Debajo de una despejada pero negra noche, caminaba un desconocido por las viejas calles de un pueblo que había sido olvidado después de la guerra. El desconocido vestía completamente de negro y aunque era iluminado por la gran luna, parecía una sombra que se unía a la oscuridad de los callejones como si perteneciera a ellos. Era ya entrada la noche cuando el desconocido llego al corazón del pueblo y por primera vez desde que comenzó su camino, se detuvo en el lugar donde justo aquella mañana se había derrumbado una casa que se creía había sido la primera de aquel lugar. El desconocido caminó hacia el interior de los escombros y se posó en el centro, se agachó y recogió un ladrillo polvoso y desgastado pero que aun conservaba su color rojizo, lo miró con nostalgia y con tal tristeza que casi le rompe el corazón a la luna.