BALTASAR GRËNLINNEs difícil imaginar lo bello que era aquel paisaje hace algunos años. El cielo, el césped y las frondosas copas de los árboles donde la vida canturreaba tanto al amanecer como al anochecer. Las aves y las criaturas del bosque en complicidad, encandilaban el ambiente con su trino característico y así la magia fluía entre las ramas de los arboles donde los botones reventaban en coloridas pero hermosas flores. Los riachuelos de cristalinas aguas dejaban ver en su interior grandes peces como salmones de los que se alimentaban gigantescos osos después de su sueño invernal. Desde luego y ahora más aún, también para el ex capitán de la guardia de la reina, Baltasar Grënlinn, era difícil imaginarlo mientras iba velozmente por las putrefactas ciénagas de aguas negras donde se erigían troncos de un bosque de miles de cadáveres empalados. Aberrantes y desencajadas figuras suspendidas desde lo alto, de rostros picoteados por los cuervos y con aterradores ojos vaciados de sus cuencas, parecían mirarle con expresión de odio y dolor. Una densa y asquerosa neblina se entremezclaba con los vapores de miles de túmulos de gente que alguna vez habitó estos lares, limitando la visión más allá de los cinco metros. •- "Vivir ignorante para morir en paz"- Pensó mientras se abría paso chapoteando las pestilentes aguas intentando confundir su olor. La cacería había empezado y los perros de la guerra en cualquier momento le darían alcance. Definitivamente no quería colgar de un palo. Corrió a pesar de que por la humedad en sus medias, ampollas y heridas le quemaban los pies. Pero el dolor no era una opción, tenía que escapar de esos horripilantes animales. Es increíble lo que la soberbia del ser humano puede hacerle a la creación de los dioses. Los perros siempre fueron hermosos, yendo lealmente con sus amos de un lugar a otro. Pero Gölcedar Kaban, Los había convertido en bestias monstruosas y al igual que a sus habitantes, el alma se les había muerto. •- "Vivir ignorante para morir en paz" - repetía.A pesar de percibir que los ladridos no se habían alejado, cayó en la cuenta que el camino se le acortaba y que por aquel camino llegaría a una caída. Continuó con la carrera hasta que logró cruzar las ciénagas de los empalados. Los perros y los guardias no eran los únicos recursos que existían para cazar a los traidores y enemigos, o como en su caso, hombres que suponían un riesgo para el orden establecido. No, claro que no. Por ende, debía tomar decisiones rápidamente y ocultar el bolso que tenía amarrado al cinto. Ahí se encontraba el por qué de su feroz cacería. La verdad. Entre el filo del abismo y los perros solo había una cosa que decidir: Saltar o no saltar.Y los perros ya estaban cerca.