Sin tiempo...Sin nombres
Publicado en Apr 11, 2013
Ella había nacido en una vieja ciudad al sur de Francia en un tiempo donde las mujeres llevaban en ropa lo mismo que su peso y algunas veces hasta más.
El había nacido cuando las computadoras no solo se habían inventado sino que podían llevarse bajo el brazo halla a donde quiera que quisieras llevarlas. Ella había estudiado en su casa y como maestra tuvo a su madre y hermanas para convertirse en la mejor ama de casa, en una esposa adecuada. El ingreso a una escuela publica donde pasaba ocho horas diarias estudiando sobre ciencias, historia, y siete materias que con los años cambiaban y se adecuaban. Ella iba a fiestas de tarde donde los jóvenes bailaban, platicaban, cortejaban bajo la atenta mirada de los padres que buscaban al mejor partido que sus finanzas necesitaran. El gustaba de ir a conciertos donde la música llenaba tanto sus sentidos que por instantes se olvidada de quien era para convertirse en una tonada en la letra que escapaba de la garganta de todos los que coreaban. Ella consiguió un marido a los dieciséis que se adecuaba a las necesidades y gustos de sus padres, obtuvo una casa grande con criados que la atendían sin reprocharle nada, ella obtuvo un hombre siete años mayor que pasaba a su cuarto solo cuando la ocupaba. El salia con diferentes chicas entre semana, dejando los fines para quedarse en casa leyendo un libro mientras soñaba con el mundo que estaba ahí fuera de la puerta de su casa, ese que se extendía mas allá del mar y de grandes porciones de tierra. Y mientras allá ella educaba a sus hijos de la manera en que a ella misma la educaron, el tocaba su guitarra en medio de su trabajo recordando las cosas que le hacían falta antes de volar libre otra vez la siguiente semana. Ella murió demasiado joven sin haber hecho realmente nada de todo lo que en las noches en silencio soñaba, dejó el mundo sin dejar más huella que la sangre y recuerdos dentro de sus hijos que pronto la olvidarían ante el ajetreado estilo de vida venidero donde su vida también peligraba. El murió sin tenerse atado a nada y pensó que era porque simplemente era el momento justo en el cual debía hacerlo, lo hizo arrepintiéndose de muchas cosas que hizo y de muchas más que nunca llego a tener el coraje de probar, lo hizo tranquilo agradecido por todo. Y el destino les llegó cuando menos lo esperaron cuando ya no soñaban con nada pues ahora solo les quedaba la espera del tiempo lejos de la tierra donde vivieron. Ahí entre la nada, con el silencio imperante; la oscuridad reinante; sus pensamientos susurrantes ellos dos se encontraron como verdaderos diamantes. Ambos hablaron idiomas que no conocían antes, sacudieron memorias de sueños caducados y se enfrascaron en un idilio lejano. Se tragaron su existencia hasta que la despedida les llegó y fueron enviados a lugares tan distintos como la primera vez, con la promesa de no olvidar tatuaron algo más que sus nombres o sentimientos, ellos no prometieron algo como volverse a ver porque simplemente no ocupaban promesas tan vagas, siendo que solo eran ella y él.
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