Me encuentro en el borde de un puente descuidado, con dirección a un lugar desconocido, de pronto algo logra empujarme, caigo y pierdo el conocimiento. Al despertar, me encuentro en un lugar lleno de oscuridad. Miro a mí alrededor y solo veo ojos, con miradas penetrantes, miradas que me expresan odio y mucho rencor. Camino un poco más y veo una luz de color turquesa, no entiendo nada ¿Qué está pasando? ¿Ya estoy muerto? ¿Por qué estoy aquí? Creía en la muerte, la pensaba casi a diario pero jamás imagine que me podría pasar, que sería tan dura. De pronto, escucho un canto. Es algo precioso, como una sirena en un mar desierto, en donde lo único que te inspira a seguir, es su canto. Cautivado por la dulzura con la que emitía unas notas melodiosas, seguí su trayecto, su voz me atrapaba, no quería dejarme ir, aunque quisiera, no podía negarme a seguirle. De pronto, me encuentro un árbol gigante. Alrededor de él hay una especie de luces de colores, al acercarme me doy cuenta de que son mariposas. Sigo escuchando esa voz, pero no se aun de donde proviene, camino un poco más y analizo más el árbol. Es un árbol  de cerezo, imponente, gigante, pero no me produce pavor sino admiración, admiración hacia su belleza. Hace demasiado frio aquí, lo suficiente para acabar con mi vida pero realmente no me preocupa, creo que ya estoy muerto. De cualquier manera, tomo un manto de alegrías que está tirado en el suelo. Sigo caminando y encuentro una escalera hecha de las mismas ramas del cerezo. Subo uno por uno con precaución, y cada vez escucho más  y más la melodiosa voz. He llegado, es una mariposa pero no cualquier mariposa, una mariposa mujer. Me acerco a ella pero parece temerme, le hablo y oculta su rostro con frivolidad. Observo detenidamente sus alas,  puedo notar que están lastimadas. Cuando estaba vivo fui doctor así que me dispuse a curárselas. Estaban suaves, tersas, delicadas realmente estaba fascinado con el simple hecho de mirarla. Era una mujer de piel blanca, nariz pequeña, como de pellizco, cabello no muy largo ondulado, labios rosas, sonrisa misteriosa y con unos ojos color café oscuro con una pizca de miel por debajo de ellos. Lo pude notar por su mirada triste y perdida. Ella no me decía nada, supongo que no habla por lo mismo de ser una mariposa, lo que canta son solo fantásticos sonidos. Me alejo y me quedo quieto, ella me voltea la cara y abre sus alas. Las agita como el viento a las hojas de los arboles, toma vuelo y sube hasta lo más alto. Dura 10 segundos suspendida en el cielo, de pronto cae bruscamente. Tengo el presentimiento de que está lastimada pero no es así. Se levanta y me sonríe macabramente, se acerca y se sienta a mi lado. Sigue sin hablarme, pero me entrega una especie de flor, algo así como una rosa. La esparce y se vuelve polvo, sopla y cae en mí. Solamente paso un segundo y la mariposa mujer logra decirme  “Gracias por curar mis alas. Le sonrió amablemente, ella se acerca y roba un delicado beso de mis labios, la tensión comienza a sentirse. Se levanta y deja en el suelo sus alas, si, ¡sus alas! Se acerca a mí y empieza a seducirme, toca mi cabello con las yemas de sus dedos, se acerca más a mi cuerpo, está al compás del mío, nuestras miradas se cruzan y, me pierdo por un segundo…………………… Abro los ojos, estoy acostado en una especie de cama hecha de algodón no tengo mi pantalón, ni mi camisa, estoy desnudo. He copulado con la mariposa mujer, me he enamorado de ella. Encuentro mi ropa y comienzo a buscar la salida, no la encuentro empiezo a desesperarme, todo aquí ha cambiado. No está ni el árbol ni ella, estoy solo. Veo un túnel, corro hacia él con euforia, corro y corro, mi cuerpo se cansa, mis latidos se tornan lentos y, de pronto……….Veo a lo lejos a la mariposa mujer, con una sonrisa en el rostro y en las manos, una sombra. Me acerco y puedo descubrir que estoy muerto y que ella se ha robado mi alma. Ella me ha robado la vida, mi esencia y  ahora, mi corazón.