente armados, portaban armas cortas, sobre todo pistolas ametralladoras colgadas al hombro. Tan confiados y entretenidos estaban, que no prestaron la mínima atención al mozalbete delgado de finas facciones que ingresara al local, este joven de apariencia inofensiva, al pasar por la mesa de los matones pidió permiso y hasta se excusó “tímidamente” antes de continuar al mostrador y ordenar agua mineral. Los criminales no dejaban de reír, era indiscutible que la gente les temía, podía vérseles en sus rostros,cuando hablaban,hasta cuando callaban. “Este flaquito” de huidiza mirada tampoco era la excepción, pensaron para sí, sin dejar de reír, pero la risa se les congeló cuando vieron al chico a la velocidad de un rayo, volverse hacía ellos con una pistola apuntándolos. Nadie podía entender lo que estaba sucediendo. ¡Este mocoso infeliz, no puede ser un gatillero debe estar borracho o “sharuteado”, para atreverse hacer eso, o tal vez no sabe con quiénes se está metiendo!  Las conjeturas revoloteaban entre los presentes, sobre todo en los facinerosos, negándose a aceptar la circunstancia. La cruda realidad sí, tenía sentido cuando vieron los ojos fríos, impávidos y una apenas perceptible mueca en sus labios que podía interpretarse que reía, del mozo que los apuntaba. En milésimas de segundos, Katalino, aprovechando el intercambio de mirada del cabecilla y sus hombres, con una increíble frialdad y rapidez, liquidó a dos de ellos sin darles tiempo a defenderse. El primero, quedó con la cabeza perforada inclinado sobre la mesa, mientras la sangre se mezclaba con la cerveza y los vidrios de los vasos rotos, el otro, logró tomar su arma, en su afán por levantarse para repeler el ataque, recibió dos plomazos en el pecho y se fue de espaldas contra el piso con silla y todo, Zurdo Boris, poniéndose de pie, logró soltar una ráfaga contra su agresor, pero no con la precisión del impetuoso pistolero, el segundo matón al irse contra el piso, patas arriba por encima de la silla, impactó los pies contra la mesa, esta a su vez contra su humanidad, obligándolo a retroceder, errando el disparo, mas  no, su verdugo,  dando un salto felino, poniéndose fuera de tiro, le clavó una bala en el cuello saliéndole por la nuca, todo fue tan rápido en décimas de segundos para acabar con las tres vidas, sin contar la chica encargada del bar y dos de los clientes que fueron alcanzados antes de caer por la ráfaga del cabecilla de asaltantes.  Zurdo Boris, por su soberbia, ahora medía el piso con su imponente estatura. Aún respiraba con los ojos abiertos, lo último que vería antes de irse al más allá, sería la cara de su asesino, un jovenzuelo ambicioso que subestimó, se dejó llevar por su apariencia inofensiva, por la confianza de creerse intocable, y la confianza acabó con él. Katalino, terminó por despacharlo, disparándole a quemarropa sobre su cabeza.
Con la muerte del temible Zurdo Boris y dos de sus principales lugartenientes, el resto de la banda terminó por dispersarse, los que se quedaron, fueron exterminados por los sicarios de las firmas. Esta increíble y valerosa acción del precoz gatillero, le valió el reconocimiento y respeto absoluto de los “Capos”, No sólo fue un acontecimiento en el Huallaga, sino en Colombia y México, los cárteles más importantes, los patrones de las firmas, los más temibles sicarios, hablaban de él, su nombre empezaba a sonar con fuerza en el mundo de la mafia. Su patrón “El Ganso”, lo nombró su guardaespaldas personal, su hombre de confianza, a parte del pago bien remunerado que recibía, compartía un porcentaje de las ganancias, por “Vuelo” (Avioneta que despegaba, cargada de cocaína) En lo sucesivo, varias veces viajó a Colombia donde hizo buenos contactos, llegó a conocer a los “Duros” patrones de los colombianos en Perú, más de uno le ofreció trabajar directamente con él, dejaría de ser el lugarteniente de un empleado colombiano en Perú, sería un “Capo”, muy bien respetado, y ¿Por qué no? Desplazar a Cevallos, que en aquel entonces era el narcotraficante más poderoso de Uchiza. Esa idea, no estaba desechada por el ambicioso, he implacable Katalino, esperaría el momento oportuno para dar el zarpazo mortal, contra aquellos que directa o indirectamente obstaculizaban el camino a su objetivo. Esto se dio entre 1981 a 1982, el primero en sufrir las consecuencias de su desmedida ambición, fue precisamente su patrón, el Ganso, para ocupar su lugar, Katalino lo acribilló a balazos, junto con dos paisanos colombianos, para luego tirarlos al río Chontayacu, ¿Motivo, razón? Parece que el colombiano, dejó de serle útil al “Duro”, en Colombia y simplemente lo desechó. “Rey puesto a rey depuesto”, Reza el refrán. Los “Capos” colombianos no vieron con buenos ojos la muerte de sus compatriotas, tramaron eliminar a su asesino, gran error, porque fueron delatados por su propia gente, sobre todo uchizinos, que eran leales a Katalino y éste no tuvo ninguna contemplación a la hora de apretar el gatillo sobre sus cabezas. La meteórica, ascendencia del impetuoso jovenzuelo, se debió también al apoyo total del pueblo, porque después de eliminar a su ex patrón, elevó el precio de la droga duplicando su costo, las otras firmas colombianas y peruanas, fueron vistos como enemigos, estafadores, ladrones por los cocaleros. Muchos matones peruanos uchizinos de preferencia, desertaron para engrosar las filas del nuevo patrón y Cevallos, para no terminar muerto, no le quedó más que hacerse a un lado, para dejar su lugar al nuevo amo de Uchiza, Katalino Skalante, conocido en la mafia como “Kato”, Quién a sus escasos veinte años, a punta de sangre y bala, llegara a ser el narcotraficante, más poderoso y temido de todo el Alto Huallaga y el contacto más importante de Perú, con el narcotráfico internacional.
Efectivamente en medio de la turba, en el interior de uno de los carros porta tropas, vi a un sujeto bastante joven esposado y semidesnudo, apenas cubierto por una toalla, en medio de dos militares que intentaban  cubrirlo.
-¡Ladrones mal paridos, ladrones!                        
-¡Suelten a Katalino, ladrones hijos de puta! 
-¡Umopares, perros de los gringos!
Entre otros adjetivos, el pueblo uchizino, con su alcalde a la cabeza, trataban de impedir se llevaran detenido al narcotraficante más querido y respetado de Uchiza, las lunas de los vehículos fueron reventados a pedradas por los iracundos pobladores. Faltando escasos metros para que las unidades móviles lleguen al puente que cruzaba el río Putante, cuatro hombres, cada uno portando sendas galoneras, rociaron de gasolina y le prendieron fuego, las llamas cubrieron todo el puente, los Umopares se detuvieron en seco, todo el puente ardía, algunos de los revoltosos sufrieron quemaduras, no imaginaron la magnitud del fuego que pudiera alcanzarlos. Era muy difícil que los Umopares pudieran salir. Cada vez más gente del pueblo se plegaba a la protesta, cocaleros, mujeres y hasta niños, algunos empezaron a bloquear la carretera con troncos y piedras, nosotros hicimos lo mismo, confundiéndonos entre los revoltosos. Un tipo mal encarado, alzó rabiosamente la voz.
-También tenemos armas ¿Por qué no les metemos bala a los Umopares? –Miró a su alrededor esperando una respuesta, la misma pregunta me hacia yo ¿Dónde estaban los temibles sicarios del “Duro”? tenía entendido que estaban bien armados, tanto igual que los Umopares. La respuesta la dio un sujeto alto de penetrante mirada, era uno de los sicarios de Katalino, lo reconocí, era el que conducía la camioneta que recogió al tal Pantera después que asesinara al sujeto del periódico en el parque.
-¡Tranquilos! –dijo con bronca voz –Si les disparamos, ellos usan sus fierros largos y nos matamos todos. Después, el UMOPAR, manda más hombres, ponen una base en Uchiza y se jodió la cosa, se jodió la merca. –sentenció. Fue muy razonable, lo que menos quería la mafia, era una base UMOPAR en Uchiza, ellos no se dejaban sobornar como la policía, por eso eran los más odiados por los narcos y cocaleros, no sólo por eso, sino por los abusos que cometían cada vez que hacían incursiones. Finalmente la gente tuvo que ceder, desistir en liberar al “Duro”. Porque llegaron más patrullas de refuerzo.
 
 
 
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Descripción

Descripcion del narcotrfico y la subversion en los aos 80 en la selva del Per

Palabras Clave: La verdadera historia del alto huallaga

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Relatos



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MARINO SANTANA ROSARIO

Me ha encantado su trabajo, le exhorto a continuar publicando otros textos.

un saludo y felicitaciones.

marino
Responder
April 11, 2013
 

javier tovar

Agradesco su preferencia.
Saludos cordiales.
Responder
April 11, 2013

javier tovar

Espero les guste el nuevo capítulo, la continuacion del texto anterior, que acabo de publicar.
Gracias por anticipado a los que se dignen a leerlos y tambien espero sus comentario.
Responder
April 11, 2013
 

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busy