El encuentro.
Publicado en Apr 25, 2013
Al inevitable encuentro con tu piel voy sobornado, caminando taciturno llego a la cita, y al ver tus lamparas iluminarme me sacude un viento insospechado; nos besamanos, nos sentamos, pedimos un café. Mientras el silencio nos muerde los labios yo te veo y te recorro entera como torrente sanguíneo. Surgen las palabras mudas, las que no cuentan, las que sobran, esas mismas que enjuaga el café para luego terminar bajando por las cañerías. De mi boca fluyen los mismos poemas que se cuentan todos, necesarios e inevitable (el prefacio para la fusión de las células.) Luego el roce ligero y sublime, ese que insinúa, el ajedrez donde corona siempre la Reina, donde el azar gobierna pero el hombre evoca e incita para que la dama sea china o no, pierda. Tus manos delicadas, la envidia de cualquier pianista, tu cabello con esa caída gravitatoria inevitable. Cada gesto, cada movimiento tullo me detiene el entorno, mientras que en cada centro de mesa los relojes de ceniza marcan el consumo del tiempo. Yo te miro y me deleito con cada cruce de tus largas y bien torneadas piernas, las que heredaste, las que dejaras de herencia algún día pero el choque de los vasos, de las tazas y el olor a café en aquella atmósfera impregnada de consumo me indica que es tiempo de irnos. Pido la cuenta y comienza a llover mientras pedimos un taxi entre mojados nos quemamos de deseo. Llegamos a mi departamento y yo te extiendo la mano mientras tú pierna derecha se apoya del asfalto para subir esos escalones que suben y bajan a tantos. Abrimos la puerta dando tumbos de pasión para terminar en ese colchón. El mismo colchón donde ocurre cada día un suicidio de espermas. Yo aquí, y tú tan lejos... Deseándote como peregrino de ti me decaído al ver tu indiferencia. Es tan frío el querer, cuando nunca te han querido.
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