• Fernanda Silvia Enriques
Fernanda Silvia Enriques
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  • País: Argentina
 
Dan miedo las noches, el silencio, la oscuridad. La noche que todo lo trágico lo enaltece, la noche... La oscuridad le da magnitud a las penas, a los miedos, a la angustia, a los problemas. ¡Qué larga que es la noche! ¡Cuántos sonidos acallados, cuánto esfuerzo por no hacer ruido, los tropeles, las corridas, los susurros, los respiros! La noche me da miedo y escucho tu sueño. Me desvela tu sueño, quiero tu respiración, no te quedes, sigue a mi lado. Las horas pasan y dormito de a ratos y despierto aterrada. Te toco, estás tibio, te escucho; respiras serenamente, la noche... ¿Amor, en que noche te quedaste? Estas ahí, en penumbras, y ellas te persiguen en el día, se apoderaron de tu luz, te taparon el sol, amor no puedo rescatarte. Me enoja esta soledad, que te vayas a tu mundo de ensueños, a esas tinieblas que te nublan los recuerdos. Te imagino volando indefenso en el crepúsculo, en el atardecer cerrado de nuestras vidas, no puedo rescatarte amor y me desvelo. Desvelo, ¿recuerdas?... nosotros sí que sabemos de desvelos; desvelo de amor incansable, desvelo de hijos enfermos, desvelo de enojos tontos, desvelos, desvelos....Noche, la vejez es noche, implacable noche oscura, dolorosa noche sin luna llena. Amor, no te hundas en la noche, no dejes que te gane la oscuridad, estoy aquí, toma mi mano, no te alejes, no navegues a la deriva, no te vayas, devuélveme el cielo limpio de tus ojos, ese espejo donde me miré siempre, ese lago calmo y transparente que amé tanto, tanto... Noche, mirada inquieta, ojos secos recorriendo sin ver las paredes y objetos queridos de nuestro cuarto, ojos secos... Quisiera llorar, llorar, inundarme en llanto y ser un naufrago de verdad. Cada noche es un naufragio, cuando te sumerges en un sueño profundo, capitán de un barco ausente de derrotero, yo, vigía insomne, navego en tu ruta perdida en la inmensidad.Noche, tengo miedo de la noche, desconfío de la noche. Noche sin cantos de pájaros. Noche de ausencias, de perdidas, de soledad infinita. Amor, dame la mano, avancemos a tientas lo que nos queda de noche, de absoluta, de amarga noche....
Desvelos
Autor: Fernanda Silvia Enriques  413 Lecturas
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Oh refugio de mis horas de tristeza, Fresca brisa de mis locas ansiedades, me abrazas, me sumerges en tu mundo de alas , me acarician tus palabras, me susurran... me apasionas y ardo hasta el final, me enamoras, me desbordas y te recorro enloquecida, me lastimas y lo peor es que deseo que continúes me matas y yo gozo hasta la última lagrima, hasta el último suspiro, no te vayas, no me dejes, no termines soy infiel, no podré guardarte luto, buscare otro y volveré a recorrer caminos, a hundirme en las tinieblas a llenarme de luz en una noche oscura a saborear manjares que jamás he probado a caminar por la luna, por los mares y los valles a vivir el amor más desolado abrazaré ideales, multitudes, soledades no te vayas, no me dejes, no termines soy infiel, no podré guardarte luto, buscare otro y otro y otro y otro...
Hoy salí a pelear mi hueso diario, como soldado a la batalla, dejando el calor de mi familia que me espera, que me extraña desde antes. Hoy salí a lograr mi ración y la de los míos, pero cada vez es mas difícil. Colectivo lleno de perros, perros hueseros como yo, todos rabiosos, pulgosos y malhumorados. No nos miramos, y si alguna mirada se cruza es hostil. Amontonados, con cara de culo, apáticos, atentos al asiento que se desocupa; cada vez suben más, y más son los apretujones, más el vapor hediondo y caliente ¡A ninguno se le ocurre abrir una ventanilla! Detesto sentir el calor humano de un extraño, el aliento a resaca de algún perro que en la noche quemó con alcohol esta rutina mugrosa. Voy colgada del pasamano, detesto sentir que me rozan culos obesos de esas gordas atiborradas de arroz hervido. La perra pobreza pare gordos fofos que satisfacen el hambre con papas baratas, que son diarias, hartamente diarias. Llego a destino y, como puedo, me deshago de ese paquete ensardinado; el aire frio de la madrugada me renueva y da fuerzas. Llego al trabajo, endurezco el lomo, me espera la lucha diaria y feroz de la supervivencia. Me esperan las muecas sonrientes que traicionan, y si no lo hacen, yo las espero igual. Aprendí a vivir a la defensiva, a esperar en cualquier momento el golpe. Cuando la locura de este mundo, cada vez más duro, me acorrala, busco el refugio del recuerdo de mi hogar... me aíslo en el paraíso de amor que inventé para sobrevivir.
LA RUTINA
Autor: Fernanda Silvia Enriques  313 Lecturas
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