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El amor solamente Yo nací para amar y amando vivo. Yo nací para amar y muero amando. El amor, con su amor, me está matando y del amor, constante, soy cautivo. Buscando mas amor yo me desvivo y siempre a mí el amor me está faltando. con más amor, más muerto voy estando, con menos voy viviendo menos vivo. Con el amor, en fuego estoy ardiendo, sin él, me voy de frio consumiendo y vivo entre dos muertes colocado. Y, como fiel amante, siempre muero: dulce tormento del amor, prefiero morir entre tus brazos abrasado. ACLARACIÓN Antes de seguir adelante en lo referente a la casi reciente violencia del gobierno conservador contra el liberalismo y, haciendo honor a mi integridad para analizar estos sucesos, quiero aceptar que cuando el liberalismo ganó las elecciones con Olaya Herrera, en l930, ocurrió algo similar a actitud de Ospina Pérez en el 46, cuando el gobierno liberal se propuso afianzar su predomino partidista, desencadenando un colectivo asesinato de conservadores en los Santanderes, valiéndose del pretexto que le ofrecieron los conservadores al tratar de recuperar por la violencia sus ya perdidas mayorías. Yo apenas tenía siete años cuando ocurrió lo anteriormente relatado, pero recuerdo el escándalo que se produjo cuando los conservadores trataron de robarse unas urnas en Pereira. Ese cuento viejo de que “no hay trago malo ni conservador bueno” no tiene ninguna razón de ser. Los colombianos somos iguales, porque pertenecemos a un mismo conglomerado humano. Los guerrilleros de las FARC pertenecieron a nuestros partidos políticos. Hoy son reconocidos terroristas, no por atavismos de la raza sino por su condición ideológica de comunistas integrales, para quienes los medios, por inhumanos que ellos sean, justifican la lucha en la que están empeñados. EL 7 DE FEBRERO El 7 de febrero de l.947 Gaitán pronunció su famosa Oración por la Paz, invitando para que lo escucharan en todos los pueblos de Colombia, en absoluto silencio, agitando solamente pañuelos blancos. Así se hizo en Manizales, pero los conservadores, pertrechados en la Gobernación, golpearon con garrotes a los liberales que estaban cerca de ese edificio y los provocaron con insultos, invitándolos a una confrontación que no se hizo esperar. Al iniciarse la protesta liberal, los conservadores, desde un corredor en el segundo piso de la Gobernación, llamado de “los suspiros”, empezaron a disparar contra la multitud, matando a más de diez copartidarios. Afortunadamente logré esquivar más de quince disparos que me hizo un grupo de bandidos, como impunemente lo reconocieron al día siguiente, cuando fui al despacho del Gobernador con el fin de entrevistarlo y me los encontré en el mismo sitio desde donde atentaron contra mí, angustiados de que todavía estuviera vivo, ya que me pensaban arrastrar por las calles de Manizales para que “pagara mis críticas contra el Gobierno”, a lo cual respondí: si es para eso me tendrán que arrastrar por lo menos hasta Villamaría –un pueblo cercano a Manizales–. Durante varios días estuvimos en manifestación permanente, llevando nuestros muertos al cementerio. Yo escribí el siguiente Editorial en el diario La Mañana sobre el primer camarada asesinado. El primer camarada muerto Todavía no se cómo se llama. Era un obrero pobre y liberal, de pies descalzos y corazón desnudo. Él estaba junto a las banderas del partido, emocionado y feliz, rindiéndole un homenaje de silencio a los camaradas muertos en Santander y yo frente a los fusiles, apretando el puño y agitando mi pañuelo blanco, mientras oía la palabra enardecida de Gaitán en su famosa Oración por la Paz. Entre nosotros sólo había una distancia de cohesión espiritual y de energía pacífica. Cuando salieron los primeros disparos del “puente de los fusiles” de la Gobernación, el obrero y yo nos juntamos en un arrebato de asombro. “El fuego y la sangre”, tenebrosa consigna de los conservadores, prendieron una protesta inútil y tuvimos que emprender la retirada, hurgándole vitalidad a la muerte en un zig-zag de equilibrio y buena suerte. El obrero no pudo contener su furia cósmica y se plantó frente a quienes nos estaban disparando, para gritarle un viva a nuestro partido –que no fue el último, porque todavía, ya moribundo, tuvo fuerzas y valor suficiente para repetirlo– cuando una bala se le entró con premura en la mitad del pecho, tumbándolo contra los paredones de la noche desesperada. Yo no tuve cobardía para abandonarlo y en mis brazos de copartidario y guerrillero –que no de poeta, porque la poesía tuvo que refugiarse en los socavones de la sangre–, lo llevé hasta un camión tripulado por los soldados de la República. Cuando lo depositaron sobre el piso del Hospital, copado ya por las muchas víctimas de esta horrenda masacre y, después de que el médico declaró la imposibilidad de salvarlo, un cura se arrodilló junto a él para decirle que repitiera por tres veces el nombre de Jesús, pero éste camarada de pies descalzos y corazón desnudo, que estuvo emocionado y feliz junto a las banderas, tuvo coraje y valor suficiente para confirmarle el homenaje a nuestro partido de su corazón destrozado: “viva el partido liberal, padrecito”……. y murió con las manos crispadas y los ojos florecidos de sacrificio, muda la voz y quieta la sangre, horizontal junto a mis lágrimas, que no pudieron faltarle, exhibiendo la condecoración de plomo que los asesinos le colocaron por valiente: “Un golpe de sangre tuvo y se murió de perfil” EL 9 DE ABRIL Yo estaba viviendo en Manizales cuando supe la noticia del asesinato de Gaitán. Al salir a la calle encontré que en el centro de la ciudad ya se había formado una multitud que gritaba y que se agrupó amenazante frente al edificio de La Patria, donde yo había trabajado, logrando hacerla mover, después de pronunciar un discurso, invocando el derecho de opinión que tiene la Prensa. La multitud empezó a buscar ferreterías donde robaron machetes, especialmente en el almacén de la Caja Agraria. En mi calidad de Corresponsal Especial de El Tiempo, estuve tomando notas de lo que ocurría y por eso seguí a los amotinados hasta la Gobernación, donde me informaron que se había presentado un incendio que los bomberos no pudieron apagar, porque algunas personas amenazaban con cortar las mangueras. Con el fin de tratar de resolver este problema me dirigí, en compañía del Dr. Alberto Mendoza Hoyos, hasta los Bomberos y allí nos subimos a una de las máquinas, arengando a la multitud para que permitieran apagar el incendio, que ya estaba tomando fuerza. Ese día no ocurrió nada grave porque, cuando alguien dio la orden de tomarse el Cuartel de la Policía, se desencadenó un fuerte aguacero y todo el mundo corrió a resguardarse. Este aguacero duró lo suficiente para aplacar los ánimos revolucionarios de la gente, que terminó cobardemente encerrada en sus casas, oyendo las noticias que incitaban a la violencia y que daban la falsa información de que varios dirigentes conservadores estaban colgados en los faroles de la Plaza de Bolívar. Darío Echandía, cuyo carácter pacifista y su deplorable filosofía neoliberal, acuñó la famosa frase de “el poder para qué”, cuando lo instaron a tomar las riendas del gobierno, con un Presidente que, en ese momento, estaba completamente derrotado. Los conservadores sí supieron para qué sirve el Poder y desde ese mismo día empezaron una absoluta dictadura civil, con un masivo asesinato de liberales en todo el país. Ospina Pérez había sido elegido por una tercera parte del electorado, debido a la división del liberalismo entre los candidatos Turbay y Gaitán, que obtuvieron entre los dos un setenta por ciento. En Chile ocurrió lo mismo cuando Allende asumió la Presidencia y quiso instaurar un estado comunista minoritario, con el respaldo ideológico y militar de Castro, lo que culminó con la toma del Gobierno por el General Pinochet, quien a la postre se convirtió en un desastroso dictador. En Colombia se consolidó la dictadura civil de Ospina Pérez, tenebroso gobernante que hizo asesinar a millares de ciudadanos, que se opusieron a su mandato y lo cual ocurrió también durante la Presidencia de Laureano. Este genocidio terminó, muchos años después, cuando el General Rojas Pinilla asumió la Presidencia. Cualquier Gobierno que trate de imponerle sus conceptos políticos a un pueblo, con el respaldo de solamente un 30% del electorado, tendrá que soportar la inmediata reacción de las mayorías. El concepto de la democracia es el de que cada país se de el gobierno que quiera, mediante un limpio proceso electoral, sin presión alguna del Gobierno de turno, de los medios de comunicación y de grupos armados, con el respaldo de las mayorías, las que debieran ser, en mi concepto, por lo menos de un setenta por ciento. En Afganistán se impuso una dictadura religiosa, que sometió a su pueblo por la fuerza y el terror, imponiendo costumbres que el pueblo no quería, lo cual quedó ampliamente demostrado cuando, al recobrar la libertad de expresión, los hombres se quitaron las barbas y las mujeres los velos, recobrando derechos desde hace tiempo perdidos. No sucede lo mismo en Venezuela donde la mayoría respalda el gobierno de Chávez, mucho más ahora que no cuenta con oposición de ninguna clase, porque sus adversarios cometieron el error de no participar en las elecciones parlamentarias. En una de las posteriores elecciones la oposición le ganó a Chávez por una pequeña mayoría, sobre el tema de la reelección casi vitalicia, a la cual el pequeño dictador latino americano calificó como una “mayoría de mierda”. Últimamente se presentó el mismo caso durante las elecciones en Bolivia, en las que resultó elegido el candidato del pueblo indígena, quien inició de inmediato un gobierno socialista. Nuestra América latina va rumbo a un sistema socialista, el cual será conveniente para nuestros pueblos, aun cuando yo no quisiera que, a última hora, se convirtieran en sucursales del régimen comunista de Castro, eliminando los derechos y libertades a los que estamos acostumbrados, especialmente el de la libre expresión hablada o escrita, error que Chávez ya empezó a poner en práctica, amordazando a los voceros de la oposición. No falta mucho para que las cárceles se llenen de presos políticos. En las últimas elecciones en Colombia se respaldó la reelección de Uribe, el único Presidente que ha tenido contacto directo con el pueblo, al que representó democráticamente con una votación a su favor de aproximadamente un 75%. Claro está que para representar realmente a la mayoría de los ciudadanos, debería aprobarse el voto obligatorio, para que el candidato ganador obtenga una mayoría superior a la de los otros candidatos y al resultado de la votación en blanco. La mitad más uno solamente define la mayoría entre dos candidatos, pero no se obtiene el poder necesario para imponerle al 49% de la población un cambio radical de las costumbres políticas, religiosas o morales, para lo cual se requeriría, por lo menos, de un 70%. DIVAGACIONES ACERCA DE DIOSAún cuando nunca he leído a Nieztche, alguien me dijo recientemente, que este filósofo había escrito que "el hombre había cometido un gran error creando a Dios" y Hugo Peláez me refirió que Estacio -filòsofo completamente desconocido por mí- dijo "que fué el temor de el hombre el que puso a los dioses en el mundo".Las consideraciones sobre este tema, me han obsesionado desde cuando adquirí el uso de la razón, no a los siete años como me enseñaron los Hnos. Maristas, sino cuando me atreví a preguntar el por qué de todo lo que me decían, como cuando me hablaron de la santísima trinidad y yo le pedí una explicación al maestro, quien me contestó con la deteriorada muletilla: "Eso es un misterio, o cree en él o se condena."Ni creí, ni creo, ni me voy a condenar.El tema sobre la existencia de Dios es muy antiguo. Desde la caverna el hombre empezó a inventarseun ser sobrenatural, en quien depositar sus temores y a quien pedirle ayuda. Cuando cayó el primer relámpago destrozando un árbol y cubriéndolo de llamas, los cavernícolas se tiraron al suelo e iniciaron el culto a ese gran desconocido. Como los rayos fueron tan frecuentes y tan numerosos, lo cambiaron por el furioso ataque de los dinosaurios y, de ahí en adelante, se resguardaron en sus cavernas cuando se sentían amenazados por ellos. Dios era, siempre ha sido, un dinosaurio salvaje por el Mundo. A medida que el hombre fue adquiriendo un poco de sentido común, permitió que su Dios fuera el sol, adorado por los egipcios, y por muchas poblaciones anteriores y posteriores a ellos. Como ya sabemos que el sol es un planeta más en los millones y millones de galaxias que hay en el infinito espacio, Dios ha quedado siendo el misterio de la creación de nuestro mundo, pero cuando el hombre logre explicarse, sin lugar a dudas, el origen de la vida, posiblemente Dios dejará de existir definitivamente. Sin tener que esperar que esto suceda, he considerado otra posibilidad, más aceptable: Es muy posibleEs muy posibleque el sol dejede alumbrar la tierra.Es muy posible.Entonces la tierramorirá de frioEs muy posible.No quedarán sinolos osos polares,los pingüinosy los témpanos de hielo.Es muy posible. Entonces Diosse quedará solo,sin el Hombre.Es muy posible.Los escritores que refieren el origen y la historia de las diferentes religiones, empiezan en sus relatos con el mágico esplendor de los misterios, en los cuales hay que creer forzosamente. Por ejemplo, los católicos, los cristianos, los mahometanos y los judíos creen que el Dios de ellos, llámese Jehová, Alá o simplemente Dios, hizo la tierra en 7 días, que fueron realmente espacios de tiempo casi imposibles de comprender. ¿Y cuánto se demoró después para crear al Hombre? (Claro está que para la eternidad en la que "él existe", el tiempo, como nosotros lo entendemos, no es nada). Eso no pudo ser tan sencillo como soplar botellas de vidrio.., Después de tener la Tierra lista, ¿por qué se demoró tanto para crear al Hombre a "su imagen y semejanza?. El Hombre no se parece a Dios, porque él es invisible. ¿O semejante parecido sería solamente espiritual? Tampoco, porque parecerse al Hombre sería un descrédito para cualquier dios. ¿Por qué tuvo que iniciar su creación sometiéndolo a ese duro proceso de la evolución, sacándolo de las aguas del mar convertido ya en batracio y pasándolo por quién sabe cuantos cernidores biológicos, hasta llegar al Pitecántropos Erectus"? ¿Qué le pasaría a ese dios que apenas, recientemente, pudo plantar a Adán y a Eva, a la sombra de un manzano alcahuete en el Paraíso? Realmente, para qué insistir en darle vigencia a todas estas mentiras -que aún pueden ser corregidas-, pese a la existencia de Darwin, Einstein y de todos los Quijotes siderales que cabalgan en las naves interplanetarias, buscando "entuertos qué desfacer" en la inconmensurable Mancha de los espacios.Volviendo a la "imagen y semejanza", en un buen sentido del humor, ¿que sucedió con los negros? Un enemigo de la discriminación racial estuvo pidiendo "angelitos negros" y dentro de las 11.000 vírgenes debiera haber por lo menos un mínimo porcentaje de negras, como ocurre en las "pasarelas" de la moda.Esto podría explicarse leyendo mi conciliador poema "Espiritual" -escrito hace ya mucho tiempo con el ánimo de apaciguar mi incipiente ateísmo- en el que contemplo la posible ubicuidad racial y religiosa que se presume en Dios, la cual le puede permitir ser un Dios para todas las razas y serlo al mismo tiempo para todas las religiones.¿Qué será de vosotrosque dejaríais de amar a Diossi Dios fuera negro?Sabed que Dios es negro,amarillo, verde, azul...Yo no creo en dios, pero me parece que debiera existir un Dios Universal, no sólo para esta galaxia sino para todas las galaxias que hay en el infinito espacio, en vez de tener un ridículo sindicato de dioses que pelean entre ellos mismos, como sucedió cuando los judíos tuvieron que invocar la ayuda de Jehová para lograr su liberación. El pobre Faraón de Egipto no pudo contrarrestar el castigo de las 7 plagas o el inesperado ataque de un escuadrón aéreo de ángeles y serafines con sus flamígeras espadas. Después de haber leído Los Héroes de Carlyle he reconsiderado mi concepto sobre Mahoma, quien, de acuerdo con este excelente escritor, resulta ser un verdadero profeta, sin cometer el error de Jesús al proclamarse como hijo de dios. Y el más grande error que cometieron los judíos, convencidos de que Jesús no podía ser el tan esperado Mesías, fue el haberse dejado atemorizar por las continuas multitudes que lo rodeaban y haberlo combatido con tan injusta saña y crueldad, hasta llevarlo al calvario, donde su muerte fue festejada por sacerdotes del Templo israelita. Además, ese Dios Universal propuesto por muchos, no puede estar metido en la conciencia de los no sé cuantos millones de personas que habitan, por ejemplo, en la Tierra, ni ser testigo y juez de cada uno de sus pensamientos. El computador que maneje el comportamiento íntimo de cada Hombre o sus actitudes exteriores que puedan ser catalogadas como "pecados", tendría que tener una capacidad delatora, superior a muchos millones de los más adelantados que existen en la actualidad. Si Dios tuviera un oficio especial, el único sería el de ser la fuerza motriz y creadora de todo lo que existe. Los Hombres fueron los que le inventaron todos esos oficios comunes y denigrantes, que desmejoran la que debiera ser su augusta dignidad. Yo no acepto a un Dios convertido en policía moral de la Humanidad.Como este tema da para escribir mil volúmenes, ya que todas las religiones parten de suposiciones, difíciles de creer y totalmente improbables, dejemos que la imaginación de mis posibles lectores, siga elucubrando sobre ésta desviación filosófica de mi relato. Para ponerle un poco de humor a este galimatías religioso, quiero escribir lo que me aconteció con mi divorciada esposa: una vez tuve un fracaso en una de mis empresas y, cuando le conté lo que me estaba sucediendo, ella me dijo: "Lo que pasa es que usted debe acercársele más a Dios" y yo le con contesté:"Mija, si me le arrimo más lo tumb MONTENEGROAfortunadamente nuestro padre nos rescató de Pácora y nos regresó a Montenegro, donde tuvimos que soportar de nuevo lo que se convirtió casi en un axioma: la letra con sangre entra. Allí nos daban azotes en las nalgas o reglazos en las palmas de las manos.Silvio finalmente se apaciguó.Como allí, donde mi padre era Notario, iniciamos lo que se llama el Kínder, fue razón suficiente para ser considerado como hijo natural de Montenegro, honor que me acompañará para siempre. Hace unos cuantos años me invitaron a una reunión de condiscípulos de la escuela, a la que asistimos unas cien personas, departiendo alegremente con las anécdotas de nuestra niñez, cuando corríamos descalzos por los charcos y corrientes que se formaban en los caños cerca a las aceras, después de un aguacero, o haciendo navegar por ellos los infalibles barcos de papel. También recordamos, sin que nos diera vergüenza, las niguas que nos asolaron y que nos dejaron los dedos de los pies sin uñas. La intensa "piquiña" ocasionada por este animalito, nos obligaba a rascarnos deliciosamente en las esteras de fibra vegetal, que nos servían de cama.Bernardo Gutiérrez H., líder que había sido de la Izquierda Liberal del Quindío, se convirtió en un excelente poeta, autor de varias letras, a las que artistas de Armenia, especialmente los hermanos Moncada, musicalizaron, entre las cuales se destacan "La quiero porque la quiero" y el bambuco La Nigua. Según Bernardo, la nigua es "natural de Salamina", pero todos los pueblos delviejo Caldas se pueden abrogar ese indeseable honor.En los patios de la Escuela jugábamos con bolas de cristal o con corozos, o tirando al aire el peligroso diábolo, o corriendo "calles" con los trompos que se llamaban "tornos" cuando eran nuevos y a los que gozábamos sacándoles astillas con la punta afilada de los "cobradores". También jugábamos a "la lleva" o "a que te encuentro", juego que consistía en vendarle los ojos a uno de los muchachos, mientras los demás corrían a esconderse, hasta cuando el "ojitapao" contaba hasta diez. En uno de esos juegos, Silvio -otra vez mi hermano- se escondió de tal manera que no pudimos encontrarlo y tuvimos que ir a buscar ayuda a la casa. Como ya estaba de noche volvimos acompañados por varios vecinos que llevaron lámparas, hasta que lo descubrimos debajo del piso de la escuela, en el sitio más lejano y estrecho, dormido sin dársele nada. Cuando regresamos, lo colocaron desnudo sobre la mesa del comedor y empezamos a sacarle niguas con agujas. Las niguas, para quienes no tuvieron la infortuna de sufrirlas, eran más pequeñas que las pulgas y se metían en la piel, proceso en el cual dejaban el "culo" afuera y con la punta de una aguja las ensartábamos y las quemábamos en la llama de una vela. Silvio tenía niguas hasta en el "pipí". Cuando terminó esta inusitada tarea, mi padre destapó una botella de Alucema Negret, que contenia una gran porción de alcohol y se la echó por todo el cuerpo, lo que motivó que Silvio corriera desnudo gritando hacia la calle, mientras mi mamá salió detrás de él hasta cubrirlo con una sábana.Todos los meses hacíamos paseos al campo y las madres se trasnochaban preparándonos el "gato" o sea la comida envuelta en hojas de plátano, que llevábamos en la mochila a la espalda. Como el viaje era largo y a pié, todos empezábamos a pellizcar el "gato" y a la hora del almuerzo nos quedaba muy poco y, como seguíamos con hambre, buscábamos la generosidad de quienes aún estaban bien provistos.De Montenegro recuerdo con mucho cariño a Virgilio Arias -quien me agarraba a trompadas cuando le enviaba con él saludes a su hermana Marina-, a los hermanos Quintero, hijos del boticario del pueblo y al "coleguita" Baena Quintero. Virgilio vivía a la salida para Circasia, a mano derecha y el muy desgraciado nos echaba los perros cada que pasábamos por ahí. Con el tiempo fuimos grandes amigos: fue lo que en Chile se llama "gran señor y rajadiablos". En una fiesta que se hizo en el Club Social de Montenegro, pedí que se le rindiera el homenaje de observar un minuto de silencio en su memoria.En la Plaza de Montenegro oí por primera vez un radio de cajón que el Alcalde había comprado y en esa ocasión estaban transmitiendo un programa humorístico, basado en el libro Bobadas Mías de Rafael Arango Villegas. Muchos de los presentes se quedaron con la duda de que eso no podía ser cierto y que dentro de ese elegante y barnizado mueble había una persona escondida. El cine era mudo, con pianista galopador que entretenía a la audiencia. Una vez le pedí a mi padre que me diera con qué ir a ver la película con -los hoy "antiguos" actores- El Gordo y el Flaco, titulada Nadando en Seco y él me dijo: no pierda el tiempo mijo, porque usted está pescando en seco. Quiero registrar "el gran acontecimiento" de haber asistido a la primera película hablada, que se llamó La Escuadrilla de la Aurora.Muchos de los abogados en este país se han convertido en unos verdaderos ladrones -con muchísimas y honrosas excepciones- y ejercen con la mayor impunidad esta, para nosotros, desagradable profesión. En Montenegro, por los años 35, mucha gente refería la siguiente anécdota, de cuya veracidad no me hago responsable: un comerciante le entregó una letra por $3.000 a un "rábula" muy conocido, llamado Solano Tobón, para que se la cobrara en compañía a un cliente demasiado moroso, autorizándolo para hacer cualquier negocio. Pasado un tiempo se lo encontró en la calle, rodeado de sus amigos y le preguntó por la letra.Ese negocio lo arreglé hace días.¿Y que pasó con la mitad que me correspondía?¿La mitad de qué? Esa tuve que rebajársela a ese sinvergüenza para poder transar con él. Clarines Sordos De nuevo estás conmigo, siempre en vela, oliendo a carne tibia. Por tu pecho duermen clarines sordos al acecho de las caricias que tu cuerpo anhela. En tu espalda, la trémula gacela de mi lujuria azul tiene su lecho: allí reposo bajo alero y techo y tu ardiente amenaza me desvela. En tu sexo mi amor se compromete. Alondra de la duda: quiero verte herida en el suplicio que me has dado. Me deslumbran tus dulces resplandores y en la lengua me crecen ruiseñores para decir lo mucho que te he amado. Sinfonia Satanica del CredoCreo en Lucifer, alucionado y fuerteahora y en la hora de la muerte.Creo en Lucifer, ardiente y poderoso,padre ardoso de todoslos que pecan y blasfeman,padre mio, subtancial y jubiloso.Creo en Lucifer y gozo. Creo en la muerte que nos arrebatay en la que nos ata el corazon un poco.Creo en las espadas que nos interfiereny en las que no quieren defender la herida. Creo, tambien, en Dios crucificado,Pader, Hijo y Espiritu quemadoy creo en El, ahorcado por herejey porque no teje luceros todavia. Creo en la noche y en el dia.Creo en el amor desvertebrado.Creo en el infierno, condenado,en la Primevera Azul y en el Invierno.Creo en la pobreza que nos llenael estomago de arena. Creo en el agua, en el sol y en las palomas.Creo en los gusanos que se enredanen un hilo de seda.Creo en el alcohol y en la morfina.Creo en todo lo que gira sobre el Hombre y en el nombre de las cosas. Y creo, tenaz y vigorosamenteen el abismo de mi mismoy en mi muerte. El Viajero Nadie supo de dónde vino. Posiblemente ni él mismo lo sabía. Cuando las primeras luces de la mañana iluminaron la Plaza, el viajero ya estaba con su morral al hombro y un nudoso y burdo cayado en la mano, sentado en un escaño bajo la que ya no era ni la sombra de un viejo y ruinoso guayacán. El primero en sentir su presencia fue el árbol, cuyas ramas empezaron a llenarse de hojas, sobre las cuales improvisados pájaros iniciaron una singular sinfonía de trinos y gorjeos, que hicieron abrir los postigos y ventanas, a las que se asomaron somnolientos habitantes de aquel pueblo. El único perro que había, como aquellos que asistieron las llagas de Job, se echó a su lado, como si hubieran trasegado juntos durante mucho tiempo. Los curiosos empezaron a reunirse frente al viajero. Las campanas de la Iglesia se negaron a transmitir el mañanero mensaje parroquial, tal vez para no romper el silencio que imponía la callada presencia del viajero. Cuando el cura no escuchó el avispero musical de las campanas empezó a llamar al Sacristán desde el atrio y se dio cuenta del árbol florecido, de los pájaros que no habían regresado desde cuando empezó la sequía, del perro y de la gente mirando silenciosa al hombre de los ojos azules y de la cara triste. Él resolvió acercarse para interrogar al forastero, que continuó callado, haciendo caso omiso a sus furiosas imprecaciones. El cansado viajero se levantó, echándose su morral al hombro. Los pájaros suspendieron sus alegres cantos y el viejo guayacán empezó a alfombrar el pavimento con sus hojas amarillas, mientras que un torrencial aguacero seguía los pasos del inesperado visitante que había resuelto continuar con su interrumpido viaje.Guillermo Sepulveda Biografía del mar ¡Y pensar que el mar es un cadáver de ríos que se ahogaron..! HISTORIA DE UNA VIDAAhora sí, después de haber domado un poco el Computador que me regalaron mis hijos Fernando, Orlando y Guillermo voy a iniciar mi largamente postergado deseo de escribir la historia de mi vida, en un estilo escuetamente periodístico, sin alardes literarios de ninguna especie, con el único fin de ser leído por mi familia y por mis futuros descendientes. Empezaré recordando a mis abuelos, antioqueños de pura cepa, que conservaron intacta su raza de origen español. Según pudo averiguarlo mi hermano Jaime, durante su visita a la ciudad de Sepúlveda, en la provincia de Castilla, uno de mis antepasados tomó su apellido del nombre de la ciudad de origen, de acuerdo con la costumbre antigua y se embarcó en uno de los viajes que se hicieron hacia las recientemente descubiertas tierras de Colón. La ciudad de Sepúlveda, de acuerdo con las reseñas del historiador Efrén Lobo Iglesias, en su libro editado en 1.989, se cree que fue fundada en los 400. En el año 740 el Rey Alfonso Primero de Aragón la reconquistó del poder de los árabes. Llamada con razón el Bastión de España, fue siete veces destruida y siete veces reconquistada y repoblada. Fue siete veces reducida a cenizas, lo que en latín se llama “septen pulvera”. Esta ciudad fue conquistada por los moros, por los romanos e invadida por los judíos, razón de más para creer como cierta la ingrata información de que tenemos una buena cantidad de sangre judía. En Nueva York los judíos me sorprendieron varias veces hablándome en su idioma y luego se excusaban cuando contestaba en inglés que no entendía lo que me estaban diciendo. En mi último libro inserté este breve romance a cuna de mis antepasados La ciudad de Sepúlveda Con siete puertas abiertas y siete puertas cerradas, siete veces destruida y siete reconquistada, por los moros y romanos varias veces fue saqueada. Don Alfonso, Rey de Asturias, con su tropa bien armada, retomó la noble Villa dejándola desolada: tierra de nadie fue entonces Pero luego -como siempre- Por sus hijos fue poblada. El Conde Fernán González con su lanza y con su espada fue triunfador, en Simanca dejándola liberada Siete veces su bandera en sus torres fue enastada. La cuna fue de Castilla, ¡Bastión de España llamada! Erótica En tu breve cintura me reclino Y soy de tu cintura el sembrador De tus muslos ardientes, peregrino, de tu pubis de seda, cardador. De tus uvas maduras soy el vino, de tu trigo dorado, trigador, de tu huella viajera soy camino, de tu entrega amorosa soy temblor. Cuando duermes tendida junto al fuego es tu espalda desnuda tibio ruego: territorio de lúbrico esplendor. Con mis besos tu savia se prodiga y me entrego anhelante a la fatiga lujuriosa y violenta de tu amor. MIS ABUELOS Mis abuelos, Silverio y Dionisio, eran hermanos y mis abuelas, María Eustacia y María Antonia, también eran hermanas. Para poder casar a mis padres hubo que pedir una “dispensa papal”, por ser primos hermanos, primos segundos, y posiblemente hasta primos terceros, por eso yo me llamo Guillermo Sepúlveda y Sepúlveda Zuluaga y Zuluaga, amén de otros apellidos repetidos en muchos de mis antecesores. Recuerdo ahora que cuando Ximenez, humorista de El Tiempo, escribió una crónica sobre mi soneto “Este Pez”, se refirió “al joven poeta Sepúlveda y bis”, y otro columnista agregó que la gente de Caldas era muy bien nacida, pero quien no tuviera sino un apellido optaba por repetírselo. Yo le contesté que eso le pasaba también a los doctores José Restrepo Restrepo y Fernando Londoño y Londoño, para no citar sino a dos de los más ilustres caldenses. Vale la pena referir que cuando mis hijos visitaron la Ciudad de Los Ángeles, buscaron el Bulevar Sepúlveda y lo recorrieron hasta encontrar la calle Sepúlveda y Fernando se subió por el poste para que le tomaran una fotografía con los nombres del bulevar y de la calle. Un policía le iba a aplicar una multa, de la cual se salvó cuando le mostró el pasaporte. Nunca averigüé cual fue el Sepúlveda que mereció el honor de bautizarlos con su apellido. Silverio, que era de Rionegro, liberal y rezandero, resolvió venirse para el Quindío, donde compró unas mejoras y, con trabajadores del vecindario, empezó a reclamar la posesión de unos inmensos “baldíos”, talando a golpes de hacha, los árboles de las agrestes montañas que lo rodeaban. Al cabo de un tiempo regresó a Rionegro y se trajo toda la familia -cerca de 20 personas- al frente de una recua de caballos, mulas, bueyes aradores, ganado, cerdos y perros de cacería, Mi abuela hizo cargar en jaulas gallinas, pájaros, conejos y las matas de flores que nunca faltan en un trasteo de antioqueños. Cuando murió Silverio le dejó a cada uno de sus hijos una finca. Fue una persona de recio carácter, de ojos canelos, amplio bigote, cuyas órdenes nunca se podían discutir. Se cuenta que una vez agarró de una pata a una mula que lo había golpeado y la zarandeó a su disgusto durante un buen rato. Dicen quienes lo conocieron que quebraba una pila de 5 atados de panela de un solo puñetazo. Yo lo recuerdo con admiración. Se volvió a casar con una señora de apellido Correa, con quien tuvo como siete hijos más. Uno de ellos, a quien yo llamaba medio tío, era Germán, negociante en fincas, apodado “cambalache” por su habilidad en los negocios y quien fue un excelente amigo mío. Mis abuelos maternos, Dionisio y María Antonia, más conocida como Chovita, tuvieron tantos hijos que cuando querían sacar a toda la familia de paseo por el pueblo, tenían que pedir permiso de “manifestación”. MONUMENTO AL HACHA Hace algún tiempo empezó un movimiento, dirigido por desinformados ambientalistas, contra el hacha, a raíz, posiblemente, del único monumento al hacha, inaugurado en Armenia durante las fiestas del cincuentenario, a la entrada del Cementerio y el cual fue trasladado al Parque de los Fundadores. El hacha fue la herramienta más importante en manos de los colonizadores antioqueños, que sembraron todos los ‘pueblos del Viejo Caldas y del Norte del Valle, “descuajando” a golpes de hacha las inmensas selvas que existían en aquellos tiempos, con el sudor de estos valientes argonautas. Tratar de erradicar la importancia de esta maravillosa herramienta de la mente de quienes hoy habitamos estas tierras, es tarea imposible de lograr. ¿Qué se hubiera podido hacer sin ella? La robusta abarcadura de los árboles, crecidos libremente durante miles de años no podía ser talada a machetazos. Si en esa época hubiera existido una Ley que prohibiera el uso de ella, a nuestros abuelos no les hubiera quedado más recurso que vivir en las copas de los árboles, como tuvo que hacerlo el legendario Tarzán, quien en vez de escaleras tuvo que utilizar el ascensor vegetal de los bejucos. Las ciudades en esos lugares no hubieran sido como se conocen hoy, sino que fueran desparramados caseríos bajo las cerradas copas de los árboles. MI PADRE Eustacia consiguió un maestro para que sus hijos siguieran estudiando, lo que se convirtió en la primera escuela rural del vecindario. Mi padre estudió sólo los primeros cinco años. De ahí en adelante dedicó todo lo que le pagaban por su trabajo en la finca, comprando libros, velas y fósforos y luego se encerraba en su cuarto hasta cuando terminaba de leerlos. Ese fue el complemento a sus estudios de la escuela primaria, contra la oposición de Silverio y la alcahuete colaboración de su madre, quien le hizo abrir una ventana a la puerta de su cuarto, por donde le pasaba los alimentos y le sacaba la “mica”. Todos los meses hacía lo mismo, hasta cuando mi abuelo comprendió que la lectura contribuye a la educación, cuando se sabe escoger los autores y los temas. Un día, ya de mayor edad, se interesó en los problemas legales y se compró un ejemplar del Código Civil. El estudio del ordenamiento jurídico le sirvió para desempeñar cargos como Secretario de un Juez en Anserma Viejo -Santana de los Caballeros-, de un Magistrado del Tribunal en Pereira, de Notario en Montenegro, Juez y Concejal en Circasia, y Corregidor en La Tebaida. Mi padre fue elegido como miembro principal del Directorio Liberal Departamental de Caldas, en reconocimiento a su intensa lucha política. Después empezó a ejercer como abogado sin título y se dedicó al periodismo, fundando diferentes semanarios y diarios, el último de los cuales se llamó primero A LA CARGA, cuando él era Jefe del gaitanismo en el Quindío y luego El Comercio, del que no tengo sino unas cuantas hojas en muy mal estado, las que pienso recuperar llevándolas a un Laboratorio que se encargue de estos trabajos. En el proceso de releer y corregir este relato, tengo que agregar que el experto de estas restauraciones resultó ser mi amigo Julián Osorio. En esta copia de él hizo se puede leer la fecha, Junio 4 de l948 y el Nº.l00 de su edición, de la cual pienso imprimir una de mayor tamaño, para enviarla al Círculo de Periodistas de Armenia y así poder desvirtuar el informe de un investigador universitario, quien negó categóricamente la existencia de nuestro Diario, el más combativo durante la violencia política, como ya lo hemos repetido muchas veces. Los únicos ejemplares que conservábamos, cosidos y empastados, los regaló mi hermano Jaime a profesores y alumnos de la Universidad. Es muy posible que luego aparezcan, pero ahora sí, mi padre tendrá que ser reconocido como el eminente periodista que siempre fue. Nosotros dedicamos una edición especial, en homenaje al Líder asesinado, a dos tintas, con el retrato de Gaitán a todo lo ancho y largo de la primera página, con el puño en alto y el grito congelado en el silencio de su garganta. El Romance en memoria de Gaitán lo escribí al calor de la pasión política, describiendo su intangible presencia, con un repetido grito de angustia en la soledad del bronce y de los versos: Llanto y furia en la muerte de Jorge Eliécer Gaitán La sangre corría buscando su corazón desterrado i Ay, qué dolor tan intenso, qué llanto desterrado! La luz cortaba luceros para su nombre callado: ¡ Ay, qué clarines tan largos los que su muerte ha dejado! El aire oxidaba goces que nadie más ha gozado: ¡ Ay, qué metal tan ardiente el de su grito acerado! El fuego soltó la furia de un luto desesperado: ¡ Ay, qué misterio el que tiene la llama que lo ha quemado! ¡ Ay, Capitán, Capitán la muerte te ha despertado: será tu cuerpo de bronce sobre la muerte enastado! ¡ Ay, Capitán, Capitán, el pueblo no te ha olvidado! MUERTO SIN HABER NACIDO Cuando Renée, mi esposa, me anunció que estaba embarazada del que iba a ser nuestro primer hijo, yo me enloquecí de tal manera que empecé a ofrecérselo a toda mi familia, pero cuando ella visitó al médico, después de dos meses, me lo trajo en una pequeña botella llena de alcohol, como si fuera un muñequito de plástico. Mi angustia fue tanta que empecé a escribirle unos versos y, como no los pude terminar, se los envié a mi padre para que él lo hiciera y lo termino: Se murió sin haber nacido apenas, una muerte interior lo perseguía con anzuelos de miel por tu cintura y duró solamente lo que dura…….. ¡UN BANANO EN LA PUERTA DE UNA ESCUELA! Yo lo llamé para quejarme de su inoportuno sentido del humor y a vuelta del correo me envió el siguiente soneto, publicado en las antologías de la Poesía quindiana. Yo lo llevé al diario La Mañana y Harry –Hugo Jaramillo– lo publicó con la siguiente nota: Publicamos este maravilloso soneto de Eduardo Sepúlveda, quien le salió poeta al hijo: Muerto sin haber nacido Viajero de un país desconocido, resumen de un misterio indescifrado, en un crisol de amor purificado y en la noche del tiempo diluido. Dulcemente en la sangre presentido y en un lienzo de venas dibujado, sin dejar ni una huella del pasado cruzó como una ráfaga de olvido. Intuyó que en la vida nadie sabe lo que el destino tiene prometido, por eso sin zarpar quemó su nave. Y antes que verse por la muerte herido quiso saber si en lo posible cabe la existencia de un ser que no ha existido. Mi padre siempre se aprovechó de sus hijos para hacer sus chistes. En cierta ocasión tuve deseos de saber que se sentía cuando se llegaba a la vejez y empecé a preguntarle a mis amigos de la tercera edad, quienes optaron por no contestarme, pero un día llegué al café Caucayá, en Manizales, donde mi padre estaba sentado a la mesa con varios de sus amigos y yo le pregunté lo mismo: “Qué siente Ud. ahora que está viejo –tenía apenas 54 años–: arrepentimiento de no haber aprovechado las mejores oportunidades de su vida, envidia de los jóvenes, etc., etc.” Yo no sé qué sentirán los demás, pero en el caso mío, ahora que estoy viejo, como usted dice, siento una profunda desilusión de haber tenido un hijo tan “pendejo” como usted. Otra vez, cuando vivíamos en Chile, mi hermano Jaime le dijo a mi papá, durante el almuerzo, que tenía que aumentarle la plata que le estaba dando los fines de semana, porque para poder ir a cine, en vista de que habían aumentado el valor de la entrada, él tenía que irse corriendo detrás del Bus para economizarse el valor del pasaje. Mi papá le contestó: usted si que es bobito, por qué no se va corriendo detrás de un taxi para que economice más OTRA MUERTE ANUNCIADAMi padre publicó en Chile un librito de versos que se llamó La Canción Persistente, con prólogo de Luis Vidales. También escribió sonetos humorísticos, cuando Julio Alfonso Cáceres y yo éramos Director y Secretario del Tránsito en Armenia y alguien tuvo la graciosa idea de enviar un memorial en verso, para pedir un permiso de conductor. De ahí en adelante fueron muchos los que intervinieron en este proceso, pero mi padre se ganó el premio otorgado para los tres mejores sonetos, en un concurso patrocinado por el comercio de Armenia.Nuestro vespertino se convirtió en el único vocero escrito del liberalismo de la región, porque, fuera del radio noticiero de Celedonio Martínez Acevedo, asesinado cuando estaba cargando un niño frente a su casa y quien fue un verdadero mártir del periodismo, los otros órganos informativos entraron en un aconsejable receso.El Círculo de Periodistas del Quindío debiera crear una condecoración con el nombre de este valeroso periodista con el fin de ser colocada anualmente en el pecho de los colegas que la merezcan, por su valor en la denuncia de quienes atenten contra los intereses del pueblo.De todas maneras nuestra lucha contra el barbarismo dominante fue tenaz y peligrosa. Un peluquero del Cuartel de la Policía nos informó que esa noche iban a asesinar a mi padre y él, como si nada hubiera pasado, se sentó tranquilamente a escribir su último Editorial, invitando a su propio entierro.Una muerte tan anunciada como ésta no se cumplió, porque los primeros en llamar sinceramente alarmados fueron el Alcalde, el Jefe de la Policía y el Padre Londoño Botero.El 9 de Abril, para evitar que los amotinados agredieran al Alcalde, mi padre lo hizo acompañar hasta su casa, de varios ciudadanos dispuestos a tranquilizar el ambiente, y dejó encargado de ese despacho al Secretario del mismo. Luego se fue a tratar de impedir que se tomaran el Cuartel de la Policía, empresa en la que murieron muchos de los amotinados, que se parapetaron en un bulldozer del MunicipioA pesar de su actitud conciliadora fue detenido, también provisionalmente, y lo soltaron a los tres días. Después de todos estos sucesos, mi padre tuvo que abandonar la casa e irse a vivir en un Hotel, dejando a un obrero de guardián, debido a las amenazas de que le iban a poner fuego, lo cual no ocurrió, porque como para los conservadores era más importante acabar con la Imprenta, evitando que pudiéramos seguir editando el periódico, la destrozaron a culatazos, quebrando las prensas y regando en el piso los tipos de los "chibaletes". El pobre cuidandero, llamado Joaquín, fue asesinado a golpes de fusil y en el Hospital dictaminaron que había muerto de anemia............ EL CABALLERO DE LOS VIAJESHace 60 años se presentó a las oficina de nuestro vespertino un arruinado periodista, mal vestido, barbado y con la apariencia de haber comido poco en los últimos días, con el fin de que le diéramos trabajo, para lo cual nos mostró un viejo archivo de recortes y se presentó con el nombre de Carlos Augusto Suárez, quien dijo haber pertenecido al famoso grupo de la Gruta Simbólica. Su desmirriada presencia confirmaba, en cierta forma, su condición de bohemio, sentimental y trotamundos Mi padre accedió a darle un puesto provisional y le regaló dos vestidos algo viejos, zapatos, camisas y, antes de enviarlo al baño, le dio, también, una cuchilla de afeitar, un cepillo para dientes y un poco de loción con olor a peluquería. Cuando el poeta salió, ya tenía una apariencia respetable y, como en los últimos días había comido poco, se alegró de la invitación que le hicimos a un sancocho con espinazo, acompañado con vino tinto de las bodegas Fitzgerald de Circasia. El almuerzo fue abundante y la tertulia a "sonetazo limpio".El poeta nos refirió la historia del soneto "El Caballero de los Viajes". En esos tiempos los poetas como él viajaban de pueblo en pueblo, a lo Julio Flores, con el espíritu aventurero de quien no se preocupa por el dinero. La Poesía tenía el poder de abrir todas las puertas. El poeta Baudilio Montoya fue considerado como el último juglar de nuestros tiempos y fue agasajado por todos sus coterráneos, embelezados con su manera de recitar e improvisar, como los que le dedicó a La Niña de Puerto Espejo, romance del cual copio varios versos.Con ancho lote de angustiasy bajo un cielo de inviernova el corazón avanzandocamino de Montenegro.El corazón va buscandouna fonda de hace tiempos,en donde José Pinedahombre de pelos en pechovendía jarabe de tuzay aguardiente pendenciero.Aquella fonda que digose llama de Puerto Espejoy estaba cerca a la haciendade Constantino Botero.En ella encontré a la niñacuyo nombre a nadie dejo,porque es reserva que quedaen mis escombros de sueñosTenía la piel canelay unos ojazos tan negroscomo el abismo medrosoque muestran los sacrilegios.Y una vez se fue la niña,se fue así como en un cuento,nadie supo su motivoy nadie debe saberlo"Unos pasajeros amigos de Carlos Augusto, deslumbrados por su amena charla, se lo llevaron para Cartagena y allí se dejó embarcar en un crucero por el Caribe, con tan mala suerte que lo abandonaron en un puerto de Centro América, sin dinero. En el muelle se encontró con un marinero, a quien le refirió la situación en la que estaba y éste le recomendó que se fuera a un Hotelito de una señora llamada Inés, a la que le gustaba mucho la poesía. Cuando se acercó a la recepción, la señora le pidió que pagara por anticipado, en vista de que no llevaba equipaje de ninguna clase. Este pequeño problema lo resolvió el poeta de inmediato, pidiéndole papel, en el cual escribió el siguiente soneto: El Caballero de los viajes.Acepta doña Inés mis homenajes,te saluda mi gorra marinera.A nadie espero ya, nadie me espera:¡Yo soy el Caballero de los Viajes! Soy un coleccionista de paisajesy, además doña Inés, quién lo creyera,viajo en los camerinos de primerasin importarme un higo los pasajes.Este viaje de mar valió un soneto, esta noche de Hotel valdrá un cuarteto,quieres conocer mis equipajes:los llevo dentro de esta estilográficaque siempre escribe la palabra mágica:¡Yo soy el Caballero de de los viajes!.Durante la permanencia de Carlos Augusto en nuestra casa, mi hermana Dianela cumplió l5 años y el poeta le escribió este soneto:"En el álbum de la clarísima dama señorita doña Dianela Sepúlveda, en el día de su cumpleaños.Una violeta de oro soñó mi fantasíay en lid paladinesca la supe conquistar:violeta de la gloria, galante fruslería,que impulsó las tres velas latinas hacia el mar.Princesa: en tu palacio de seda y galaníairradia tu presencia como una luz solar,en tanto que rugiendo desde la lejaníaaclama tu presencia como un león el mar.Una violeta de oro: si la reconquistarayo te la ofrecería bajo tu risa claraa nombre de mi ilustre ciudad de Santa Fe.Pero es mejor, Princesa, tender ante tu pasoel verso alejandrino cual un pendón de rasopara que suba al trono tu romántico pié.La muerte de Dianela fue registrada en La Patria de Manizales con la siguiente nota:"El l9 de julio último dejó de existir en Santiago de Chile doña Dianela Sepúlveda de Klaps Zooff, emparentada con distinguidas familias de Armenia y Manizales y hermana de nuestro dilectísimo amigo y colaborador don Guillermo Sepúlveda. Mujer de una exquisita belleza, de una cordial simpatía y dueña de las más nobles y hermosas virtudes, doña Dianela falleció en plena juventud, dejando un hondo e inllenable vacío entre los suyos. Desde hacía algunos años había vinculado su vida a la del distinguido caballero italiano don Genaro Klaps Zooff, con quien formó un hogar donde resplandecían la belleza, el decoro, la virtud y el trabajo. Al lamentar la muerte de la distinguida dama, hacemos llegar a todos los suyos, muy especialmente a sus padres, residentes en la ciudad de Armenia, a don Guillermo Sepúlveda, su hermano y a su tío el doctor Clímaco Sepúlveda, nuestra sincera expresión de pesar."Dianela murió en Santiago a los 24 años y dejó dos hijos, los cuales se graduaron en Arquitectura y Medicina y residen en Roma desde la muerte de su madre. CONSEJO DE GUERRA Antes de iniciar mi descripción de lo que fue el Consejo de Guerra, quiero incluir una nota que le dejé a Harry en su oficina y que ocasionalmente encontré en mis viejos archivos, la cual era con el único fin de comunicarle mi nueva dirección, foto copia que incluiré en este capítulo. Como yo era una persona muy conocida en Manizales, se me inició un sumario acusándome de todo lo ocurrido el 9 de abril. El sólo título del expediente era para aterrar al más valiente: ASALTO, ROBO, SAQUEO, INCENDIO, DEVASTACION Y ASONADA. El Doctor José J. Jaramillo, a quien llamábamos “tres jotas”, estaba iniciando la investigación y, como era mi amigo, me informó que ya no le quedaba más recurso sino dictarme auto de detención y me dio tiempo para que arreglara mis problemas pendientes. Como mi único deseo era el de no ser detenido en la calle, me fui para la Cárcel y, como allí me estaban esperando, fui admitido de inmediato. Me destinaron el mismo cuarto donde estaba Guillermo Eastman, en el segundo piso. El Director nos concedió ciertas libertades, como la de tomarnos unos aguardientes, en compañía de los amigos que a diario nos visitaban, subiendo, de vez en cuanto, a un conjunto musical que habían formado varios detenidos en el patio de la cárcel. El mismo Director nos acompañó una noche a una cantina muy reservada en el ”barrio”, donde nos estaban esperando dos hermosas mujeres. Esta anécdota es la primera vez que la hago pública, sesenta años después. Allí permanecimos varios meses. Luego nos enviaron para La Ladera en Medellín, con tres detectives que tuvieron la cortesía de no ponernos esposas, ciudad a la que llegamos en las horas de la tarde. Nos bajamos en una tienda y el jefe del grupo nos dijo que lo esperáramos mientras cumplía un encargo, Como éste señor no volvió, nos llevaron directamente a la cárcel, donde no nos quisieron recibir. Regresamos a la ciudad y los detectives nos propusieron que nos hospedáramos en una pensión de “mala muerte”, lo cual no aceptamos y nos transamos para que nos llevaran a un Hotel, donde nos dejaron, bajo nuestra promesa de no salir hasta cuando ellos regresaran por la mañana y, como ellos tampoco regresaron, Eastman y yo nos preocupamos al creer que esa era una forma de aplicarnos la llamada “ley de fuga”. Entonces resolvimos pagar la cuenta y salir a buscar quién nos detuviera. Ocasionalmente pasamos frente a las oficinas de El Correo, diario liberal de Medellín y el Director nos aconsejó que era mejor que regresáramos al Hotel. En la edición de la tarde hizo una información en la cual escribió: “Cómo serán de peligrosos los presos políticos de Manizales, que ayer anduvieron buscando quién los llevara a la cárcel”, relatando lo que nos había ocurrido. Desde el Hotel llamamos nuevamente al Director de La Picota quien se negó a recibirnos, a pesar de nuestras buenas intenciones. Afortunadamente los detectives aparecieron como a las 11 de la mañana, acompañados del Jefe y, sin darnos tiempo de almorzar, nos llevaron por fin a la cárcel, donde ya estaban ansiosos de recibirnos. Allí fuimos acomodados en un salón general, con unos veinte detenidos más y nos permitieron comprar colchones, cobijas y a recibir la comida de un restaurante del vecindario, la cual era rigurosamente inspeccionada, partiendo los panes y revolviendo el resto con cucharones de madera, para evitar que se entraran armas o drogas. El aseo de los patios y de las zanjas que hacían las veces de inodoros, estaba a cargo de los detenidos. Un día este oficio nos correspondió a nosotros, pero mi compañero consideró que ese era un ultraje que él no podía soportar, y yo -más consciente con la situación en la que nos encontrábamos- le eché mano a la escoba y comencé a barrer el patio, pero los demás presos me la quitaron y entre todos hicieron la limpieza. Cuando el Director regresó le contaron lo sucedido y a Eastman lo castigó enviándolo a un calabozo medio subterráneo, frío, maloliente y en donde había que permanecer en cuclillas, debido a la poca altura que tenía. A mí me premió dándome salida a un cafetín fuera de los muros, lo cual yo no quise aceptar mientras Eastman estuviera castigado, con lo que logré que lo sacaran del “hueco”, aunque no pudiera gozar de las prerrogativas que yo tenía. Días más tarde, este otro Director, en vista de nuestros buen comportamiento –Eastman aprendió rápidamente la lección– nos permitió en varias ocasiones ir al “Barrio”, acompañados de un guardián en ropa de civil. Aquí repito lo ya expresado en El Correo: cómo seríamos de peligrosos……! Una tarde se nos presentó un soldado para entregarnos una lista de oficiales del Ejército, con el fin de que escogiéramos un defensor y, como no aceptaron defensores civiles, ofrecimos defendernos nosotros mismos. Pedimos copia del expediente y empezamos a estudiarlo y a reunir las pruebas que nos favorecieran. Practicábamos nuestra defensa frente a los presos que nos acompañaban, mientras caminábamos por el patio: Eastman hacía de Fiscal y yo era el acusado o a la inversa. Un día se me fue la mano y acusé a Guillermo con tanta energía, pidiendo que lo sentenciaran a veinte años de trabajos forzados. Mi público aplaudió el discurso y eso determinó que mi compañero no me volviera a hablar hasta después del juicio. Pedí fotografías de sitios donde, supuestamente, varios testigos habían visto cuando yo tumbaba una puerta lateral de hierro de la Caja Agraria y sacaba cajones de madera para repartirle machetes a la turba. Con ellas pude probar que nadie había tumbado la puerta, que no había cajones de madera y que no pude repartir machetes, porque el Almacenista dijo que yo no había estado allí cuando sucedió el asalto. De esta forma fui demostrando la mala fe de todos los que declararon en contra mía y aporté declaraciones extrajuicio de personas de gran solvencia moral, quienes dieron referencia de mi buena conducta. Finalmente, se reunió el Consejo de Guerra, y el Fiscal, un Mayor, de quien deplorablemente no recuerdo su nombre, tomó la palabra y dijo, más o menos, lo siguiente: “El público en general cree que la labor de la Fiscalía es la de hacer condenar a todos los acusados, lo cual no es cierto, porque nuestra labor es la de no permitir, hasta dónde nos sea posible, que un enemigo de la sociedad quede sin ser severamente castigado. En el caso del acusado Sepúlveda he llegado a la conclusión de que él no es culpable de lo que se le acusa y que quienes declararon contra él son culpables de haber jurado en falso. Yo pido a este Consejo que sea absuelto y que se le ordene al Secretario que le expida una copia autenticada del expediente, para que inicie un juicio contra dichas personas”, lo cual –como era de esperarse– nunca lo hice, por falta de garantías. Cuando me concedieron la palabra en mi calidad de Defensor, agradecí el concepto emitido por el Fiscal, diciendo que en esas circunstancias no tenía nada que decir, a pesar de estar suficientemente preparado para hacerme la defensa, la cual, a última hora, resolví resumirla en un soneto y enseguida empecé a escribirlo en una máquina que me prestaron. Cuando lo leí, el Presidente le pidió al secretario “que sacara tantas copias como miembros del Consejo hay y que las firme el acusado”. De este soneto sólo recuerdo el primer cuarteto, a pesar de que fue publicado en una Revista de Medellín, con mi fotografía a través de los barrotes de una celda: Soy Poeta, señor, siempre lo he sido a pesar de los hombres y su escoria y a pesar de la gente que en memoria de su pobre arrogancia me han herido. Refiriéndose a este soneto, que también fue reproducido en Caldas, Luís Carlos González, el poeta costumbrista más musicalizado de Caldas, escribió un soneto refiriéndose a la injusticia que se había cometido conmigo, copia que pertenece también al selecto archivo, nunca realizado, de todo lo escrito sobre mí. En este desorden de mis recuerdos voy a aprovechar este espacio para dar la información –casi olvidada– de que yo fui socio fundador de la PAM, Periodistas Asociados de Manizales, como queda comprobado con la fotografía de Cifuentes, publicada en La Patria, cuando se celebraron 30 años de haber sido fundada, foto en la que aparecemos casi todos los periodistas de esa época. LA RELIGIÓN Y LA POLÍTICA La situación política, debido a la violencia desencadenada por el nefasto gobierno de Ospina Pérez., fue de tal forma que los mismos conservadores salieron con el chiste de que, ante el peligro de la extinción de la especie, había que frenar la cacería de liberales. Los “aplanchadores y los famosos pájaros” mataban sin piedad a los campesinos, dejando, como ocurrió en una finca de Circasia, el feto que le sacaron a una mujer clavado en la pared con un cuchillo. En Armenia, en subterráneos de la clandestinidad, se hizo famoso éste otro chiste: uno de esos bandidos, procedente de Bogotá, resolvió confesarse en Armenia y le dijo al cura que él había matado l5 “cachiporros” en Bogotá, 9 en Girardot, 4 en Ibagué y en Armenia solamente 3. El bondadoso sacerdote le contestó: hijo, ya hemos hablado de política, ahora dígame sus pecados. Fue tanta la ingerencia de la Iglesia en la política, que el Obispo de Medellín, Monseñor Builes –apodado por nosotros como Monseñor Buitres– ordenó que no se permitiera enterrar en los cementerios católicos a los “cripto comunistas”, término que aún no entiendo pero que escuetamente significaba liberales. Esta desafortunada “pastoral” se hizo real, cuando en Armenia el cura Martínez Márquez, falangista-sotananegra, impidió que se enterrara al guerrillero apodado Chispas, atravesándose como una mula muerta frente a la puerta del cementerio. Realmente Chispas, un iletrado campesino a quien la policía le había asesinado a sus padres, fue un improvisado jefe de una pequeña pandilla que combatía especialmente entre Calarcá, la Línea y el norte del Valle. Él mató de varios disparos a mi amigo Ramón Cardona, destacado músico, cuando regresaba de Ibagué con los Coros que dirigía, después de que Ramón lo increpara diciéndole que él era el Director del Conservatorio de Manizales y el bruto de Chispas creyó que era del Conservatismo. Al día siguiente yo escribí un Editorial invitando a nuestros amigos a colaborar para la compra de un lote, con el fin de fundar un Cementerio Liberal donde, en vez de una cruz, se clavara una bandera roja en la tumba de cada copartidario asesinado. El Párroco de la Iglesia, José Londoño Botero, bonachón y panzudo, me llamó para decirme que no le fuera a organizar una competencia, porque él estaba dispuesto a enterrar a todos los liberales que se fueran muriendo……… Después se presentó uno de los primeros desplazamientos colectivos que yo recuerde. Resulta que en uno de esos pequeños pueblos del occidente del Viejo Caldas, realizaron una concentración política y el último de los oradores fue, precisamente, el sacristán de la Iglesia, quien, inspirado por el Espíritu Santo (en inglés “the holy ghost”: el santo fantasma) remató su discurso diciendo “…...….y por último, Dios no quiere que en Colombia haya liberales porque Dios es conservador”. Semejante imbecilidad no le se pasó por alto a un borracho que estaba recostado contra la puerta de una cantina, quien no quiso aceptar a un Dios conservador y gritó: ¡abajo Dios!. La inmediata reacción de los manifestantes fue despedazar al borrachito y luego la carnicería se regó por todo el pueblo. Afortunadamente fueron muchas las personas que huyeron por potreros y cafetales, con sus hijos a cuestas, olvidando sus pertenencias, con rumbo a Pereira y Armenia, pueblos de mayoría liberal. Enfurecido por lo que acabo de relatar, me fui para el periódico y escribí un Editorial en el que me identifiqué con el grito del borracho: “Abajo Dios, decimos también nosotros, si nos lo quieren convertir en una bandera de asesinos, en un alcahuete de las turbas conservadoras; abajo Dios, decimos también nosotros, si los curas y los sacristanes lo quieren presentar como un refugio de bandoleros, porque nosotros creemos -creíamos- en un Dios que no es conservador ni liberal, católico ni budista, que reparte sus “bendiciones” por igual para todo el mundo, pero, en este caso especial, tenemos que decir también: ABAJO DIOS”. Esa tarde mi padre me dijo: publíquelo mijo, pero hoy sí nos van a matar. Nadie nos llamó y en la mañana, después de esperar un rato, salimos hasta el Café Caucayá, en la Plaza de Bolívar. Mi padre caminando por la mitad de la calle y mi hermano Silvio y yo por cada acera, armados y listos para tratar de defendernos. Nos sentamos a la mesa donde estaban varios amigos y como no nos hicieron ningún comentario, mi padre preguntó que si habían leído el periódico y casi todos dijeron que si: “muy bueno, como siempre”. Nos salvó la apatía de la gente. Nadie lo leyó, lo cual fue un duro golpe para nosotros, que nos habíamos convertido en los únicos censores de las tropelías del Gobierno en esa región del país. Afortunadamente, en El Colombiano de Medellín leyeron el ejemplar que habíamos enviado como canje y uno de sus redactores escribió un glosa a todo lo largo del periódico, en la cual pedía que nos colgaran de un poste de la Plaza y que deberíamos también ser excomulgados como enemigos de la Iglesia. En la tierra de Monseñor Buitres nos habrían quemado por herejes. La descarada ingerencia del clero en la política, me sirvió para escribir mi Sinfonía Satánica del Credo, enviada desde la Cárcel al diario liberal de Manizales La Mañana, a fines de l948, hace más de 60 años y no volví a publicarla por haberla considerado sin ninguna importancia, hasta cuando Julián Osorio la rescató, con otros versos, de mis viejos archivos. Esta fue una sentida y enérgica protesta contra la Iglesia, que ocasionó un alboroto católico-conservador, quedando a mi favor las excomuniones con las que me condecoraron varios curas de la provincia. Sinfonía Satánica del Credo Creo en Lucifer, alucinado y fuerte ahora y en la hora de la muerte. Creo en Lucifer, ardiente y poderoso, padre ardoroso de todos los que pecan y blasfeman, padre mío, substancial y jubiloso. Creo en Lucifer y gozo. Creo en la muerte que nos arrebata en la que nos ata el corazón un poco. Creo en las espadas que nos interfieren y en las que no quieren defender la herida. creo, también, en Dios crucificado, Padre, Hijo y Espíritu quemado y creo en Él, ahorcado por hereje y porque no teje luceros todavía. Creo en la noche y en el día. Creo en el amor desvertebrado. Creo en el infierno, condenado, en la Primavera Azul y en el invierno. Creo en la pobreza que nos llena el estómago de arena. Creo en el agua, en el sol y en palomas. Creo en los gusanos que se enredan en un hilo de seda. Creo en el alcohol y en la morfina. Creo en todo lo que gira sobre el Hombre y en el nombre de las cosas. Y creo, tenaz y vigorosamente en el abismo de mí mismo y en mi muerte. Al escribir estos versos no caí en cuenta de que uno de los más lesionados espiritualmente, fue mi muy respetado tío, el Padre Sepúlveda, quien entró en una crisis que lo estaba matando. Mi otro tío, Clímaco, quien ejercía como Magistrado del Tribunal, trató de convencerme de que lo visitara y me disculpara con él. Yo no fui, pero como “el que peca y reza empata”, le escribí un soneto a la Virgen, al que Ramón Cardona, mencionado en el capítulo anterior, le compuso una música con un claro criterio religioso: Dios te salve en su amor, Virgen María llena eres de gracia y de dulzura, el Señor es contigo en tu amargura y es contigo, también, en tu alegría. Bendita eres mujer, la Profecía circundó de palomas tu cintura y por tu castidad, savia y verdura es bendito Jesús, Virgen María. Eres nombre de fe, dulce consuelo, ventana abierta entre el dolor y el cielo y cristal de parábola en Belén. Estrella alta de luz: ruega Señora por el alma que sufre en esta hora y en la hora de nuestra muerte, amén. El cura se tranquilizó y empezó a recuperarse. Logró que el Obispo de su Diócesis le otorgara no se cuántas “indulgencias plenarias”, cada vez que la rezara y de ahí en adelante él la recitaba varias veces en el día y se la enseñó a un grupo de beatas que visitaban la Capilla que tenía en su casa. Aunque yo no creo ni siquiera en el Purgatorio, con esa acumulación de “indulgencias” pasaría volando por encima de ese pequeño infierno, sin quemarme las alas. Otra observación que me hizo el primer lector de este libro, fue la de una dubitativa posición mía sobre la religión y la existencia de dios, lo cual queda suficientemente explicado, debido a la crianza hogareña de una inflexible y autoritaria enseñanza católica, con un cura como cabeza familiar, que me dejaron una deplorable costumbre –pocas veces usada– de pronunciar exclamaciones como Dios mío. Además, los versos sobre cristo, la virgen y la palabra “señor” que uso algunas veces, fueron escritos hace 65 años, cuando empecé a dármelas de poeta, teniendo solamente 20 años y aún no se había despertado en mí el espíritu contradictor y agresivo de mis divagaciones sobre lo que alguien ha llamado el “opio del pueblo”. LOS ACÓLITOS Yo fui criado en un hogar católico, bajo la férula de mi tío, el Presbítero Ismael de J. Sepúlveda, como a él le gustaba firmarse, orgulloso de su profesión, quien quiso que Silvio y yo estudiáramos en el Seminario, para que más tarde lo reemplazáramos en el sacerdocio, y empezó disfrazándonos de acólitos en la Iglesia de Pácora. Al fin de cuentas el cura se convenció de que no teníamos vocación para estar haciendo genuflexiones, especialmente cuando Silvio se comió como treinta hostias, acompañadas de medio vaso de vino. El cura había ofrecido darnos unas hostias viejas, sin consagrar, con un poco de vino, después de la última misa y, como se estaba demorando mucho, Silvio resolvió abrir cajones y descubrió un enjambre de hostias, las cuales se tragó, sin que yo participara en semejante orgía. Cuando el cura regresó por más hostias y se dio cuenta de la carnicería que Silvio había cometido, al consumir tantos cuerpos de Cristo, lo agarró de una oreja llevándolo a un altar lateral, donde lo “expuso” ante un grupo de beatas, que se dieron golpes de pecho y vociferaron oraciones, invocando perdón para tremendo sacrilegio. Mucho tiempo después las beatas aún inclinaban la cabeza y se persignaban cuando nos las encontrábamos en la calle. El asombro del Padre Sepúlveda fue mayor cuando no pudieron sacar en la procesión de la Semana Santa a Judas Iscariote, porque Silvio –otra vez mi hermano- lo había destrozado a machetazos cuando supo la traición del desventurado apóstol. Para rematar este capítulo voy a referir la siguiente anécdota. Durante nuestra permanencia en Pácora, sucedió que un cura auxiliar y de muy malas pulgas, estaba clavando puntillas, subido en una escalera, para sostener unas cortinas en la Sacristía y un feligrés se le acercó para pedirle que le explicara que es un milagro, “pero hágame el favor de darme una respuesta lo más “contundente” que pueda. El cura, inmediatamente, le dio un martillazo en la cabeza y cuando el hombre gritó desesperado, le dijo tranquilamente: Hijo, si no te hubiera dolido ese hubiera sido un milagro. ¡Ay amor! ¡Ay! Amor, como dueles en mi herida, bandera blanca, palomar al viento, refugio inútil para el fiel tormento de haberte amado sin perder la vida. Amor de mis angustias, preferida soledad, desalado entendimiento, molinero trigal del pensamiento, lamento de mi voz estremecida. Cuando ardientes tus labios se me ofrecen mis manos aradoras se estremecen buscando el surco de tu sexo ansiado. Y así, los dos, amantes milagrosos, miraremos pasar los jubilosos recuerdos de este amor desesperado. Poema Nº 24 Hasta Dios, que fue lucero, rueda por el polvo Y todas las torres se mueren a la hora del crepúsculo. El sonido de una flauta distante convoca los anhelos y aquellas que fueron voces de alegría son pesados silencios. Su nombre, que yo escribí en la arena, tiene vocales de cemento Y el amor, que tuvo anillos de oro, escondidos temblores de mi aliento, es una tibia fatiga en mi recuerdo Ya no corre el fuego por mis venas: simples gusanos caminan por mis huesos, sin la fuerza del toro que tuvo hierba dócil en mi pecho. Hasta Dios, que tuvo lucero. El amor solamente Yo nací para amar y amando vivo. Yo nací para amar y muero amando. El amor, con su amor, me está matando y del amor, constante, soy cautivo. Buscando más amor yo me desvivo y siempre a mí el amor me está faltando. con más amor, más muerto voy estando, con menos voy viviendo menos vivo. Con el amor, en fuego estoy ardiendo, sin él, me voy de frio consumiendo y vivo entre dos muertes colocado. Y, como fiel amante, siempre muero: dulce tormento del amor, prefiero morir entre tus brazos abrasado. SOLEDAD EN NUEVA YORK SIN ELLATodo parece lejos esta noche,lejos y desolado como un ríocon sus peces muertos,como un niño sin padresque lo miren dulcemente,como una hormiga sin tenazaspara cortar el Otoño,como un caballo sin cascosde oro en el crepúsculo.Todo parece lejos.Esta soledad,tan lejos de sus ojos,tan humana,tan mía solamente.Aquí, mirando tiernamente,inclinado hacia su nombre,escribiendo su nombre con saliva,con fuego,con arena en Salinas,con arena más dulce en Cartagena,con arena y pescadores nocturnosen Callao.Escribiendo su nombre con arenay con vino solitario y sin aldabas,mirando desde el Morrola bandera de Chile,con arena en Santiago-donde tengo amigosque recuerdan mi nombre:Banderas, Galileo, Latorre,Astolfo, Gandarillas... -,con arena en Santiagodonde escriben el nombre de Pabloen las paredes,con arena en Buenos Airesdonde estuve buscando direcciones antiguasy recordando a Julio Alfonsoque leía a Bernárdez lentamente:"Esta mujer que siente lo que siento".Esta soledad sin Ella por los mapas.Yo he dejado a mi Patria muchas vecespero siempre me llevo su banderadibujada en el pecho con señales luminosas. He dejado a mi Patria muchas vecesrodeada de alambres y cadenasllorando por sus muertos.Mi Patria defendida por Carlos.Esa Patria donde Ellatiene aleros que la cubren,donde Ella mira el cieloy me escribe palomas,Donde Ella tiene su calley sus vecinosy repite mi nombre todo el día.Allá donde mis hijos piden Ángelesque protejan a su padre.Todo parece lejos esta noche.¡Si pudiera morirmeno tendría tiempo para hacerlo!Pero ahora le escribo simplemente:New York, Octubre l5.La estampilla no tiene campesinosni bambucos,en ella mira, con sus ojos de piedra,una Libertad con ascensores y turistas,que recibe la brisa del mar y de los ríos;los barcos pitan cuando pasanjunto a ellay los inmigrantes la miran en silencio,se sientan a la sombra de sus manosy se quitan las sandalias y el camino.Luego caminan por Broadwayy se llenan los ojos de vitrinas,hacen cola en las fábricas,leen el Journal,recogen hojas secas en otoñoy las blancas-nieves en invierno,empeñan sus cadenas de oroy van al cine,maldicen en inglés y rezan en su idioma, viajan en el subway,van a las playas de Conny Island,montan en la Rueda de Chicago¡Y SON FELICES...!Muchas veces le escribo sobre el vientoque trae del norte monogramas de pino,o que viene desde el surherido por los gritos de las gentesque queman Sinagogas,levantan cruces de fuegoy le niegan una pizarra a los niños negros.Y le escribo con mis manos blancas,con mis ojos,con mis versos que tienen el mensajede este siglo:¡AH, DE VOSOTROSQUE DEJARÍAIS DE AMAR A DIOSSI DIOS FUERA NEGRO;SABED QUE DIOS ES NEGRO,AMARILLO, VERDE, AZUL...! Cómo recuerdo a Hugo cuando dice:"Esta piel de uva que yo tengo"Otras veces le escribo de los viejosque se juntan en los parques rodeadosde palomas y de ardillas,mientras el sol de tibio espantoseca la soledad de sus camisas,de las mujeres que se pintanun desvelo por los ojosy sacan perros a orinar en las esquinas;de los hombres que tienen sedy se limpian el miedo con Ginebra;de pintores, poetas y ladronesen el Village,donde hay mujeres con curvas en el senoy muchachos con Wilde en la cintura;de los ciegos que detienen la muertecon su cayado blancoy dibujan en sus manos la ternura,de Allan Poe, de Withman...Otras veces le escribo solamente¡Yo te quiero!Yo te quiero y lo repito varias veces.Lo repito varias veces y lo sueño:un balcón abierto, tres guitarras,la misma canción de siempre,"Chacha Linda",y los amigos,Gonzalo, Ferreira...,el uno mira las estrellas,el otro mira las estrellas y las cuenta,yo la miro a Ella solamentey repito sus dos ojos en silencio.Con Alcides estuve por los Lagos.Allí escribí su nombre con arenatendido junto al agua y los veleros.Dulces niñas corrían por la playa,mordían las palabras,empujaban el aire con sus senos,abrían caracoles y jugabancon la voz de los viejos marineros,mientras el humo de sus pipasdibujaba tiburones y cangrejos.Allí los árboles ofrecen con orgullola casa jubilosa de sus ramas,sus poros verdes, sus raícesy una sombra que repartena los grillos, a la hierba,a las mujeres encintay a los niños.Allí en los Lagos, su nombre, quedó escritocon semillas, con arena, con pájaros,con versos.Luego le escribo de Manhattan,la que sufre de insomnio y de fatiga,la de los altos rascacieloscon sus terrazas cautivasy los puentes que se cuelgande las nubesy parecen hamacas fugitivas.La yerba, el opio y la morfinason las puertas falsas de este infierno,en las calles hay gentes que masticanel hambre y duermen bajo duroscabezales de piedra, y locos que predican fugaces evangeliosrepartiendo el embrujo de los sueños muertos.A lo lejos, en Harlem,los viejos saxofones acompañana Louis Armstrong cuando canta con su voz de sordina:"When the saints come marching in, when the saints come marching in. I want to be in that number".Esta noche todo parece lejos:si pudiera morirmeno tuviera tiempo para hacerlo. ARMENIA Los turcos masacraron a una gran cantidad de cristianos en la República Armenia de la Europa Oriental y eso fue lo que motivó que los colonizadores usaran este nombre, como un homenaje a dicho país. Se dice –pero con ninguna probabilidad de que sea cierto– que se propuso inicialmente darle el nombre de ARCENIA, la esposa de Tigreros, pero como esta sugerencia no fue aceptada, ese nombre fue maquillado, cambiándole la C por la M. Se dice…… Cuando vivimos en Nueva York nos hicimos amigos de Juan Muradian y de otros inmigrantes de la República de Armenia. En varias ocasiones asistimos a sus reuniones, con vino, danzas y una excelente comida. De ahí salió la idea de hacerle un homenaje a la capital del Quindío, para lo cual un escultor armenio modeló en bronce una enorme cabeza de Lincoln, la que ellos instalaron en la carrera 19 a la entrada de la Avenida hacia El Bosque, con un pedestal en la forma de un libro abierto en cuyas páginas había un mensaje en español y en su idioma, con tan mala suerte que un camión lo destrozó. Después de tener guardada la cabeza de Libertador de los esclavos durante algún tiempo, fue colocada en un pedestal a la estrada de El Bosque, sin referencia de ninguna clase. En este generoso regalo de los armenios debiera, por lo menos, colocarse una nueva placa conmemorativa. Cumplido su período de cinco años como Notario, mi padre regresó a Armenia donde compró el Hotel Internacional, situado en un costado de la Plaza de Bolívar, con la calle 21, que ocupaba media cuadra por la calle y media por la carrera, donde funcionó hasta hace poco el Banco Central Hipotecario. Ese era el Hotel más famoso de Armenia, al que llegaban los agentes viajeros, los toreros, las compañías de teatro y fue para nosotros como un puerto, siempre novedoso, siempre lleno de pasajeros. Yo recuerdo varios acontecimientos de mi vida, difíciles de olvidar. Uno de ellos se refiere al famoso torero español Rubito de Sevilla, al que recientemente vi reseñado en un programa de la TV, sobre los toreros españoles que estuvieron en Colombia. A Rubito le fue tan mal en Armenia, que tuvo que dejar todo su equipaje en las bodegas del Hotel y se fue sin pagar la cuenta. Un día cualquiera yo entré a la bodega y saqué el traje de luces, los capotes y la espada, los envolví en unos reriódicos y me los llevé, acompañado por unos amigos, a un potrero que tenía frente a El Bosque don Ceno Vélez, padre de un extraordinario iluso que se llamó Elías, donde había unos terneros con el deportivo entusiasmo de unos “miuras”. Al llegar me vestí con el traje de luces –Rubito y yo teníamos la misma estatura- y, ante el regocijo de mi “público”, me puse a sacarle suertes con la muleta al primer rumiante que se acercó. Mis amigos gritaban, como buenos aficionados. Al momento de matar me pasaron el estoque y, cuando me estaba perfilando para hacerlo, un lejano espectador –que era el dueño de los terneros–, empezó a gritar y todos salimos corriendo de huída, dejando atrás mi ropa de “civil”, con la mala suerte de tener que regresar con mis atuendos taurinos en medio de los aplausos de los sorprendidos transeúntes. La “cueriza” que me dieron fue del otro mundo, cuyos efectos duraron hasta cuando me disfracé de mago con la ropa que había tenido que dejar en la bodega, por falta de pago, el entonces llamado Conde de la Malasia, adivino y “mentalista”. Con turbante blanco, barba postiza, bola de cristal y un manto parecido a una sotana de tela negra, inicié, con las cartas, la lectura de la buena suerte, los vaticinios favorables para el éxito de mi clientela. Mi “experiencia de mentalista” no me sirvió para anunciar la inesperada visita de mi padre, quien me sacó cogido de una oreja ante el asombro de mi clientela, que aún se quedó esperando mi regreso en el cuarto contiguo. Esta vez no sólo fue castigo corporal sino la suspensión de huevos en el desayuno y de dinero para el cine de los domingos, especialmente cuando se iniciaba una serie de los “guapos” de ese tiempo, como Tim McCoy, Buffalo Bill, Buck Jones y Hopalong Cassidy… En el Hotel descubrí otro infierno parecido al de Barbucce, que consistió en un agujero que encontré en la división de madera, que daba a un baño, por el cual vi a todas las mujeres que se bañaban desnudas, aún cuando hubo muy pocas que usaban traje de baño. A mi edad, l4 años, eso fue un descubrimiento que casi acaba con mi salud .La vida en el Hotel fue maravillosa. Mi padre contrató un pianista de apellido Guerrero, que iba todos los fines de semana a amenizar los bailes que allí se organizaban y al cual concurrían muchas señoras de la ciudad. En los desfiles de carrozas durante los carnavales, las tribunas o ventanas, que eran muchas, se arrendaban con anticipación para observar los desfiles. El hotel fue llamado el Pequeño Paris, porque en el ensayaban a plena voz los cantantes de las óperas y los artistas de la grandes compañías. Los toreros, como Rosemberg López, practicaban en los largos corredores del Hotel con una cabeza de toro montada sobre ruedas, sacándole “quites” con sus rojos capotes, mientras mis hermanos y yo aplaudíamos a morir. Por allí desfilaron las candidatas para Reinas del Carnaval en las fiestas del cincuentenario, en fastuosas carrozas, como Ligia Jaramillo, Angelina Rendón y Miss Pandequeso, quien vendía “parva” en un toldo de la Galería y quien, aparentemente, había ganado las elecciones. Años más tarde las candidatas fueron Luz Suárez, nieta de los Fundadores y la hermosa Ofelia Gonzáles, quien contó con el apoyo de los periodistas y de los poetas, pero, a pesar de nuestros líricos esfuerzos, perdió, porque las chequeras de los socios del Club América pesaron más que nuestros versos. Ofelia Fui, soy y seré en ti, Dulce Princesa, en tus ojos de sombra dividida, en tu cuerpo de Tierra Prometida y en la noche dormida en tu cabeza. En tu nombre nombrado, en la corteza de tu voz, en tu sangre arborecida y en la isla del amor, desconocida, pero siempre sabida en tu belleza. Eres el ecuador de mi universo y el Caracol Azul donde mi verso, marinero de música, se encierra. Fui, soy y seré en ti, Tarde Primera, Reina del corazón en primavera y Mariscala de Aire, Mar y Tierra. LA LECTURA Yo adquirí, como mi padre, el gusto por la lectura y empecé a leer todos los libros de su pequeña biblioteca. El autor que más me impactó fue Plutarco, con su obra Vidas Paralelas. Me gustaron mucho las biografías de los grandes hombres y fui asiduo lector de Víctor Hugo, Balzac, los Dumas y otros más que todavía recuerdo. La lectura de Francisco Luís Bernardez, Carranza, Jorge Rojas, García Lorca y Porfirio Barba Jacob, fueron, en mis primeros tiempos, quienes abrieron el camino de los versos La influencia de Julio Alfonso Cáceres -quien recitaba a Bernárdez lentamente y con furor amotinado a Portogalo- fue definitiva para ir descubriendo el iluminado sendero de la Poesía. El poeta nace, pero no se hace. Ninguna Universidad, ni la de Salamanca (“como decíamos ayer….”) puede pedirle peras al olmo. Cáceres, además de ser un buen prosista, fue uno de los mejores poetas del Quindío, con Baudilio -el último de los rapsodas colombianos-. Carmelina Soto, Noel Estrada Roldán, Juan Restrepo, Benjamín Baena Hoyos Bernardo Pareja, Ovidio Rincón, Humberto Senegal y unos pocos más de las nuevas generaciones, que tienen realmente estilo y reconocida capacidad poética. El soneto de lulios a Inés -porque siempre habrá una INES para todos los poetas- es la muestra más completa de su acendrado lirismo:Ruta en la noche al sueño no soñado,arpa en la voz del aire conmovido,para poder vivir lo no vivido fue preciso olvidar lo ya olvidado.Si por todas las rutas he viajadosin hallar el camino preferido,he ganado en canción lo que he perdidoal borde de tu vino no libado.Delgada soledad de llanto y nube,todo en tu nombre hasta la ausencia subeirremediablemente desalado. Al norte de tus manos gime el hieloy el invierno, sin lámparas ni cielo, se agranda en tu silencio enamorado. Julio Alfonso me corrigió en varias ocasiones, evitándole muletas a algunos de mis sonetos, lo cual me autoriza para corregirle el último verso del segundo terceto. (Es con mucho gusto mi querido Julio) RECITAL DE $200 La publicación de mis primeros sonetos fueron generosamente comentados por la crítica, conceptos que yo consideré exagerados, ya que cuando publiqué mi primer libro yo mismo lo retiré de las librerías, por considerarlos de poco valor y los escondí en el cielo raso de la casa, donde se lo comieron las ratas y la avidez literaria de los comejenes. Yo vivía en una pensión en Manizales y cuando fui a pagar la cuenta tuve que ir a la Secretaría de Educación con el fin de que me pagaran un recital en el Instituto Universitario, donde había cursado mi Bachillerato, por el cual me dieron $200 pesos. Al llegar al Colegio encontré el salón del auditorio completamente lleno, donde había gente que estaba esperando una demagógica y autosuficiente perorata, e inicié la lectura, en tono pausado como siempre lo he hecho, diciendo que no tomaran mis versos como ejemplo para sus posibles inquietudes literarias, porque ellos estaban plagados de defectos, y que la razón de mi presencia era la de rescatar mi maleta retenida en un Hotel por falta de pago. Nunca he sido vanidoso y esperé mucho tiempo para escribir de nuevo, quitándome las influencias que pudiera tener. Fue a mediados de los años 40, en esa época sentimental de “La niña Azul”, cuando publiqué mi primer libro. Tomás Calderón escribió un artículo en La Patria, haciendo una fuerte crítica a mis versos y Julio Alfonso Cáceres le contestó con un artículo, recientemente descubierto por mí en un antiguo archivo, del que sólo conservo una deteriorada e incompleta fotocopia, de la cual incluyo los siguientes apartes: “Sepúlveda utiliza los exactos materiales de siempre, las mismas palabras que todos llevamos prendidas en el capítulo primero de un sueño, para dejarlas caer cuando la ausencia alarga el hierro estridente de los ferrocarriles y el amor acuña monedas inverosímiles con el granizo sordo del olvido. De ahí que para establecer paralelos en la poesía, no hay que perder de vista las fronteras del tiempo. No podemos fijar supremacías y divergencias entre las suspirantes madreselvas de Bécquer y los bosques de fusiles y dinamita de José de Portogalo. Resulta, pues, inoperante mencionar a Heredia cuando se lee a Sepúlveda. Con toda la autoridad que nosotros le reconocemos a Tomás Calderón para hacer crítica literaria, tenemos que rechazar ese concepto. De Los Trofeos a La Tarde y Ella, existe la misma distancia que va desde las Madonas sonrosadas de Luca della Robbia a los relojes sonámbulos de Salvador Dalí. Los sonetos de Heredia pasan a manera de solemnes y frías esculturas, donde el acierto de las imágenes sustituye la música de las pasiones. En cambio tenemos a su contemporáneo, ese cristo bohemio que se llamó Paul Verlaine, cuya poesía es una desesperada batalla de los sentidos, un alarido de la carne flagelada, efímera y sensual. Algo así como el dulce canto de un pájaro en el árbol de lodo de los siete pecados capitales. Con todo esto, los dos poetas, cada uno en su esfera, alumbran con luz propia y permanente en el cielo eterno de la poesía. No se trata de calificar arbitrariamente la obra de Sepúlveda: Como todo primer viaje a la comarca de oro de la Belleza, se palpan a veces ciertas vacilaciones. Se perciben ecos de pasos en falso y de improviso algunas sombras mayores cruzan de puntillas bajo la luz de su encantado territorio. Pero lo que sí es un hecho evidente es que estamos asistiendo a la epifanía de un gran poeta, de una poderosa voz lírica que va a llenar de poesía el mapa de Caldas. La poesía de Guillermo Sepúlveda es rica en búsquedas y hallazgos, de una insistente y variable sonoridad interior. Los motivos de sus cantos son primero dibujados sobre mudas arenas de silencio, antes de lucir el manto de guitarras en la forma poética. Fiel al espejo de su siglo, Sepúlveda pinta sus paisajes melódicos con esa tinta desproporcionada que desfigura los ángeles de Rafael Alberti, las lunas verdes de Federico y los jardines de cristal de Juan Ramón Jiménez.” Cuando viví por algún tiempo en Salamina Caldas, la Bibliotecaria descubrió que yo escribía versos y me comprometió a dar una lectura de ellos, el sábado siguiente a las siete noche. Yo llegué, acompañado por mi esposa y encontré el salón completamente vacío. La bibliotecaria me pidió permiso para ir a buscar más víctimas para el “poeticidio” que se estaba preparando. A las siete en punto me subí a “la pucha” y empecé a leer los versos previamente escogidos, como si el auditorio tuviera lleno completo. Cuando estaba leyendo el último soneto, ella apareció con cuatro personas más y me pidió que repitiera la lectura. Yo no quise hacerlo y me despedí de los invisibles asistentes, repitiendo ceremoniosamente las últimas palabras de Beethoven a la hora de su muerte: “Plauditi amici comedia finita est” MI PRIMER LIBRO Mi primer soneto, a los dieciocho años, lo escribí en una mesa de café, mirando a una hermosa mujer asomada a la ventana de un Hotel. Julio Alfonso lo publicó en un diario donde él trabajaba, sin ponerle ni quitarle nada. Cuando leyeron mis versos, uno de mis amigos me preguntó: Estás de poeta? y yo le contesté, mucho tiempo después, en un poema que se tituló Invitación a mi Nombre: CÓMO SI SE PUDIERA ESTAR DE DIOS O DE HOMBRE! Así eres tú Como la sombra de la luz, delgada, como el recuerdo del olvido, leve, como la esencia del color, rosada y como el tiempo del instante, breve. Como la voz en el silencio, clara y como el tacto de la ausencia, suave, como la vida de la muerte, rara y como el vuelo de las alas, ave. Como la cuna de la llama, fuego, como la queja del que sufre, ruego y como el agua evaporada, nube. Como el perfume de la angustia, llanto, como el cristal de la campana, canto y como el alma del jazmín, querube. A los pocos días de haber editado mi primer libro La Tarde y Ella, lo recogí de las librerías donde lo había repartido, a pesar de los favorables comentarios de la prensa de Manizales, Bogotá, Medellín y Cali, y los guardé en cajas de cartón como ya lo expliqué. Hoy no tengo ni un solo ejemplar de La tarde y Ella. Solamente logré sacar fotocopias del ejemplar que dejó Humberto Jaramillo Ángel en su voluminosa biblioteca en Calarcá. También deben existir ejemplares en las bibliotecas de muchos de los amigos a quienes se los obsequié. Ojalá uno de ellos me lo devuelva, gesto del que le quedaré muy agradecido. Para confirmar lo anterior voy a incluir la carta que publicó El Siglo de Bogotá, en su edición junio 30 de l955. LA PATRIA El doctor Restrepo me nombró Redactor de su periódico. Trabajé con Rafael Lema Echeverri, autor del soneto a la Virgen María, más diáfano y pulcro que yo haya conocido, del que sólo recuerdo un cuarteto: Qué tan serenamente sosegada esta dulce doncella florecida, en la edad de los lirios detenida, por la voz de los Ángeles nombrada. También fui compañero de Tomás Calderón, un ameno prosista, con el estilo armonioso y sencillo de Azorín -a quien Dios guarde para siempre sobre el cielo de Castilla-. En Manizales tuve grandes y muy recordados amigos, con quienes inicié el Club de los Saginos y, después, el grupo literario Milenios, integrado por José Vélez , Jorge Santander, Gonzalo Ríos Ocampo -el indomable ruiseñor-, Javier Ángel Maya y Camilo Orozco, quien escribió el doloroso poema “Entierro Pobre”, inspirado, tal vez, por César Vallejo: “Cuatro sombras que llevan a una sombra: un inmenso dolor que va descalzo.” José Vélez y Santander eran unos bohemios de tiempo completo. Ambos excelentes escritores, ambos místicos, ambos conservadores y como el Dr. Restrepo no quería que estos amigos desperdiciaran su desbocada inteligencia en bares y cantinas de mala fama, llamó a Jorge y le propuso que si se sometía a un adecuado tratamiento, auspiciado por “alcohólicos anónimos”, le daría una bien remunerada y permanente posición en La Patria. Afortunadamente, nuestro amigo aceptó la propuesta. Luego llamó a José y le propuso lo mismo, pero éste iluminado bohemio, fiel a su costumbre de fumar marihuana y tomar aguardiente, le contestó: Doctor, yo prefiero seguir siendo un borracho público que un alcohólico anónimo. Gonzalo le hacía una gran ventaja a todo el resto del grupo: consumía aguardiente todos los días y se olvidaba de comprar el mercado para la familia. Cuando salía de recibir su sueldo, metía la mano en el bolsillo del pantalón, agarraba los billetes, como si los fuera a ahorcar y empezaba a buscar desesperadamente a un amigo para decirle: “vámonos a beber esta plata antes de que me la gaste”. Gonzalo se casó con una santandereana, tan pequeña de estatura como él, quien cada que nuestro amigo llegaba borracho lo “agarraba” a golpes En uno de mis viajes a Bogotá nos tomamos unas cuantas botellas de Néctar en una cantina del centro y cuando se diò cuenta de que ya eran las nueve de la noche me rogó que lo acompañara a su casa, para ver si de esa manera se libraba de su feroz consorte. Al llegar se asomó por un postigo y le preguntó a uno de sus hijos: “Su mamá está suelta?” Ella fue muy atenta conmigo y me presentó a mi ahijado, explicándome que ya estaba más grande que Gonzalo y yo le dije: Más grande que el papá está desde cuando nació. Un amigo le preguntó que si era cierto que se había casado con una “cocacola” -teenager- y él contestó: “Que va, con una “leona pura” –gaseosa muy conocida en ese tiempo-. Estando trabajando en el Almacén Departamental, llegó a su oficina un cobrador con una cantidad de “vales”, los cuales exigió que se los pagara inmediatamente, porque tenía órdenes de no regresar sin el dinero y Gonzalo le contestó con un alcohólico cinismo: Lo mocharon mijo, lo mocharon…… En Manizales se celebró un Congreso de Intelectuales al que él asistió, “guasquiladiao” como siempre y cuando Gabriela Londoño Villegas, hermana de “Luis Donoso”, intervino para hacer valer la presencia de la mujer en la vida intelectual del país, Gonzalo la interrumpió para decirle que el cerebro de una mujer era del tamaño del cerebro de una gallina. La oradora lo increpó pidiéndole que se acordara de Madame Curie, George Sand y Simone de Beauvoir, pero Gonzalo le contestó: “Estás en lo cierto Gabriela, el cerebro de una mujer inteligente es del tamaño del cerebro de dos gallinas”. En esa misma reunión estaba Gilberto Alzate con su luciente calvicie y León Safir -Rifas Noel- con su exuberante cabellera, autor del popular soneto, con música de pasillo: Señor, mientras tus plantas nazarenas suben hasta la cumbre del calvario… yo también, cabizbajo y solitario, voy subiendo a la cumbre de mis penas, quien quiso clavar la primera banderilla de humor diciéndole a Gilberto: tú eres un león sin melena y Gilberto le contestó: y tú una melena sin león. Otra anécdota parecida a ésta se refiere a mi amigo César Mejía Duque, hermano del dirigente liberal Camilo, quien llegó retardado a una sesión de la Asamblea de Caldas y otro diputado que quería hacerse notar, conocido por el apodo de Chucho Feo, se puso de pié y con el brazo levantado le dijo “Ave César” y César le respondió con la misma ceremonia: “Avechucho” GILBERTO ALZATE AVENDAÑO El Caudillo Gilberto fue uno los políticos más inteligentes y sagaces, no solamente en Caldas sino de todo el país. Cerró filas con el partido Nacionalista, de la extrema derecha y fundó el grupo de Los Leopardos con Silvio Villegas, Joaquín Estrada Monsalve, Fernando Londoño, Camacho Carreño, Serrano Blanco, Ramírez Moreno y otros excelentes oradores y aguerridos hombres al servicio de la política. Este grupo, cuyo Jefe era Gilberto, combatió la dictadura civil de Laureano Gómez y proclamó, tiempo más tarde, la candidatura neo-falangista de Alzate Avendaño, quien en su aspecto físico era muy parecido a Mussolini. Yo era amigo de él desde antes de que Hernando Santos me nombrara Corresponsal Especial del Tiempo para todo el viejo Departamento de Caldas. Fui encargado de hacerle ambiente a la campaña política de Alzate, contra el Directorio Conservador manipulado por La Patria, lo cual fue relativamente fácil porque los conservadores leían primero El Tiempo. Gilberto me puso escritorio en su oficina y mis informes sobre las multitudinarias concentraciones alzatistas, fueron aumentando el ya exagerado número de asistentes. En esta forma y, consecuentemente, aumentaron los votos que se obtuvieron en las elecciones. Cuando yo regresé de Chile –más adelante escribiré sobre este viaje- Gilberto trató de conseguirme un puesto en el Ministerio del Trabajo y, en mi presencia, llamó al Ministro Aurelio Caicedo Ayerbe y le dijo: Aurelio, te voy a enviar a un amigo para que me le consigas un bien remunerado puesto. No tiene sino un defecto: es liberal, pero caminando ligero no se le nota. Como allí no resultó nada, me envió al Ministerio de Educación donde mi amigo Fabio Vásquez Botero, quien tampoco me pudo conseguir puesto, a pesar de que ya estaba “caminando ligero”. Entonces Gilberto me dijo: con esa fama de “nueveabrileño” que usted tiene no hay quién pueda ayudarle, pero cuando yo sea Presidente y ese puesto nadie me lo podrá quitar, pídame para que país quiere irse y, mientras tanto, vaya al Diario de Colombia y dígale a Laverde que lo ponga en la nómina. Inicialmente el Dr. Laverde me dijo que Gilberto estaba loco, porque él sabía que no había con qué pagar nuevos empleados, pero, como las órdenes de Gilberto no se discuten , vaya a trabajar con Hurtado García. Cuando pegunté por la oficina del excelente escritor caldense, me informaron que era una mesa de un café-cantina al frente de la calle. Fui a buscarlo y Hurtado me dijo que mi primera tarea era la de comprar una media de Néctar. Este era otro liberal protegido por Gilberto. Siendo periodista profesional yo no podía pasar el tiempo “acolitando” a Hurtado en la cantina y me fui metiendo poco a poco en las tareas del periódico, terminando encargado de la información local. Para no dejarme “chiviar” en mi trabajo conversé con Hernando Santos, quien le ordenó a Casas que colaborara conmigo en ese aspecto. Gilberto me llamó muchas veces para dictarme los Editoriales y se paseaba por el cuarto con los bolsillos del saco llenos de galletas, pasteles y tostadas, con una buena provisión de gaseosas. Me dictaba un poco y tenía que leerle lo ya escrito para tomar impulso. Al terminar, agotadas mi paciencia, las galletas y las gaseosas, regresaba a mi trabajo, donde Alberto Acosta estaba esperando por las noticias del día. A pesar de haber trabajado en La Patria y en Diario de Colombia, voceros del conservatismo, ni el Dr. Restrepo ni Gilberto tuvieron queja de mi comportamiento. Nunca intervine en las noticias de carácter político y siempre tuve la honestidad profesional que me hizo acreedor a su confianza. Un fin de semana, en las horas de la tarde, cuando ya se habían ido casi todos, me llamó Acosta, el jefe de Redacción y me pidió que fuera con el fotógrafo a cubrir una información, sobre un nuevo grado que iba a recibir el Jefe de la Dijín. Estando allá, un detective de Armenia se acordó de que yo era un “peligroso” liberal en el Quindío y entonces me sacaron de la reunión y, al requisarme, me encontraron un poema recientemente escrito por mí, titulado “La Patria está Caída”, que era una atrevida invitación a engrosar las filas de Guadalupe Salcedo: Luego me metieron a un carro de la Policía y se fueron a buscar quién les prestara un vehículo particular, con la intención de darme un “paseo”, al fin del cual sólo aparecía el cadáver del secuestrado. El conductor del carro donde yo estaba, tenía el compromiso de recoger a la esposa de un oficial y, sin esperar, me condujo al Cuartel, donde me entregó sin mayor explicación. El encargado de la Guardia, después de escuchar lo sucedido, me permitió llamar al periódico, donde solamente estaba el “guachimán” (watchman), pero ante la duda de que fuera cierto lo que yo decía, me permitió llamar a mi esposa e ir al dormitorio de los oficiales. Dos horas más tarde entraron varios detectives borrachos, preguntando por mí y cuando uno de ellos trató de levantar la cobija que me cubría, alguien le dijo algo y entonces se retiraron. Estuve en inminente peligro de ser asesinado. Cuando Gilberto apareció en la mañana gritó que si no me soltaban de inmediato, él se iba a encargar de hacer castigar a los responsables. Cuando salió, llamaron al Coronel, quien no sabía nada de lo ocurrido y le informaron de la furiosa protesta del Dr. Alzate. El pajarraco que inició mi captura fue destituido al día siguiente. La imprevista muerte de Alzate Avendaño acabó con mi posibilidad de haber viajado a Europa con un argo diplomático, no solamente por nuestra amistad sino porque la lectura de mis versos lo habían impresionado y sabía que yo era una persona capaz de desempeñar el cargo que, tácitamente me había ofrecido. EL BOLIVAR DE OBREGON Estuve muy indeciso de incluir este breve comen tario sobre el Bolívar pintado por Obregón y genialmente trasladado en uno de sus famosos tapices por Gloria Pino, debido a mi inconformidad con el soneto que, a petición de Alberto Ceballos, escribí sobre este motivo y, casi al cierre de esta esta edición, resolví hacerlo a petición de mis amigos de la Carreta de Agua, a quienes, seguramente, no les interesa mi –a veces exagerado- concepto de la autocrítica. Obregón pintó a un Bolívar demacrado, derrotado y vilipendiado por sus compatriotas, cuando en su viaje de un exilio político llegó a Santa Marta. Allì, enfermo y pobre, tuvo que aceptar las puertas abiertas de San Pedro Alejandrino, donde un español –¡qué ironía!- tuvo que ofrecerle abrigo y, por lo menos, una camisa limpia para morir. El Bolívar de Obregón A Gloria y al Topo Este Bolivar de Obregón, dolido, despojado de toda su armadura, tiene la soledad y la amargura de un guerrero exilado y confundido. Este Bolívar de Obregón, perdido en el reflejo de su propia altura, dejó a su Patria en libertad segura y fue por nuestra Patria escarnecido. Muriò pobre, de todos olvidado, él, que tantos laureles ha ganado para un pueblo de amnesia prematura Hoy su recuerdo guardará la Historia. nadie podrá gozar de tanta gloria: ¡Libertador de homérica estatura! MI PRIMER PERIÓDICO La primera hoja periodística en la que intervine, primero como noticia y luego como colaborador permanente, fue El Jilguero, -de poético no tenía nada- que con algunos condiscípulos en el Colegio de los Hermanos Maristas en Armenia, lo “editábamos” todas las semanas, escrito a mano en hojas de cuaderno, que pegábamos con alfileres en las paredes del colegio. El primer ejemplar fue dedicado a una pelea que mi primo Gonzalo Posada y yo tuvimos en el patio del Colegio, por unas saludes que le envié con él a su hermana Myrian, una deliciosa morena a quien aún recuerdo. Mi inolvidable amigo Orlando Villegas Palacio, cuyo seudónimo era OVIPA, aportó las caricaturas de los dos contendores. Este “periódico” duró durante todo el año escolar y nos produjo unos excelentes ingresos de cuatro o cinco centavos semanalmente. Aún conservo el original del primer número, fechado en el año de l935. Orlando era fachista y yo un incipiente simpatizante comunista. Fundamos un radioperiódico bipartidista, con auditorio propio y un excelente micrófono barredor, al que llamábamos simplemente “la escoba”. Al terminar las “audiciones”, generalmente en la tarde de los sábados, en su casa o en la mía, terminábamos en acaloradas discusiones y muchas de ellas terminaban a “escobazo limpio” La más álgida de todas fue la noche de la pelea por el campeonato mundial de peso pesado, entre Joe Louis y Max Schmeling, en la que todo el mundo estuvo interesado, porque el uno era negro, en representación de los Estados Unidos y el otro en representación de Hitler y su famosa raza aria. PLUMA DE FUEGO Mucho tiempo después publiqué un semanario de varias hojas que se llamó Pluma de Fuego, inspirado por Juan Montalvo, autor de “Los capítulos que se le olvidaron a Cervantes” y por Vargas Vila, el más grande panfletario de Colombia, demoledor de tiranuelos, que nunca le rindió pleitesía a nadie, ni se arrodilló ante los curas; agresivo y violento escritor liberal, en una época clerical y goda, que aún se conserva oficialmente consagrada al “Corazón de Jesús”. Rojas Garrido, Juan Montalvo, Diógenes Arrieta, Vargas Vila y Juan de Dios Uribe fueron los pioneros de una histórica revolución intelectual, que sigue siendo el estandarte de una generación que aún permanece viva en mi memoria. Este periódico, que “de fuego” no tenía nada, sólo salió una vez, porque los anunciadores no me quisieron pagar los avisos y mi generoso editor tuvo que patrocinar mi fallida aventura. Afortunadamente aún conservo el ejemplar cuya fotocopia se incluirá en seguida. Al citar a estos colosos, quiero explicar que, cuando yo estudiaba en Manizales, fui un aprovechado estudiante de la cátedra de pintura y, para participar en un concurso con mis condiscípulos, presenté copias a lápiz, hechas por mí, de retratos que aparecieron en un libro que estaba leyendo, las que aún conservo en mi colección de antigüedades desde hace 70 años. Montalvo luchó en sus artículos contra el dictador clerical del Ecuador, García Moreno; Vargas Vila, el gran exiliado, pronunció su famoso discurso ante la tumba de Diógenes Arrieta: “Aquel que dijo a Lázaro: levántate, no ha vuelto en los sepulcros a llamar. No llamará en el tuyo. Duerme en paz!”. Aunque sus novelas no tienen la calidad que algunos críticos quieren reconocerle, su prosa panfletaria contra la iglesia y los dictadores de los países latinos, elevaron su prestigio revolucionario a niveles no alcanzados aún por nadie. Rojas Garrido tuvo el honor de ser el más fogoso orador de Colombia. También tengo que recordar a Juan de Dios Uribe, quien fue otro ilustre paladín de este grupo que combatió a la Patria Boba de la hegemonía conservadora. Casi todos ellos murieron en el exilio! ALGO SOBRE MIS VERSOS Cuando viajé a los Estados Unidos, al término de mi primer año de Derecho, habiendo dejada colgada mi “lira”, en uso de un deplorable retiro, encontré que estar lejos de la Patria era, como muchos lo han repetido, la nostalgia sentimental y provinciana de un seudo poeta como yo, que a los pocos días de haber llegado reincidí, escribiéndole una carta-poema a la que fue mi esposa, titulada Soledad sin Ella en Nueva York, olvidando, casi del todo, el soneto y sus gerundios. El contacto con la gente de ese extraordinario país, me permitió llegar a ser el Poeta que yo quería ser y, siguiendo la cordial invitación de Rafael Lema Echeverri, empecé a buscar en los versos libres el camino que me abrió, poco a poco, el verdadero destino de mi poesía: “Todo parece lejos esta noche, lejos y desolado como un río con sus peces muertos, como un niño sin padres que lo miren dulcemente, como una hormiga sin tenazas para cortar el otoño, como un caballo sin cascos de oro para buscar el crepúsculo.” Aún cuando regresé posteriormente al soneto, el tema de ellos fue más vital y compenetrado con las angustias del Hombre. En el principio de mi permanencia en Nueva York, esta ciudad me pareció una selva de piedra y de cemento. Yo no creo que mi poema citado en este capítulo, tenga ningún parecido con el que escribió García Lorca, porque nunca lo había leído y mucho menos la “Sinfonía Satánica del Credo” porque tampoco había leído a Baudelaire, autores estos que solamente vine a conocer hace poco en la Biblioteca Pública de Sevilla. No quiero parecerme a nadie y presumo que mis versos son realmente malos, pero son míos. Como prueba de la angustia que, inicialmente, sentí en Nueva York, va este pequeño poema: La Piedra Aquí la piedra crece, se desborda por el mundo, va cubriendo los campos, las ciudades, los antiguos caminos donde corren potros de piedra desbocados. ¡Aquí la piedra! Este barro de piedra que nos llena el corazón de piedra iluminada. ¡Aquí la piedra! Hierba de piedra cubre la colina, azucenas de piedra que florecen con su aliento de piedra perfumado. Un arrullo de piedra en las palomas por su blanda ternura derrotadas y este Hombre de piedra pensativo con su herida de piedra en el costado. ¡Aquí la piedra! Yo no se si estoy superficialmente iluminado por el espíritu de la Poesía. Es muy difícil saberlo, a pesar de que todos los comentarios que hicieron sobre mis libros fueron altamente elogiosos. Solamente sé que he perdido un poco de mi antigua modestia, que me mantuvo alejado de los “sanedrines literarios” y será únicamente el dictamen de la posteridad el que podrá decirlo con certeza. Afortunadamente la posteridad llega muy tarde y para ese lejano entonces ya no me importará su silencio. La mayoría de los poetas coronados en vida, no son recordados, con muy pocas excepciones. Esta es gente vanidosa, medianamente mediocre, que se contenta con los aplausos. Por eso no hago alardes de nada y, regularmente, escribo para mi íntima satisfacción. Tengo la seguridad de que unos pocos sonetos y algunos poemas podrán salvarme de un total anonimato. Si yo fuera vanidoso hubiera guardado todo lo escrito sobre mí. En mi último libro incluí unos párrafos críticos, y me inclino a creer un poco en el exagerado concepto de Germán Pardo García, por tratarse de un excelente Poeta, sin compromisos de ninguna clase, escrito en la dedicatoria de su poema Las Voces del Abismo y a quien no conocí personalmente ni había leído su maravillosa poesía. Mi único contacto con él fue el envío que le hice de un ejemplar de mi segundo libro “Poemas y Sonetos”, por insinuación de Fernando Mejía Mejía Su respuesta fue una carta de un párrafo ofreciendo publicar mis poemas en su revista Nivel y en seguida me envió su extensa antología de l33l páginas, lo mismo que dos libros más. Mi librito era de 80 páginas y su tamaño de un cuarto de papel-carta, sin alardes editoriales ni poéticos. De su dedicatoria sólo vine a darme cuenta, veinte años después, cuando mis amigos de Sevilla Valle me insinuaron que debiera incluirla en mi Selección Poética. Mis ediciones anteriores no tuvieron prólogos, ni “solapas”, ni comentarios de ninguna clase, porque yo quería que mis lectores no fueran presionados por elogios, generalmente inmerecidos. En mi concepto, en vez de prólogos los libros debieran tener un epílogo, escrito por los lectores, con sus comentarios sobre la obra. Lo que sucede realmente es que, con muy pocas excepciones, he vivido alejado de recitales y de homenajes. El médico Julián Osorio, quién me ayudó a escoger el material para mi último libro, se encargó de sacar del cajón de papeles olvidados, poemas escritos por mí hace más de sesenta años, desechados por considerarlos de poca calidad. Julián me hizo estremecer de asombro cuando los leía, los comentaba, los explicaba de tal manera, que yo mismo me sorprendí al descubrir el alcance y profundidad que él le encontraba a muchos de mis poemas, lo que apenas vine a medio comprender a última hora… ARMENIALos turcos masacraron a una gran cantidad de cristianos en la República Armenia de la Europa Oriental y eso fue lo que motivó que los colonizadores usaran este nombre, como un homenaje a dicho país. Se dice -pero con ninguna probabilidad de que sea cierto- que se propuso inicialmente darle el nombre de ARCENIA, la esposa de Tigreros, pero como esta sugerencia no fue aceptada, ese nombre fue maquillado, cambiándole la C por la M. Se dice......Cuando vivimos en Nueva York nos hicimos amigos de Juan Muradian y de otros inmigrantes de la República de Armenia. En varias ocasiones asistimos a sus reuniones, con vino, danzas y una excelente comida. De ahí salió la idea de hacerle un homenaje a la capital del Quindío, para lo cual un escultor armenio modeló en bronce una enorme cabeza de Lincoln, la que ellos instalaron en la carrera 19 a la entrada de la Avenida hacia El Bosque, con un pedestal en la forma de un libro abierto en cuyas páginas había un mensaje en español y en su idioma, con tan mala suerte que un camión lo destrozó.Después de tener guardada la cabeza de Libertador de los esclavos durante algún tiempo, fue colocada en un pedestal a la estrada de El Bosque, sin referencia de ninguna clase. En este generoso regalo de los armenios debiera, por lo menos, colocarse una nueva placa conmemorativa.Cumplido su período de cinco años como Notario, mi padre regresó a Armenia donde compró el Hotel Internacional, situado en un costado de la Plaza de Bolívar, con la calle 21, que ocupaba media cuadra por la calle y media por la carrera, donde funcionó hasta hace poco el Banco Central Hipotecario. Ese era el Hotel más famoso de Armenia, al que llegaban los agentes viajeros, los toreros, las compañías de teatro y fue para nosotros como un puerto, siempre novedoso, siempre lleno de pasajeros. Yo recuerdo varios acontecimientos de mi vida, difíciles de olvidar. Uno de ellos se refiere al famoso torero español Rubito de Sevilla, al que recientemente vi reseñado en un programa de la TV, sobre los toreros españoles que estuvieron en Colombia. A Rubito le fue tan mal en Armenia, que tuvo que dejar todo su equipaje en las bodegas del Hotel y se fue sin pagar la cuenta. Un día cualquiera yo entré a la bodega y saqué el traje de luces, los capotes y la espada, los envolví en unos reriódicos y me los llevé, acompañado por unos amigos, a un potrero que tenía frente a El Bosque don Ceno Vélez, padre de un extraordinario iluso que se llamó Elías, donde había unos terneros con el deportivo entusiasmo de unos "miuras". Al llegar me vestí con el traje de luces -Rubito y yo teníamos la misma estatura- y, ante el regocijo de mi "público", me puse a sacarle suertes con la muleta al primer rumiante que se acercó. Mis amigos gritaban, como buenos aficionados. Al momento de matar me pasaron el estoque y, cuando me estaba perfilando para hacerlo, un lejano espectador -que era el dueño de los terneros-, empezó a gritar y todos salimos corriendo de huída, dejando atrás mi ropa de "civil", con la mala suerte de tener que regresar con mis atuendos taurinos en medio de los aplausos de los sorprendidos transeúntes. La "cueriza" que me dieron fue del otro mundo, cuyos efectos duraron hasta cuando me disfracé de mago con la ropa que había tenido que dejar en la bodega, por falta de pago, el entonces llamado Conde de la Malasia, adivino y "mentalista". Con turbante blanco, barba postiza, bola de cristal y un manto parecido a una sotana de tela negra, inicié, con las cartas, la lectura de la buena suerte, los vaticinios favorables para el éxito de mi clientela. Mi "experiencia de mentalista" no me sirvió para anunciar la inesperada visita de mi padre, quien me sacó cogido de una oreja ante el asombro de mi clientela, que aún se quedó esperando mi regreso en el cuarto contiguo. Esta vez no sólo fue castigo corporal sino la suspensión de huevos en el desayuno y de dinero para el cine de los domingos, especialmente cuando se iniciaba una serie de los "guapos" de ese tiempo, como Tim McCoy, Buffalo Bill, Buck Jones y Hopalong Cassidy...En el Hotel descubrí otro infierno parecido al de Barbucce, que consistió en un agujero que encontré en la división de madera, que daba a un baño, por el cual vi a todas las mujeres que se bañaban desnudas, aún cuando hubo muy pocas que usaban traje de baño. A mi edad, l4 años, eso fue un descubrimiento que casi acaba con mi salud.La vida en el Hotel fue maravillosa. Mi padre contrató un pianista de apellido Guerrero, que iba todos los fines de semana a amenizar los bailes que allí se organizaban y al cual concurrían muchas señoras de la ciudad. En los desfiles de carrozas durante los carnavales, las tribunas o ventanas, que eran muchas, se arrendaban con anticipación para observar los desfiles.El hotel fue llamado el Pequeño Paris, porque en el ensayaban a plena voz los cantantes de las óperas y los artistas de la grandes compañías. Los toreros, como Rosemberg López, practicaban en los largos corredores del Hotel con una cabeza de toro montada sobre ruedas, sacándole "quites" con sus rojos capotes, mientras mis hermanos y yo aplaudíamos a morir.Por allí desfilaron las candidatas para Reinas del Carnaval en las fiestas del cincuentenario, en fastuosas carrozas, como Ligia Jaramillo, Angelina Rendón y Miss Pandequeso, quien vendía "parva" en un toldo de la Galería y quien, aparentemente, había ganado las elecciones. Años más tarde las candidatas fueron Luz Suárez, nieta de los Fundadores y la hermosa Ofelia Gonzáles, quien contó con el apoyo de los periodistas y de los poetas, pero, a pesar de nuestros líricos esfuerzos, perdió, porque las chequeras de los socios del Club América pesaron más que nuestros versos. OfeliaFui, soy y seré en ti, Dulce Princesa,en tus ojos de sombra dividida,en tu cuerpo de Tierra Prometiday en la noche dormida en tu cabeza.En tu nombre nombrado, en la cortezade tu voz, en tu sangre arboreciday en la isla del amor, desconocida,pero siempre sabida en tu belleza.Eres el ecuador de mi universoy el Caracol Azul donde mi verso,marinero de música, se encierra.Fui, soy y seré en ti, Tarde Primera,Reina del corazón en primaveray Mariscala de Aire, Mar y Tierra. LA LECTURAYo adquirí, como mi padre, el gusto por la lectura y empecé a leer todos los libros de su pequeña biblioteca. El autor que más me impactó fue Plutarco, con su obra Vidas Paralelas. Me gustaron mucho las biografías de los grandes hombres y fui asiduo lector de Víctor Hugo, Balzac, los Dumas y otros más que todavía recuerdo. La lectura de Francisco Luís Bernardez, Carranza, Jorge Rojas, García Lorca y Porfirio Barba Jacob, fueron, en mis primeros tiempos, quienes abrieron el camino de los versos La influencia de Julio Alfonso Cáceres -quien recitaba a Bernárdez lentamente y con furor amotinado a Portogalo- fue definitiva para ir descubriendo el iluminado sendero de la Poesía. El poeta nace, pero no se hace. Ninguna Universidad, ni la de Salamanca ("como decíamos ayer....") puede pedirle peras al olmo. Cáceres, además de ser un buen prosista, fue uno de los mejores poetas del Quindío, con Baudilio -el último de los rapsodas colombianos-. Carmelina Soto, Noel Estrada Roldán, Juan Restrepo, Benjamín Baena Hoyos Bernardo Pareja, Ovidio Rincón, Humberto Senegal y unos pocos más de las nuevas generaciones, que tienen realmente estilo y reconocida capacidad poética. El soneto de lulios a Inés -porque siempre habrá una INES para todos los poetas- es la muestra más completa de su acendrado lirismo:Ruta en la noche al rueño no soñado,arpa en la voz del aire conmovido,para poder vivir lo no vividofue preciso olvidar lo ya olvidado.Si por todas las rutas he viajadosin hallar el camino preferido,he ganado en canción lo que he perdidoal borde de tu vino no libado.Delgada soledad de llanto y nube,todo en tu nombre hasta la ausencia sube irremediablemente desalado. Al norte de tus manos gime el hieloy el invierno, sin lámparas ni cielo,se agranda en tu silencio enamorado.Julio Alfonso me corrigió en varias ocasiones, evitándole muletas a algunos de mis sonetos, lo cual me autoriza para corregirle el último verso del segundo terceto. (Es con mucho gusto mi querido Julio) RECITAL DE $200La publicación de mis primeros sonetos fueron generosamente comentados por la crítica, conceptos que yo consideré exagerados, ya que cuando publiqué mi primer libro yo mismo lo retiré de las librerías, por considerarlos de poco valor y los escondí en el cielo raso de la casa, donde se lo comieron las ratas y la avidez literaria de los comejenes. Yo vivía en una pensión en Manizales y cuando fui a pagar la cuenta tuve que ir a la Secretaría de Educación con el fin de que me pagaran un recital en el Instituto Universitario, donde había cursado mi Bachillerato, por el cual me dieron $200 pesos. Al llegar al Colegio encontré el salón del auditorio completamente lleno, donde había gente que estaba esperando una demagógica y autosuficiente perorata, e inicié la lectura, en tono pausado como siempre lo he hecho, diciendo que no tomaran mis versos como ejemplo para sus posibles inquietudes literarias, porque ellos estaban plagados de defectos, y que la razón de mi presencia era la de rescatar mi maleta retenida en un Hotel por falta de pago.Nunca he sido vanidoso y esperé mucho tiempo para escribir de nuevo, quitándome las influencias que pudiera tener.Fue a mediados de los años 40, en esa época sentimental de "La niña Azul", cuando publiqué mi primer libro. Tomás Calderón escribió un artículo en La Patria, haciendo una fuerte crítica a mis versos y Julio Alfonso Cáceres le contestó con un artículo, recientemente descubierto por mí en un antiguo archivo, del que sólo conservo una deteriorada e incompleta fotocopia, de la cual incluyo los siguientes apartes:"Sepúlveda utiliza los exactos materiales de siempre, las mismas palabras que todos llevamos prendidas en el capítulo primero de un sueño, para dejarlas caer cuando la ausencia alarga el hierro estridente de los ferrocarriles y el amor acuña monedas inverosímiles con el granizo sordo del olvido. De ahí que para establecer paralelos en la poesía, no hay que perder de vista las fronteras del tiempo. No podemos fijar supremacías y divergencias entre las suspirantes madreselvas de Bécquer y los bosques de fusiles y dinamita de José de Portogalo. Resulta, pues, inoperante mencionar a Heredia cuando se lee a Sepúlveda. Con toda la autoridad que nosotros le reconocemos a Tomás Calderón para hacer crítica literaria, tenemos que rechazar ese concepto. De Los Trofeos a La Tarde y Ella, existe la misma distancia que va desde las Madonas sonrosadas de Luca della Robbia a los relojes sonámbulos de Salvador Dalí. Los sonetos de Heredia pasan a manera de solemnes y frías esculturas, donde el acierto de las imágenes sustituye la música de las pasiones. En cambio tenemos a su contemporáneo, ese cristo bohemio que se llamó Paul Verlaine, cuya poesía es una desesperada batalla de los sentidos, un alarido de la carne flagelada, efímera y sensual. Algo así como el dulce canto de un pájaro en el árbol de lodo de los siete pecados capitales. Con todo esto, los dos poetas, cada uno en su esfera, alumbran con luz propia y permanente en el cielo eterno de la poesía.No se trata de calificar arbitrariamente la obra de Sepúlveda: Como todo primer viaje a la comarca de oro de la Belleza, se palpan a veces ciertas vacilaciones. Se perciben ecos de pasos en falso y de improviso algunas sombras mayores cruzan de puntillas bajo la luz de su encantado territorio. Pero lo que sí es un hecho evidente es que estamos asistiendo a la epifanía de un gran poeta, de una poderosa voz lírica que va a llenar de poesía el mapa de Caldas. La poesía de Guillermo Sepúlveda es rica en búsquedas y hallazgos, de una insistente y variable sonoridad interior. Los motivos de sus cantos son primero dibujados sobre mudas arenas de silencio, antes de lucir el manto de guitarras en la forma poética. Fiel al espejo de su siglo, Sepúlveda pinta sus paisajes melódicos con esa tinta desproporcionada que desfigura los ángeles de Rafael Alberti, las lunas verdes de Federico y los jardines de cristal de Juan Ramón Jiménez."Cuando viví por algún tiempo en Salamina Caldas, la Bibliotecaria descubrió que yo escribía versos y me comprometió a dar una lectura de ellos, el sábado siguiente a las siete noche. Yo llegué, acompañado por mi esposa y encontré el salón completamente vacío. La bibliotecaria me pidió permiso para ir a buscar más víctimas para el "poeticidio" que se estaba preparando. A las siete en punto me subí a "la pucha" y empecé a leer los versos previamente escogidos, como si el auditorio tuviera lleno completo. Cuando estaba leyendo el último soneto, ella apareció con cuatro personas más y me pidió que repitiera la lectura. Yo no quise hacerlo y me despedí de los invisibles asistentes, repitiendo ceremoniosamente las últimas palabras de Beethoven a la hora de su muerte:"Plauditi amici comedia finita est" MI PRIMER LIBROMi primer soneto, a los dieciocho años, lo escribí en una mesa de café, mirando a una hermosa mujer asomada a la ventana de un Hotel. Julio Alfonso lo publicó en un diario donde él trabajaba, sin ponerle ni quitarle nada. Cuando leyeron mis versos, uno de mis amigos me preguntó: Estás de poeta? y yo le contesté, mucho tiempo después, en un poema que se tituló Invitación a mi Nombre: CÓMO SI SE PUDIERA ESTAR DE DIOS O DE HOMBRE! Así eres túComo la sombra de la luz, delgada,como el recuerdo del olvido, leve,como la esencia del color, rosaday como el tiempo del instante, breve.Como la voz en el silencio, claray como el tacto de la ausencia, suave,como la vida de la muerte, raray como el vuelo de las alas, ave.Como la cuna de la llama, fuego,como la queja del que sufre, ruegoy como el agua evaporada, nube.Como el perfume de la angustia, llanto, como el cristal de la campana, cantoy como el alma del jazmín, querube.A los pocos días de haber editado mi primer libro La Tarde y Ella, lo recogí de las librerías donde lo había repartido, a pesar de los favorables comentarios de la prensa de Manizales, Bogotá, Medellín y Cali, y los guardé en cajas de cartón como ya lo expliqué.Hoy no tengo ni un solo ejemplar de La tarde y Ella. Solamente logré sacar fotocopias del ejemplar que dejó Humberto Jaramillo Ángel en su voluminosa biblioteca en Calarcá. También deben existir ejemplares en las bibliotecas de muchos de los amigos a quienes se los obsequié. Ojalá uno de ellos me lo devuelva, gesto del que le quedaré muy agradecido. Para confirmar lo anterior voy a incluir la carta que publicó El Siglo de Bogotá, en su edición junio 30 de l955. LA PATRIAEl doctor Restrepo me nombró Redactor de su periódico. Trabajé con Rafael Lema Echeverri, autor del soneto a la Virgen María, más diáfano y pulcro que yo haya conocido, del que sólo recuerdo un cuarteto:Qué tan serenamente sosegadaesta dulce doncella florecida,en la edad de los lirios detenida,por la voz de los Ángeles nombrada. También fui compañero de Tomás Calderón, un ameno prosista, con el estilo armonioso y sencillo de Azorín -a quien Dios guarde para siempre sobre el cielo de Castilla-. En Manizales tuve grandes y muy recordados amigos, con quienes inicié el Club de los Saginos y, después, el grupo literario Milenios, integrado por José Vélez , Jorge Santander, Gonzalo Ríos Ocampo -el indomable ruiseñor-, Javier Ángel Maya y Camilo Orozco, quien escribió el doloroso poema "Entierro Pobre", inspirado, tal vez, por César Vallejo: "Cuatro sombras que llevan a una sombra: un inmenso dolor que va descalzo."José Vélez y Santander eran unos bohemios de tiempo completo. Ambos excelentes escritores, ambos místicos, ambos conservadores y como el Dr. Restrepo no quería que estos amigos desperdiciaran su desbocada inteligencia en bares y cantinas de mala fama, llamó a Jorge y le propuso que si se sometía a un adecuado tratamiento, auspiciado por "alcohólicos anónimos", le daría una bien remunerada y permanente posición en La Patria. Afortunadamente, nuestro amigo aceptó la propuesta. Luego llamó a José y le propuso lo mismo, pero éste iluminado bohemio, fiel a su costumbre de fumar marihuana y tomar aguardiente, le contestó: Doctor, yo prefiero seguir siendo un borracho público que un alcohólico anónimo.Gonzalo le hacía una gran ventaja a todo el resto del grupo: consumía aguardiente todos los días y se olvidaba de comprar el mercado para la familia.Cuando salía de recibir su sueldo, metía la mano en el bolsillo del pantalón, agarraba los billetes, como si los fuera a ahorcar y empezaba a buscar desesperadamente a un amigo para decirle: "vámonos a beber esta plata antes de que me la gaste". Gonzalo se casó con una santandereana, tan pequeña de estatura como él, quien cada que nuestro amigo llegaba borracho lo "agarraba" a golpes En uno de mis viajes a Bogotá nos tomamos unas cuantas botellas de Néctar en una cantina del centro y cuando se diò cuenta de que ya eran las nueve de la noche me rogó que lo acompañara a su casa, para ver si de esa manera se libraba de su feroz consorte. Al llegar se asomó por un postigo y le preguntó a uno de sus hijos: "Su mamá está suelta?" Ella fue muy atenta conmigo y me presentó a mi ahijado, explicándome que ya estaba más grande que Gonzalo y yo le dije: Más grande que el papá está desde cuando nació.Un amigo le preguntó que si era cierto que se había casado con una "cocacola" -teenager- y él contestó: "Que va, con una "leona pura" -gaseosa muy conocida en ese tiempo-. Estando trabajando en el Almacén Departamental, llegó a su oficina un cobrador con una cantidad de "vales", los cuales exigió que se los pagara inmediatamente, porque tenía órdenes de no regresar sin el dinero y Gonzalo le contestó con un alcohólico cinismo: Lo mocharon mijo, lo mocharon......En Manizales se celebró un Congreso de Intelectuales al que él asistió, "guasquiladiao" como siempre y cuando Gabriela Londoño Villegas, hermana de "Luis Donoso", intervino para hacer valer la presencia de la mujer en la vida intelectual del país, Gonzalo la interrumpió para decirle que el cerebro de una mujer era del tamaño del cerebro de una gallina. La oradora lo increpó pidiéndole que se acordara de Madame Curie, George Sand y Simone de Beauvoir, pero Gonzalo le contestó: "Estás en lo cierto Gabriela, el cerebro de una mujer inteligente es del tamaño del cerebro de dos gallinas". En esa misma reunión estaba Gilberto Alzate con su luciente calvicie y León Safir -Rifas Noel- con su exuberante cabellera, autor del popular soneto, con música de pasillo:Señor, mientras tus plantas nazarenassuben hasta la cumbre del calvario...yo también, cabizbajo y solitario,voy subiendo a la cumbre de mis penas,quien quiso clavar la primera banderilla de humor diciéndole a Gilberto: tú eres un león sin melena y Gilberto le contestó: y tú una melena sin león.Otra anécdota parecida a ésta se refiere a mi amigo César Mejía Duque, hermano del dirigente liberal Camilo, quien llegó retardado a una sesión de la Asamblea de Caldas y otro diputado que quería hacerse notar, conocido por el apodo de Chucho Feo, se puso de pié y con el brazo levantado le dijo "Ave César" y César le respondió con la misma ceremonia: "Avechucho" GILBERTO ALZATE AVENDAÑO El CaudilloGilberto fue uno los políticos más inteligentes y sagaces, no solamente en Caldas sino de todo el país. Cerró filas con el partido Nacionalista, de la extrema derecha y fundó el grupo de Los Leopardos con Silvio Villegas, Joaquín Estrada Monsalve, Fernando Londoño, Camacho Carreño, Serrano Blanco, Ramírez Moreno y otros excelentes oradores y aguerridos hombres al servicio de la política. Este grupo, cuyo Jefe era Gilberto, combatió la dictadura civil de Laureano Gómez y proclamó, tiempo más tarde, la candidatura neo-falangista de Alzate Avendaño, quien en su aspecto físico era muy parecido a Mussolini. Yo era amigo de él desde antes de que Hernando Santos me nombrara Corresponsal Especial del Tiempo para todo el viejo Departamento de Caldas. Fui encargado de hacerle ambiente a la campaña política de Alzate, contra el Directorio Conservador manipulado por La Patria, lo cual fue relativamente fácil porque los conservadores leían primero El Tiempo.Gilberto me puso escritorio en su oficina y mis informes sobre las multitudinarias concentraciones alzatistas, fueron aumentando el ya exagerado número de asistentes. En esta forma y, consecuentemente, aumentaron los votos que se obtuvieron en las elecciones.Cuando yo regresé de Chile -más adelante escribiré sobre este viaje- Gilberto trató de conseguirme un puesto en el Ministerio del Trabajo y, en mi presencia, llamó al Ministro Aurelio Caicedo Ayerbe y le dijo: Aurelio, te voy a enviar a un amigo para que me le consigas un bien remunerado puesto. No tiene sino un defecto: es liberal, pero caminando ligero no se le nota.Como allí no resultó nada, me envió al Ministerio de Educación donde mi amigo Fabio Vásquez Botero, quien tampoco me pudo conseguir puesto, a pesar de que ya estaba "caminando ligero". Entonces Gilberto me dijo: con esa fama de "nueveabrileño" que usted tiene no hay quién pueda ayudarle, pero cuando yo sea Presidente y ese puesto nadie me lo podrá quitar, pídame para que país quiere irse y, mientras tanto, vaya al Diario de Colombia y dígale a Laverde que lo ponga en la nómina. Inicialmente el Dr. Laverde me dijo que Gilberto estaba loco, porque él sabía que no había con qué pagar nuevos empleados, pero, como las órdenes de Gilberto no se discuten , vaya a trabajar con Hurtado García. Cuando pegunté por la oficina del excelente escritor caldense, me informaron que era una mesa de un café-cantina al frente de la calle. Fui a buscarlo y Hurtado me dijo que mi primera tarea era la de comprar una media de Néctar. Este era otro liberal protegido por Gilberto. Siendo periodista profesional yo no podía pasar el tiempo "acolitando" a Hurtado en la cantina y me fui metiendo poco a poco en las tareas del periódico, terminando encargado de la información local. Para no dejarme "chiviar" en mi trabajo conversé con Hernando Santos, quien le ordenó a Casas que colaborara conmigo en ese aspecto. Gilberto me llamó muchas veces para dictarme los Editoriales y se paseaba por el cuarto con los bolsillos del saco llenos de galletas, pasteles y tostadas, con una buena provisión de gaseosas. Me dictaba un poco y tenía que leerle lo ya escrito para tomar impulso. Al terminar, agotadas mi paciencia, las galletas y las gaseosas, regresaba a mi trabajo, donde Alberto Acosta estaba esperando por las noticias del día.A pesar de haber trabajado en La Patria y en Diario de Colombia, voceros del conservatismo, ni el Dr. Restrepo ni Gilberto tuvieron queja de mi comportamiento. Nunca intervine en las noticias de carácter político y siempre tuve la honestidad profesional que me hizo acreedor a su confianza. Un fin de semana, en las horas de la tarde, cuando ya se habían ido casi todos, me llamó Acosta, el jefe de Redacción y me pidió que fuera con el fotógrafo a cubrir una información, sobre un nuevo grado que iba a recibir el Jefe de la Dijín. Estando allá, un detective de Armenia se acordó de que yo era un "peligroso" liberal en el Quindío y entonces me sacaron de la reunión y, al requisarme, me encontraron un poema recientemente escrito por mí, titulado "La Patria está Caída", que era una atrevida invitación a engrosar las filas de Guadalupe Salcedo:Luego me metieron a un carro de la Policía y se fueron a buscar quién les prestara un vehículo particular, con la intención de darme un "paseo", al fin del cual sólo aparecía el cadáver del secuestrado. El conductor del carro donde yo estaba, tenía el compromiso de recoger a la esposa de un oficial y, sin esperar, me condujo al Cuartel, donde me entregó sin mayor explicación. El encargado de la Guardia, después de escuchar lo sucedido, me permitió llamar al periódico, donde solamente estaba el "guachimán" (watchman), pero ante la duda de que fuera cierto lo que yo decía, me permitió llamar a mi esposa e ir al dormitorio de los oficiales. Dos horas más tarde entraron varios detectives borrachos, preguntando por mí y cuando uno de ellos trató de levantar la cobija que me cubría, alguien le dijo algo y entonces se retiraron. Estuve en inminente peligro de ser asesinado. Cuando Gilberto apareció en la mañana gritó que si no me soltaban de inmediato, él se iba a encargar de hacer castigar a los responsables. Cuando salió, llamaron al Coronel, quien no sabía nada de lo ocurrido y le informaron de la furiosa protesta del Dr. Alzate. El pajarraco que inició mi captura fue destituido al día siguiente.La imprevista muerte de Alzate Avendaño acabó con mi posibilidad de haber viajado a Europa con un argo diplomático, no solamente por nuestra amistad sino porque la lectura de mis versos lo habían impresionado y sabía que yo era una persona capaz de desempeñar el cargo que, tácitamente me había ofrecido. EL BOLIVAR DE OBREGONEstuve muy indeciso de incluir este breve comen tario sobre el Bolívar pintado por Obregón y genialmente trasladado en uno de sus famosos tapices por Gloria Pino, debido a mi inconformidad con el soneto que, a petición de Alberto Ceballos, escribí sobre este motivo y, casi al cierre de esta esta edición, resolví hacerlo a petición de mis amigos de la Carreta de Agua, a quienes, seguramente, no les interesa mi -a veces exagerado- concepto de la autocrítica. Obregón pintó a un Bolívar demacrado, derrotado y vilipendiado por sus compatriotas, cuando en su viaje de un exilio político llegó a Santa Marta. Allì, enfermo y pobre, tuvo que aceptar las puertas abiertas de San Pedro Alejandrino, donde un español -¡qué ironía!- tuvo que ofrecerle abrigo y, por lo menos, una camisa limpia para morir. El Bolívar de Obregón A Gloria y al TopoEste Bolivar de Obregón, dolido, despojado de toda su armadura, tiene la soledad y la amargura de un guerrero exilado y confundido. Este Bolívar de Obregón, perdido en el reflejo de su propia altura,dejó a su Patria en libertad seguray fue por nuestra Patria escarnecido. Muriò pobre, de todos olvidado, él, que tantos laureles ha ganado para un pueblo de amnesia prematuraHoy su recuerdo guardará la Historia. nadie podrá gozar de tanta gloria:¡Libertador de homérica estatura! MI PRIMER PERIÓDICOLa primera hoja periodística en la que intervine, primero como noticia y luego como colaborador permanente, fue El Jilguero, -de poético no tenía nada- que con algunos condiscípulos en el Colegio de los Hermanos Maristas en Armenia, lo "editábamos" todas las semanas, escrito a mano en hojas de cuaderno, que pegábamos con alfileres en las paredes del colegio. El primer ejemplar fue dedicado a una pelea que mi primo Gonzalo Posada y yo tuvimos en el patio del Colegio, por unas saludes que le envié con él a su hermana Myrian, una deliciosa morena a quien aún recuerdo. Mi inolvidable amigo Orlando Villegas Palacio, cuyo seudónimo era OVIPA, aportó las caricaturas de los dos contendores. Este "periódico" duró durante todo el año escolar y nos produjo unos excelentes ingresos de cuatro o cinco centavos semanalmente. Aún conservo el original del primer número, fechado en el año de l935. Orlando era fachista y yo un incipiente simpatizante comunista. Fundamos un radioperiódico bipartidista, con auditorio propio y un excelente micrófono barredor, al que llamábamos simplemente "la escoba". Al terminar las "audiciones", generalmente en la tarde de los sábados, en su casa o en la mía, terminábamos en acaloradas discusiones y muchas de ellas terminaban a "escobazo limpio" La más álgida de todas fue la noche de la pelea por el campeonato mundial de peso pesado, entre Joe Louis y Max Schmeling, en la que todo el mundo estuvo interesado, porque el uno era negro, en representación de los Estados Unidos y el otro en representación de Hitler y su famosa raza aria. PLUMA DE FUEGOMucho tiempo después publiqué un semanario de varias hojas que se llamó Pluma de Fuego, inspirado por Juan Montalvo, autor de "Los capítulos que se le olvidaron a Cervantes" y por Vargas Vila, el más grande panfletario de Colombia, demoledor de tiranuelos, que nunca le rindió pleitesía a nadie, ni se arrodilló ante los curas; agresivo y violento escritor liberal, en una época clerical y goda, que aún se conserva oficialmente consagrada al "Corazón de Jesús". Rojas Garrido, Juan Montalvo, Diógenes Arrieta, Vargas Vila y Juan de Dios Uribe fueron los pioneros de una histórica revolución intelectual, que sigue siendo el estandarte de una generación que aún permanece viva en mi memoria.Este periódico, que "de fuego" no tenía nada, sólo salió una vez, porque los anunciadores no me quisieron pagar los avisos y mi generoso editor tuvo que patrocinar mi fallida aventura. Afortunadamente aún conservo el ejemplar cuya fotocopia se incluirá en seguida.Al citar a estos colosos, quiero explicar que, cuando yo estudiaba en Manizales, fui un aprovechado estudiante de la cátedra de pintura y, para participar en un concurso con mis condiscípulos, presenté copias a lápiz, hechas por mí, de retratos que aparecieron en un libro que estaba leyendo, las que aún conservo en mi colección de antigüedades desde hace 70 años. Montalvo luchó en sus artículos contra el dictador clerical del Ecuador, García Moreno; Vargas Vila, el gran exiliado, pronunció su famoso discurso ante la tumba de Diógenes Arrieta: "Aquel que dijo a Lázaro: levántate, no ha vuelto en los sepulcros a llamar. No llamará en el tuyo. Duerme en paz!". Aunque sus novelas no tienen la calidad que algunos críticos quieren reconocerle, su prosa panfletaria contra la iglesia y los dictadores de los países latinos, elevaron su prestigio revolucionario a niveles no alcanzados aún por nadie. Rojas Garrido tuvo el honor de ser el más fogoso orador de Colombia. También tengo que recordar a Juan de Dios Uribe, quien fue otro ilustre paladín de este grupo que combatió a la Patria Boba de la hegemonía conservadora. Casi todos ellos murieron en el exilio! ALGO SOBRE MIS VERSOSCuando viajé a los Estados Unidos, al término de mi primer año de Derecho, habiendo dejada colgada mi "lira", en uso de un deplorable retiro, encontré que estar lejos de la Patria era, como muchos lo han repetido, la nostalgia sentimental y provinciana de un seudo poeta como yo, que a los pocos días de haber llegado reincidí, escribiéndole una carta-poema a la que fue mi esposa, titulada Soledad sin Ella en Nueva York, olvidando, casi del todo, el soneto y sus gerundios.El contacto con la gente de ese extraordinario país, me permitió llegar a ser el Poeta que yo quería ser y, siguiendo la cordial invitación de Rafael Lema Echeverri, empecé a buscar en los versos libres el camino que me abrió, poco a poco, el verdadero destino de mi poesía: "Todo parece lejos esta noche,lejos y desolado como un ríocon sus peces muertos,como un niño sin padresque lo miren dulcemente,como una hormiga sin tenazaspara cortar el otoño,como un caballo sin cascosde oro para buscar el crepúsculo."Aún cuando regresé posteriormente al soneto, el tema de ellos fue más vital y compenetrado con las angustias del Hombre. En el principio de mi permanencia en Nueva York, esta ciudad me pareció una selva de piedra y de cemento. Yo no creo que mi poema citado en este capítulo, tenga ningún parecido con el que escribió García Lorca, porque nunca lo había leído y mucho menos la "Sinfonía Satánica del Credo" porque tampoco había leído a Baudelaire, autores estos que solamente vine a conocer hace poco en la Biblioteca Pública de Sevilla. No quiero parecerme a nadie y presumo que mis versos son realmente malos, pero son míos.Como prueba de la angustia que, inicialmente, sentí en Nueva York, va este pequeño poema: La PiedraAquí la piedra crece,se desborda por el mundo,va cubriendo los campos,las ciudades,los antiguos caminos donde correnpotros de piedra desbocados.¡Aquí la piedra!Este barro de piedra que nos llenael corazón de piedra iluminada.¡Aquí la piedra!Hierba de piedra cubre la colina,azucenas de piedra que florecencon su aliento de piedra perfumado.Un arrullo de piedra en las palomaspor su blanda ternura derrotadasy este Hombre de piedra pensativocon su herida de piedra en el costado.¡Aquí la piedra!Yo no se si estoy superficialmente iluminado por el espíritu de la Poesía. Es muy difícil saberlo, a pesar de que todos los comentarios que hicieron sobre mis libros fueron altamente elogiosos. Solamente sé que he perdido un poco de mi antigua modestia, que me mantuvo alejado de los "sanedrines literarios" y será únicamente el dictamen de la posteridad el que podrá decirlo con certeza. Afortunadamente la posteridad llega muy tarde y para ese lejano entonces ya no me importará su silencio. La mayoría de los poetas coronados en vida, no son recordados, con muy pocas excepciones. Esta es gente vanidosa, medianamente mediocre, que se contenta con los aplausos. Por eso no hago alardes de nada y, regularmente, escribo para mi íntima satisfacción. Tengo la seguridad de que unos pocos sonetos y algunos poemas podrán salvarme de un total anonimato. Si yo fuera vanidoso hubiera guardado todo lo escrito sobre mí. En mi último libro incluí unos párrafos críticos, y me inclino a creer un poco en el exagerado concepto de Germán Pardo García, por tratarse de un excelente Poeta, sin compromisos de ninguna clase, escrito en la dedicatoria de su poema Las Voces del Abismo y a quien no conocí personalmente ni había leído su maravillosa poesía. Mi único contacto con él fue el envío que le hice de un ejemplar de mi segundo libro "Poemas y Sonetos", por insinuación de Fernando Mejía Mejía Su respuesta fue una carta de un párrafo ofreciendo publicar mis poemas en su revista Nivel y en seguida me envió su extensa antología de l33l páginas, lo mismo que dos libros más. Mi librito era de 80 páginas y su tamaño de un cuarto de papel-carta, sin alardes editoriales nipoéticos. De su dedicatoria sólo vine a darme cuenta, veinte años después, cuando mis amigos de Sevilla Valle me insinuaron que debiera incluirla en mi Selección Poética.Mis ediciones anteriores no tuvieron prólogos, ni "solapas", ni comentarios de ninguna clase, porque yo quería que mis lectores no fueran presionados por elogios, generalmente inmerecidos. En mi concepto, en vez de prólogos los libros debieran tener un epílogo, escrito por los lectores, con sus comentarios sobre la obra. Lo que sucede realmente es que, con muy pocas excepciones, he vivido alejado de recitales y de homenajes. El médico Julián Osorio, quién me ayudó a escoger el material para mi último libro, se encargó de sacar del cajón de papeles olvidados, poemas escritos por mí hace más de sesenta años, desechados por considerarlos de poca calidad. Julián me hizo estremecer de asombro cuando los leía, los comentaba, los explicaba de tal manera, que yo mismo me sorprendí al descubrir el alcance y profundidad que él le encontraba a muchos de mis poemas, lo que apenas vine a medio comprender a última hora... El AMOREl amor fue la motivación más contundente de mis versos, motivación que aún perdura a mis 88 años. De todos mis sonetos enamorados, he escogido dos, dedicados a las mujeres que llenaron todas las ansias de mi corazón. InésPor ella fue el amor, ella sostuvoalta en el cielo la bandera mía,ella fue mi tristeza y mi alegríay fue el placer total que el sexo tuvo.Mi cuerpo entre su cuerpo se mantuvoy fue su llanto piel de mi agonía,la espina de mi amor siempre la heríay en su rosa mi polen se contuvo.Un recuerdo de saxos embriagadosen el ritmo de un jazz y los aladostemblores de un soñar evanescente...así el recuerdo que me queda de ella,humo anhelante, macerada estrellay un rumor de alaridos en la frente. ¡Ay, amor!¡Ay, amor!, cómo dueles en mi herida,bandera blanca, corazón al viento,refugio inútil para el fiel tormentode haberte amado sin perder la vida.Amor de mis angustias, preferidasoledad, desalado entendimiento,molinero trigal del pensamiento,lamento de mi voz estremecida.Cuando ardientes tus labios se ofrecen,mis manos aradoras se enloquecenbuscando el surco de tu sexo ansiadoy así, los dos, amantes milagrosos,miraremos pasar los jubilososrecuerdos de este amor desesperado.A los 20 años, empecé a escribir sonetos. Por eso creo que el arte -poesía, pintura, escultura, música- nos puede llegar en cualquier época, como a Mozart o a Gauguin. Generalmente desde los primeros años, en la época de la Escuela, la verdadera vocación se va insinuando, como me ocurrió a mí, porque siendo un destacado estudiante en materias como literatura, historia, gramática y geografía, me "rajaron" en todas las demás. Recuerdo que en una clase de literatura el profesor escribió en el tablero, tergiversando todos los renglones, un poema de un autor colombiano y, después de explicar su contenido, nos pidió que los colocáramos en orden. Sólo Rodrigo, un hermano de Orlando Gutiérrez y yo, acertamos éste, al parecer difícil, problema. El soneto es indiscutiblemente la más difícil composición poética y a la vez la más fácil.El verso libre, inventado desde cuando los Poetas Malditos, inspirados por Francois Villón, acogieron este novedoso estilo, que los liberó, en cierta forma, de la poesía sujeta a la métrica y a la rima. Ambos estilos podrán ser buenos si tienen calidad poética, si no serán simples versos muertos. Yo he escrito sonetos en prosa, a renglón seguido y al terminar de leerlos continúan siendo sonetos. La poesía se puede escribir en prosa, no hay necesidad de utilizar todos esos versos cortos o largos de los que, generalmente, se abusa, para despistar a los lectores. Por eso la verdadera poesía tiene que tener mensaje, que llegue al cerebro y conecte alarmas de alerta y regocijo, una centella que ilumine estrellas en el espíritu. Yo siempre trato de que mis poemas -no importa lo largos o cortos que sean sus versos- tengan un mensaje: ¡Y pensar,que el mar es cadáver de ríos que se ahogaron!Quiero incluir una breve anécdota sobre alguien que le escribió a un gran poeta vallecaucano, ya olvidado, éstos hermosos versos, en los que se valora lo que yo he llamado la importancia de no ser importante:Como el cocuyo el genio tuyoostenta su fanal.La luz llevando,de la luz huyendo,vas alumbrandola misma sombraque buscando vas. LAS "PUTICAS"Fueron tantas mis amigas, que tuve que escribir, en uno de los versos nunca publicados, que mi corazón "fue una puerta más en la herrería del amor", al ver una con todas las marcas en un bajo relieve quemado por el fuego. En mi adolescencia, la juventud fue un atractivo natural para ellas. En ese tiempo fui cliente, casi permanente, de los barrios donde habitaban las mal llamadas mujeres malas -que eran las buenas- En la cantina de Ciro Cañón, en Las Brumas, aprendí a bailar joropo y siempre que iba encontraba una cabaretera que me invitara a dormir con ella. Mujeres sencillas, venidas de pueblos y veredas de todo el Departamento, huyéndole a maridos que no pudieron soportar el ultraje de la infidelidad; de padres orgullosos y tercos, que tampoco perdonaron a sus hijas el haber entregado su deteriorada virginidad a un peón "tumbalocas", trovador y pendenciero. Todas cambiaban de nombre y, generalmente, les ponían apodos como la Gitana, la Peluda, Icodel, la Serrucho, la Catrera, y Chispas. En las tristes madrugadas de una acelerada bohemia, nos confiaron sus amarguras, sus decepciones y lloraban en nuestros brazos la desolada falta de una madre que nunca más volverían a ver. Eran las "puticas" del pueblo, que llenaron el vacío de las esquivas y "calentadoras" novias y que muchas veces resultaban viviendo en los suburbios con algún amante pagador y pendenciero. Eran extraordinarias compañeras, con quienes se bailaba y recordábamos la desvelada tristeza de Malena, "la que tiene penas de bandoneón".¡Que dios - cualquier dios- las tenga en su gloria y les perdone el libre albedrío del que siempre gozaron. MUJERES, TOREROS Y AMIGOSLuego de haber tomado Ron Viejo de Caldas en las rocas, con una cordial amiga, en este paisaje crepuscular de mi finca, resolví escribir en estas memorias sobre las mujeres -no todas- que tuve cuando regresé a la ciudad de Armenia, después de haber vivido durante más de veinte años en Nueva York, pero quiero advertirle a los involuntarios personajes que vaya describiendo en este relato -cualquier parecido con la realidad es pura ficción- que no les vaya a ocurrir lo mismo que le sucedió a la siguiente pareja: dos ancianos que duraron casados hasta la vejez, se sentaron en un puente sobre un caudaloso río y el viejito le dijo a su esposa: ahora que estamos tan viejos quiero que nos confesemos nuestras infidelidades: recuerda a Inés, esa hermosa niña de l5 años, hija de Pedro, el agregado de la finca?, ese cuerpito fue mío y de Hortensia, la negra que ordeñaba las vacas?, ese cuerpito fue mío. Ahora diga las suyas. La vieja, con mucha calma, le contestó solamente:¿Se acuerda cuando vivimos frente al Cuerpo de Bomberos de Bogotá? Ese cuerpito fue mío.Y el viejo -tardíamente celoso- le dijo: "vieja puta" y la tiró al río.Después de haber vivido en Nueva York, en una fidelidad casi absoluta -no era para tanto-, ya divorciado de la madre de mis hijos -qué descanso- regresé a Colombia y me di una atragantada de "infidelidad", de la que aún no me arrepiento, porque esos fueron los mejores años de mi vida. En ese entonces, entre l975 y l995, me dediqué al negocio de la construcción, empezando con el edificio Manhattan, de cinco pisos, nueve apartamentos, amplio local en el sótano y un Pent-house con piscina, baño turco y un inmenso colchón de agua, donde las muchachas recibían las primeras lecciones de "natación". El edificio fue diseñado por el Arquitecto Eduardo Burgos y calculado por Ariel Gutiérrez. El Ingeniero y Poeta Alberto Gutiérrez, mi gran amigo, visitaba la obra todos los días, donde nunca faltaba el aguardiente y alguien me preguntó que qué era lo que él hacía y yo le contesté inmediatamente: el Poeta Gutiérrez es el asesor lírico del edificio.Cuando me preguntaron que para qué había encargado una piscina en la terraza, yo les contesté: para tenerla llena de "sardinas". Esto, que me pareció un chiste, resultó cierto.En este apartamento logré reunir un "substancioso" grupo de amigas, a quienes les enseñé mi reciente determinación de no usar vestido de baño, a lo cual se acostumbraron rápidamente. Un día, con lleno completo, apareció de pronto una avioneta y yo les grité: todas boca abajo porque por las nalgas no podrán reconocerlas!Nadie alcanzará a imaginarse todo lo que gocé durante el tiempo en que tuve ese apartamento, dando ejemplo a muchos de mis amigos, que se quedaron sin saber que el dinero es para gastarlo en lo que a uno le guste.Un amigo que tuvo una fábrica de gaseosas en Armenia -y quien nos decía en las mesas del café Destapado: "el que quiera conocerme pobre que corra"-, me ofreció para la piscina una máquina capaz de purificar el agua, con la que él producía la soda y Orlando Gutiérrez -a quien también me referiré en capítulo aparte- dijo todo entusiasmado: Eso está muy bueno porque solamente le echaremos a la piscina 30 litros de Whisky y veremos quien se emborracha primero.La piscina la inauguré con un grupo de amigas de cuando yo tenía la casa vieja en la carrera 21 con calle 22.Yo también tengo mi casa escrita con soledadesy un reloj que caminadespacio por el tiempo.Casa vieja con alerosque lloran cuando lluevey golondrinas que secanel espanto de sus alascon el calor de las tejas:casa vieja que el fuegollenará de palomas un día.Esto no sucedió, porque cuando regresé a mi casa, en donde había dejado a mis amigos, mientras fui a comprar más aguardiente, logré contener al Ingeniero Ariel Gutiérrez, que estaba tratando de encender un petróleo que él había regado en el piso de madera, ante la cómplice euforia de los otros borrachos.Afortunadamente, cuando redacté el Reglamento del edificio, dispuse que el Penthouse funcionara como un Club de Ejecutivos de mi propiedad. Por esa razón los demás propietarios nunca pudieron interferir en mis actividades sociales.Realmente fue un club personal al que solamente iban, de vez en cuando, mis amigos de "la barra", una agrupación que se originó en el café Destapado y a la cual pertenecimos, entre otros, Alfonso Mora R., Orlando Gutiérrez, Fidel Botero, Dionisio Urrea, Uriel Patiño, Jaime Meza, Alberto Gutiérrez, Alejandro Álvarez, Gustavo Jaramillo A., Ariel Gutiérrez, Pacho Arango y yo. Regularmente nos íbamos para la finca de uno de los socios todos los sábados, llevábamos aguardiente y realizábamos una agradable tertulia, donde todos interveníamos: Alfonso cantaba y recitaba poemas sentimentales de la "pucha" vieja, Meza, que era el único cantante del grupo, desentonado casi siempre, se apoderaba del atril y nos cantaba bolero tras bolero, Alberto contaba anécdotas y recitaba sonetos del Tuerto López y algunos versos suyos de su época universitaria, es decir, lo pasábamos muy bien.. Cuando me tocaba el turno yo los recibía en la terraza de mi edificio, les preparaba fríjoles con garra y terminábamos casi siempre en la piscina. De todos ellos sólo estamos vivos, por lo pronto, "Jeringa", Fidel Botero y yo. Todos éramos socios del Club América y allí rematábamos nuestras juergas.Cuando me visitaban las sardinas yo era el único hombre en el apartamento. En eso fui egoísta. Nadie trató a las mujeres como yo, ellas hacían sólo lo que deseaban hacer y nunca les impuse condiciones. Siempre esperé que cada cual llegara a mi cama por su propio deseo y, mientras esa oportunidad se realizaba, gozábamos de una voluptuosa intimidad... La fama de mi apartamento se regó rápidamente y yo fui repudiado por las esposas de casi todos mis amigos, quienes veían en mí a un enemigo para la tranquilidad de sus hogares. Razones tenían de sobra.Mis amigas fueron mujeres hermosas y -como dicen ahora- simplemente espectaculares. De todas esas amigas sólo siete formaron un sindicato de asiduas visitantes. En ese tiempo estaba construyendo otro edificio y tenía tiempo de sobra para sacarlas todas las noches, una por una, al Rincón de los Recuerdos, que funcionaba en un alargado garaje por el Parque Sucre, con una profusa discoteca de música vieja. Fue una época de inolvidables recuerdos, que justificó con creces la construcción del Manhattan Condominium. Fue la época de Las Coplas de José Alfredo, Te Solté la Rienda de Tania, del bolero y del tango. Aún continúo en ese ambiente, fiel a Gardel, a Falgás, a Sosa, tomando vino tinto chileno en el café Casa Blanca de Sevilla, con mis nuevos amigos: Alberto Ceballos, Julián Osorio, Hugo Valencia, Wilmar Gil y toda la barra del Resguardo Cultural La Carreta de Guadua.Cuando se iniciaron las Ferias taurinas en Armenia, tomé la costumbre de ir a todas las corridas, acompañado por una de mis amigas y después íbamos a las fiestas del "remate", en el Hotel Zuldemaida o en los restaurantes de la Avenida, donde se bailaba a más no poder y se comía los famosos churrascos o las bien condimentadas paellas. Ellas iban vestidas con todos los colorines de la fiesta, el sombrero cordobés y la bota de cuero, llena con la acostumbrada revoltura de vino, whisky, soda y otros licores. En el Zuldemaida nos sentábamos en una mesa casi a la entrada y cuando los toreros pasaban por allí, se acercaban, muy galantes, a cortejar a la negra Ligia, escultural y hermosa, a Luz Marina, ondulante guitarra del amor, a Márlen, generosamente morena porque "el sol la había besado", a Teresa, con sus nalgas de repisa, donde era un exuberante placer dejar quemar mis manos bailado boleros y no sigo el inventario de aquellos amores de entonces, que fueron despensa de todos mis placeres.Los viejos aficionados recordamos a Paco Alcalde, ganador de varios trofeos, a quien le escribí un romance, con ritmo de pasodoble, que le entregamos, en decorado pergamino, durante una reunión que organizamos en los salones del Hotel Zuldemaida y que fue cantado con acompañamiento de orquesta. Como esa letra me quedó más o menos bien "consecutada", la voy a incluir en seguida: Romance a Paco AlcaldePaco Alcalde, Paco AlcaldeGobernador del toreo,Maestro con el capote,qué señor banderillero,ni Arruza fue tan alegreponiendo pares al vuelo.Con la muleta no hay suerteque no dibuje en el ruedoy el toro gira girandoay! girasoles de miedo,mientras el grito revientaclaveles de ¡olé torero!Qué valor cuando se enredaen las agujas del cuernoy qué dulzura en la manocuando soba al toro muerto,mancha negra de bravura,galardón del ganadero.Paco Alcalde, Paco Alcalde,le grita el tendido entero,de pié, pañuelos al aire,olé!, torero, torero...¡Qué matador tan garboso,qué diestro tan pinturero!Vale la pena incluir anécdotas de "Armillita", un torero del viejo Armenia, que, por lo menos, tenía valor para enfrentarse a los toros. En una de sus corridas, en el antiguo circo de madera, le sacaron un toro que, de lo manso, fue un desastre: no embestía ni a la sombra y cuando la Presidencia ordenó que lo sacaran del ruedo, el encargado de hacerlo, por equivocación, soltó otro toro y, cuando Armillita estaba tratando de sacarle suertes con el capote, el otro, del que se había olvidado, le resopló en las nalgas y del susto se escondió en un burladero. Otro día los amigos lo llevaron a su casa, completamente borracho, donde vivía con una amiga muy bonita y cuando golpeó en la puerta para que se la abriean, le contestaron casi con un rugido: "Quien es?". Y Armillita, al darse cuenta de que era un "matasiete" del barrio, contestó: "Soy yo, pero no os preocupéis porque vengo a concederos la alternativa y ¡olé!"Otro torero colombiano, Rosemberg López, ofreció una corrida con su esposa Regina y cuando ella se vio comprometida a matar el novillo que estaba lidiando, cerró los ojos y en ese momento el animal de movió y ella le clavó el estoque en una nalga. El toro se sacudió y el estoque salió disparado hacia las graderías, hiriendo a un espectador en la frente.A otro novillero en la Plaza de Toros El Bosque, le tocó en suerte un animalito tan escuálido, pero con el temple de un miura, que lo persiguió por toda la Plaza, no quedándole más alternativa que meterse al burladero, con la mala suerte que el novillo, de lo flaco que estaba, se metió por ahí mismo y siguió detrás del "matador", dejándolo de "camilla".Otra anécdota sobre los toros me sucedió cuando fui a La Monumental de Madrid, con el fin de asistir a una corrida del Cordobés, y como no tuve la suerte de encontrar boletas, no me quedó más remedio que resignarme a oírla transmitida por radio, en una cantina situada frente al Circo, tomando a sorbos la manzanilla con Whisky que llevaba en la "bota".De un momento a otro se inició una gran polémica sobre los toreros, calificando de fantoche al Cordobés, por el tremendismo de muchas de sus "suertes", especialmente "el salto de la rana" En seguida hablaron a gritos diciendo que los hombres más grandes que había dado España, era Manolete, Frascuelo y Dominguín. Otro dijo que eran: Belmonte, Francisco Sánchez Mejía y el Gitanillo de Triana, En ese momento un señor, con cara de maestro de escuela, llamó la atención de todos y parándose sobre un asiento dijo: "ustedes están muy equivocados, porque los hombres más grandes que ha dado España son Cervantes, Lope de Vega y Góngora y Argote" El cantinero le contestó: "Osú, esos debieron haber sido banderilleros, porque no los he oído nombrar todavía" Este usuario no tiene textos favoritos por el momento
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