guilas Negras -43- (Novela y Guin para Cine).
Publicado en Apr 14, 2013
- Si yo pudiera saber hasta dónde puede llegar este mi chaval...
Y la bellísima y escultural ecuatoriana y española, que le está esperando ya dentro de la cama, se queda profundamente dormida. Le llega, en su profundo sueño, la voz de Juan Bautista... - Me cobijo en los acentos de tu nombre para besarte en el silencio de las noches y, hundido en el sueño de los siglos, ser hombre del viento y la sonrisa. Vengo de salir de la mañana traspasando el aire del atardecer y siento tu voz dentro del alma. Ahora quiero sentirte bien adentro de mis pensamientos donde nadie, salvo tú, princesa de mis cuentos, eres habitante del espacio. Despacio... despacio... mientras llega del alba la mañana. Entre las rendijas del momento te siento... y cuando el reloj suene distante presiento... el instante... el instante de darte ese milagro que es la sombra de mi calma. Cama... la noche guarda los secretos y, en medio de esta vida renacida, diez, cien, mil veces vivida... soy sencillo y transparente. Las agujas del reloj siguen cantando bajo el sonido dulce de las aves y en medio de la miel depositada en mis labios tengo tu ternura. Y perdura... perdura este aroma de canela hallada en el camino de mis años. A fuerza de ser tan joven como quieres soy tan joven como quiere la madrugada y después de haber nacido en las noches del suspiro... admiro tu estar en mi presencia. Es la esencia de las rosas que existen en la estancia. Si me dicen que navego hacia el destino de tu boca repleta de poemas voy y digo al viento vespertino que soy el que te adivina siempre mientras camino... camino... y camino... Un pájaro... una raíz... un hombre que se ha puesto como nombre tu voz llenando mi aventura. Y dejo atrás las huellas imborrables de un ayer cernido en mi entrañas. No eres la extraña pasajera sino quien subió al tren de mis miradas e hiciste un sitio a mis dolores. Aquellos otros amores fueron las frágiles y frias despedidas. Huídas... las palomas se quedaron en el viento del atardecer del sol y de las sombras. Aquí, tan dentro estoy de tu morada, que me cobijo con el sueño de tus ojos y, mirada tras mirada, siempre estoy en todo este presente. Ya el resto de la gente es sólo el recuerdo de la infancia que, bajo el sol naranja del poniente, sin estrellas me dejaron el sentir. Deseo ser siempre este existir de besos sencillos y sin sombras y tú me nombras mientras busco el infinito horizonte tras el monte, tras la colina, tras ese valle verde de la lluvia que me hace sentirte más adentro. En el centro de toda esta dulce andadura yo no quiero ninguna armadura para amarte como ama el ruiseñor y ser solamente ese señor, joven siempre y siempre joven que te da el beso de gorrión. Así es mi canción. Quererte más allá de ese espejo que ilumina tu rostro de belleza y estalla en el lago suspendido de tus ojos con certeza de estar siempre en ti dormido como movido por las dedos de la magia y amando tu cuerpo a mí adherido.
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