Solo soy yo. Cap. 1.
Publicado en Apr 21, 2013
Corre el vino entre las botellas y las suntuosas bocas de los participantes de esta excéntrica fiesta pensó Zarco. Algunos solitarios bailaban agitadamente y otros más en pareja, no necesariamente bajo el canon de solo dos personas; componían una masa que parecía trastabillar sobre la pista baile.
El salón estaba estructurado de sencillas mesas, sillas y muchas velas que unidas daban una vista perfectamente combinada, pues se veían las formas de las cosas pero nunca sin dejar de haber la suficiente oscuridad para resaltar la locura. Zarco se encontraba hasta el fondo del salón. Solo disfrutaba de la compañía de su trago: Whisky solo, con un hielo. Veía las sombras amorfas moverse sin control alguno, solo obedeciendo el placer de pasar una buena noche. Comenzó una reflexión acerca del control de la "psique" sobre los placeres y pasiones terrenales debido a la pareja de la mesa de a lado: el chico estaba besándole el cuello a su pareja, sus manos pasaban rápidamente de su cadera a sus piernas y luego tocaban la entrepierna de ella, ella simplemente tenía una mano sobre el regazo de él. Se agitaba. Debieron apagar sus velas. Le faltaba poco para terminarse el cuarto trago cuando regresaron a la mesa el tal Leonardo junto con la morena de fuego. Los dos venían riendo, gritando y agitados. Se acabó su trago. No querían le pidieran compartirlo. Leonardo se sentó junto a él. Le puso su mano en el hombro y le cuestionó: ¿Por qué sigues aquí? ¿Ves a esa nena? ¡Esa que está junto a la mesa de botellas! no ha parado de comerte con los ojos, y eso que aquí está muy puto oscuro, mierda men... porque apagaste casi todas las velas, no veo donde deje mi trago. En fin... ve y dile algo men, se ve que está bien buen... La morena de fuego le miro desafiantemente. Él entendió, no digo más, se acercó a ella, la beso y se la llevo de vuelta a la pista de baile. Zarco percibió un eje alcohólico en el aliento del tal Leonardo. Claro, no había mentido, él ya había visto a la chica de la cual estaba hablando. La volvió a ubicar entre la gente al verla le surgió lo mismo que cuando la vio por primera vez: facilidad. No, esta noche no le interesaba algo tan espontaneo y directo... no... él estaba con ansias de una botella no de una copa. El entorno le pareció monótono y le dieron ganas de irse. Pero en vez de eso se quedó sentado donde estaba y pensó: ¿Cómo llegue aquí? El recuerdo le llego como un beso de una ex pareja, profundo, intenso e inquietante, y lo revivió como un beso; estaba en el vagón del metro rumbo a su morada después de una tarde un tanto agotadora en su trabajo. Apenas sentía el vaivén del metro. Iba pensado en si las partículas subatómicas tenían una velocidad constante, cual sería y como la habrían conseguido. Tenía los ojos cerrados, pero sus sentidos estaban mirando el contexto que se alzaba frente a él. Se detuvo el metro. El traqueteo característico de las puertas abrirse se presenció. Gente se levantó, salió, entro y se sentaron. Algo cambio, una sensación se manifestó en su percepción. Abrió los ojos buscando aquello que lo haya llamado y no tardo ni un segundo en encontrarla. Sí… tenía que ser mujer. Sería mentira llamarla joven, porque era una mujer, porque tenía esa aurora sutil de experiencia emanando de cada parte de su cuerpo. La seguridad con la que miro cada detalle del vagón, pasando vagamente por las miradas de todos aquellos que la miraban. Camino firmemente aunque el metro ya se movía. No dudo un instante. Era tarde pero a la vez temprano. Por lo cual había gente, pero no estaba abarrotado. Zarco no despego su mirada de aquellos ojos café oscuro. Ella lo noto. Sus miradas se encontraron. Y ella con un estilo solemne fue acercándose a él. Zarco mantuvo la mirada. Ella mantuvo la mirada. -¿Está ocupado?-. Su voz era…era… intensa, cargada de tranquilidad pero a la vez de sentimiento. Zarco contesto tranquilamente pero no desvió la mirada. –Para usted si lo está-. Ella sonrió y se sentó. Sus dientes blancos configuraban majestuosamente con el color de su piel. –Me halaga-. -¿Por qué lo dice?-. Contesto Zarco. -Acaso no digo que solo para mí estaba…-. Zarco sonrió. Sabía cuándo lo estaban poniendo a prueba, y lo estaban poniendo a prueba. –Por favor, corríjame si me equivoco, pero dije: “para usted si lo está”. ¿O me deslumbro tanto su carácter que me hizo olvidar mis propias palabras? Volvió a sonreír, solo que esta vez lo hizo más apasionadamente, los detalles perfeccionados por el tiempo se dibujaron en su rostro dejando ver la hermosura del tiempo. –Mmmm ¿conque carácter eh?-. El sonido producido por su voz y con la presentación de sus labios que hicieron aquel gesto tan sensual, que Zarco perdió un momento su mirada y vio directamente y sin escrúpulos su boca. Carnosa. Atrayente… simplemente… Erótica. –Más que carácter, es vida, es el susurro de la vivencia, es el placer tangible en su cuerpo-. Zarco hizo énfasis al decir las palabras placer y cuerpo, su mirada exploro casi como si pudiera sentir los pliegues de su piel...de su cuerpo. El silencio disfrazado de la costumbre del sonido inherente al paso del metro sobre sus rieles se hizo presente. La mirada de la mujer se intensifico, y como si fuera libro indago sobre el cuerpo de Zarco, casi como si lo estuviera probando antes de comprar. Los momentos pasan. Los dos, con sus miradas exploran, prueban y se tocan. El lenguaje se perdió. Solo queda el fascinante sabor del silencio que los une. Pasan más momentos. El vaivén vuelve a detenerse. Como si las miradas poseyeran manos y las quitan rápidamente de los respectivos cuerpos, se agitan. Vuelven a fundir sus miradas. Ella hablo, pero su voz estaba cargada de sexualidad: espero compartamos placeres. Once, tú decides. Su mano, que ágilmente se metió a su diminuta bolsa que combinaba con el color de su vestido saco una tarjeta roja con letras en azul. Extendió el brazo y su mano se posó en su pierna, el contacto de cuerpos provoco una explosión de excitación, dejo la tarjeta. Zarco no quito su mira nunca. Ella se levantó. Camino. Su caminar fue lento pero fluido y al pasar las puertas, estas se cerraron y no volteo atrás. Zarco vio la tarjeta. Solamente decía: Calle Teramar. Número 76. Sonrio por primera vez en todo el trayecto, bajo siete estaciones más tarde y emprendió el camino al sur de la ciudad. A la calle Teramar. Llego exactamente a las diez con cuarenta y tres minutos. El lugar parecía sombrío. Había poca iluminación en la calle, pero las fachadas de las casas tenían lámparas que se encendían cuando pasaba caminando. Desde antes de llegar deslumbro la esbelta figura de una persona, su forma le pareció muy seductora. Ya en el número 76 pudo constatar que se trataba de una hermosa joven con un vestido muy ajustado de una pieza, color azul turquesa haciendo visibles sus abundantes pechos, su cintura totalmente a acorde de su imponente cuerpo, su cabello color rojo muy intenso se destacaba tanto como un orgasmo. Portaba unos zapatos dorados con tacones extremadamente largos. Zarco inmediatamente busco su mirada. Ella al oír sus pasos volteo hacia su dirección. Lo miro de arriba abajo rápidamente. Como haciendo una revisión meticulosa. Él portaba su “traje” de trabajo, es decir: zapatos negros, pantalones azul Oxford, camisa blanca, corbata gris y traje negro. Siguió acercándose y buscando su mirada. Ella termino su revisión, lo miro y le dijo mientras componía una sonrisa tan inocente que parecía pecado -¿Tarjeta?-. Zarco tranquilamente saco la tarjeta de su bolsillo izquierdo, se la extendió. Ella la vio velozmente y le dijo: adelante señor. Y le señalo el pasillo alumbrado con luz roja y puerta abierta que se encontraba delante de ella. Zarco seguía viéndola cuando paso junto a ella. Ella noto su mirada, le sonrió pícaramente, le cerró un ojo y le dijo: diviértase. -La buscaré entonces-. Contesto Zarco y le dedico una sonrisa que él llamaba “gozo”, pues eso era lo que quería dar a trasmitir. Ella miro la sonrisa con avidez. Zarco no espero a que ella respondiera. Siguió su caminando hacia el pasillo. Pero noto su mirada en la espalda, sintió el deseo de regresar y sentir su mirada. No lo hizo Después de subir 34 peldaños de escaleras. Doblar a la izquierda. Subir otros tantos peldaños y llegar a lo que parecía un pasillo con una sola puerta hasta el final paro. Volvió a Caminar, ahora hacia la puerta. Al tocar el pomo, girarlo y abrir la puerta. Una ola de música lo invadió. Dio el paso. Cerró la puerta y se internó hacia la luz casi oscuridad aun no descrita por sus ojos. Tres horas después había entablado conversación con un mínimo 15 mujeres. Todas ellas se fueron al ver que él contestaba gentilmente -frio. Estaba sentado por invitación de la morena de fuego en una mesa que no era la suya en donde había por lo menos 4 botellas abiertas de diferentes clases de alcohol, y esto solo porque le había dado de sus cigarrillos a ella cuando salió a fumar al pasillo. Su novio: Leonardo, un tipo de uno noventa y pico de alto, con unos brazos que triplican el volumen normal de una persona en forma. Y con cara de asesino a sueldo. Se había convertido en su nuevo “mejor amigo”. Diablos… se digo a si mismo Zarco. El revivir el recuerdo le divirtió pero ahora se sentia sumamente arto de Leonardo con sus gritos y pasos de campeón de baile, la mano de la morena de fuego en espalda, cuello y pierna. De la aparatosa y ruidosa música. De que había esperado a alguien, cuando el mismo recomendaba: “nadie espera a nadie”. Se sirvió otro trago de la botella, casi lleno su vaso. Ni siquiera le puso el hielo, se lo tomo directo. Se levantó. Tomo su saco. Sacó su cajetilla de Lucky Strike y dejo tres cigarros en la mesa. Se dirigió a la salida. Bajo las escaleras. Sonrió a cuatro chicas que estaban platicando acaloradamente sobre un chico. El recuerdo de la hermosa joven con el vestido azul le despertó el hambre. Se detuvo en la puerta. La busco rápidamente por todos lados pero no la vio. Se dio media vuelta y se internó en la noche. Volvió a preguntarse conscientemente por su paradero hasta una hora más tarde que ya estaba sentado en el vagón del metro camino de nuevo a su morada. Bajo en su estación. Camino solitariamente por los caminos solamente compuestos por la luz artificial. Subió y bajo las largas escaleras de la estación. Paso por el torniquete y la oscuridad le recibió con una llovizna. Tomo el camino corto para llegar a su morada, a solo cuatro calles. Al momento de doblar para llegar a su calle la vio. La joven hermosa con el cabello en llamas. Estaba con otra mujer. Ella parecía mayor. Las ideas se le acumularon, chocaron y se dispersaron en su cabeza. ¿Por qué estaba ahí? Mientras caminaba no perdió de vista nunca a las chicas. Estaba pensado a gran velocidad… ¿Le llamo o no? Al llegar a la puerta de su edificio se decidió. Introdujo la llave a la puerta. Y al hacerlo, como el canto excelso de un ángel, como la canción más representativa, escucho: Te conozco. Zarco no pudo disimular su risa y la volteo a ver. -¿En serio? Ohh válgame... pásame el tip, porque yo aún no-. Ella sonrió ampliamente. Y su rostro se figuró como una obra maestra y única en la memoria de Zarco. -Si, en el 76, estuviste ahí-. Ella Dio dos pasos hacia Zarco. La otra mujer parecía desconcertada. –Vaya, la suerte me sonrió dos veces el día de hoy. Pero ahora estoy aquí, viéndote, mirándote y apreciándote-. Zarco dio tres pasos hacia ella. Ella se vio perturbada por su comentario, su rostro se modificó. Al verla así Zarco sonrió ampliamente y dio una risotada. Ella volvió a sonreír y reír al ver el gesto amable de Zarco dio otro paso. Zarco la mira mientras ella se ríe nerviosa y ella le pregunta: ¿Por qué dices que la suerte te sonrió dos veces? -Porque he tenido la delicia de verte dos veces-. Zarco mira directamente a la chica. -Pero quien coño crees que eres, ¡pervertido!, ¿en verdad lo conoces?, ¿sabes quién es? y ¿al menos sabes su nombre…? Además ya nos tenemos que ¡ir!-. Le grita la mujer mayor a la chica en llamas, ella contesta: tranquila, no, no se su nombre… ¿Quién eres? Y por primera vez, Zarco pudo mirar bien sus ojos, ojos color miel. Ojos totalmente únicos y embriagantes Zarco da otro paso. Una ráfaga de viento alborota el cabello de la chica en llamas. Zarco dice: Bueno… solo soy yo.
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