La Leyenda de Lady Macarlenn
Publicado en Apr 16, 2013
Para Macarena García Miranda, de tus amigos.
Bajo la higuera y sobre la verde hierba, sentada con un resplandor profundo y soñador, rodeada de espíritus y aves menores, Lady Macarlenn cantaba una oda al alma del viento. Su arpa sonaba cantarina y movía las hojas del loable árbol, las aves acompañaban con su trinar la hermosa melodía, y el bosque renacía una vez más con el dulce son, y Lady Macarlenn cantaba una alegoría al dulce espíritu del viento. Como la aurora que se levanta era el rostro de la bella Dama, y sus manos delicadas eran como la miel, su mirada era pálida como el fulgor de la luna y en su frente una estrella magnífica resplandecía, flotaba sobre la hierba su paso, y su sombra no existía, pues de ella venía la luz del bosque, y su semblante por siempre fue sereno e inocente, amante del sueño de los habitantes del bosque. Su arpa fue hecha de cabellos de reinas élficas de antaño, y la magia de sus voces se alzaba con cada cuerda, el vestido de la dama era como una tormenta de nieve en invierno sobre los Montes gélidos del Norte, y como la primera estrella de la tarde era la diadema que llevaba sobre su cabeza, obsequiada por el Rey del Bosque como un símbolo de su pureza y beatitud. Las mangas de su vestido eran anchas y caían como cascadas sobre la hierba, su cabello estaba lleno de diminutas flores que los faunos enredaban con astucia, las ardillas y los ciervos le traían frutos y flores del bosque, porque era ella la Dama y la protectora de la fuente de la vida. El ritmo parsimonioso de sus dedos y su voz clara iluminaban el entorno, lejos a la distancia las ondinas se mecían alegres sobre el río, y los silfos contemplaron la escena con sus solemnes ojos, y partieron en busca del Señor del Viento al cual honraban y adoraban. Mas el Señor del Viento no amaba a la hermosa ninfa y el escuchar su voz y su música no hizo más que aumentar su ira y su desprecio, pues el amor no cabía en su esencia y en su ser, y planeó por muchos años una forma de terminar con el canto eterno de la Dama. Por mucho tiempo la bella Lady Macarlenn interpretó su mágica música, y su voz se mezcló con la hierba, las hojas, la piedra, la tierra y el río, y hubo un solo canto al final, uno eterno que provenía desde el centro del bosque, un canto que subía hacia los cielos hasta el trono del Señor el Viento. El tiempo pasó hermoso y puro en el hogar de la Bella que reinaba bajo la higuera y la haya. Pero en los lindes del Bosque una sombra de envidia y celos se alzaba, era el espíritu y la ira del Señor del Viento que soplaba maldito entre las hojas y las ramas, y las aves y los faunos corrían pálidos ante su frialdad, como recogidos por una angustia venidera. Y el Señor del Viento llamó a su hermano el Rey de la tormenta y le pidió que se elevase sobre el corazón del bosque, para soplar y causar tragedia sobre la hermosura de la Dama, y sembrar el daño y la tristeza en su hogar bajo la higuera y la haya. Grande fue el lamento de la Dama y de sus súbditos, pues el caos reinó en el corazón del bosque, y la hierba tornóse gris y los árboles fueron removidos de sus raíces, un largo silencio siguió a la destrucción, una pena larga que fue cantada por las ondinas, un canto que hablaba de la caída de la Bella Macarlenn y de su largo sueño. Delicada yacía sobre la hierba y las orquídeas como dormida por un hechizo escalofriante, y su hermoso rostro reflejaba tristeza y desconsuelo, viajaba en lo profundo y en lo desconocido, ignorante de lo que sucedía a su alrededor, pues los animales y los espíritus le miraban con ojos contemplativos y llenos de amargura. A los oídos imperecederos del Rey del Bosque llegó la triste noticia de la caída de la Bella, y el Rey viajó desde muy lejos pues había ido a visitar la Sierra del Oriente, y cuando llegó a la morada de la dulce ninfa, su ojos se llenaron de lágrimas al ver su silueta tendida sobre la hierba, y se sentó a su lado y guardó luto por cinco mil años sin pronunciar palabra mirando el eterno rostro de la Dama. Luego de su largo lamento el Rey mandó a buscar al hada de la Muerte de la Montaña, y llegó el sucio espíritu lleno de moscas y fuegos fatuos ante la presencia del imponente Rey, y el Gran Señor le pidió le revelase dónde se encontraba el espíritu de la Bella, pues menester era volverla a la vida luego de su largo sueño, y el hada conjuró al íncubo y fue y volvió de la Tierra de los Muertos, mas en su viaje no encontró a la Dama. El Rey, entonces, mandó traer una gran flor de Buganvilia, y la puso sobre el pecho de la hermosa Doncella. Y sopló su aliento de vida sobre la flor y su vaho iluminó el rostro y los ojos de la ninfa, y la Bella volvió a mirar la hermosura de este mundo, y volvió a flotar sobre la hierba, y se levantó y el bosque con ella, y las estrellas iluminaron su silueta y la Luna se regocijó y se bañó una vez más en el brillo de sus ojos. Mas la obra del Rey del Bosque no estaba completa y llamó a su primo el Soberano Dios del Sol, y le contó lo que el Señor del Viento le había hecho a su hogar y a su princesa la Bella Dama Lady Macarlenn bajo el Haya y la Higuera. Y se levantó el Señor del Sol, y ató al rey del viento y con un fulgurante rayo quemó la envidia y la maldad que había en su corazón, y pronto la virtud y la paz inundaron el alma del Viento y fue bueno una vez más, y sopló bendito entre las hojas del Gran Bosque del Norte. Todo volvió a ser hermoso a través de la mirada dulce y benigna de la ninfa que alzaba su voz sobre el verde espíritu del Bosque, su arpa tocó una vez más y el Viento se deleitó con el dulce trinar de las aves y los silfos, La hermosura y la luz invadieron el bosque y la Dama se paseó entre el Roble, el Olmo y el Cedro, y por siempre reinó maravillosa y perfecta bajo las estrellas y sobre la hermosa hierba, en su hogar del corazón del Bosque bajo el Haya y la Higuera.
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gonza pedro miguel