Momentos que están para quedarse, sentirse acompañado momentáneamente, jugar con la mente, estrujar hasta el más dejado recuerdo y mirar a la gente caminando, completamente ajenos a tus pensamientos. Segundos, minutos y horas pasan invisibles frente a los ojos del joven que recuerda sentado en una banca, mientras que el humo del cigarrillo sigue afectando sus pulmones débiles del vicio.
Por un momento se imagino sentado con esa persona desaparecida entre las épocas del año, golpes en el pecho igual de dolorosos que la distancia eterna.
Intentó ocultar su dolor entre risas infantiles que se apoderaban de la plaza, aquella plaza que se alimentaba de momentos y recuerdos frescos, cobijados y convertidos en hijos del aire. Tiempos aquellos cuando el otoño padecía y lloraba hojas secas de los marchitados árboles.
Cerró los ojos y sentía como una hoja se posaba en sus pies descalzos. Abrió los ojos y en medio de una sociedad irreconocible mostró lo que en realidad era…un fantasma.