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La luz que entraba verticalmente por el único orificio que tenía mi techo era el factor que mas me desesperaba de toda esta monótona estancia.Un espacio casi minimalista el cuál me había asignado como la prisión a mis propios miedos, el cuál estaba violado en las esquinas con recortes de las tantas noches en las que me escapaba con la ambiaguez, era lo único que consideraba como propio.De esa puertita verde hacia afuera, todo era considerado como un campo de guerra. Los pasillos que me engullían y me defecaban al gris pavimento en el cual me veía forzada a poner toda mi piel al contacto de otras figuras aparentemente similares a la mía; el ruido esquizofrénico de todas las cosas tan llenas de una vida sin sentido; El falso interés de las mentes por tus ideas, todas estas eran las cosas que no me dejaban dormir sinó hasta que se asomara el amanecer el cual comtemplaba tristemente por entre las rejas de mi jaula dorada.Mis pies estaban cansado de transitar la podredumbre que las multitudes dejaban a su paso, pero mis alas estaban maltrechas por los desperdicios que arrojaban en el cielo. Salir, siempre iba a ser exponerme, y esto era tomado como una amenaza a la cuál le tenía terror.Lo único que podía seguir haciéndo, por mi propio bien, era permanecer encerrada conmigo. Y entonces mis ojos estaban tan pegados por el polvo que rociaste la noche anterior en mis pestañas, que pensé que estaba ciego, y ahora, debía pasar mucho tiempo conmigo mismo y pensar en lo muerto que estaba.Todo, absolutamente todo, olía a lo que habíamosiendo hecho horas antes. eramos tan diferentes, pero quisiste venir tanto conmigo, que no lo pude evitar y seguí fingiendo que me importaba, hasta que eventualmente me importó.esta opresión, de pequeñas patitas sobre el pecho, debería no importarme ahora que te fuiste sin modular una palabra, y me dejaste aquí nadando en una piscina de sangre y animales de patitas cortas.Te sentí todo el tiempo tan lejos, tan helada desde los huesos, aún me pregunto si todo eso fué real o simplemente lo imaginé. Muero desangrado y ni siquiera sé cómo ocurrió, ni siquiera puedo pensar en algo coherente. Sentía, como todas las mañanas que algo me desgarraba el pecho.La tos era recurrente de nuevo, probablemente eran mis excesos con la nicotina.Cuando me dí cuenta, estaba sentado en el borde de la cáma, bañado en sudor, ése sudor que se hace notar, sólo cuando se empieza a escurrir por la frente.Miro mi reflejo en el cristal que tengo al frente, en contraste con el azul profundo del cielo nocturno. ¡No me reconozco!Han pasado tal vez unos tres años, en los cuales no he salido de mi cabeza ni una sola vez. Mi mundo era seguro, pero tenía pocos habitantes; de hecho, si comienzo a contarlos, seríamos solo un par de "mi mismos". Respiro hondo y estiro mi espalda, sin apartar la mirada del cristal, es gracioso, pareciera como si mi reflejo estuviera jugando al "mimo" conmigo.He olvidad por qué me he despertado... ah ¡si! la tos, pero, ya no duele, es extraño, y ¿qué hago sentado al borde de mi cama absorto en mi reflejo en el cristal?, es gracioso, he olvidado por completo lo que iba a hacer.Devuelvo mi rostro a la cómoda cama con la que afortunadamente contaba, y ahí, desmayado, puedo ver mi moribundo cuerpo. No se por que el sol puede agradar a las personas, su ridiculo y carnavalesco resplandor lastima los ojos y quema los tejidos, oscuridad, por que no luchas por sobresalir??. La horrenda ciudad ante su vista, devastada por los que el mismo creo, tal vez, todo esto, se lo merecen; y sin embargo, el sol los sigue tostando, iluminando como si se lo merecieran. El, sentado, mirando el mundo por el cual nunca pudo hacer nada, prepotente, burlon, viendo como sus ratas de laboratorio se despedazan entre si. La ola de calor atropella su rostro mientras el sol se pone. Una blanca figura se acerca a el, le toma la mano y se sienta en sus rodillas, rieron, y fue lo unico q se escuchó, como ambos se divertian a costa de la estupidez de los humanos. -Aunque odio muchas cosas en el mundo, me gustan los miercoles, la verdad, aùn no logro descubrir por que. Mi cuerpo se siente muy debil... cada dia lo necesito mas, aunque es un secreto, solo lo he hablado conmigo.Ahora veo todo azul, odio el azul, pero el me produce eso.Camino al lado de la unica persona que me entiende, me sujeta de la mano y me dice que entremos, yo no se de quien fue la idea de que estaba grave, y necesitaba ver a alguien que supiera del tema.Persona me mira con cara de - todo estará bien- avanzo tres pasos y allí me choco con un anciano y desagradable rostro que me dice:-la droga te tiene jodida! Todos los niños crecieron, excepto uno. El no tenía piernas, y crecer de la cintura hacia arriba no cuenta, de todos modos, el era feliz ya que se había enamorado de un cactus, lo frustrante era que cuando intentaba besarlo, se hería los labios con las espinas.Un día lluvioso el cactus desapareció flotando en el agua, el niño intentó rescatarlo pero recordó:-Maldita sea! no tengo piernas..Así que se cubrió con miel y mas tarde, fue comido por las hormigas. El nunca me dice nada, se queda ahi con sus pixelados ojos fijos en mis pestañas, a veces creo que quiere hacerme entender algo, pero yo no se como decirle, que no le entiendo, que siempre lo veo igual, un poquito de todo en la cabeza, y mucho de nada en el resto. Còmo entender a alguien asi? -Te quiero- -no hagas eso, no lo digas--Por qué?- -Si dices algo asi, ralmente te vas a enfermar_ Enfermarme?! de que?Por supuesto el no entiende, es pequeño y vive en su mundo alejado donde yo no puedo llegar. Aun asi, y por mas que intentemos evitarlo, el puede estar enfermo de MI. No era Octubre, y al parecer jamás se había quitado el disfraz de encima; cruzar las calles con todas las miradas pesando en su nuca lo ponía muy nervioso, por lo que aceleraba el paso a medida que los ojos a su alrededor se multiplicaban cada vez mas. La presión de la multitud lo aplastaba siempre que se exponía a las miradas, ellos simplemente no sabían lo que pasaba dentro de él, tal vez por eso eran tan curiosos. - Camina con el pecho erguido- se decía- estas personas no saben quien les está pasando por el lado. Y así era más fácil, alimentar su ego le ayudaba a menudo, a superar las fuertes críticas de algún imprudente que no se había podido quedar callado al verlo; ya estaba muy cerca del lugar para el que iba, así que aceleró el paso aún mas. A su izquierda, una vieja silla de madera ubicada detrás de una puerta lo invitaba a sentarse, era el lugar perfecto para esperar y pensar un poco. Se sentó, bajó la cabeza poniéndola entre sus 2 gélidas y blancas manos, y cerró los ojos; sintió el vacío que producía ese espacioso lugar, los gritos y el corretear de unos niños que cruzaban por el frente y el intenso viento de invierno que le golpeaba el costado; -así había sido el día en que lo había visto por primera vez- pensó- yo solo estaba sentado, como ahora, en ese oscuro bar, un antro estrecho, pequeño y casi subterráneo y de una peculiar luz mortecina, donde solía ir tan frecuentemente con mi mejor amiga, ahí estábamos, ella como siempre canturreándome todo lo que le había pasado en la semana, las peleas con su novia, la borrachera del jueves… después de eso, todo fue silencio, entre la oscuridad del sitio pudo ver una figura atravesando la puerta con luz propia, casi levitando. Giraba su cabeza como intentando reconocer a alguien con unos vivaces ojos marrón; nuestras miradas se cruzaron por un par de segundos robándome todo el aire y haciéndome subir una llamarada a las mejillas, que no pude ocultar, estaba maravillado y aún mas cuando me di cuenta que la persona que reparaba hace un instante se dirigía hacia donde estábamos. Saludó con un cálido abrazo a mi amiga, apartó una silla de otra mesa y se instaló con nosotros. No podía dejar de ver como con sus delgados dedos retiraba el ondulado cabello que a veces se deslizaba en su cara, como queriendo acariciarla siempre. Creo que no nos conocemos- me dijo Y como saliéndome de mi perplejidad le estreché la mano torpemente con un- gusto en conocerte. Otra vez había caído a la realidad dándose cuenta que estaba en la misma silla vieja del centro comercial, con la cabeza entre las manos e intensamente sonrojado, como la primera vez. Después de ese día, habían pasado noches enteras en vela, tardes tratando de volverlo a ver, intentos fallidos de conseguir pistas acerca de el; hasta que por fin la noche anterior habían podido hablar de nuevo, planeando salir hoy. No sabía que iba a hacer teniéndolo tan cerca, solo esperaba que no fuera a actuar como un idiota. -pecho erguido, recuerda, pecho erguido y frente en alto- se repetía mientras sus ojos detectaban que a quien esperaba se estaba acercando; para no perder el dominio de sus emociones y de ese agitado corazón que a duras penas le había dejado decir hola. -¿Me has esperado mucho?- preguntó el recién llegado con una grave y baja voz muy particular. - no, no… no te preocupes- le respondió entre risitas, para ocultar su ansiedad. El ruido de sus pasos se hacía mas fuerte con la presión, el mirarlo le hacía temblar las manos ocultas bajo unos calentadores negros, y lo que decía era opacado por el movimiento de sus labios. Este chico tenía el mismo efecto en él que como cuando se miraba a si mismo al espejo, y se quedaba allí horas aparentemente esperando que algo en sus grandes ojos azules cambiara, aunque… - ¿no me vas a decir como estoy?- frase que mutiló sus pensamientos de inmediato. -Eh…si… este… muy bien- dijo nervioso como si le hubiera leído la mente. -Gracias- le respondió, y vio salir por primera vez de ese enigmático rostro una sonrisa que le hizo olvidar que estaban caminando congelados bajo la lluvia. Era como una hermosa pesadilla, todas sus emociones se le mezclaban en la cabeza haciéndole sentir que se podía reventar en cualquier momento, y mas ahora, cuando el lo había tomado de la mano echando a correr. De pronto frenó en seco y un cuerpo cayó encima del otro. Estaban los dos empapados, tirados en el piso, uno severamente apenado y el otro muriéndose de risa. Ahí, en medio de una espléndida colina de gris pavimento, sin ser vistos por todos los que le huían a la lluvia, cuatro pares labios carmesí se iban juntando. Estaba ahí tirado en el piso, inundado de sangre con un agujero en toda la frente y casi partido a la mitad, todos los dedos doblados hacia fuera y los ojos encharcados de rojas lágrimas; al frente, mirándolo desde arriba, una niña pequeña, rubia y con cara de pánico, estaba perpleja por no saber lo que había sucedido. -corre Nat, corre- le gritó una menuda vocecita que venía del otro lado de la habitación. A lo que la niña echó a correr tan rápido como le permitían sus pies. -Creo que esto es lo que usa mamá para dormir, vamos a ver… Mientras ella se metía varias perlas rojas a la boca, desesperadamente, como si tuviera miedo que alguien la viera. Salió después de eso, como lo hacía todos los fines de semana, y a medida que caminaba, todo era mas oscuro, parecía como si no hubiera gravedad alguna, porque sus pies daban la impresión de flotar, le subía la sangre rápidamente a la sien y no tardó en salir cosquilleante por la nariz. Creía que alguien le había dicho algo, pero lo único que veía era una mancha que producía una serie de golpes secos en el fondo; siguió caminando. Sus manos estaban heladas, al igual que la punta de las orejas; y un torbellino de burbujas, se iba generando en su estómago, produciendo unos ruidos muy graciosos; náuseas, se estaba mareando, lo que hizo brotar una cascada multicolor de su boca. En que lamentable estado estaba, caminaba por las calles como ánima en pena mientras su cuerpo iba desvaneciendo en el pavimento, como una hoja seca caída del mas alto de los árboles. Estaba corriendo de alegría, hace dos días que no veía a su pequeña hermanita e iba corriendo a la habitación de atrás, donde le enseñaría a escondidas la nueva escopeta de papá. -Será genial- susurró Pero al llegar a la puerta una imagen bloqueó su mente mientras su sonrisa se tornaba en algo que jamás se había manifestado. Un hombre, alto y moreno, tenía a su Nat acorralada, mientras introducía una mano entre sus pequeñas piernitas al tiempo que ella producía desesperados gritos mudos. Levantó la escopeta, la cargó como su papá le había mostrado una vez, apuntó a la cabeza del hombre y disparó. Un chorro de líquido rojo brotaba del agujero que hizo la bala, mientras casi endemoniada, la niña agarró un serrucho y comenzó a golpear al hombre en el estómago con el, generándole heridas severas que casi lo partían en dos. Levantó la cabeza como sintiéndose satisfecha y vio la cara de su hermana, perpleja, asustada, ausente. Oyó pasos apresurados que se dirigían al lugar a medio construir donde ellas estaban y solo pudo gritar: -corre Nat, corre- a lo que la niña echó a correr tan rápido como le permitían sus pies. -beep, beep, beeeep- - - que ruido tan raro es ese- se preguntó y mientras recuperaba su vista sintió un desagradable olor a formol que congelaba más el lugar. - despertaste- dijo una voz como aliviada- temía que no lo hicieras. - ¿Nat? ¿Donde estoy? - en el hospital… no te muevas- interrumpió- no estás muy bien hermana -¿Fueron 26 pastillas de somnífero?- se oyó preocupadamente; un personaje había recién entrado en la habitación abriendo la puerta de un golpe. -papá- dijo Nat- creo que ya está reaccionando. Y ella volvía a cerrar los ojos, pero esta vez queriendo descansar para poderse ir en paz a su casa. Este usuario no tiene textos favoritos por el momento
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