guilas Negras -60- (Novela y Guin para Cine) en fase de realizacin.
Publicado en May 02, 2013
Juan Bautista golpeó con la aldaba -una mano de bronce- en la puerta central del Monasterio-Convento de El Parral. Abrió un monje.
- ¿Quiénes son ustedes? - No tiene ninguna importancia saber quién soy yo, pero mi amigo es el Jefe Superior de la Policía de Madrid. Diego Castillejo Ríos enseñó su placa policíaca... - Está diciendo la verdad. - Pero esto es un convento de clausura... - Escuche, caballero vestido con falda... - ¡Oye, muchacho! ¡Yo soy un monje! - ¿No es usted un caballero? - ¡Te repito que soy un monje! - ¿Tal vez Don Miguel Monge Monjas? - ¿Cómo sabes mi nombre y mis apellidos? - Su cara me suena mucho... y veo que tiene usted tanta cara que es inolvidable. - ¡A mí la tuya no me suena de nada! - Escuche, señor monje... ¿antes de monje fue usted maestro de colegio estatal? - ¡Pues sí! ¡Efectivamente! ¡Antes de monje fui Director y maestro de un colegio estatal donde me dedicaba a impartir clases de enseñanza primaria! - ¿Quebrados tal vez? - Una de mis lecciones favoritas eran la de los quebrados. - Entonces debe usted saber muy bien quien fue Lope de Rueda... ¿no es cierto? - Por supuesto que le conozco. - ¿Estamos hablando del mismo Lope de Rueda, Don Miguel? ¿Puedo tutearle llamándole solamente Miguel para estar a una altura equitativa los dos? - Estamos hablando del mismo Lope de Rueda pero... ¿qué tiene que ver Lope de Rueda con sus presencias aquí? - ¿Puedo o no puedo llamarle Miguel sin el Don delante? - Teniendo en cuenta que no llegué a ser Bachiller Superior, de acuerdo, llámame solamente Miguel. - Está bien, Don Miguel Monge Monjas. Yo soy Juan. Puede llamarme Juan. Y el Jefe es Diego. Puede llamarle Diego. O sea, como si estuviésemos en familia... - De acuerdo. Lo acepto. Yo soy muy democrático. - ¿Demócrata de los del Alzamiento Nacional? - Sí. ¿Por qué me haces esa pregunta en tono tan irónico? - Después de unos minutos se lo cuento. Volviendo a Lope de Rueda yo hablo del autor de "Los engañados", "Prendas de amor" y "El rufián cobarde". - Yo hablo del autor de "Las aceitunas" - Entonces estamos hablando del mismo Lope de Rueda. Le comento tres pequeños resúmenes por ver si estoy acertando o me equivoco. Guarde un par de minutos de silencio, por favor, y escuche. - Guardo silencio y escucho. - Empiezo por "Lo engañados". El propio Lope de Rueda dijo: "Si vos prestáis atención, generoso auditorio, oirá un veríssimo y no menos agradable acontecimiento, que onze o doze años después que Roma fue saqueada acontesció con Verginio, ciudadano della. Fue pues el caso que haviendo este Verginio perdido gran summa de bienes y hazienda en el saco, y juntamente un hijo de edad de seys años, con Lelia su hija nascidos los dos de un mismo parto, se vino a vivir aquí a Dodena, la cual ciudad representa este teatro, a do Lauro gentil hombre de Lelia se enamora. Verginio por hacer cierto camino a Roma, a su hija en un monesterio deposita. Vuelto, Gerardo familiar y amigo suyo dontándola de gran summa de dinero, Lelia por mujer la pide, y el padre se la cede. Lelie sabiendo en el monesterio que por la ausencia suya su querido Lauro de Clavela, hija de Gerardo, anda enamorado, en hábitos de hombre determina salirse, y llamándose Fabio, con su amante por paje se deposita. Aquí cesso señores, dexando de contar cómo el hijo perdido en Roma llamado Fabricio llega a este pueblo, y por ser tan semejante a Lelia su hermana, los engaños que sobre ello sucede. Se que se holgarán en estremo vuestras mercedes si están atentos, y queden con Dios". ¿Qué tal, monje Miguel? ¿Voy acertando? - Bastante, bastante... - Bastante no es suficiente porque en cuestión de engaños he aprendido mucho en mi infancia y ahora, en mi juventud, ya sé bien por donde caminar pues supe, desde niño, por dónde "vienen los tiros". Así que sigo. - Sigue. Vamos a ver qué sucede con tus historias. - Por ejemplo en el coloquio "Prendas de amor", y ya me va entendiendo mejor, hay un rasgo importante de la influencia italiana que es la construcción de tipos como el vizcaíno, la negra, la gitana, el fanfarrón, el bobo, entre otros, y la frecuencia del efecto cómico que, a veces, se impone sobre la misma acción. Lo que no me explico yo es que, monje Miguel, seas tan aficionado a las prendas de amor cuando el colegio sólo es para chavales y no para chavalas... - Esto... bueno... ¿qué quieres decir? - Espere a que termine con la tercera argumentación antes de hablar de ese asunto. - Espero. - Me parece que ya estás siendo más atento, Miguel. Sigüenza, rufián, mentiroso y cobarde, está enamorado de Sebastiana, a la que cuenta sus aventuras exageradas y las disputas con Estepa, tan rufián como él. Aparece Estepa y le obliga a desdecirse de cuantas mentiras que ha dicho de él. Sigüenza se retracta ridículamente, muestra su cobardía y Sebastiana se va con Estepa. ¿Le recuerda a alguien? - A nadie que yo sepa. - Digamos que tal vez le puede recordar a un tal Atilano Eros Amazote en el papel de Sigüenza... - ¡Ostras! ¿Cómo deduces tales cosas? - Muy fácil. Habiendo estado en el colegio Lope de Rueda aprendí que entre rufianes anda el juego, y para evitar su contagio al resto de la ciudadanía madrileña, hay que actuar con contundencia y celeridad. El monje Miguel Monge Monjas se queda, de repente, en silencio total. - Espere un momento, Miguel... ¿sabe de alguna frase de Lope de Rueda que le sirva de pista para descubrir por qué hemos venido el Jefe y yo hasta aquí? - No. No tengo tanta memoria. - ¿Pero no le gustan tanto las aceitunas? - Me encanta pero... no sé a qué frase te refieres... - Muy sencillo. Me refiero a "¡Qué cosas vemos en esta vida que ponen espanto!" El monje Miguel está aturdido, nervioso y tan excitado que no sabe hacia dónde mirar... - No se ponga usted tan azorado, Miguel, y deje de pensar ya de una vez por todas. Ciertas aceitunas no están cultivadas para las bocas de ciertos asnos. Disimular no se le da nada bien. - ¿A quién buscas? ¿Tal vez a Atilano Eros Amazote? - No. A ese ya le encontró el Diablo. - ¿Ha muerto Atilano? - Pues sí. Pero no fui yo quien le hizo desparecer de esta Tierra. - Entonces... ¿a quién estás buscando en este retiro de paz? - Acierta usted, Miguel, con eso del retiro... - ¡Me estás volviendo loco! ¡¡De qué retiro hablas!! - No se me ponga nervioso del todo, Miguel. Hablo del Retiro de Madrid capital. O sea, que estoy buscando a alguien que conoce muy bien ese Parque. - Que yo sepa nadie que está aquí tiene ninguna relación con el Retiro de Madrid capital. - Eso ya lo veremos más tarde. Estoy buscando al padre José y quiero hablar con él. - ¡No puede ser! ¿Te estás refiriendo al padre José García y Cía? - ¡Caramba! ¡Ya recuerdo! ¡Así se llama efectivamente! Gracias por hacerme recordar que se trata del padre José García y Cía. - ¿No puedes hablar conmigo del asunto al que has venido a tratar junto con el Jefe Superior de la Policía de Madrid en lugar de hacerlo con el padre José? Hay que tener en cuenta que está muy ocupado en sus labores de ejercicios espirituales. - ¿Es jesuíta el padre José? - Sí. Es un gran experto en la enseñanza. - ¿Basada en el catecismo de Ripalda? - ¿A qué santo y seña viene este interrogatorio? ¡Me estás poniendo nervioso de verdad! ¡¡Supongo que sí!! - No se me altere, señor Monge Monjas, porque el estado de la alteración sí altera el producto final. - Bien. ¿Ya has llegado hasta el final? - Escuche, Don Miguel, ni el más alto cargo de este Monasterio y Convento me dice a mí con quien tengo que hablar del asunto que nos ha traído hasta aquí a Don Diego y a mí. Así que dejemos ya de hablar en retórica más o menos litúrgica y pasemos a la acción. O me deja entrevistar al padre José García y Cía o aquí saltan hoy más chispas que en las hogueras de San Juan. ¿De acuerdo? Pero... ¿tú quién eres? ¿Tienes alguna relación con la calle Alcalde Sáinz de Baranda de Madrid capital? - Seguramente que sí, pero eso a usted ahora no le interesa saberlo. - ¡Cómo que no me intesa saber eso! - Corrijo. Quizás le interesa pero no le importa. - ¡Cómo que no me importa! - Corrijo otra vez. Quizás le importa pero al Jefe Superior de la Policía de Madrid le tiene sin cuidado si a usted le interesa y le importa. Así que como tengo el permiso del Jefe sólo déjenos entrar o comienza el baile. ¿Le gusta a usted bailar con los niños o con las niñas? - ¡¡Jajajajaja!! ¡Mi capitán lleva razón! Me hace gracia escucharle pero lleva razón. A mí sólo me importa que nos deje pasar para que él hable con el tal padre José García y Cía, por muy jesuíta que sea. Y si a usted no le agrada este asunto... ¡váyase a bailar con los niños! ¡Estoy más enfadado que el Tío Camuñas! ¡Y si tengo que cortarle a usted le aseguro que le corto definitivamente su rollo! ¿Nos deja pasar o entro en acción? El monje Miguel tembló de miedo al ver la seria cara de enfado que tenía el Jefe. - Pasen... pasen por favor... - ¿Somos bien recibidos, Don Miguel de Cervantes? Vaya. Me confundí de Miguel. Quise decir Don Miguel Monge Monjas. - Pero... por supuesto que sí... muchacho... - Pues entonces ordene que vayan a buscar a ese tal padre José García y Cía... esté haciendo ahora ejercicios espirituales o ejercicios físicos... - Ordenaré que le saquen de su celdilla y hables con él en la Sala de las Confesiones. El monje Miguel hace sonar una campanilla que hay colgada de la pared, aparece otro monje con una capucha negra y le da la orden de avisar al padre José para que haga presencia en la Sala de las Confesiones. - Ya está todo el asunto solucionado. - Antes de eso quiero saber algo sobre usted que me está llamando mucho la atención y quiero dejarlo resuelto delante del Jefe Don Diego... - ¿Más sobre mi persona? - Exactamente sobre su persona no tanto pero sí sobre su personalidad. - ¿Qué tiene mi personalidad de importante? - Eso es lo que me he preguntado durante varios años. Escuche como razono. Usted no tiene Bachillerato Superior pero era Director del colegio Lope de Rueda; mas resulta que, en dicho colegio, estaba dando clases magistrales un maestro vallisoletano llamado Don Florencio que, habiendo sido catedrático en la Universidad de Salamanca, y esto lo sé por un profesor de Filosofía de apellido Farelo que es amigo íntimo de Don Florencio ya que ambos eran catedráticos de la misma Universidad, el cargo de Director del Lope de Rueda le correspondería, por lógica, a él y no a usted. ¿Cómo me puede explica eso? - Son secretos de Estado. - Ja, ja y ja, Miguel... ¡no me haga usted reír que se me va a salir la quijada!... - Está bien. Le respondo porque yo soy muy democrático. - ¿Demócrata del Alzamiento Nacional? - Pues sí. ¿Cómo sabes eso? - Porque eso me despeja la duda y llego a la conclusión de que usted usurpó el cargo a Don Florencio porque éste no era del Movimiento y si embargo usted sí. Miguel Monge Monjas vuelve a guardar silencio... - Y eso quiere decir que usted es un falangista auténtico que no le importó ocupar ese cargo de Director del Lope de Rueda porque así de chulos fascistas pro nazis son todos ustedes. - Esto... yo... yo... yo sólo cumplía órdenes... - Órdenes... ¿de quién?... - Del Señor Ministro de Educación. - ¿Del maleducado Jesús Rubio García-Mina que sustituyó al noble Joaquín Ruiz-Jiménez Cortés porque éste tuvo el valor ético y moral de no dictar esa clase de leyes? - Yo... yo no tuve la culpa... - Pero aceptó el cargo aun sabiendo que no le correspondía... - Es que... tambien tengo derecho a ganarme le vida. - ¿Tiene derecho quitándole el derecho a otro mucho mejor que usted? - Yo... - Sólo una última cosa, monje Miguel. - Que no sea difícil de responder, por favor. - Es muy sencillo. ¿Le gusta a usted el fútbol profesional? - ¡Odio el fútbol profesional! ¡¡Lo odio con todas mis fuerzas!! - Pero ama locamente a los benjamines, alevines, cadetes y juniors y por eso tiene una estrecha amistad y colabora con el detective Roberto Alcázar de Toledo y Toledo, antes conocido como el inspector César Augusto Bocanegra de los Infantes y su amado ayudante Pedrín. ¿Me equivoco? - ¡Basta ya, Juan! - ¿Es que has comprendido lo que estoy confirmando, Diego? - Sí. Lo he comprendido. - Entonces, señor Jefe Superior de la Policía de Madrid... ¿puedo retirarme ya a mi celdilla privada? - Puede hacerlo, señor Monge Monjas... pero le doy la tajante orden de que no salga de ella para nada y no tenga ni la intención de escapar de aquí porque tengo repartidos a mis mejores hombres dispuestos a hacer fuego en cuanto les de yo la señal. No sea usted necio y procure no hacerse ahora el mártir... porque héroes muertos dejan de tener poder... ya sabe usted que la Historia se escribe con H muda así que aguarde en su celdilla privada completamente mudo y sin avisar a nadie de que estamos aquí. Miguel Mnge Monjas sabe que ha perdido su batalla con Juan Bautista y se marcha hacia su celdilla priva. - Vamos hacia la Sala de las Confesiones, Juan. - Tú primero, Diego... que para eso eres el Jefe. - De ninguna manera. Tú primero que para eso eres el Capitán. - Está bien. Así el primer golpe me lo llevaré yo si aparece con una maza de troglodita en la mano ese troglodita contra los niños. - ¡¡Jajajajaja!! No es por eso Juan, es porque te respeto. - Vamos ya, Diego, y dejemos nuestras charlas para otro día.
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