Esta es mi historia. La verdadera. Su fantasma me ha poseído tanto tiempo... . He intentado olvidarla, cierto es. Pero cómo arrancar un pedazo de mi cuerpo. Cuando el gran Xiccé trenzó el anquor de mi vida, y dividió los momentos ilustres de los penosos, la dejó a ella en un punto intermedio, como una perla dorada en el medio del fango, esperando que la mano del artesano la recogiese y fundara con ella un collar maravilloso. Cuántas veces olvidamos las cosas hermosas. Aquellas que nos hicieron despertar zozobrantes, sedientos de alcanzarlas, retorcidos de deseos. Cuánto más sencillo es permanecer apacibles sin sucumbir a sus encantos, cuán imposible es lograrlo. Se nos va la vida en ello.A veces creo que somos el juego preferido del gran Xiccé, quien con su vara de fuego entrecruza nuestros destinos y mientras más nos rebelamos más nos disciplina. Mientras más anhelamos, más alto lo cuelga del árbol. Como ratones ciegos nos devoramos unos a otros, intentando entender en medio del tumulto. Y entre el caos surge ese soplo vital que nos reacomoda la vista y nos esclarece la mente y cuando todo está límpido... de pronto se apaga... Las tinieblas después de la luz son lo más temible. Quiero contar mi historia pues aunque mi cuerpo caiga en el polvo y se esfume, el recuerdo será como la ullupia que crece rozagante en los campos de mi bella Mardequia y sirve de alimento a los hombres que con sus labores la cultivan.