• Guillermo Salgado
Guillermo Salgado
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  • País: Chile
 
Recuerdo que de niño me sentaba horas en la vereda. Al frente siempre estaba la más dulce anciana pordiosera que siempre pedía una moneda para comprar pan y alimentar a las palomas. Yo era el niño que cada tarde le daba esa moneda... Nadie más, solo yo vi cuando la rodearon las palomas, se convirtió en una de ellas y por fin pudo volar más allá del sol, al cielo con forma de palomera.  
Palomera
Autor: Guillermo Salgado  1032 Lecturas
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La conocí en el Happy Aguas Pub, se acercó y me saludó… su nombre, como olvidarlo, se llamaba Polet… hay noches en que retumba como un eco interminable: Polet, Polet, Polet de los ojos azules… Recuerdo que hablamos poco y bebimos mucho… el precio fue lo de menos, yo había comprado el amor de Polet y ella me pertenecía completamente esa noche.   Cuando llegamos al motel, el temblor compulsivo que había disimulado (hasta cierto punto) excusándome en que hacía frío, se convirtió en una temblorina irrefrenable, una mezcla macabra de nervios, alcohol y excitación. Pero ella parecía no darse cuenta, seguramente había atendido a cientos de primerizos, antes; entramos al cuarto y sin más, se desnudó…   Polet por fin estaba allí, llenando la habitación de luz, con sus enormes ojos azules. Pero entonces tuve una sensación de muerte, se me volvieron las tripas, salí corriendo al baño y vomité como nunca. Luego, pálido aún, decidí encarar la situación como el hombre que pretendía ser, pero ella se había dormido. La contemplé durante horas imaginando que la poseía de mil y una formas distintas. La razón me gritaba que debía despertarla, pero los miembros no me obedecían…es que afrontar esa primera vez me paralizaba de miedo.   Pero Polet abrió los ojos y avivó el fuego de las voces que consumía mi mente, era la certeza de que no podría hacer lo que tenía que hacer, jamás podría consumar con Polet, todo fallaría y ella vería con sus ojos azules mi gran frustración y mi vergüenza.   Y me dejé llevar por los más oscuros demonios: rompí el espejo del baño, tomé un trozo de vidrio, le arranqué los ojos azules a mi linda Polet, para que no pudiera ver mi miseria, y todo manchado con su sangre, me cercené de cuajo los genitales…   No se que pasó después con ella, supongo que mantiene su antiguo oficio, pero en sus penumbras debe acordarse de mi, yo sueño cada noche que por fin puedo poseerla.
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10 de Mayo
Autor: Guillermo Salgado  516 Lecturas
“No teman al dolor y al sufrimiento, porque de todas formas ellos los alcanzaran”- dijo el Cura en su prédica de inspiración matrimonial… y la desgracia envolvió a la joven pareja como niebla invernal.   ¡Aleluya!- gritaron muchos- ¡la palabra se ha cumplido!   Pero los recién casados se abrazaron y rieron, dichosos… ¿por que?   “No teman a la felicidad, porque de todas formas ella los alcanzará”- dijo Dios que justo andaba con una escoba espantando cuervos.
A quien corresponda: Sangre, dolor Sala de esperas, esperanza, esperar Viejas con guayanas mugrientas Guagua llorando Baño tapado Perros comiéndose el vómito de algún niño Enfermeras, paramédicos, agujas ¡Oxigeno, por favor, oxigeno! Paco prepotente, esposado y echando humo ¡Este es el más terrible dormitorio! Situación de calle, dijo el gobierno Delantal blanco Parturienta Animita en la puerta Horas, horas, no sé cuantas horas!!!!!!!! Por fin llega la ambulancia Esto es un viaje a la humanidad de la economía Señor autoridad: ¿miseria o misericordia?
Pedro entró a su casa, tomó a su esposa y le hizo el amor, pero no cualquier amor, era un amor espeso, desesperado, casi agónico. Pedro venía saliendo de la cárcel, le habían dado cinco años y algún día, por dejar parapléjico al que se tiraba a su mujer... -¡Qué importa si la cama suena!- dijo Pedro, ante las protestas de su esposa- ¡Qué importa si gritamos como enfermos! ¡Qué importan los vecinos! ¡Qué importa si...! -Al menos respeta al vecino- murmuró la mujer, al borde del orgasmo – recuerda que es el padre de tus hijos... Pedro se detuvo al instante, corrió a la casa del vecino para terminar de matarlo… y a la mujer no le bastó todo su arrepentimiento...
Co-murientes
Autor: Guillermo Salgado  471 Lecturas
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El frío les envolvió la piel, como lo hicieran mil veces las sabanas de su cama Y miraron detenidamente, para estar seguros de que nadie los observaba Pero solo fueron libres cuando dejo de importarles los ojos de otros Y se rindieron al amor que solo se logra en la ingravidez del agua Sintieron hasta el último pliegue del cuerpo, como unos dedos invisibles los tocaban, los acariciaban Y el mundo eran solo ellos dos… y de sus cuerpos que se amaban en la nada. 
Agua
Autor: Guillermo Salgado  460 Lecturas
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Ese filósofo
Autor: Guillermo Salgado  442 Lecturas
El tímido y la tímida nunca se amaro Se conocían desde siempre, al revés y al derecho Pero nunca se amaron Un día fueron juntos a la playa Solos Y se bañaron en el mar Y caminaron de la mano como hacen todos los enamorados Y durmieron juntos  por que la cabaña que arrendaron tenía una solo cama Y se miraron de reojo los cuerpos Y temblaron al calor de sus almas Por no pudieron romper el silencio Y se juraron amistad eterna Por miedo a darse por enterados Del amor que sentía el uno por el otro Esa barrera invisible que separa a tantos tontos y a tantas tontas.
Tímidos
Autor: Guillermo Salgado  440 Lecturas
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Tornasol
Autor: Guillermo Salgado  440 Lecturas
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2 ¿?
Autor: Guillermo Salgado  439 Lecturas

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