• jorge ivan garcia
jorgegarcia
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  • País: Colombia
 
Una camisa blanca y otros harapos (Ex critos)    Mis poemas no son poemas Cuando entiendas Que mis poemas no son poemas Podremos empezar a hablar de poesía   Ryokan Monje chino              De mañana Mi madre lava con oraciones El cansancio de mi camisa             El canto del pájaro es bello Porque nace del silencio.          Poema para una camisa blanca y desgastada que deja ver mis huesos. La verdad es que esto no es un poema. La palabra “poema” es sólo Una estrategia de venta -Recuerden que soy hombre, y ante todo Estoy hecho para el engaño- Aunque en mis otros poemas -Que no son poemas- Insinúe que no quiero engañarlos.   ¡Pero basta ya! He perdido media página Y sólo quería hablarles de   Una camisa blanca y desgastada que deja ver mis huesos.   ¡Vaya torpeza! Cómo malgastamos el espacio. Ya no hay lugar donde plasmar Aquello que en un principio Pensaba que podría ser.   Dejemos este oficio a los inoficiosos.   Me pongo la camisa Y salgo de nuevo al mundo.       Vigilia Sueño un azulejo que canta En el párpado cansado Del sol de los venados.   Despierto Y toda la alegría en mi garganta Es un canto.   Fui, soy y de he seguir siendo Una clara y nítida Alucinación del alba.         El charco I Cálida mañana. La solitaria quebrada Me espera de nuevo. Después de varios chapuzones Me siento en una tibia piedra A leer los poemas de Ryokan   II Sentado junto a la quebrada Escucho la sinfonía del canto rodado. Los insectos vienen y van, Me rodean con insistencia Protestando por este intruso.   III Hoy está apacible el charco El agua baña con lentitud las piedras. El sol en lo alto de mi cabeza, Miro hacia todos los lados Y como nadie viene Me desnudo y me sumerjo en sus aguas.   IV Subo hasta el ensordecedor torrente, Si alguien me llamara No lo escucharía.     Diosa alada Una mariposa se ha posado en mi mano. Con su antena palpa la yema de mi dedo. Me pregunto cuántos millones de años Le llevó a la naturaleza crear Esta perfecta y vulnerable criatura. El conocimiento es vano, Dejo el lápiz y contemplo los movimientos De esta alada diosa.                       Llegas al rancho por el atajo Me traes lunas rotas de pétalos Con que me desayuno.   Me sirves tu seno de almíbar lechoso Para esta sed que me seca el alma.   Pido permiso a tu mañana para entrar y mirarme En los diamantes que se ahogan en tus pupilas.   Testigo de este instante es el árbol curtido de amor.   Déjame orar en tu templo Donde irrumpen los pájaros Después de hacer el amor Y tocar con mis labios tu santo grial.   Voy a lavar mis dientes en tu acequia, No intentes ahora desheredarme de tu sangre. Apóyate en el hueso que me sostiene Para que juntos caigamos al vacío.   Acorralado  en tus brazos preparo el café de la tarde.   Es hora de salir, Los techos húmedos de este rancho Se nos vienen encima.         De cara al sol Esta mañana le puse la cara al sol, Estaba como una naranja: En su máximo punto de madurez.   Así que, comencé a                                    des                                                cas                                                            ca                                                                        rar                                                                                   lo.   Tomé de cada uno de sus gajos La savia.   Bebí hasta quedar embriagado ¡y de repente se hizo de noche!         Dejemos tranquilas a las piedras Por ahora, no las juzguemos.   No preguntemos por su milenaria juventud.   A las verjas de madera roída No las reprochemos.   A los desérticos campos, No les recordemos los tiempos de grana,   A las solitarios portales No les pidamos cuentas De quién ha entrado y no ha vuelto.   A las tardes grises no las miremos.   Bajemos la cabeza por un momento, Si es posible, Arrodillémonos, Cuerpo, alma y sueños.   Ahora escuchemos el silencio Del polvo de los caminos     Desvelado A esta hora En esta casa Sólo estamos despiertos Los murciélagos Los alacranes Y yo.       Desvelado de nuevo A esta hora las hojas hacen ruido. No logro conciliar mis vísceras, Son las tres de la montaña Y un ratón salta a la olla Por mis migajas      Locos, putas y mendigos Esos seres dignos y dolorosos. Dichosos ellos porque después de su muerte El cielo se les abrirá, Porque al cielo van Los locos, las putas y los mendigos.   Al cielo no llegarán cuando mueran Los papas y cardenales Porque su codicia reencarnará Los prestamistas y usureros Porque su avaricia reencarnará.   El cielo solo es Para los pobres de espíritu: Los locos, las putas y los mendigos.   Al cielo no llegarán cuando mueran Los presidentes demócratas, tecnócratas, Republicanos, socialistas, los de izquierda, Los de derecha, los del centro; reinas, reyes, Príncipes, princesas, jeques, primeros ministros, Segundos ministros ni golpistas, Porque su poder reencarnará.   Tampoco los belicosos y petroleros Al cielo entrarán, ni los estadistas, Ni los economistas, ni los abogados, Porque su ego reencarnará.   Porque de ellos es el reino de los cielos Al cielo también van Los locos, las putas y los mendigos.     II Esos seres desarrapados y desalmados Sin un mendrugo de pan en el alma, De ellos es el reino.   Al cielo, téngalo por seguro, no llegarán Los generales de uno, dos y tres soles, Tampoco los coroneles, sargentos, Comandantes, ni almirantes, Porque de ellos es el reino de la muerte.   No van a llegar al cielo Los banqueros y dueños de multinacionales, Ni los políticos de los banqueros Ni los genetistas, ni los comerciantes de espíritu Porque su reino está acá.   Al cielo también van Los locos, las putas, y los mendigos.      Estoy abriendo las hojas de las montañas Y escuchando la tonada del charco donde danzan las ramas Soy un árbol empujado por el tiempo Hecho de cantos agónicos de pájaros que buscan sus nidos   Una emboscada de lágrimas en mi rostro empaña la arboleda Ondulante manto que no termina y me invita a sumergirme y perderme   Con ramas y bejucos le hacen trenzas al guayabo Que no se cansa de madurar para los pájaros   Resbala bondadosa y silenciosa la muerte por estas tierras   Cantos reverdecidos de la infatigable ladera Que me deja dormir en sus vértebras, tendido como un viejo analfabeto Que sólo quiere ver el sol y el cielo y no oír Nada más que este silencio, Que no me apuren, que no me llamen Que no estoy ahora porque   Estoy abriendo las hojas de las montañas Y por azadón tengo este corazón hortelano Ebrio con el néctar salobre de la tierra   Un terco aleteo de los árboles ordeña la mañana Y su fresca leche es vino al medio día   Hay una casa serena que crece con los árboles Granja donde se pueden escuchar los salmos del agua   Déjame ver la luna navegante que salpica los ojos del perro.   Cargo hambre de cenizas que besan mis gritos El mundo está hecho a prueba de abrazos y verduras.    Mis versos Mis versos son prosaicos y patéticos, Por eso me quedo con los versos ajenos.   Los tomo prestados de ángeles y demonios, Algunos me acechan, me acosan, me estrujan, Otros versos me miran de reojo, me los bailo, Otros me los bebo y me los unto.                                 Hay versos con los que me baño en la quebrada, Pero son versos prestados, alquilados, De mí nada tienen, todos son intrusos, volubles, Hinchados.   Me arrebujo en otros, en los versos hollados Unos viejos, muy viejos de verdes campiñas, Otros, como flores del mal de tierras lejanas. Los de oriente, sencillos y claros me refrescan, Me lavan. Versos de ese otro que emprendió el vuelo, O de ese que aún anda en la calle desarrapado.   Versos del ciego que vio en las rayas del tigre su pira O de aquél otro que rogó a su amada “quítame el pan si quieres, pero no me quites tu sonrisa” O de aquél joven ebrio que fue un naufragio su vida.   También amo otros versos, los versos callados, Los que vienen sin rostro del cielo a la montaña, Del peñasco, de la azulada mariposa, del espejo Que es aire del alba, versos sin métrica ni rima, Versos sin ortografía, ni prisa, ni sintaxis.   Versos con olor a boñiga, a peces en el estanque, Versos que crecen en las entrañas de los árboles, Los de fuego y ceniza, los de flor silvestre, Esos que llegan enredados en el viento, O mojados por la brisa, Versos cansados que pasan por la tarde, Anaranjados, pálidos de verde, violetas, casi oscuros.   Y esos otros versos silenciosos, Los de las sombras de la noche, empalagados de luna, De grillos y ranas, de perros ajenos, De vacas con gemidos lastimeros, Estos versos que me traen el desvelo Son los versos que amo y de los que estoy hecho.       Pisemos con levedad Esta bella tierra Esta tierra sagrada. Escucha el viento que gime Entre ramales, el gorjeo, la cigarra. La rama que se quiebra, el fruto que estalla.     Pisemos con levedad esta tierra santa, Esta tierra sagrada, Esta tierra minada,                      Esta tierra minada.                   A la luna le cogió la noche, Alumbra aún después del alba. El torrente cambia de melodía Cuando el viento pasa, A la piedra le crece el musgo Mientras el árbol sus hojas desata, A la noche le cogió la luna Muda la tierra, habla sin palabras.  

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