Textale

Bella

Publicado en Apr 22, 2013

Semanas antes
La nieve estaba fría. Nunca la había tocado. Nunca había pasado un invierno tan frío. Veía la nieve caer lentamente. Nunca imaginé lo helada que sería. Los dos la mirábamos atentos. Sentía la necesidad de arrojarle unas cuantas bolas de nieve, pero se me adelantó rápidamente.
Tras una gran batalla de bolas de nieve, me puse a pensar que esa había sido la pelea mas divertida que habíamos tenido.
Nos comportábamos como niños, como si tuviéramos todos los días para hacer cualquier cosa seria, y ese era el momento perfecto para tontear. Pero la realidad era que faltaba poco para que todo acabara. Mientras reía, noté su bella y perfecta sonrisa, y su melodiosa risa. Cerró sus ojos para acompañar su risa. Caí en una emboscada, mientras veía como el viento helado sacudía su cabello.
Me dejé caer en la nieve. Él hizo lo mismo. Y eso volvió a ser una de las cosas que nos unía.
Mientras reíamos observé con tristeza los moretones de sus brazos. Los golpes que tenía. Las cicatrices que tenía.
Me le acerqué. Me acurruqué junto a él. Y con mucho cuidado acaricié sus cicatrices.
Los ojos se me llenaron de lágrimas. Si no hubiera sido por mí, nada de eso le hubiera pasado. Me sentí muy triste, pero los dos sonreímos.
-        Ahora no tienes por que sentir miedo.
-        Te equivocas, ahora tengo miedo.
Me miró confundido, nuestras sonrisas se desvanecieron.
La mía primero y la suya después de mi comentario.
-        ¿por qué? – preguntó aún más confundido.
No sabía si responderle. Lo dudé, pero no podía ignorar el hecho de que deseaba contarle mis penas. Tal vez así arreglaría algo, impediría algo. Empecé a llorar. No soportaba el hecho de tener que pasar por una situación sin él.
-        Tengo miedo de que te marches. – dije sin mas. Lloré más fuerte aún. Hasta que escuché que él también lloraba un poco. Me abrazaba fuertemente. No quería que me soltara. Entonces, ahí en la nieve y con las lágrimas desgarrándome el alma susurré en su oído:
-        Te quiero.
En ese momento sentí que me abrazaba más fuerte. Casi me quedaba sin respiración, pero era una linda sensación.
-        Te quiero – dijo también. Comencé a sentirme demasiado mal.
A pesar de que habíamos discutido mucho. De que al principio de todo nos tratáramos mal. Él estaba conmigo en ese momento.
Y eso era lo que importaba.
¿Que iba a hacer?
Si debía morir, hubiera preferido hacerlo en ese momento que en un campo de batalla. Para no tener que separarme de él ni en la otra vida.
Pero aquello era imposible. Eran esas las consecuencias de haber nacido bella.

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