En mi tierra hay mucha gente que critica sistemáticamente a los franceses, aunque hagan las cosas bien. Yo criticaba a los taxistas, a las porteras y a los expendedores de billetes de Metro, y también a los camareros, por ser poco amables e iracundos. Y sobre todo a los miserables de corazón y a los políticos.Ahora -con tanto tiempo para reflexionar, tiempo para recordar- recopilo en un papel los calificativos con los que la gente me ha definido a mi, tal vez para hacerme una imagen de como me veían, quizás solo como un pasatiempo, como un puzzle en el que encajan descalificaciones y halagos: farruco, tempestuoso, bruto, noble, puñetero, conquistador, pendenciero, artista, desvergonzado, bohemio, canalla, comprometido, explosivo, atrevido, hampón, geniudo... Mi amigo el Zurdo me definía como "látigo de burócratas y azote de oscurantistas", en estos momentos no soy más que la fusta de mi mismo.