Desperté asustado. Eran las 03:57. Transpirado. En lo más oscuro. No veo (solo el reloj despertador con sus dígitos en rojo).   No sé. Seguro algo que estaba soñando. Un tipo de pesadilla (no debo comer chocolates antes de dormir…-pensé y sonreí-) La casa en total y estremecedor silencio. Afuera, solo a lo lejos un ruido a todo, y de ese todo pude distinguir ciertas cosas: (Un aullido de perro, un auto que atraviesa el barrio de Sur a Norte, el insoportable vuelo de un mosquito, el televisor de alguien, un tren a lo lejos. Puede ser en la Estación Belgrano… El canto de algún pájaro nocturno o un murciélago en mi ventana, alguien discute a lo lejos, gritos. Un avión vuela sobre la ciudad, sirenas, un camión de basura –justo comprime la misma sobre mi ventana-, un ring-tone acompañado por un mensaje de texto que no dice nada, El llegar de los vecinos del frente, su portón. Los recibe una perra. Risas… El crujir de las maderas que cubren la pared de la escalera que lleva a Mí, puertas viejas que comprimen o descomprimen según el tiempo, mi latido acelerado y desprolijo…mi respiración agitada…mi boca seca…     …….O todo esto –pensé-. Cerré los ojos y dormí nuevamente. 

Él, sin más ganas que las acostumbradas, camina silenciosamente por entre los callejones colmados de oscuridad. Su paso a estas horas, calmos, su cabeza y mirada en busca de algo que lo contente por un momento, solo por eso… Su andar vagabundo con sentido al Norte se vuelve mecánico, casi rutinario. Todas las noches hacia el Norte. -Por qué siempre hacia el Norte –pregunte- -No contesto   Después de varias noches, su ausencia era cada vez más y más. Yo, desde la ventana esperaba su paso, su ida.   Hoy y todas las noches, mirando hacia el Norte por horas y horas, recuerdo su aullido mudo –por cierto-. Hoy y todas las noches, yendo hacia el Norte, espero oír su respuesta. Con un GUAU! alcanza.    

Era de noche. No había luna, las calles, oscuras. Era de noche, de noche oscura. Negra. Comencé a caminar; la noche, vacía. Camino y reconozco, reconozco pero no encuentro, y si encuentro no era lo que buscaba. “Hay cosas peores”, me consolaba a mí mismo. Había tanto silencio que no me atrevería a romperlo, camine descalzo, no cante como siempre. Tampoco silbé. Era un paisaje en penumbras, donde pudo haber gente caminando, discutiendo…cantando sus pregones. Pero ahí no había nada más que yo, la noche oscura, negra y unos grises que con la poca visión que tenía, pensé que podría tratarse de arquitecturas. Llego a una esquina, la cual estaba iluminada por un triste farol de vela. En la vereda del frente, muy difusamente vi una silueta. O CREI verla. Parado bajo la luz –poca- cálida del farol, me siento. Con un trozo de ladrillo partido, dibuje en la calle. Al levantar la mirada hacia donde CREí ver la silueta, estaba acertado –me dije-…se acerco…no distinguía…   AHORA NO ESTAMOS SOLOS COMO UNOS PERROS. 

A veces no consigo parar. No por no poder.Vengo, voy. Escucho, silencio. Hago. El cansancio que puedo llegar a tener, poco impide. Mi imagen va envejeciendo muy de a poco. Alguna vez envejeceré del todo? O todo será interrumpido por al vejez. Admiro profundamente a los niños. Ellos, con sus inocentes palabras, llevan a cuesta un sentido sólido, no – confuso, llevan la verdad. Luego nosotros, el sistema, la T.V y otros lo alejan de esa verdad a la que pocas veces se le presta atención. El dibujo de un niño  es lo mas parecido a lo sublime, sus trazos sensibles y la expresión depositada en ese pedazo de papel, que muchas veces no  logramos comprender, están cargadas de mucha honestidad y verdad. Esa imagen es  mas real que cualquier imagen, mas convincente que cualquier dialogo, mas apreciable que cualquier cielo interrumpido por grandes rayos que demuestran lo vulnerable que somos. El tiempo de ellos (los niños), es el tiempo primero, el único. Es ese tiempo que no esta dividido. Esas preocupaciones por el momento son nuestras.     Iván Savorgnan