• haydee
lisset
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  • País: Argentina
 
En mi camino habitual, suelo ver un árbol que tiende  sus ramas desnudas y grises hacia el muro del jardín vecino. Carente de riego y cuidados, una  cantidad de hojas y basura, acumuladas en su  cazuela, le dan apariencia de abandono. Al pasar esta mañana por el lugar, me sorprendió  verlo cubierto de verde follaje, matizado con racimos de flores naranjas,  que lo asemejaban a una cascada de verdes y de fuegos. No fui yo, la única sorprendida con  esta nueva imagen. Las personas que caminábamos por el lugar,  nos  detuvimos  a contemplar el inesperado cambio. No había milagro ni misterio. La enredadera del jardín vecino, una magnífica bignonia, entrelazó sus múltiples zarcillos con las ramas del árbol,  le prestó el verde intenso de su follaje y los  encendidos colores  de sus flores.  La bignonia,  es como la mayoría de las de su especie,  invasiva y  en su  descontrolado y arrollador avance,  ahoga la  planta donde se apoya y enreda, hasta matarla. Humanicé, en mi memoria, la imagen del árbol vivo, con  las ramas, estiradas hacia el jardín, en procura  de la  belleza  efímera, basada en el cambio de apariencia y que  tuvo un costo demasiado alto, cuando fue muriendo, asfixiado por su implacable vecina. Asociado al recuerdo de tantos seres, que no conformes  con  lo que son, buscan un cambio de apariencia que suele resultar catastrófico e imposible de revertir.
Cambios
Autor: haydee  328 Lecturas
 No pudo pegar un ojo, en esa vana porfía de esperar al delincuente, que por marido, tenía.Cuando el sueño, la vencía, llegó en vapores de alcohol. Al subir por la escalera, en la alfombra, se enredó.Salvando los contratiempos, suponiéndola dormida, se tiró sobre la cama y roncó con alma y vida.Cansada de tanto agravio, harta de aquellas salidas,humillada y ninguneada, decidió cambiar de vida.Fue llenando su maleta, con lo poco que tenía.de un marido  miserable, que todo se lo bebía.Iba a dejarle su alianza, por si el torpe, no entendíaque la decisión tomada, era de una sola vía,Luego se dijo, “Es mejor, guardarla en lugar seguro.Estos pocos gramos de oro, pueden sacarme de apuro.”Apareció un sol radiante, en la mañana de enero.Para que él  se enterara, lo que se estaba perdiendo,abrió puertas y ventanas  y con gesto pendenciero,gritó- “ Ahora me voy a buscar un mundo nuevo”El tipo se tapó más. Encogido y plañidero,Dijo - Lo que tu  quieras, amor …apaga la luz, primero…  
Maridos....
Autor: haydee  316 Lecturas
La casa  está abandonada,nadie limpia, nadie canta.Todo lo ha cubierto el polvoy a mi corazón, la escarcha Nadie ha regado tus plantasdesde el día en que te fuiste.  En un jarrón se corrompen,las rosas que  allí pusiste. Los senderos, en otoño,se han cubierto de hojas secasque bajo mis pies se quiebrany suenan  igual a quejas.Sumido en honda tristeza, dejo que el tiempo transcurra, que me invada la pereza y que la tierra se hunda.Mejor que todo se sequey que se extinga la viday que me encuentre la muerte listo para la partida.No quiero aferrarme a nada.Nadie que se aferre a mí.Al momento que me vaya,nadie tenga que sufrir.
Nada ni nadie
Autor: haydee  343 Lecturas
Pasado el efecto de la anestesia, Matilde, trata de  encontrar una posición más cómoda. El dolor le obliga a  quedarse inmóvil. La habitación pequeña y despojada,  con una sola cama, es todo lo que necesita  para descansar y reponerse de la sencilla  cirugía a la que fue sometida. Pasado lo peor, se armará de paciencia hasta obtener  el alta y  retomar su vida. Escucha voces y  cierra los ojos, sin deseo de hablar ni de ser molestada.-Duerme,  doctor. -Tuve que  reforzar la anestesia. No imaginé lo que iba a encontrar y no se pudo hacer otra cosa que cerrar. Al menos, estará sedada por un buen rato.-En vista de la gravedad, es posible que no despierte, doctor?-No lo podemos descartar, Anita. Para ella, sería lo mejor, sin duda.Apenas salen, Matilde, experimenta la sensación de hundirse irremediablemente.. Su problema era una insistente molestia que la afectaba  al caminar y  le causaba dolor. El traumatólogo tomó unas placas y  aconsejó una cirugía menor y unos días de reposo hasta que la herida cicatrizara. Se hizo los análisis y  controles de rutina. En la mañana, con su  bolso y  todas las ganas de superar el problema,  entró al sanatorio  y un par de horas después, siente que todo se  desmorona a su alrededor. Sentimientos de rebeldía, ante la injusta  situación, la ahogan. Un torrente de lágrimas, inunda sus mejillas, siente compasión de si misma  hasta que es invadida  por una  profunda desazón.   Comienza a transpirar copiosamente  y  a respirar con dificultad. Estira el brazo y alcanza a presionar el botón  para que vayan a asistirla. Demasiado tarde.Ana, enfermera de piso, acude al llamado y  en el pasillo, se cruza con el cirujano.-Dr. llama  su paciente terminal.  Ana, confundí los pacientes. La del  mal pronóstico es la de la habitación  contigua. A la otra, mañana le damos el alta.- Se pondrá muy feliz de saberlo!  Se lo dirá usted. Doctor?-
Confusión
Autor: haydee  355 Lecturas
El corazón me decía que no lo vería más me rebelaba no verlo y no lo quise escuchar. Lo  busqué por los lugares que solía frecuentar, Pregunté a los conocidos, nadie  me pudo explicar, su ausencia, esa cruel ausencia que me causó tanto mal. Alguien me dijo que el tiempo es el que puede curar heridas de amor,  del alma, y es  bueno para olvidar. Dejé que el tiempo pasara y lo llegué a comprobar, El tiempo y el viento  llevan lo que se deja llevar. Libre de ingratos amores, liberada, vivo en paz, Dispuesta  a  nuevos intentos, experta en artes de errar
El tiempo
Autor: haydee  513 Lecturas
Si algún día me olvidaras porque el Alzheimer avanza, te prometo, vida mía, yo mantendré la esperanza para que en un próximo evento, aquí o en el más allá pudiéramos encontrarnos con toda felicidad. Serás un joven apuesto, para mi, un amante fiel Yo seré tu casta amiga, después… lo que deba ser. Ilusiones que alimenta mi alocado corazón, aunque la razón le indique  que tome otra dirección.   No siempre lo que uno quiere, tiene que ser lo correcto o lo correcto para uno, no es  lo mismo para el resto. Entre tantas  perspectivas, que no conducen a nada, Yo te seguiré queriendo….. si el Alzheimer no me gana.
Si.....
Autor: haydee  528 Lecturas
Tan lejos como estás y estás tan cerca. El corazón, que sabe, me lo cuenta. Su palpitar feliz, siempre alimenta, la ilusión de tener aunque no tenga. No sufro por ausencia ni fracaso Como podría ser, si hasta te siento cuando llegas a mi, con leve paso, confundido  en la brisa o  en el viento. Y me dejo envolver en tus caricias Pródiga  a este  amor, sin restricciones Me das y yo te doy, sin condiciones  Compartimos  placer sin avaricias. Desmayada de gozos y sin fuerzas, me abandono al amparo de tu pecho....  Hay calma  en la tibieza de mi lecho y en  las ansias de amar ya satisfechas..  La mañana, me ciega con su brillo. Me resisto, quiero seguir dormida, busca tu cuerpo, el mío y no te encuentra sobre un desorden de sábanas caídas.
Tan lejos y tan cerca
Autor: haydee  486 Lecturas
  Pensativa y cabizbaja, sumida en sus desazones, con la mirada perdida en hondas cavilaciones. Ajeno, su pensamiento, a lo que pasa a su lado, no repara en una anciana, que en ella, si ha reparado. La mujer mayor, observa y saca sus conclusiones: Tendrá la edad de su nieta, su pelo claro y su porte. Nada es casual, en la vida. Todo tiene una razón. No acostumbra ir a esa plaza.  Un impulso la llevó Y en ese banco de piedra, otro impulso, la sentó. Observa y todo coincide, ese pequeño lunar, que adornaba su mejilla,  la forma de su pulgar. Los ojos grises y mansos, las cejas sin depilar Igual la boca carnosa, sin pintura, al natural. Aventura  unas palabras, -Ya se está poniendo el sol Mi casa, está aquí, muy cerca. Me acompañas, por favor? La sonrisa de la joven, es algo revelador, igual a la de su hija, la que desapareció. La buscó por cielo y tierra pero nunca la encontró. Caminan juntas, del brazo  y la señora mayor, con voz cascada, musita aquella antigua canción que a su hija, tanto  gustaba y que entonaban las dos. Se  confirma su sospecha, esa  vaga presunción, la dulce voz de su nieta  que repite la canción.
Reencuentro
Autor: haydee  482 Lecturas
Tanto esperar que volvieras! Aferrada al pensamiento de que otro como tu no había, pasé  muy negro tormento. Rechacé a quien me rogaba que compartiera su amor, obnubilada, mi mente, sumergida en el error. Al fin, un día llegaste,  cansado, sin ilusiones Y las mías, se esfumaron entre tantas desazones. No eres aquel que partió con ansias de mundos nuevos Y aquí, yo que te adoraba, dejé que pasara el tiempo, sola, con la falsa imagen, que de ti me había hecho. Volviste como un extraño, Así, yo no te recuerdo, con un rictus de amargura, pronunciado y hondo, el ceño y aquel brillo de tus ojos, que era promesa de cielo, se ha vuelto en espesa niebla ….y así, yo...  no te recuerdo.  
Falsa Imagen
Autor: haydee  721 Lecturas
Venía por el camino, la carita, acongojada. Perdió las pocas monedas por un roto de la  falda En su casa no había pan, ni una fruta, no había nada para llevarse a la boca, desde que el padre faltaba. -Y qué le digo a mi madre? Muy triste, se preguntaba   Entre las hojas, el viento, con aflicción, murmuraba. -Hoy debí quedarme en casa, dejar que vaya mi hermana a comprar algo de harina que madre con arte amasa y convierte en un manjar con sus santas manos de hada.  Mesándose los cabellos, la pobre niña lloraba con pena de regresar llevando noticias malas. Frente a ella, un resplandor, casi la hizo enceguecer, algo que la emocionó, claramente,   pudo  ver.  De rostro bello y gentil, una elegante señora,  tendió sus preciosas manos y de ellas brotaron rosas. El aire, lleno de aromas, se convirtió en un vergel.Quedó suspendido el tiempo, lo amargo se volvió miel. Rozó la cara llorosa, con la punta de sus dedos y las lágrimas, al punto, en perlas, se convirtieron. La niña olvidó, al instante, lo que la hizo padecer. Hubo un nuevo resplandor, sus ojos enceguecieron y al volverle la visión, la señora subía al cielo, escoltada por dos ángeles, que de la nada, surgieron. Maravillada, la niña, con lo que sus ojos vieron, No sabía que pensar, si todo había sido un sueño, Luego, al bajar la mirada, dispersadas por el suelo, finas y preciosas perlas, sus manitas recogieron.
El milagro
Autor: haydee  765 Lecturas
Sentado frente a mí, en el tren, había logrado ponerme incómoda. No me quitaba la vista de encima. Aunque en ningún momento lo miré, sentía sus ojos clavados en mí.  Era una sensación  por demás desagradable. Mi apariencia es la de una mujer sobria y recatada, nada justificaba  su  concentrada atención en mi persona. Una oleada de calor me vino a la cara, apreté los labios y mis manos empezaron a  sudar aumentando mi nerviosismo. La gente bajaba en  cada estación. Éramos pocos los  que continuábamos en el  vagón, lo que me hacía más vulnerable a sus intenciones. No llevaba en mi bolso nada contundente como para defenderme, solo una lima de uñas metálica que guardo en un bolsillo con cierre. La  palpé con los dedos bajo la tela.  Calculé  que si la sostenía con firmeza,  podría inferirle varios puntazos en el abdomen.  El factor sorpresa  me daría ocasión para  correr y ponerme a salvo de su ataque. Próxima a mi destino, así el mango de mi improvisada arma con la mano derecha, mientras con la izquierda me tomaba del  pasamanos. Un sudor frío me inundó al ver q se levantaba tras de mí y de un costado del asiento, sacaba algo como una varilla... Decidida  a  pedir auxilio con todas mis fuerzas, vi  al pasajero del tren, empuñar  un bastón blanco que hacía repicar  a su  paso.  
El pasajero del tren
Autor: haydee  703 Lecturas
Encolumnadas hormigas, dejan el viejo hormiguero.En ese  andar sin descanso, trepan montes, cruzan ríos.Van en compacto marchar  llevando larvas y avíos. La causa de la mudanza, tiene  su origen e historia, para  contarla sin yerros, apelaré a la memoria. Hace tiempo se instalaron, los grandes depredadores, con maquinarias ruidosas, produjeron los desmontes. Se pobló de gente extraña, de amenazantes sonidos convirtieron el hogar, que antes fuera un paraíso, en montones de deshechos, en un páramo sombrío Los pobres animalitos, en su estado natural, sin refugio ni alimentos, huyeron de ese lugar, en éxodo desquiciado. Siempre  el hombre vá por más. Acorralados y hambrientos, sin saber a donde ir, Los pocos supervivientes, esperan un triste fin. Las hormigas, se arreglaron con los restos esparcidos Hasta que llegó el momento de buscar otros destinos. Enviaron exploradoras expertas en detectar un lugar para su reina que empezará a desovar. Millones de nuevos seres que deben alimentar, son las futuras obreras que el sistema, sostendrán.  Las incansables hormigas que marchan sin descansar. Una sociedad perfecta donde todos colaboran Cada cual cumple su  rol, que es como todo funciona.
El éxodo
Autor: haydee  688 Lecturas
Tu perrito se extravió cuando te fuiste a la escuela El salió tras de tus pasos y sin que te dieras cuenta. De regreso, te extrañó que no saliera a tu encuentro, saltando a tu alrededor, como siempre sabe hacerlo. Buscaste  por todas partes,   preguntaste a los vecinos, Tu padre te acompañó a recorrer los caminos. Y sin haberlo encontrado, tarde volvieron de andar, no probaste ni un bocado y te pusiste a llorar. Muy temprano, al día siguiente cuando todo era silencio, pediste, con mucha fe, por ese perrito ausente. Cuando ibas para la escuela, una anciana te detuvo. -Vi. un  perrito igual al tuyo, en lo de mi nieta, ayer, Creo que se va a morir porque no quiere comer. -Por favor, díga, donde es?   Por tu carita de gozo, veo que lo has encontrado,  procura q no te siga y en adelante, a cuidarlo!
El perrito perdido
Autor: haydee  765 Lecturas
La luz te está advirtiendo que es hora de marchar, también el apremiante sonido del tic-tac. No quiero que te vayas aunque se que te irás… Me refugio en tu pecho, para no protestar. Sabes, es el momento el que mas, me entristece, acaricias  mi pelo, te pido que me beses. Prolongar los  instantes de ardiente regocijo,  es lo que ambos deseamos, como eternos amantes. Ya tienes que partir y me quedo callada, Cuando sola, pondré,  mi cabeza, en la almohada, que  será confidente de todas mis  historias,  las felices….las otras, de que tengo memoria.  
Amantes
Autor: haydee  747 Lecturas
          Era una bruja ciruja  que caminaba torcida  con jorobita en la espalda  muy flaquita y         atrevida!                        No había nada imposible o que no pudiera hacer  y montada en su escobita, todo lo podía ver.              Si un perro, corría a un gato, su mascota preferida, iba veloz en su auxilio y al can, desaparecía.                      Si a algún niño, en penitencia,  se le prohibía jugar,  le hacía sitio en su escoba  y lo llevaba a pasear.                           Vió a un caballito, cansado, tirar de un carro pesado,  puso alitas en su espalda  y lo convirtió en Pegaso.                        No había nada imposible  o que no pudiera hacer.   ¡Mira con frecuencia el cielo  y quizás la puedas ver!                  
La Bruja ciruja
Autor: haydee  727 Lecturas
 Sé, con certeza cuando dejaste de amarme. El aire se volvió denso, asfixiante, secó mi piel y se metió por las grietas.... .....agostó lo que encontró a su paso hasta llegar al corazón.Fué miericordioso, me evitó el sufrimiento de desgarrarme de a poco.Ahora soy lo que ves. No espero nada porque nada puedo dar.Me desprendo de la mejor etapa de mi vida, la que compartimos juntos, descubriéndonos,asombrados de nuestras coincidencias y nuestras contradicciones,de la infinita ternura, que despertó en mí tu devoción incondicional..y tu incondicional entrega.Cuando el dolor lacere mi alma, no abrevaré en los recuerdos......si pudiera borrarlos de mi memoria.....Olvido, haz que tu manto, cubra mis noches en vela,cuando las brisas del campo, me traigan aromas de ella,  con renovadas promesasy juramentos de amor, cuando su piel y la mía, fundidas en el abrazo, entre caricias ardientes, me sujeten a su lado, cuando su imágen me acose sin que nada pueda hacerpor borrar de mi memoria lo que no puedo tener.Cúbreme ya con tu manto, MISERICORDIOSO OLVIDOy tal vez, cuando despierte, vuelva a ser, lo que no ha sido.   
Desamor
Autor: haydee  524 Lecturas
  David, vendía discos en el negocio de su padre. Próxima a terminar el secundario, a la salida del colegio, pasé a buscar lo último de Abba, el conjunto sueco que hacía furor. Entré a la cabina de prueba, el botón de volumen no funcionaba y  pedí  ayuda. David solucionó rápidamente el problema , satisfecha, me llevé el disco. Había notado la deferencia de su trato, más allá del interés comercial.  Habló de un  sorteo para los clientes de la casa, con ese pretexto solicitó mis datos,  desconfié y sin pensarlo, le di los de Ana, una amiga, la primera que se me ocurrió. En el baile de egresadas, me sorprendió verlos llegar juntos. Para evitarlo salí a bailar, no se me ocurría nada para justificar mi engaño. Mientras tomaba un jugo, en el bar del hotel, se sentó a mi lado. Atiné a elogiar su buen gusto por la elección de mi amiga. -Es muy linda- contestó- pero no es la que yo elegí. No quise escuchar, intenté alejarme. Ignoró mi fastidio, me tomó de la cintura y me llevó hacia  la pista, precisamente comenzó a sonar la música de Abba.  Olvidamos  nuestras diferencias y bailamos toda la noche, al principio, algo envarada, pero  con  tan buena pareja,  disfruté  girando entre sus brazos.   En el intermedio salimos a la terraza, la noche, tenía un especial encanto.  La ciudad, iluminada, se extendía en luces y sombras, como una prolongación del cielo infinito. Bajamos hasta el parque. El césped, húmedo de rocío, me obligó a quitarme las sandalias, y sentí la frescura en mis pies doloridos. ¡Que placer!.. Después del intenso ejercicio... Además de ser un buen bailarín, David, era un buen conversador, hablamos de  proyectos, de   sueños...  en poco tiempo obtendría su licenciatura en ciencias de la información, mientras, ayudaba a su padre en el negocio. Con un grupo de compañeros de la facultad, se habían propuesto, cambiar el mundo. En su cabeza  había  un torbellino de pensamientos  e ideas que privilegiaban  la libertad y la solidaridad. Habló con fervor  de proyectos  y de la forma en que planeaba realizarlos, esa noche era mágica y  contagiada  de su entusiasmo,  participé de su sueño. Confesó  que la seguridad de encontrarme, a pesar de tener una importante reunión, lo decidió a venir, el teléfono que le dejé, aunque era de Ana,  le dio la posibilidad de llegar hasta mí. Era lo que se había propuesto. Sentí sorpresa y halago. Sus ojos azules, tenían un brillo húmedo y la mirada  limpia y sincera. Me dijo algo que en ese momento no comprendí:   -“Ahora no puedo prometer nada,  no nos veremos por un tiempo, pero cuando sea la ocasión  te buscaré y  podremos concretar una relación, si así lo deseas.” La mágica noche, sus palabras, el perfume de las madreselvas  provocaron un efecto embriagador. Asentí. Después llegó el primer beso, profundo irrepetible... Volvimos al salón. Alguien lo apartó y le habló al oído. Se acercó para despedirse, su rostro tenía una  palidez  que me alarmó. Fue la última vez que lo vi. Pasó una semana y después otra. No me separé del teléfono, en vano esperé su llamado. Me decidí, fui hasta el negocio, en la cortina metálica de la puerta, habían pegado una faja   con la palabra Cerrado. Pregunté a los vecinos, nadie supo darme razones, tuve la impresión de  que  estaban atemorizados. Volví a casa  sin saber qué hacer. La  explicación tenía que estar en sus palabras. Las tenía muy presentes pero no pude descifrar el enigma.  Pasó el tiempo de las fiestas de fin de año, fui a veranear con mi familia y empecé a prepararme para el ingreso a la universidad. Los estudios absorbieron mi atención y mi tiempo. Conocí mucha gente, aquella mágica noche pasó a ser un recuerdo, con visos de fantasía, inconcluso, irresuelto,  no podía  jurar que fue real. Me casé, nacieron mis hijos. Mientras personas como yo, transcurrían inmersas en la diaria rutina, otras desaparecían sin dar señales o huían a refugiarse  lejos  del peligro y la persecución.  La burbuja en la que vivía, me impidió saber  de hechos terribles.  De casualidad, me enteré, años después,  que la misma noche del baile de egresadas, cuando llegó su amigo a buscarlo, huyeron del país para  salvarse. Los que fueron a la reunión, a la que estaba convocado, cayeron en una trampa. Quedaron  detenidos, y de ellos, nadie supo más nada. El azar, le ofreció a David, la oportunidad de cambiar su destino y salvar la vida.  Supe que en Francia, donde  pasó diez años, sufrió lo indecible, sentía culpa por no haber compartido la suerte de sus compañeros. El  grupo de expatriados lo contuvo y le ayudó a recuperarse. Se impuso el  aislamiento, evitó conectarse con sus familiares y amigos para preservarlos.   Los militares decidieron que era tiempo de  convocar a elecciones, volvimos a la democracia. Los  que regresaron, después de aquellos oscuros años de represión,  trataron de rehacer sus vidas, con parches y remiendos.  Hay heridas que tardan en cicatrizar y otras que nunca  cierran.   Hoy decido caminar sola y no sé por qué razón, mis pasos me llevan hasta  el parque del hotel  donde hicimos la fiesta de egresadas, será porque hoy, casualmente, se cumplen veinte años y vuelvo al escenario donde un beso despertó a la mujer que dormía en mí.  Más tarde, nos reuniremos a festejarlos en la casa de  Ana, precisamente.  Busco el banco donde nos sentamos esa noche, pero hay alguien ocupándolo. Elijo otro.  El hotel cerró hace años, el parque, muy descuidado, está cubierto de maleza, no fue una buena idea venir, hasta podría resultar peligroso. Decido volver a casa, al cruzar la calle, escucho pasos detrás de mí. Me detengo, es el hombre del banco,  tiene algo en su mano, - Se le cayó esto, Sra.- me dice-  y me ofrece una rosa.  No me da tiempo a  responder, se aleja enseguida. El eco de sus  palabras, estimula mi memoria  auditiva   -No  hay duda, es  David. Reprimo el  impulso  de llamarlo. ¿Para qué? No soy la de hace veinte años, él, tampoco. Me dio la impresión de  un  hombre cansado y triste. Tal vez, cuando me miró a los ojos vio lo mismo que yo en los suyos. No lo culpo, si es la razón por la que  huyó. Es mejor así, si algo había pendiente, ya está concluido.   En casa mi esposo  pregunta si la rosa que traigo en la mano es obsequio de un admirador –Sí, -respondo - Hace tiempo, sin proponérmelo, cambié su destino.  -¡ Claro,- contesta, en consecuencia, también el mío! ¡Ese tipo me debe una indemnización! Dejo la flor en un vaso con agua y voy a ducharme. Ana nos espera. Haydée López
Fiesta de Egresadas
Autor: haydee  881 Lecturas
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 El  poder de su abolengo, por todos es conocido.Sólo expresará un deseo y le será concedido.Como hija de un gran  señor, de bienes y relaciones,su futuro es promisorio, lógicas sus pretensiones.   Satisfecha ante el espejo, de su doncella escuchó,que una hermosa gitanilla, al amanecer, murió. -“La encontraron en la calle, donde un potro, la tumbó.Será velada en la plaza, tras la pérgola mayor” -Quizás, más tarde, me acerque, sólo por curiosidad.dice la niña  y  comienza, sus   trenzas a  desatar. Su cabello, hebras doradas , que con orgullo peinópierde el oro, pierde el brillo y en estopa se volvió.Sus dientes, que competían con el nácar y el marfil,Se caen de las encías y descubren  la raíz.Su piel, fina porcelana, lisa y de buen coloridose  agrieta hasta quedar seca, semejante al  pergamino.“Esto es una pesadilla y tengo que despertar” e intenta en vano,  evadir,  la terrible realidad. En busca de explicación  comenzará a recordar.“Salía de misa  un domingo y a un mozo, de muy buen ver, al cruzarse sus miradas, lo notó palidecer. Acostumbrada al halago, no se había  de sorprender. Tan ferviente admirador, logra hacerla estremecer.Eros apuntó su flecha, certera, hacia el pecho de ély aunque ya tenía dueña el corazón de Javier, antes que nada, es un hombre, así se puede entenderque de Esmeralda se olvide  y sueñe un nuevo querer..Sonrió alegre y divertida, conciente de ese poder que le otorgó su belleza y su posición también.A partir de ese momento, el seducido, olvidó, por esa rubia belleza, que en la iglesia conoció,a la hermosa gitanilla  con la que se prometió,Como un loco alucinado, por las calles, la siguió  esperó pacientemente hasta que ella apareciódeslumbrante en su atavío, por las puertas del balcón.La coqueta, de su pecho, un pañuelito, sacó, en él apoyó los labios y  apretado, lo arrojóhacia el joven, que en su boca, sedienta, lo recogió.  El  ardiente enamorado, nunca será  el elegido, Ella alienta otros proyectos. ¡Pero fue muy divertido! Sin más, ahí cegó el fuego, que imprudente, alimentó.Cerró tras de sí la puerta, y de Javier, se olvidóSentada  junto a la fuente, no volvió a pensar en él,que bajo el balcón espera, ansioso, volverla a ver.   Triste y mustio, vuelve a casa, agotada la esperanzaSale a su encuentro Esmeralda, inquieta por su tardanzay más se inquieta  al notar  una completa  mudanza.El se mantiene callado, sumido en sus pensamientos.Tan sólo bebe una copa, y rechaza el alimento Los manjares, en la mesa, se terminan por enfriar.-¿Qué sucede, amado mío? De tu cambio la razón, necesito conocer, para  hallarle solución.-Nada ha cambiado, Esmeralda,.Nada tienes qué temer.-Sólo son ideas tuyas, y lo debes entender. Inquieto su corazón, no la ha dejado dormirpercibe que algo anda mal, la duda, le hace sufrir. Al oírlo hablar en sueños, atento pone el oído,sus expresiones de amor, no la tienen por destino.Amargas lágrimas  vierte, sin poderlas contenerve entonces el pañuelito, en la mano de Javier.Con destreza se lo quita, lo observa con atención.Para confirmar sospechas, tomará una decisión. Corre  por calles oscuras, llega a una casa modesta,bien sabe que mora allí, la bordadora más diestra.Una mujer, aparece, con un candil en la mano,enrojecidos los ojos y el torso muy encorvado.Muestra el pañuelo y exige enseguida, una respuesta - ¿Quién lo  encargó y para quién? ¡Necesito ya, saber!.Sorprendida y asustada, le contesta, la mujer:-Para la hermosa doncella  hija del señor marqués,bordé yo  los monogramas, tal como los diseñó,su madrina, la condesa, que fue quien los  encargó. Esmeralda retrocede, palidece al recordar, a quien  por su gran belleza,  no puede tener rival.Una moneda de plata, en la mano de la obrera, es el pago merecido, por esa data certeraSe aleja y corre descalza por las calles empedradas,No siente frío ó dolor, está como anestesiada. Se aleja de la ciudad, en pos de una senda oscura, donde ralean las casas y no se atreve la luna.Un gato maúlla a su paso y  una lechuza, en alerta, se lanza tras un ratón,  que se escurre por la puerta, esa puerta que se abrió, sin que ella se diera cuenta.Es Maguira, la hechicera, que infunde a todos pavor,aunque ciega, lo ve todo y penetra  el interior Un vago temor la invade, un sudor frío, la inunda, Intenta escapar  de ahí, cuando oye esa voz profunda..-Se bien a lo que has venido,  nada tienes que explicar  he visto dentro de ti y estoy dispuesta a ayudar.A los conflictos de amor, es necesario enfrentar,asuntos del corazón, no conviene prolongar.-Acerca hacia mí  la prenda de quien provocó tu mal,donde ha quedado su esencia, ingrediente primordial,de este infalible conjuro que, sin duda, logrará que él decida no volver, a la que hoy es tu rival. “Lleva contigo el pañuelo y  vuélvelo a su lugar.Javier, amarrado a ti “ Por siempre, tuyo, será.” -“En cuanto al precio, le dice, de nuestro pacto acordado,todo lo que de él derive, tendrás por justo, aceptarlo”. Vuelve corriendo a tu casa, y procura descansar,para que hermosa, él te vea, a su lado, al despertar Esmeralda, resplandece, con luz de felicidad.Acepta las condiciones de Maguira, sin chistar.    Sobre el palacio una negra, densa bruma se asentó,nadie consigue encontrar, para eso, una explicaciónLa servidumbre aterrada, los señores confundidos Ven transformarse a la  hermosa, en un ser desconocido.Esa figura perfecta, envuelta en  sedas y encajes,que expertas manos cosieron,  para que  las modelase,al reflejarla el espejo, que sostenía su paje,se derrumbó  sin que nadie, evitarlo, consiguiera                        y Los ojos iluminados de  inmensa felicidad,va Esmeralda, como flecha, recuperada la paz. Cortó los tientos de cuero y por la esquina cruzó, negro potro, encabritado, que del corral, escapóy  topándose a Esmeralda, al suelo, la derribó.Ni un grito, ni una palabra, de su boca se escuchó. El soldado,  que corría,  tras el potro, lo juró. El amanecer, sorprende, a labriegos del lugar, que antes de salir el sol, van a ganarse su pan.  El  rostro sucio de barro, que sonríe dulcemente, sosteniendo entre los dedos, un pañuelito celeste,con un candil iluminan y llora la buena gente. -¡Es la gitana Esmeralda, la pobrecilla  murió!-¿Qué hacía en la noche oscura, cuando el potro la tumbó? Van en busca del amante, a traerlo con premura,ha de conseguir para ella, una digna sepultura. No hubo  gitana más bella en la ciudad que habitó.Contrajo una enorme deuda, por retener al amor. Desmesurado fue el precio, que dos vidas se cobróUna murió despojada, la otra, no lo disfrutó,Javier, va por las tabernas, sumergido en el alcohol.“El espíritu del mal, otra vez es  vencedor.”Magui
El precio
Autor: haydee  654 Lecturas
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          Es posible que la pasión por la historia y la mitología, que me inculcaron de niño, con el paso de los años y por carecer de otras motivaciones, se convirtió en obsesión. Mi vida, se repartió, en la adolescencia, entre el estudio y  un trabajo que de artesanal, pasó  a lo meramente práctico y rutinario. Respondía, habitualmente, a las necesidades de los clientes, gente de barrio que acudía a la fragua en busca de la seguridad relativa que podía brindarle una reja, un portón ó el refuerzo de las aberturas de sus hogares. De vez en cuando y era lo que más me gustaba, pedían una veleta para dar una categoría especial a sus tejados. El placer de calentar el metal hasta volverlo maleable, dominarlo a mi antojo y conseguir formas y volúmenes que respondían a mi efervescente imaginación, era muy gratificante, cuando lograba lo que me proponía. Al adolescente creativo y fantasioso, que bullía en mí, el  tío Hefaisto, opuso, valga la redundancia por tratarse de un herrero, su férrea voluntad y le ordenó que limitara sus esfuerzos a las exigencias de los clientes. Desde ese momento, el trabajo se hizo monótono y rutinario. Me convertí en un ser ensimismado y taciturno, al llegar a casa, me sumergía en la lectura. Ni la cariñosa solicitud de mi madre, ni más tarde  el amor de mi mujer, ni mi preciosa hijita, Casandra, lograron rescatarme de esa frustración. Deben haberme amado mucho para soportar a este hijo, esposo y padre fácilmente reemplazable por un cuadro ó una foto. Simplemente, me reduje a cumplir lo que consideré  mi obligación, es decir, proporcionar a mi familia lo suficiente para que nada les falte pero mi ceguera mental, me impidió ver que la privé de todo. Como al “Caballero dela Mancha, “la compulsión por cierta lectura, me secó el cerebro e hizo que me pareciera normal la vida que llevé,  hasta esa noche en que festejamos los siete años de Casandra.   La providencial caída que sufrí, absolutamente real, no  metafórica, mi cuerpo magullado y dolorido, vivo testimonio para corroborarla, me sacó de ese confuso estado en que el tiempo dejó de ajustarse a los valores establecidos y  produjo el caos en mi vida. Afortunadamente, después del caos, se hace la luz.   Casandra A la hija de Príamo y Hécuba, / Apolo, ofreció enseñar los secretos más ocultos   / del arte de adivinar. Casandra aceptó encantada, / aunque Apolo, le advirtió Que el pago será en “especies”/ por la ciencia que adquirió Dueña de las profecías, /  Casandra se vuelve atrás. Se niega  a pagar el precio./ Furioso,  Apolo, se va. Casandra, todo lo sabe /   el futuro y el ayer Pero el dios, la ha maldecido / Nadie le habrá de creer.                                          § El destino de Héctor, está signado por sus vivencias infantiles. En ellas es su tío, Hefaisto, la imagen paternal y dominante, hermano de su progenitora, herrero de profesión, de bondadoso carácter,  reemplaza al padre ausente y en ocasiones, a la sencilla  y  tímida mujer que es su madre. Ella intuye que  su pequeño, necesita una  referencia masculina como modelo a imitar y está convencida que no sería posible hallar  otra mejor.   Atentos, sus ojitos no pierden de vista al gigante, presto a  doblegar el hierro en la fragua  al golpe certero del martillo ó  rodeado de una constelación de estrellitas cuando usa el equipo de soldar, así pasa  en el taller buena parte del día.  Cuando Hefaisto  da por finalizado su trabajo, sienta al sobrino sobre las rodillas y relata episodios históricos y mitológicos incomprensibles para el niño, que  sigue  la vehemencia de las palabras y los gestos, con atenta e infantil inocencia.   Héctor es un buen alumno, la maestra lo distingue por sus conocimientos de historia y  por las citas mitológicas que emplea y que la obligan a desempolvar la biblioteca para estar a la altura del niño y no  ser tildada de ignorante.  El mejor premio que recibe, al terminar el ciclo primario, es un libro con escogidos relatos mitológicos y  el permiso para incursionar, durante las vacaciones, en el oficio de herrero, eso sí, bajo la supervisión de Hefaisto. Es todo lo que Héctor desea, aunque su tío, le advierte, que debe obtener por lo menos, un título secundario con orientación técnica, si quiere trabajar en su taller. Finaliza el secundario y cumple su deseo de trabajar en lo que más le gusta.  Hefaisto, el tío, entiende que ya no tiene nada más para enseñarle. El sobrino es un experto  y cada día delega en él, nuevas  funciones. Terminada la tarea pesada, Héctor, en su hogar, se dedica a la  lectura que más le apasiona, historia antigua y mitología.  Esa absorbente afición, lo transporta al mundo mágico y fantástico, de héroes fabulosos con poderes de dioses y debilidades de  hombres. Su atención se concentra en la página que lee, mientras come lo que su madre, solícita, le  pone en el plato.  Ella Intenta, de vez en cuando, iniciar una conversación que se vuelve monólogo e invariablemente languidece. Entonces, con un resignado : -“Hay cosas peores”  vuelve a sus tareas hogareñas.  Pasa el tiempo, Héctor es socio de su  tío. “ La Fragua  de Hefaisto”, da trabajo a muchos vecinos del lugar. La empresa, crece en proporción directa al  aumento de la inseguridad, lo que no es poco decir. En el tiempo que el trabajo y sus lecturas, le dejan libre, conoce a Helena, una hacendosa y linda chica. Durante el breve noviazgo, ella,  se entera de la obsesión de su  elegido. No le hace  perder el sueño. Se siente segura de poder modificarla. Al año de casados, son padres de una niña. La llaman Casandra, el nombre es elegido por el orgulloso papá. Helena, inmersa en su rol maternal, deja pasar el tiempo y a la larga, igual que su suegra, primero acepta y luego se resigna a  la ausente- presencia de su  marido. -Casi no habla, -le comenta a su mejor amiga- -Eso no es un defecto, es una virtud,-es la respuesta. Como  proveedor, es excelente, incansable en el trabajo, cariñoso, fiel.  Sabe de la vida matrimonial de sus hermanas y amigas, compara e infiere que debe conformarse y aceptar su manía  como un mal menor. Casandra celebra sus siete años, es una nena  preciosa que  llama la atención  por su prestancia  más que por su belleza, que no es poca. Tiene los ojos negros y brillantes como el pelo, la piel tersa y clara, de rosada trasparencia. La familia,  gente sencilla de barrio, se reúne junto a un grupo de amigos para agasajarla. Uno de ellos, recién llegado de Madrid, donde  actualmente reside,  deslumbrado por el encanto de la nena, con aduladora intención, desliza al oído del padre : –¡ Pronto, artillería pesada necesitarás  para correrle los pretendientes! Héctor, pensativo, mira   a su niña, que ajena a los comentarios, alborozada, recibe obsequios   y elogios. Helena, rodeada de  parientes y amigas, observa, escucha y  piensa  si ser la mamá de Casandra,  justifica seguir unida a ese hombre que la tiene condenada  al silencio.  Los invitados se van, Casandra, recoge papeles y  cajas y las coloca en una bolsa de residuos. Helena  y su marido, en silencio, levantan vasos y platos, desocupada la mesa, aprovecha Héctor para ir en busca de  su  última adquisición un voluminoso libro que  abre gozoso,  luego de  acomodarse en su   lugar preferido. Ella, vuelve a su rutina de silencios-cotidianos, mientras lava y acomoda la vajilla. Hay cosas peores, piensa. Concluida su tarea, llama a la pequeña y  después de dar  las buenas noches al marido y al padre, suben a sus habitaciones. Héctor, está releyendo la historia de Casandra,  princesa troyana, cuyo nombre rescató de la mitología para dárselo a su, hasta ahora,  única hija.   Ella se acerca, es la única  en atreverse  a  sacarlo del autismo en que se siente a sus anchas. La contempla asombrado, estará en  los quince años y es  tan hermosa, que siente una mezcla de admiración y temor. Necesita dinero para  ir de compras con una amiga. Es afortunada de tener un padre tan generoso. Roza ligeramente los labios en la mejilla de su progenitor y  desaparece. Vuelve a ensimismarse  en la  lectura, recuerda perfectamente el motivo que lo decidió a elegirle ese nombre. Las advertencias solapadas ó directas de familiares y amigos, referidas, las más osadas, al  dudoso  sostenimiento de la virtud de una hija tan  codiciada,  producen  una  transformación en  su conducta. Lo que no hizo de novio, lo hace de padre. Se convierte en vigilante- guardabosque.  Deja de ocuparse de la historia y la mitología. No tiene paz ni  tranquilidad para esos menesteres.  El tiempo que ahora le sobra, lo malemplea en rastrear las salidas de Casandra.  Regresa  del trabajo y  sorprende,  en la sala, a su hija junto a un extraño.  Está más linda que nunca,  se acerca sonriente y  le dice: - Apolo, es un amigo, nos vamos al cine,  volveremos temprano. Los ve subir al auto del joven, demasiado ostentoso para su gusto, silencioso, se pierde en la próxima esquina.  Comenta con  Helena,  ella lo toma como algo natural. -¡Se besaron en la boca! Grita ofuscado. -¿y...? responde ella, inmutable. Sale a tomar aire, adentro, se ahoga, la atmósfera es muy densa. Vuelve, abre sin entusiasmo un libro, son las 20hs.  no puede concentrarse en la lectura, las palabras pierden significado, las oraciones no tienen sentido. Lo cierra. Intenta un diálogo con su esposa que prepara la cena. Acostumbrada a sus eternos silencios, no responde. Hipnotizado mira correr las agujas del reloj, su plato, intacto, con la comida fría. Helena se retira, va a acostarse, esta mañana, se levantó muy temprano y está agotada.  Tiene sangre de pato, no se preocupa por su hija.-piensa Héctor indignado. Pasa otra hora, la impaciencia por verla  llegar  sana y salva, lo consume. Afuera estacionan un  auto. Deben ser ellos, se dice.  Casandra, resplandeciente,  se adelanta  y besa al padre. Como un perro rastreador, olfatea el perfume del muchacho, en la piel de su hija.  Empieza a  sentir un calor que lo abraza y  se  convierte en una energía maligna y destructiva. Casandra, entusiasmada, comenta la película,  sin reparar en la transformación  del padre, el eco de  sus  palabras golpea  los oídos de Héctor,  ¿ O  es quizás el  bullir furioso de su sangre?  Contiene un impulso Trata de calmarse. Apolo se acerca, ella toma dulcemente su mano. -Estudia futurología, pronto obtendrá su licenciatura. Traerá libros de su maestro, Alvin Toffler, la próxima vez que nos visite, que espero, sea muy pronto.  Quiero estudiar lo mismo, ¡es muy interesante! Apolo prometió enseñarme todo lo que  sabe. ¡Estoy  tan entusiasmada! ¡Creo que voy a convertirme en su alumna preferida! Como eyectado, el furioso padre, se precipita sobre Apolo con las peores intenciones. Los jóvenes ríen  mirándose a los ojos, ajenos al  humor de  Héctor, que desorbitado, vocifera: -¡Maldito, maldito!, ¿A cambio de qué le enseñarás tus patrañas a mi hija? Sus brazos se mueven como aspas de molino, busca asirlo por el cuello y no lo consigue, se  aleja rodeado por el amoroso abrazo de su Casandra.  En un supremo esfuerzo por alcanzarlos,  toma impulso y salta. El  estrépito de su caída,  provoca la  inmediata aparición de  Helena que, asustada y en camisa de dormir, baja las escaleras para auxiliarlo. Héctor, se incorpora ayudado por su mujer.  Nombra a Casandra y maldice a Apolo.   -¿Quién es Apolo? Pregunta Helena, desconcertada. -¿ Cómo que quién es?  El sinvergüenza ese que pretende enseñarle el don de las profecías, el que acaba de desaparecer con ella, grita su marido temblando de rabia. Dentro de esas paredes acostumbradas al silencio de sus moradores, los gritos del padre, provocan el súbito despertar de la niña que llora desconsolada  en el rellano de la escalera. Helena, nada entiende, sólo atina a  subir para calmar a la pequeña Casandra. Héctor, confundido, mira a su alrededor, sin comprender. Hace una promesa y jura cumplir. En adelante va a dedicar  tiempo y  atención a su familia. Cuando se jubile, dispondrá de muchas horas para leer lo que tanto le gusta. Con firme propósito, y el cuerpo todo magullado, sube lentamente por la escalera.     Autora: Haydée Magdalena López Argentina
Casandra
Autor: haydee  510 Lecturas
    Han pasado  años y no logro  identificarme  con aquélla imprudente y voluntariosa niña que fui. Llevada  por un  capricho, desoyó los consejos, desconoció los  límites, expuso  su vida, su integridad y la  de los suyos. Devano  recuerdos, para encontrar la punta del hilo en  esta confusa maraña,  para convertirla en  prolijo ovillo.    Estamos en la hermosa casa de los abuelos. Edificada sobre un promontorio, domina  un amplio sector de la playa. Ellos no vienen desde que el abuelo enfermó. Junto a mis padres y hermanos, de vez en cuando, venimos a disfrutarla. Cumplí nueve años y  al ser la menor de los tres, tengo algunos privilegios. Por lo general, hago lo que me gusta.  Con  mis  hermanos, Alejandro y Darío, es diferente, tienen obligaciones que cumplir. Mi padre, es,  en ese sentido, muy estricto. En tiempo de vacaciones, delega en ellos, la responsabilidad de cuidarme. Hoy  fue con mamá  a almorzar junto a un matrimonio amigo, no sin antes dejarnos  una cantidad de recomendaciones.  Comemos ligeramente lo que nos sirve Delia, la empleada, que vino con nosotros.   Después de almorzar, bajamos a la playa.  Ale y Darío juegan a la pelota, nunca me invitan ni me dejan participar. Aprovecho un descuido y corro a esconderme detrás de una roca, desde allí observo que no reparan en mí. Me alejo rapidísimo, tanto como mis piernas lo permiten, sostengo con la mano derecha  el sombrero que me protege del sol. Una ráfaga de viento cálido, lo arranca de mi cabeza y  lo lleva girando hacia el agua.  La ola que vuelve me lo trae, chapoteo  y estiro mis brazos para asirlo. Una nueva ráfaga lo levanta y  lo lleva mar adentro. Voy tras él. Una montaña líquida, cae sobre mí, me aturde con su violencia, me envuelve, me sofoca, se mete en mi boca,  mis oídos, mis ojos, me levanta, me sacude, me arroja con violencia  hacia la playa. En vano trato de asirme de algo que no encuentro, con fuerza irresistible, me siento arrastrar de nuevo mar adentro.   Siento el cuerpo machucado y dolorido y mucho frío. - ¡Mamá! ¡Nani! Grito con toda mi voz, pero nadie acude. Me incorporo, la oscuridad, me impide ver a mi alrededor. Busco la tecla de la  luz, pero han cambiado todo de lugar, ni siquiera entra el resplandor de la luna por el ventanal de mi dormitorio. Como una máscara, el rostro horrible, oscuro y surcado de arrugas, es lo primero que veo al despertar. Hace una mueca y deja ver en el agujero de la boca, unos restos amarillentos, gastados y malolientes. Giro la cabeza,  no hay nada conocido en este extraño y mísero lugar. No se cómo llegué hasta aquí. Se lo pregunto, señala con un dedo largo y huesudo su boca  y  niega con un gesto.  Ya veo, ¡además, es mudo!  Salgo. Tampoco afuera hay nada familiar. Mis piernas y brazos  están doloridos, llenos de rasguños y marcas  violáceas. Mi estómago, se retuerce de necesidades. En un tacho, negro de hollín, sobre unos leños encendidos, el viejo, revuelve con un palo, una mezcla espesa y  de olor repugnante. Le pido algo para comer, mete un plato abollado en  el tacho  y lo pone a mi alcance, chorreado y humeante. Junto al plato, deja un trozo de pan seco. Se sienta frente a mí. El hedor que desprende el mejunje me revuelve el estómago, le pregunto si tiene una manzana ó un yogur. Mueve la cabeza y abre ese horripilante agujero que tiene por boca. Devora su comida y se sirve más. Estarán buscándome, seguro. No creo que esta situación se prolongue.  Ni mis hermanos ni mis amigas  podrán creer cuando les relate mi aventura. Por ahora memorizaré cada  situación, siento no tener un diario para anotar esto que vivo. El viejo, es pescador, no me lo dijo porque no habla, pero metió las redes y un medio mundo en su bote descascarado, lo arrastró  hasta  el agua, se trepó y le dio impulso con los remos, no tardó en  convertirse en un punto en el horizonte,  moviéndose de aquí para allá como una frágil cáscara de nuez.. Camino por la playa, no puedo ir lejos, perdí mis zapatillas en el agua y por ropa tengo unos jirones, lo que queda de mi  exclusivo enterito de voile.   Me  despierta el insistente  zumbido de un helicóptero que sobrevuela el lugar. Espío por  un agujero de la covacha. El viejo, que vuelve de pescar, arrastra su bote hacia la playa.  El helicóptero baja  y  el  girar de sus  hélices,  levanta oleadas de arena. Bajan dos hombres de la Prefectura y  le hablan al viejo. Mueve su cabeza negando. No quiero que me vean y me escondo.  Por suerte, mis huellas las ha borrado la  tormenta de arena, que provocó la nave.  Como llegan se van. El viejo entra apresurado y  parece  aliviado, al descubrirme encogida en un rincón. Le fue bien en la venta del pescado, trajo azúcar,  pan fresco y  una bolsa con  manzanas. Tengo tanta hambre que devoro dos. Es mi tercer día lejos de casa, lamento no tener alguna crema, la  piel, sobre todo en los labios se reseca  hasta partirse con el sol tan fuerte. Me descompone el agua salada y tengo el pelo duro y  áspero. El pescador trae una bolsa de naranjas. El ardor del jugo ácido, me arranca lágrimas de dolor. Limpia unos peces,  se acerca  con  algo en la mano que  frota en mis  brazos y piernas.  Busca otro poco que pasa  suavemente por mi cara y  boca. Es  grasa  fresca de los animales que ha destripado. Hago un gesto de repugnancia, él  esa  mueca horrible que deja  ver su espantosa dentadura. Sospecho que es un amago de risa. A pesar del mal olor, comienzo a sentir alivio. Al otro día, yo misma  busco,  entre los desperdicios, trozos de grasa sanguinolenta. Es más efectiva que las costosas cremas que mamá compra en el shopping.  Calculo que hoy es sábado, hace cinco días  que vine a parar a este lugar.. No extraño a mis hermanos, ni a mis amigas, bueno, sólo a una,  Cecilia,  mi compañera del conservatorio. Es muy inteligente y los profesores le auguran  un   gran futuro como virtuosa del teclado. Le digo que será la próxima Marta Argerich, ella sonríe, se   siente halagada y  la emprende con las escalas. El viejo trae más pescados que lo habitual. Los limpia, yo recojo la grasa  y froto mis manos y cuerpo. Tengo los  labios sanos, voy a probar con el pelo, está muy enmarañado, aquí no hay un triste peine para desenredarlo. Anochece, oigo voces y corro a  esconderme. Debe ser  un conocido del viejo, lo recibe con un sonido gutural, idéntico al que emite cuando hace la horrible mueca. Me tapo con la bolsa que usa para llevar los peces y me acomodo en mi rincón. El alboroto me despierta, discuten, pelean,  escucho insultos, forcejeos. Alguien, que no es el pescador, entra  y se pone a  revolver  entre sus pertenencias.  Se perfila su  silueta a la luz de la luna. No respiro para evitar que me descubra. Viene hacia donde estoy, me encojo lo más que puedo, inútil, siento su aliento alcohólico muy cerca, palpa mis piernas. Quiero escapar pero me atrapa  con sus manos húmedas. Grito, llamo a papá, a mis hermanos. Ríe, no le importa mi desesperación. Deshace de un tirón lo que queda de mi ropa.  Quiero  escapar, pero me inmoviliza. Me aprieta, me sofoca, me siento morir..... Escucho un gemido, se desploma sobre mí, la única forma de liberarme es  impulsar las piernas con toda la fuerza  contra su cuerpo. Rueda a un costado y queda inmóvil, boca abajo. Aprovecho para  huir, tropiezo con algo. Es el mudo. Un rayo de luz, ilumina la escena.  Sujeta el mango  del cuchillo con que destripa los  pescados. La hoja, está  hundida en la espalda del  sujeto que me atacó. El pescador, tembloroso, gime. Tiene una gran herida en la cabeza. Le limpio con agua fresca. Le digo que va a estar bien  y  canto suavemente la  canción  con que Nany  me .acunaba  cuando era chiquita. El pescador se ha dormido profundamente. La luna ilumina la playa. Debo marcharme, busco algo para cubrirme y encuentro unas hojas de diario. Las aliso, están muy arrugadas. -¡Esa soy yo!, grito al ver mi foto impresa. Leo: Luciana  Aróstegui, se extravió el lunes 16  en  la  zona de playas, cercana al faro de Punta  Salcedo, tiene 9 años y  vestía un enterito de voile, color lavanda y zapatillas blancas. Cualquier dato que pueda aportar  será agradecido y recompensado. Sus padres y hermanos la buscan desesperadamente. Aprieto las hojas contra mi pecho y echo a correr. -¡Perdón, perdón, no quiero que sufran, no quiero, pronto estaré con ustedes!.  
Aventura en la playa
Autor: haydee  959 Lecturas
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  La situación de inseguridad, ha llegado a un punto crucial. Las  noticias que circulan  sobre robos, saqueos y asaltos, cambian mi vida de serenidad apacible, en otra de inquietud y zozobras. La casa que habito, en medio de las sierras chicas, rodeada de cerros y abundante follaje, se levanta sobre un terreno difícil de controlar por lo extenso y accidentado. Años atrás, reunía todas las condiciones que me indujeron a convertirla en  una vivienda  confortable y permanente. Aquí, encontré la deseada  armonía y la tranquilidad para escribir, pintar, modelar y dedicarme a esas y a otras actividades más rústicas pero necesarias para sobrevivir. El difícil acceso fue un detalle importante que decidió mi elección. Actualmente, veo caras desconocidas y he sorprendido algunas fisgoneando por los alrededores. Camino al pueblo a proveerme de comestibles, pienso obsesivamente en el modo de  protegerme  y mantener mi privacidad. Vivo sola, por elección  y  por primera vez,  siento la necesidad de buscar ayuda. Una idea ronda mi pensamiento, se me ocurrió anoche, cuando mi oído, muy ejercitado ahora para reconocer los sonidos propios del lugar, captó  otros, ajenos. Algo ó  alguien extraño, con su indeseada presencia, alteró, el delicado equilibrio. Hasta pude escuchar a las aves que duermen en los árboles cercanos, inquietas, revolverse en sus nidos. Preocupada, me mantuve despierta, intenté leer el libro que  recibí de mi mejor amigo, como regalo de cumpleaños. No pude concentrarme en la lectura, cerca del amanecer, conseguí dormir. Cuando la  luz del sol  atraviesa mis párpados cerrados, aún con  la pesadez del mal dormir  grabada  en la cara, salto de la cama y me alisto para  caminar un largo trecho. En la veterinaria del pueblo,  consulto con el profesional. Después de escucharme atento, me conduce hasta un galpón.  Sobre un colchón de paja, Lobo, un perro de aspecto salvaje y pelo negro hirsuto nos observa sin  interés aún cuando parece entender que hablamos de él.  -Lo dejó, su amo meses atrás, con una pata destrozada,  además de otras heridas, me advierte.  Ahora está completamente curado, pero no vinieron a buscarlo, Es un animal sano y fuerte. Necesita espacio y  alimento adecuado. Observo sus mandíbulas poderosas y su dentadura completa y  sana, de animal joven, dócilmente,  se somete a las manos  del profesional que lo volvió a la vida. Me impresiona su aspecto feroz. Entre una cantidad de perros que aturden con sus ladridos, acecha silencioso, impone con su sola presencia. Es justamente lo que necesito, un temible guardián de afilados colmillos. El veterinario me previene de la ferocidad del can. El hombre que lo llevó, muy malherido, individuo de aspecto poco recomendable, según sus palabras, provenía del monte. Para sobrevivir, salía  a la caza  de chanchos salvajes, en caso de encontrar algún animal, destrozado,  examinaba con mucha atención los restos y las huellas cercanas. Su fallo era inapelable, si  había sido un puma, no había otro más indicado para combatirlo. Bien lo sabían los ganaderos de la zona  que contrataban sus servicios, sin dudar del resultado. El cazador, tenía en Lobo,  un  aliado invalorable, juntos hacían una dupla sincronizada y perfecta, hasta que  se desgració enfrentando solo, una piara de jabalíes. Esa lucha, desigual, con los temibles chanchos salvajes, lo dejó muy malherido, la providencial llegada  del amo, que se tiró de la montura,  y salió en su defensa con la escopeta escupiendo fuego, espantó a los que sobrevivieron. El hombre, se acercó, al verlo tan malherido, apoyó el caño de su revólver en  la cabeza, justo al medio, donde una línea marrón, divide el hirsuto pelo oscuro. El perro, levantó trabajosamente la testa y lamió la mano  pronta a ejecutarlo. Algo se quebró en lo íntimo de su  ser primitivo  y brutal, que sonó parecido a un sollozo. Cambió de idea, levantó al perro, lo cruzó sobre el lomo del caballo y montó  a la carrera para llegar al pueblo más cercano en busca de ayuda.   - En pago por los servicios, dejó un puñal con artística empuñadura de plata, su bien más preciado, sobre el mostrador y  pidió, con palabras entrecortadas, que no lo dejara sufrir.  Sin esperar respuesta, montó su potro y desapareció por el mismo camino por donde llegó.   Lobo, se recuperó poco a poco de las heridas y la operación en la pierna quebrada, se resolvió satisfactoriamente. Su fuerte contextura  y la naturaleza, hicieron el resto. Añora volver a  su  salvaje vida anterior. Cuando escucha los cascos de un caballo,  yergue las orejas y aguza los sentidos. No es  el que espera, vuelve a dormirse. Acumula reservas de sueño y descanso para cuando sea el momento.   El relato del veterinario, me conmueve y  también me persuade de que es Lobo, lo que necesito para mi protección. A pesar de sus intentos para disuadirme, insisto en llevarlo conmigo. Dentro de un canil grande, lo traslado en una camioneta de alquiler, también llevo  alimentos y enseres. Ya en mi territorio,  sigo las indicaciones recibidas, lo ato con precaución a una larga cadena, próximo a la casa. Le acerco agua  y  algunos huesos con carne. Empieza a comer  sólo cuando me pierdo de vista. Los días siguientes, hago lo mismo y trato de acostumbrarlo a mi presencia, apenas me  ve, gruñe y enseña sus afilados, amenazantes colmillos, sin dar la menor señal de amistad.  Empiezo a desatarlo por las noches, después de cenar, al principio con temor de que escape a buscar a su antiguo amo, pero a la mañana siguiente, lo descubro atravesado ante la puerta de la cocina. La dieta que llevo, muy sana y agradable para mi gusto, consistente en verduras, cereales y frutas me obligó, apenas llegada a este sitio, a desmontar buena parte del terreno, para lograr mi  propia huerta.  Con  la ayuda de  herramientas  dejadas en la casa por  sus antiguos dueños, preparé el suelo. Abundan el mantillo y el estiércol seco, abonos naturales y de excelente calidad.  Planté estacas cada dos metros, y las cubrí con ramas espinudas, abundantes en los alrededores. Crucé hilos entre las estacas de donde cuelgan trozos de tela y  algunos cascabeles que  encontré en una caja. Es, lo puedo asegurar, más efectivo que un espantapájaros.  En el extenso terreno, hay variedad de frutales: manzanos, durazneros, ciruelos, damascos, varias higueras y nogales añosos. Cuando llegué, encontré los árboles bastante descuidados, los podé,  hice injertos, combatí las plagas, enriquecí la tierra y  construí zanjas para proveerlos de  riego. También  hay cítricos, limoneros, naranjos y  pomelos que   exigen un cuidado especial en el invierno, para  sobrevivir a las heladas. El agua dejó de ser un problema desde que instalé un generador, con la bomba la llevo desde el arroyo cercano hasta  un canal de riego,  cuando la necesito. Ya es tiempo de trasplantar los almácigos de  zanahoria, nabos, lechuga, rabanitos y pimientos. Me encanta hacerlo con las manos desnudas, quedan ásperas y doloridas pero siento la tibieza y la energía de la tierra traspasar  la piel y confundirse con mi sangre, después, me  gratifica  con creces que  superan  todos  los esfuerzos y sacrificios. Cada vez que recojo el  fruto en sazón para llevarlo a la boca, estoy cumpliendo un  rito ancestral. Saben de un modo especial, único, siento el orgullo de  haber participado aunque en mínimo grado,  junto a la naturaleza, del repetido milagro. Sólo  atino a  agradecer  por esta venturosa  posibilidad. Ahora, voy más seguido al pueblo a buscar  los huesos y la carne que  lobo devora en silencio, demuestra su preferencia cuando son frescos y sanguinolentos lo que me confirma su dieta viva de cazador. Mi decisión de traerlo, parece acertada, desaparecieron los indeseables, al menos no veo a ninguno por los alrededores. Llega el otoño a la sierra, la estación más bella.  El verde cambia por toda la gama de amarillos y terracotas. Los hermosos fresnos, de  rugosa y oscura corteza, pierden sus hojas de matices diferentes que cubren el suelo como una mágica  y mullida alfombra.  He cosechado manzanas  y los últimos duraznos, los acondiciono en  paja seca  así se conservan intactos hasta que disponga de tiempo  para elaborar exquisitos dulces y mermeladas artesanales. Una parte proveerá mi despensa, el resto será  para  la venta. En la huerta, he sembrado acelga, cebolla y ajo.   Hoy, Lobo recibió la última ración, mañana debo ir al pueblo a buscar  más. Se anuncia el invierno, es necesaria una buena provisión de leña seca.  No es bueno que el frío, muy intenso en estos parajes, nos encuentre desprevenidos.  Todos los días salgo con rústicos guantes de trabajo que protegen mis manos de astillas y espinas.  Acomodo las ramas, que arrastro hasta el cobertizo, sobre una especie de angarilla hecha con  troncos de  siempre verde, separo las delgadas que arden con facilidad, de las gruesas  que demoran más tiempo en consumirse y dan más calor, especiales para alimentar la salamandra que mantiene toda la casa a una  agradable temperatura. Los días en invierno, son muy cortos y hay que saber aprovecharlos. Acostumbro levantarme muy temprano, apenas las primeras luces se insinúan. Después de un sabroso desayuno, empieza  la actividad. ¡Hay tantas cosas para hacer! Si necesito  algo del pueblo, preparo una ayuda memoria, trato de hacerlo una vez por semana, si la compra es importante, me la traen, si es poco, la  cargo en mi bolso, en el viaje se pasa la mañana. Las tardes son más productivas. Preparo el pan, las conservas y mermeladas y  hago una inspección de mi territorio. En el taller de manualidades, tengo la mejor luz natural de toda la casa, una mesa de trabajo, recipientes llenos de lápices y papel para esbozos y dibujos. Un caballete con la tela lista, espera que mi perezosa musa despierte y  de una vez, proceda a avivar mi debilitada inspiración. Tarros con pinceles, cajas con pomos y frascos de pintura, todo en su lugar,  están listos para la ocasión. En una batea, cuidadosamente tapada, descansa la arcilla que bajo la presión de mis manos tomará la forma que mi caprichosa inspiración le dé. Junto a la ventana, el escritorio de mi abuela Delfina, que a su vez, heredó de otra Delfina, que fue su abuela, por lo que deduzco, es una legítima antiguedad. Es de exquisito diseño, una joya que deseé conservar. En una de las esquinas, tiene grabado el nombre de su primera dueña.  Sobre la  pulida madera, incrustada con finos arabescos de metal, escribo relatos y las impresiones que acuden a mi memoria. A veces, acaricio  la brillante superficie e invoco la presencia de mis antepasadas, magníficas mujeres. Creo que están conformes de saber que su descendiente, mantiene los principios inculcados por los mayores. Ahora mi refugio está en orden y deseo que siga así por mucho tiempo.  Ayer, al atardecer me alejé a buscar leños y  vi  a Lobo, desenterrar unas hediondas carroñas. Giró amenazante  al descubrirme. Del hocico babeante colgaba  un jirón de trapo, en el suelo, desparramadas, había una cantidad de setas podridas. Traté de calmar mi  inquietud. Escuché en el pueblo, comentarios sobre la desaparición desde hace una semana  de un sujeto, Ramoncito, no muy normal, que recorre la sierra en busca de hongos comestibles. La casi confirmada sospecha, me decide a ir al pueblo y dar cuenta del macabro hallazgo.  Busco  mi campera, al intentar salir, el perro, que parece adivinar mis intenciones, con  fiero aspecto, gruñe interponiéndose en mi camino. Despacio, retrocedo, entro a la casa y pongo doble cerrojo.   No dormí en toda la noche. Ya amanece, me decido a salir De la tierra, se levanta una bruma que entorpece la visión. Bajo hasta el cobertizo  para buscar unos leños, tarea que debí hacer ayer. Piso un tablón que cede con sordo crujido de madera seca y atrapa mi pie derecho, Las astillas penetran en la carne  desgarrándola.  El dolor que siento se me hace insoportable, creo que además me disloqué el tobillo, no consigo incorporarme. A duras penas, arrastrándome, consigo llegar hasta la puerta, empujo y miro tras de mí. Un reguero de sangre chorrea del miembro herido. Me paraliza el temor, debe ser una arteria. .  Como ascuas en el turbio amanecer, veo los ardientes ojos. Los temibles dientes, como estacas amarillas, acostumbrados a desgarrar y a triturar. Escucho un jadeo y el húmedo y  cálido aliento muy cerca.......   Ya no siento temor...  ni noción del tiempo que pasa... Voy sumergiéndome en esa profunda  laxitud que  anula las sensaciones...  La piadosa inconsciencia   enturbia mi visión.......   La luz naciente se impone sobre las tinieblas, mientras la áspera lengua del perro bebe la vida que se escapa.   Al cuarto día de internación, la  Dra. Pascassi,  que me derivó al sanatorio, donde trabaja  tres días a la semana, llega a saludarme y se interesa, muy gentilmente, por mi estado, Le respondo  con un hilo de voz, que aún me siento débil y dolorida  pero  muy contenta de seguir perteneciendo al mundo de los vivos. Lo que no tengo  claro es cómo llegué hasta aquí. En mi cerebro, quedaron latentes las últimas impresiones que viví antes de ceder, todo  mezclado como en una nebulosa. El dolor, el temor creciente, la sensación de impotencia y finalmente la entrega total y absoluta, los pasos que inexorablemente me conducirían al final. Me sentía deslizar trabajosamente por un terreno desparejo  y mi cuerpo se estremecía anticipándose a cada sacudida. Como acompañamiento de fondo el persistente jadeo de Lobo, que  no me provocaba temor y su lengua, que ya no sentía tan áspera, tratando de restañar la sangre de mis heridas. Traté de pedir ayuda sin conseguirlo, no podía emitir palabra, entonces escuché lejanas voces que se confundían  con los ladridos de Lobo. Allí se bloqueó mi memoria. Era todo lo que podía recordar Sonríe la Dra. y me acerca un vaso de agua que agradezco porque siento seca la garganta. Llega el turno de ella. Acerca una silla,  busca  un  papel  y comienza a leer:         “Ante mí, oficial de turno de la localidad de Agua De Oro, siendo las 08 hrs. del día  26 de junio, del año en curso, se presentan  el Sr. Florentino Bettelo, argentino,  soltero, de 20 años y el Sr, Lucio Acuña arg., soltero de 24 años ambos con domicilio en esta localidad, declaran  que camino a  cumplir sus horarios de trabajo, en las dependencias de la Cooperativa de Agua y Servicios esta madrugada, fueron testigos de un hecho insólito:- Un perro de  pelaje negro, de  fiero aspecto, arrastraba con dificultad una improvisada angarilla construída de ramas. Lo hacía mordiendo la que sobresalía  en el medio, con sus poderosas mandíbulas. De trecho en trecho se detenía para acomodar la carga  empujándola con el hocico. Al percatarse de nuestra presencia, vino hacia nosotros, lo que nos hizo temer por nuestra integridad, pero sólo quería llamar la atención porque ladraba y volvía  a su carga.  Fuimos tras él, siguió ladrando pero sin demostrar agresividad. Pudimos comprobar que trasportaba un ser humano, de sexo femenino, que al parecer, por la impresionante palidez, había fallecido recientemente. El perro no dejaba de ladrar, corría alrededor nuestro y lamía la sangre que  la mujer perdía de una herida en la pierna derecha. La sorpresa nos paralizó y no atinábamos a hacer nada. El Sr. Jorge Díaz, vecino de la zona, que, afortunadamente pasaba por el lugar, detuvo el auto de su propiedad y se ofreció a llevar a la víctima hasta el dispensario del pueblo. El perro, siguió detrás del coche y después que la bajamos, se echó  junto a la puerta del consultorio.”    La Dra. Ana Pascassi, a cargo en ese momento, comprobó que el estado de la paciente era muy comprometido por la cantidad de sangre perdida. Casi no tenía pulso y los signos vitales estaban al límite. Sin demora, tomó los recaudos del caso y con dificultad, logró estabilizarla. Enseguida consiguió una ambulancia para que fuera  trasladada a un sanatorio de la ciudad de Córdoba, donde iniciaría su recuperación. Cuando la ambulancia se perdió de vista, el perro se levantó y  buscó el camino de regreso.   Con los ojos húmedos, acabo de escuchar cada una de las palabras de este informe que Ana leyó. Fueron música para mis oídos y  me hicieron recobrar la confianza  en  los seres que me rodean.   Estoy  de vuelta en casa, felizmente en vías de recuperación, con algunas incapacidades que poco a poco se revertirán. Necesito aclarar una  cuestión con respecto a Lobo. El informe, lo presenta como el héroe de la historia. No es mi intención menoscabar su acción  pero antes de consagrarlo necesito averiguar qué fue de aquel  hombre desaparecido. La Dra. llega en visita profesional, ya la considero una amiga.  Su interés por mi salud, es permanente. Sonríe, dice que tiene una sorpresa para mí.  Sale y regresa  enseguida con una muchacha  de unos veintitantos años. - Ella es Antonia, la presenta, se encarga de mantener mi casa en orden. Es de mi mayor confianza, muy limpia y trabajadora. Sabe tomar la presión, colocar inyecciones y cuidar enfermos, lo aprendió de mí. Se quedará en su casa, mientras la necesite, apenas esté recuperada y pueda valerse por sí misma, volverá conmigo. Estoy feliz de contar con Antonia, siempre atenta, se anticipa a mis necesidades. Estableció una buena relación con Lobo que ni siquiera gruñe cuando se le acerca..  -Hoy, feliz e inesperadamente, se aclaró todo. Le  pregunto a Antonia  por la comida  que prefiere su patrona, porque deseo  invitarla este mediodía. –Pasta, - contesta, -y con una buena salsa. Le recomiendo que disponga de lo necesario.-¿Hay hongos, Señora.?, a la Dra. le encantan, comenta. Mientras pienso dónde guardé los de la última cosecha, sigue  con su parloteo –si no se acuerda, tendremos que pedírselos a  Ramoncito. – ¿Qué dijiste? pregunto  -Ramoncito, es mi tío, es algo retrasado, aclara tocándose la sien, se perdió hace unos meses, busca hongos de pino, siempre lo hace en otoño. Volvía con una bolsa llena cuando le salió un perro enorme que lo quiso devorar....Se asustó tanto que  tiró la bolsa para entretener al perro y echó a correr por el monte, se hizo de noche  y siguió corre que te corre, internándose cada vez más.  La cuestión es que apareció días después todo magullado, rotoso y  lo peor sin los  hongos que le habían encargado. Con su relato, sin saberlo me devuelve la paz. -¡Ahora recuerdo dónde puse los hongos! No tendremos que pedírselos a Ramoncito-digo- ¡A lucirse, Antonia, vamos, que  hay que agasajar a tu patrona!
Lobo
Autor: haydee  443 Lecturas
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En Grecia, bella hechicera, de Ulises, se enamoróPor retenerlo con ellaa sus marinos trocó.En cerditos muy graciosos a todos los convirtió. Ulises, sagaz y astuto,de  sus artes, se valió. Consiguió engañar a Circe,Recuperó a sus marinos poniendo proa hacia el norteva en busca de su destino.
Circe
Autor: haydee  371 Lecturas
 Lucio Anedo, es Gladiadory siempre el más valeroso.De los lances, sale airosopues lucha como el mejor.Fiero, duro, sin temores,a diario enfrenta  rivales,sella destinos fatalescarente de odio y rencores.Por ese carril, la vidaque le marca su camino,no reniega de su sinoni pretende algo mejor.Tan sólo es un gladiadorconforme con su destino.
Lucio Anedo
Autor: haydee  302 Lecturas
  El sol comienza a insinuarse entre el follaje de los árboles, el cielo  límpido y el aire primaveral, son razones, más que suficientes, para  no quedarme en casa. Hoy dispongo  de toda la mañana, aprovecharé el buen tiempo para  caminar y  disfrutarla. Me decido por una zona, no muy alejada  del lugar en que vivo, pero mucho más próspera y elegante. Todo  se ve perfecto, los jardines cuidados, las flores  dispuestas en  macizos, borduras, o macetas, en una variada y  espectacular combinación de formas y colores.  Los cercos prolijamente cortados, algunas glorietas cubiertas de rosas  trepadoras, la naturaleza en todo su esplendor, disciplinada a la voluntad del hombre.  Detrás de los parques, se levantan las residencias, algunas imponentes, modernas o clásicas, revelan  la buena situación de sus propietarios. Me decido por esta. En la vereda, un banco de piedra, bajo la sombra de un añoso jacarandá, me invita a  hacer un alto. La  sólida reja  que la protege, remata en el portón de diseño artesanal, de importante factura y dimensión.  Detrás del  prado, de un verde luminoso, se destaca la fachada, blanca, impecable. La puerta, doble, flanqueada por columnas cuyos capiteles sostienen el balcón  central del piso superior donde tres grandes ventanales mantienen sus  persianas cerradas. La espléndida mañana, realza la belleza y el encanto silencioso del lugar. Noto con cierta extrañeza la ausencia de sonidos familiares, voces, música, risas, lo que me  lleva a pensar en los privilegiados seres, que habitan este  paraíso. ¿Habrá niños que correteen por el césped? ¿Tal vez, adolescentes, que se reúnan con sus amigos para disfrutarlo? y los adultos... ¿Cómo serán sus veladas? Imagino una de esas noches de fiesta... la mansión iluminada, los autos que traen gente  glamorosa, elegante...... la cena y luego bailarines que giran al compás de las melodías en  el  gran salón  de la planta baja. No quiero arruinar este maravilloso momento  con  pensamientos negativos.  Hago lo imposible para  desalentar  una  inconfesable  punzada de envidia  que me  acomete. En mi familia, toda gente de trabajo, no conozco a ninguno que haya logrado una situación  desahogada con el fruto de su esfuerzo. Las últimas generaciones, pasamos por la universidad y conseguimos con sacrificios y privaciones acceder a un título, lo que  fue una satisfacción personal y familiar, pero sólo nos habilitó para ganar el sustento, criar y educar a los hijos y vivir sin mayores pretensiones. Tal vez, no somos buenos para emprender negocios, o no sabemos invertir nuestro capital, en el poco probable caso de tenerlo.  Lo cierto es que ninguno heredó propiedades ni fortunas, que pudieran cambiar radicalmente su situación, como algunos, que atribuyen el origen de sus cuantiosos bienes a un fortuito e improbable legado. Los argentinos, desde siempre, soportamos  postergaciones y  privaciones. La iglesia, que siempre estuvo del lado de los poderosos,  aconseja  aceptarlas con resignación y  para consuelo de necios  nos dice: Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja que un rico por las puertas del cielo. Debemos esperar a morir para gozar de la verdadera felicidad, que es despojada y es eterna. Mientras ese día llegue, veremos pasar la vida que otros disfrutan sin preocuparse de si van a pasar ó no por las dichosas puertas. Esa y otras cavilaciones ocupan mi pensamiento. No soy ambiciosa pero me haría feliz saber que mis hijos, pueden acceder, sin tener que hacer concesiones, a todas las posibilidades que ofrece la ciencia, la técnica y la información. Esos caminos que sólo están abiertos para algunos privilegiados, aunque deberían estarlo para  todos, de esa forma cada uno podría encontrar el suyo. Por desgracia, no es así. Hay que poseer fortuna ó ser afortunado de tener un elevado coeficiente  intelectual y una  inquebrantable voluntad para no flaquear.   .   Es  tiempo de regresar. Antes de irme, sería demasiada pretensión, de mi parte, ver a alguno  de los felices seres, lo doy por descontado, que habitan este lugar de ensueño. Como respuesta a mi deseo, se abre la  puerta principal. En una silla de ruedas, conducida por una enfermera, se balancea un cuerpo descarnado y macilento. La mirada triste y apagada, como pocas veces vi, recorre indiferente todo  a su alrededor. Los huesos de las manos, trasparentes, sobresalen  aferrados a los brazos de la silla. Físicamente  deteriorado, es difícil atribuirle sexo y edad.  Un  lujoso coche importado, se estaciona  junto al enfermo,  el conductor baja y ayuda, con  suma diligencia, a instalarlo en el asiento  trasero. El rostro marchito y triste, sigue con su  balanceo, cuando el auto pasa  a mi lado,  raudo, silencioso, impecable........   Haydée López  Córdoba- R. A./ 68 líneas    
El Paseo
Autor: haydee  620 Lecturas
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 Me enteré, por casualidad, que regresaba de Europa definitivamente. Tomaba café con  antiguas compañeras de estudio, y mi oído, perfectamente entrenado para estos casos,  detectó que  alguien del grupo, mencionó su nombre. Tuve la sensación de ser objeto de  algunas inquisitivas miradas. Me guardé muy bien de hacer comentarios, más de una conocía  el affaire que tuvimos. Con actitud de esfinge,  simulé estar abstraída en la borra de mi café, que en realidad no existía.  Salí de la incómoda situación gracias a la oportuna llegada de un chico que ofrecía ramitos de violetas en cartuchos amarillos. Una mirada al reloj fue la excusa para retirarme elegantemente y así darles la oportunidad de comentar lo que se les ocurriese.  Caminé varias cuadras sin darme cuenta hacia donde me dirigía. Una mujer madura alborotada como una adolescente por oír unas palabras referidas a alguien que pasó hace años por su vida. Mi corazón latía más rápido que de costumbre y sentía arder las mejillas y un deseo vehemente de reencontrarme con él. Llegué a casa, me duché y desnuda frente al espejo, me erigí en juez imparcial  para descubrir uno a uno los estragos que los  años dejaron en mi humanidad. Para evitar un bajón, me serví un coñac y lo saboreé lentamente al tiempo que pensaba el modo de reparar, disimular ó encontrar una solución para el problema. Busqué por Internet y encontré soluciones a paladas, todas con un mismo denominador, la inversión de una suma astronómica. Me dormí recién al amanecer, tanto pensar y divagar me quitó el sueño. Antes del mediodía  fui a consultar con especialistas en piel,  en dietas para adelgazar y rejuvenecer, y a un gimnasio donde me anoté para comenzar una rutina  de ejercicios y elongaciones a partir del siguiente día. Llegué a casa bien entrada la tarde, muy cansada y cargada de folletos  de los lugares recorridos. Tomé un café con leche y medialunas y  llevé a la cama toda la literatura para seleccionar la considerada  más afín a mis  expectativas y posibilidades.   Los siguientes días fueron la expresión cabal de lo que estaba dispuesta a hacer para recuperar al perdido. No hubo límites para alcanzar el objetivo ni sacrificio que no estuviera dispuesta a realizar. Comprendí que la motivación es imprescindible.   El cuerpo, las articulaciones, los músculos, todo mi ser, acató las órdenes impartidas por  el cerebro,  avaladas por una férrea y  desconocida voluntad. Dos veces a la semana, concurrí a sesiones dermatológicas que incluían limpieza, tonificación, masajes, máscaras, complementados con ultrasonido, láser, aromaterapia y todo lo que me indicaban. Me animé a una lipoaspiración que me liberó de la adiposidad localizada en el vientre, parte interna de rodillas y   muslos. Después la piel sobrante tuvo que ser eliminada con cirugía. Me aguanté todo con  estoicismo y una entereza  que descubrí a medida que la urgencia por acercarme a la imagen de mi juventud,  me acuciaba. Creí morir cuando en una ráfaga de lucidez, me vi.  llena de espantosas cicatrices  repartidas a lo largo y ancho de mi anatomía. La imagen de la criatura del Dr. Frankestein, se superponía, sin yo quererlo, a  otros pensamientos más beneficiosos para mi recuperación. Harto de mis quejas, el cirujano, al conocerlo,  tan convincente y seductor, perdió la paciencia y fuera de si, me espetó: -Usted lo quiso, ¡ahora  aguante! Y  no quedó más remedio. Pasé un mes observando detenidamente el proceso, lento pero seguro, de recuperación. Seguí, al pie de la letra todas sus indicaciones y bueno, aquí estoy. La mirada envidiosa de amigas y vecinas es una prueba evidente que se produjo un cambio  importante. Mi cuenta bancaria, exhausta, es otra, más evidente aún. En fin, fue una decisión mía. Tres meses después, las miradas de los conocidos,  avalaron esa decisión. Claro que sobre todo, tuve en cuenta, las de mis amigas, históricamente envidiosas y despiadadas. Me veo muy bien. La ropa, adaptada a mi nueva silueta, me sienta de maravilla. Cambié hábitos nocivos en la mesa y en otras áreas. Los resultados justifican el sacrificio y la inversión. Satisfecha e impaciente estoy lista para alcanzar el próximo objetivo. Paralelo a  esto, mi tarea detectivesca  resulta positiva. Mi antiguo amor llegó al país, viudo, sin hijos  y  se instaló en las afueras de la ciudad. Trajo muchos €, me encargué de averiguarlo. No soy interesada pero considero necesario y justo, la posibilidad  de recuperar lo invertido. El día está precioso, ideal para un encuentro y no lo elegí al azar. Hace, varias décadas, en un atardecer maravilloso, que espero hoy se repita, me convirtió, de niña en  mujer, en un entorno semejante al que mis ojos  contemplan hoy, mientras, emocionada, estaciono mi auto. Mucho verde, en el follaje y en el césped que cubre este inmenso parque. Hablé ayer por teléfono con su ama de llaves. No fue  fácil convencerla para que  me reciba. Le dije que somos amigos de niños, conté muchos detalles familiares y mi deseo de sorprenderlo, amablemente. A regañadientes aceptó, algo  quería decir, cuando se cortó la comunicación. No llamé de nuevo para evitar se arrepintiera. Me acerco hasta la reja imponente que rodea todo el perímetro de la mansión. El portón es abierto por control remoto, previa identificación y avanzo con el auto por un sendero de grava hasta el frente de la residencia. El corazón da brincos dentro mi pecho. Se que no es amor, a esta altura, soy cerebral y pragmática. Es la emoción de considerar que antes ó después, participaré de todo lo que abarcan mis ojos.  La mujer con la que hablé ayer, se acerca. En tono  seco y formal me indica que va a conducirme arriba, a la habitación del señor. -Prefiero  verlo aquí, respondo. - Imposible, el señor no está bien. Sin opciones, tengo que aceptar. Me conduce hasta una hermosa habitación luminosa, elegantemente amoblada y de ahí hasta un amplio y despojado dormitorio. Desde el umbral, contemplo una escena que me deja petrificada. Sobre una cama ortopédica, conectado a máquinas, y a un respirador, rodeado de personas de blanco que en silencio van, vienen,  controlan los escasos signos vitales de este desconocido que varias décadas atrás, en un lugar encantado, me convirtió de niña en  esta mujer que tanto hizo para recuperar una ilusión. La voz grave, sin matices del ama, me vuelve a la realidad. Me ofrece algo para reconfortarme. Sólo quiero salir de ese ambiente hospitalario. Como autómata, subo a mi auto, traspongo el portón  y busco el sendero que me aleje de esta cruda, inesperada realidad. La chica del peaje, la misma que hace menos de una hora me vió glamorosa  marchar hacia mi objetivo,  me pregunta, si estoy bien.- No, pero ya se me pasará. Eso creo, respondo. Preparo mi baño con pétalos y esencias. Enciendo velas perfumadas y sumergida en la sedosa tibieza, comienzo a relajarme. Magui
El objetivo
Autor: haydee  297 Lecturas
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      Atenea armó su brazo Plutón, cubrió su cabeza Hermes, le dio ligereza Y fue en busca de Pegaso   Bien provisto, va Perseo a  eliminar a Gorgona. El temor no desmorona A quien le guía un  deseo.     Descansan en el jardín  Esteno, Eucíale y Medusa Cuando llega el Paladín.   Con golpe recio y certero, la cabeza de Medusa echa a rodar por el suelo.     
Perseo & Gorgona
Autor: haydee  272 Lecturas
A quienes desarrollan su capacidad de llegar, con la palabra, a un público sensible y abierto, como el sembrador, que arroja la semilla en los surcos de la tierra fecunda,  les cabe la certeza de cosechar, acorde a la calidad de lo que siembraron. En mi, fue más allá.   No reniego de las vivencias ni de los sentimientos, que sus personajes despertaron en mí. El día, 7 de marzo de 1972,  mi vida, cobró un sentido diferente.  Yo era una niña próxima a festejar sus doce años. Esa noche, se emitió el primer capítulo de “Rolando Rivas, taxista” Interpretado por Claudio  García Satur  y Soledad Silveira. Claudio interpretaba a un muchacho de barrio, bueno, sencillo, trabajador, valores que privilegié en mi entorno familiar masculino. A partir de ese día, la hora de la transmisión, se convirtió en un rito sagrado al que asistía  con fervorosa devoción y al que por nada del mundo habría renunciado.  El único TV de la casa, cobraba en ese horario de los ma rtes  un protagonismo decisivo y excluyente y ninguna tentación me habría apartado de él. Esta concesión, no era gratuita, me exigía cumplir obligaciones escolares y familiares que a veces superaban mis fuerzas pero nunca mi voluntad. La necesidad de mantenerla, afianzó valores que definieron mi personalidad. El dinero, escaso, me obligó a ingeniarme para obtenerlo y poder adquirir las revistas del espectáculo, con noticias y anticipos de la novela que causaba furor en los televidentes. Aprendí a confeccionar, con la ayuda de mamá, unos vistosos payasitos que tenían muy buena aceptación y un comerciante de la zona me compraba para revender. De vez en cuando, arriesgaba unas monedas en la quiniela clandestina, de la que mi abuela era seguidora y yo, encargada de llevarle las jugadas. Un aciago martes, papá, dijo que esa noche, vería un programa coincidente con el horario de mi novela... El mundo se me vino abajo y nada pudo consolarme.  No tenía relación  con vecinos ni amigas cercanas a quienes acudir. Mis sospechas, fundadas en el conocimiento de mi progenitor, indicaban que sólo lo hacía para mortificarme y ¡vaya si lo conseguía!  ¿Qué podía hacer para cambiar su decisión? Llegamos a un acuerdo. A partir de ese día, agregué a las preexistentes, la obligación de lavar su auto y dejarlo impecable. No había trabajo ni sacrificio que no estuviera dispuesta a realizar para  no perder el derecho a ver mi novela. Cumplía  con todas mis obligaciones escolares y con las otras que fueron agregándose y  aunque de contextura  delicada, sacaba fuerzas de mi voluntad para cumplirlas.  En un viejo arcón que perteneció a mi abuela, atesoré lo relacionado a la novela y a todos sus protagonistas. Al ser tan popular, nunca faltaban en las revistas notas, fotos, adelantos y chimentos que de tanto releer fui incorporando a mi vida cotidiana.  Anotaba en un cuaderno, frases, dichos y lo que consideraba interesante, en una palabra,  todo. Mi cerebro registraba minuciosamente dato tras dato no sólo de la ficción sino de la misma vida privada de los personajes, más cercanos, en mis fantasías, que los verdaderos. Los fines de semana, dedicaba buena parte del tiempo a ordenar y completar  esa invalorable bibliografía. Uno de esos días, ajena por completo a la tormenta de desacuerdos y reproches que tenía lugar en otra parte de mi hogar, se abrió violentamente la puerta de mi habitación y mamá se precipitó en ella como nunca la vi. Los ojos hinchados y enrojecidos y el gesto que no presagiaba bonanzas para mí.  Fuera de sí, la emprendió con reproches, había estado llamándome para que atendiera a mis hermanitos, absorta en mi tarea, con la puerta cerrada, no la  escuché. Ante mi sorprendida mirada, se abalanzó hacia el cofre y destruyó todo lo que yo había coleccionado con tanta dedicación y amor. Cuando terminó su obra destructora, salió dando un portazo que hizo tambalear las muñecas alineadas en una repisa. A la noche no pude cenar. La angustia cerró mi garganta, me sentía muy mal. Por un tiempo dejé cerrado el cofre, pensé en un milagro que lograría recomponer lo que estaba destruido. Como no se produjo, opté  por asumir la catástrofe.   Esa misma  tarde, cavé una fosa en el patio de casa y enterré lo que con tanta devoción atesoré y en un segundo se convirtió en basura. Mamá era a quien amaba sobre todas las cosas y me consta que nosotros, sus hijos, éramos la razón de su existencia. Nunca antes la había visto así, era controlada y amorosa, especialmente conmigo, la única mujer entre cuatro varones y además su fiel compañera.    Hoy como adulta, pienso que esa acción de mi madre,  fue el resultado de una frustración muy grande, a ella le sirvió de catarsis y a mí me hizo volver a la realidad, desde aquella desmesurada obsesión. De todos modos no me prohibieron seguir viendo la novela, entonces, mi único vicio. Cumplía mis obligaciones con gran dedicación para no dejar de ser merecedora de ese privilegio. Como todo se termina, llegó el día 27 de diciembre de 1973 en que se pasó el último capítulo. Me invadió una profunda desazón, estábamos en vacaciones, mis deberes habían disminuido, me sentía vacía, sin objetivos. A mi vida le faltaba esa motivación que durante casi dos años se convirtió en mi anhelada compañía. Un día de mediados de enero, escuché a papá, muy entusiasmado, planear un  viaje de vacaciones. Mis hermanos, encantados, empezaron con los preparativos. ¡Conoceríamos el mar, iríamos a Mar del Plata! Llegamos al hotel donde teníamos reservas. Entumecidas las piernas por el largo viaje fui  a caminar y de paso, conocer.  El hotel elegido, estaba cerca del Provincial. Ayudé con el equipaje después que nos entregaron las llaves y acompañaron a las habitaciones. Al atardecer salimos a reconocer el lugar. La marquesina del teatro, cercano a nuestro alojamiento, resplandecía de luces intermitentes. Desde ella, alguien muy conocido, tenía la mirada fija en la mía. ¡No podía creerlo! Era Claudio. Junto a Bebán, AAndré y G.Gili presentaban una nueva obra. Desde ese momento cambió mi actitud. A la mañana, después de desayunar, me dirigía a las puertas del teatro a esperar pacientemente que apareciera. En algún momento, pensé, tendrá que venir a  ensayar. No fui un solo día a la playa, mis padres, que se habían  propuesto pasarla bien, lo permitieron, para mi tranquilidad y la de ellos. El último día de vacaciones, estaba más blanca que cuando llegué, mis hermanos, en cambio, parecían negritos azotados. Firme en la puerta del teatro, sólo me mantenía viva la promesa de ir esa noche a la función, prohibida a menores de trece, edad que aún no tenía. Agotada la esperanza, volvía al hotel para almorzar, de la mano de mi padre.  -¡Mirá quién está sentado allí!, exclamó de pronto. De pantalón oscuro y camisa deportiva, tomaba café junto al “cortito”, personaje de la novela. Después de confirmar que no era un sueño, quedé clavada al piso. Las piernas flojas, la mirada perdida, mordiéndome los labios para no llorar de la emoción. -¡Adelante!  Repetía papá casi empujándome. No se cómo llegué frente a él, los ojos desorbitados, la boca abierta sin poder articular palabra. Interrumpió la charla, me miró, hizo un gesto  adelantando el mentón. Yo no salía de mi estupor, tanto esperar, tanto ensayar poses y frases para quedar  tiesa y muda como una estatua. -¿Querés un autógrafo?  Asentí con un movimiento de cabeza. Seguro, creyó que era enferma ó  tonta. -¿Papel, lapicera? Pidió,  yo no tenía nada. En una servilleta de papel se dispuso a escribir. -¿A quién lo dedico? Con voz que no podía identificar como propia, me escuché decir, temblorosa y vacilante: - Gra..cie..la. Se levantó,  dejó la servilleta en mi mano, se agachó y me dio un beso en la mejilla. Nunca supe cómo llegué hasta mi habitación, apretando, en la mano húmeda, una  casi deshecha servilleta de papel. A la noche fuimos al teatro, creo que ni pestañeé por no perderme algo de la obra. Al regreso lo viví como una ensoñación recurrente donde los personajes éramos dos. Terminó el tiempo de vacaciones y comenzó el rutinario. Después de almorzar ayudaba a mamá a  guardar la vajilla, - ¿Escuchaste, Gra? ¡El fin de semana viene García Satur  al teatro! -¡ Me llevarás, mamita, por favor! Le pedí con todo mi corazón. -No nena, es imposible, en casa no hay un  peso. ¡Espero que entiendas y no se hable más del asunto! Me quedaba una moneda, salí apretándola en la mano, corrí hasta la casa de Pichitelo, el vendedor de quiniela clandestina y le dije que abuela me mandaba a jugar un número. -¿Cuál? preguntó. Levanté la cabeza y le canté el número de su propia casa, escrito sobre el ladrillo de la pared  y bastante descolorido. Al día siguiente, volvía de la escuela junto a mis hermanos, un chico se acercó y me dijo que me llamaban de “esa casa” y la señaló con el índice. Era el quinielero. - ¡Suerte la de tu abuela, agarró los tres a primera! dijo. Casi me desmayo de la emoción. -Eso es mucha plata! Contesté tratando de disimular lo que sentía. –Sí,  decile a tu abuela que venga a cobrar. ¡Contábamos con el dinero!. ¡Estaba salvado el único impedimento! Llegó el ansiado día. Temprano ya estaba lista para asistir y mamá puso de sí toda su buena voluntad para complacerme. Fue como un maravilloso sueño, pero absolutamente real. El azar me rozó con su varita mágica y permitió que pudiera concretar mi deseo.   Esas y otras vivencias que llenaron mi corazón de sensaciones y sentimientos me sirvieron  para crecer en los valores que mi madre supo inculcarme y que encontré reflejado en el personaje de la inolvidable novela de Migré.   Graciela García Odorico Ejecutiva de “Peperina”
Rolando Rivas, taxista
Autor: haydee  309 Lecturas
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            El día en que yo me muera, podrá ser un lindo día, con el cielo azul celeste, surcado de golondrinas Vendedores ambulantes vocearán su mercancía. De los árboles, las hojas, se mecerán con la brisa. Las mujeres laboriosas estarán en sus cocinas,  reemplazando con ingenio las carencias de la vida y los niños con sus juegos, seguirán en las esquinas. Finalizada la clase y  pasado el mediodía, volverán los estudiantes a reponer energías, Al atardecer, la gente, en su hogar o en la oficina, continuará sus tareas, igual que todos los días. Nada cambiará en el mundo, la rueda gira que gira, una muerte, nunca altera, la rutina de la vida, ¡De la vida de los otros, que no será de la mía, porque ya estaré bien muerta! mientras que las margaritas nacerán sobre la tierra, mi eterna, blanda cobija y crecerán sus raíces, apretadas, confundidas,  absorbiendo de mis restos, nutrientes para sus vidas. No seré sólo despojos, /ni mi osamenta vencida se degradará  en la nada. / Trasmutará  su energía, en forma color y aroma / por renacer cada día.   Como verdad comprobada, me satisface y asombra. “Nada se pierde en el mundo, solamente, se transforma”.
Nada se pierde......
Autor: haydee  497 Lecturas
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Sufre Deméter, la ausencia de Perséfone, la hija amada Quien por  Hades, un mal día, de su lado fue arrancada. Reina en el oscuro mundo de los muertos, tenebroso. Raptada fue y  en ese antro, domina junto a su esposo. Llora Deméter la ausencia, toma una medida extrema: Nada crecerá en la tierra si la joven no regresa. Todo se vuelve silencio, se agostan los mansos ríos, Un viento seco, asfixiante, ahoga todo lo vivo. Preocupado, Zeus llama a Hades y propone un justo trato Perséfone  ha de pasar , sobre la tierra medio año El resto, con su marido, en el mundo subterráneo. Deméter, feliz con su hija. Todo volverá a crecer. La tierra brinda sus frutos, en un feliz renacer. Cuando promedie el otoño, es tiempo de reposar y también en el invierno, para luego despertar. Cuando Perséfone vuelva, todo reverdecerá. Primaveras y veranos abundancia traerán  Haydée
Descoloridas por el tiempo, esfumadas imágenes, me observan desde el viejo álbum.  Esa que sonríe  soy yo, pequeña, insignificante, eclipsada por la belleza de quien posa a su lado, Odile. Llegó un día de Francia con sus padres para instalarse en la casa frente de la mía. Preciosa, como una muñeca de porcelana e igualmente fría y distante. Recibía elogios, como un tributo merecido. Íbamos a la misma escuela y  en ocasiones, su mamá nos daba lecciones de francés y  de piano. La buena señora, me consideraba una influencia positiva para Odile y confiaba que mi carácter, alegre y expansivo, atenuaría  el suyo, frío y altanero. El papá, ingeniero aeronáutico, los domingos, nos llevaba a pasear en el  auto descapotado de la familia.  Regresábamos cantando, después de haber sido gratificadas con sabrosos helados.  Un día de febrero, al volver de vacaciones, corrí a llevarle una caja de alfajores, adquirida con mis ahorros. Odile, aporreaba el piano, sin prestar atención a mis insistentes llamados. Era  jueves, día en que se quedaba sola,  pues su madre, daba clases a domicilio. Molesta por su actitud, apoyé la caja en  el muro y  arrojé una piedra  hacia la ventana  abierta. Enmudeció el piano y enseguida oí  el   impacto de su cuerpo contra el piso de madera. Traspasé la verja y me precipité al interior de la casa con el corazón queriendo salirse de mi pecho. Odile, bajo la oscura cabellera ensortijada, yacía inerte. Caí a su lado, llorando, ¡había herido a mi querida amiga! La policía vendría a buscarme y la fuerza de la ley caería sobre mí con todo su rigor.  ¡Lo tenía merecido! ¡Me dejé llevar por un loco impulso! Aparté el cabello de su rostro para descubrir, sin lograrlo, la herida que creí haberle provocado. Me temblaban las manos y abundantes lágrimas nublaban mi visión. Hice un intento por levantarla, era más alta y corpulenta que yo y sobre llovido, mojado, fui a dar al piso con mi preciosa carga.  La impotencia y la desesperación aniquilaron mis escasas fuerzas y  abrazada a su cuerpo, pedí a Dios que me llevara con ella. – ¡Te suplico, Señor, mi vida, ahora, no tiene sentido! ¡La hiciste perfecta, pero orgullosa y altanera! ¡Nada le era suficiente, iba a ser muy difícil conseguirle marido! ¡Su padre trabajó duro para satisfacer sus gustos y también su madre que se privó de muchas cosas, por complacerla!  Egoísta y despótica, fui su única amiga.  ¡La única que la soportó!  Con mis ahorros, Señor, sabes que mis padres no son pudientes, compré estos…. recordé la caja de alfajores y corrí a buscarlos. Al volver, Odile, atisbaba, sentada en el taburete del piano, con cara de pocos amigos,  Me flaquearon las piernas y a punto estuve de caer sino fuera porque logré asirme a  un sillón. -Odile, Gracias a Dios ¡estás viva! – le dije entre risas y lágrimas.  Al espontáneo intento de abrazarla respondió con su habitual frialdad y mal genio:  - ¡Esto ha sido bueno para enterarme del concepto que te merezco!,  y con imperativo gesto de  su mano, me señaló la puerta. ¡Claro que fue  bueno, muy bueno, a partir de ese día comenzó a cambiar! ¡No por causa de la piedra, que ni siquiera la rozó!   ¡Hoy continúa siendo excelente comediante, además de mi mejor amiga!    
La Foto
Autor: haydee  732 Lecturas
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  MI DESEO DE CONOCER BUZIOS, UN LUGAR recomendado  POR SUS PARTICULARES CARACTERÍSTICAS DE BELLOS PAISAJES, ARQUITECTURA COLONIAL, AGUAS TEMPLADAS Y CRISTALINAS, ADECUADOS PARA EL RELAX, SE CONCRETÓ. VOLVÍ A CÓRDOBA, DEJÉ PASAR UNOS DÍAS PARA QUE EL CANSANCIO Y LAS EMOCIONES NO INTERFIERAN EN LAS OPINIONES QUE VOY A EMITIR Y DE LAS QUE ME HAGO CARGO. EN EL GRUPO CON EL QUE VIAJÉ, HABÍA NIÑOS, JÓVENES Y VIEJOS.  BAJAMOS DEL MICRO QUE NOS TRASLADÓ DESDE RÍO. UN DESAGRADABLE OLOR A AGUAS SERVIDAS FUE LA RECEPCIÓN. AHÍ, MÁS DE UNO DESEÓ NO HABER ELEGIDO ESE DESTINO. HICIMOS DE TRIPAS CORAZÓN A LA ESPERA DE UN CAMBIO MILAGROSO. LAS EXCURSIONES Y PASEOS, MITIGARON, EN PARTE, LA DECEPCIÓN.  EL FÉTIDO HEDOR, ESTABA PRESENTE, AÚN EN LUGARES VIP COMO RUA DAS PEDRAS EN EL CENTRO DE BUZIOS. LA MAYORÍA DE LAS PLAYAS TIENE AGUAS CONTAMINADAS, PUDE VER CUANDO LOS BARCOS, MUY CERCA DE ELLAS, DERRAMABAN EL CONTENIDO DE SUS LETRINAS QUE LAS OLAS ARRASTRABAN HACIA EL LUGAR DONDE TOMÁBAMOS SOL. TUVIMOS SUERTE, SEIS DÌAS MARAVILLOSOS A PLENO SOL, EL SÉPTIMO AMANECIÓ LLOVIENDO Y CONTINUÓ HASTA EL PUNTO EN QUE EL AGUA DE LA CALLE, SOBRE EL NIVEL DE LAS CONSTRUCCIONES, INVADIÓ TODO Y COLAPSARON LOS POZOS, NO HAY CLOACAS. POR LAS REJILLAS DE LOS BAÑOS, EN LA PLANTA BAJA, TODO SE INUNDÓ Y EL OLOR SE HIZO INSOPORTABLE. DESDE EL MICRO QUE NOS VOLVÍA AL AEROPUERTO, VIMOS LAS CARAS ANGUSTIADAS DEL CONTINGENTE QUE DESEMBARCABA Y QUE DEBIÓ SOPORTAR  SUS VACACIONES CON PRONÓSTICO DE LLUVIAS, PARA EL RESTO  DE LA SEMANA Y SUS DESAGRADABLES CONSECUENCIAS.
AROMAS DE BUZIOS
Autor: haydee  947 Lecturas
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             Caminábamos  sin rumbo. Ninguno de nosotros conocía el lugar a donde nos llevaría el deseo de aventuras. Con  trece años y la posibilidad de darle a ese día feriado un sentido distinto, burlamos la autoridad de los mayores y partimos a la madrugada, cuando todos dormían  y la oscuridad favorecía nuestro propósito.  El calor, pasado mediodía, era insoportable. Sumado a la sed, el hambre y el cansancio, no podíamos estar  peor. Diego, Manuel, Mariano y yo, desfallecidos, buscamos el reparo del único árbol que pudimos  encontrar. Alguien sugirió que en pleno monte, a donde llegamos después de agotar las reservas físicas, conseguiríamos perdices, vizcachas, armadillos, en último caso, algunas palomas que  al volver, nos evitarían  la paliza segura por abandonar las tareas asignadas y escaparnos sin permiso de los viejos. Calculé que serían pasadas  las dos de la tarde,  llevábamos ocho horas  de caminar sin descanso, sin comida ni bebida. Me separé del grupo, con la boca seca, salí en busca de algo que mitigara esa atroz sensación. Los pastos, duros, no auguraban nada de lo que necesitábamos con urgencia, pero era tan grande mi ansiedad que no podía estar quieto. Bebía las gotas saladas, que desde la  frente se escurrían hasta mi boca. A mi alrededor, se extendía el monte  achaparrado  con pequeños arbustos de ramas  secas y retorcidas como garras extendidas, clamando al cielo por el milagro de la lluvia. Vencido, desfalleciente, con la ropa llena de abrojos, decidí pegar la vuelta para reunirme con los muchachos. Algo que sonó como un relincho, llamó mi atención, descubrí  un sendero que sin pensarlo dos veces, atravesé, con renovada esperanza. Ahí nomás se levantaba un rancho en aparentes buenas condiciones, me acerqué  golpeando las palmas. Un hombre, con atuendo de campo, camisa blanca, bombacha y chaleco negros, sombrero de fieltro y botas de montar, sostenía en su mano una fusta y  con la otra, acariciaba  el cogote de su potro que lo  estiraba para beber de  un balde. Tuve el impulso de precipitarme hacia el balde. Como adivinando mi intención, con un movimiento de la cabeza, el patrón me indicó el lugar, en donde un gran cántaro, entre plantas de un verde lustroso, mantenía la frescura de su maravilloso contenido. Un jarro enlozado, de color azul, atado con una cadenita, colgaba del costado del recipiente. Lo saqué chorreando el agua transparente y  creo que en mi vida, nunca algo me supo tan bien.  Repetí  la acción, satisfecho. Lo sumergí otra vez  y dejé escurrir el líquido por mi cabeza y cara, entonces fue cuando vi., en el fondo del jarro, una luna y tres pequeñas estrellas. Al mirar con detenimiento, comprobé que ese efecto lo creaban las cachaduras del enlozado.  La camisa quedó empapada  y alivió mi sofoco. El hombre,  silencioso, entró a su rancho y al momento apareció con un enorme pan. Apoyándolo contra su pecho, con un cuchillo de mango de hasta, cortó una generosa  rebanada  que me ofreció. Las gallinas se ocuparon de las migas que caían al piso. Si el agua me supo bien, la superó el exquisito sabor de ese pan casero, que aún tenía en su gruesa corteza, cenizas adheridas. Devoré el pan, me ofreció otra tajada que corrió la misma  suerte. Agradecí efusivamente, él siguió con su tarea, sin decir una palabra, no lo encontré raro, más bien propio de las personas montaraces. Satisfechas las necesidades, volví en busca de mis compañeros. Estaban en el mismo lugar y tan cansados y agobiados como cuando los dejé. Al verme tan animado, preguntaron la razón. -¡Vamos allí! gritaron, con el poco aliento que les quedaba, cuando terminé mi relato.  Fui guiándolos entre los churquis, la esperanza de llevar algo para saciar la sed y  los vacíos estómagos, aceleró la llegada. En vano, busqué el  sendero que me condujo hacia el rancho. Mi sentido de la orientación me indicaba que ese era el lugar. Los pastos, altos, secos y  duros arañaban brazos  y  piernas, yo no cejaba en mi intento de  llegar hasta el rancho que les había descrito con tanto detalle y en tan breve lapso se había esfumado. Ese era el lugar, por donde estaba seguro, se abría el sendero, pero allí  un extenso pajonal dificultaba el paso. Lo atravesé y a los saltos llegué  hasta donde estaba enclavado el rancho. Ruinosos escombros, tapados por la áspera maleza, era todo  lo que encontramos. Corrí hasta donde casi oculto entre el follaje el bendito cántaro sació mi angustiosa sed,  nada de eso  había. Removí los yuyos sin poder convencerme,  mi mano tropezó con  algo que estaba medio enterrado, y  a puro forcejeo salió a la luz. Era  la resquebrajada pared de un viejo cántaro unida  por  una oxidada cadena al jarro descolorido. Con el faldón de la camisa, limpié el fondo terroso del  recipiente, donde, con un poco de imaginación,  se podía ver una luna rodeada de estrellas. El viento empezó a soplar. En silencio, hicimos el penoso camino de regreso. Haydée   Viernes, 15 de agosto de 2008   
La excursión
Autor: haydee  454 Lecturas
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   El marqués, eterno ausente, achacoso y deprimido se desentendió de su hija y ahora está arrepentido. La pequeña marquesita, de los cabellos cobrizos, después que un perro rabioso la mordiera en un tobillo, será llevada al  convento,  pues su madre así lo quiso,  Abrenuncio, viejo y sabio, por el marqués consultado,  tiene la fórmula justa que  logra reconfortarlo: “De lo más bello y más bueno, a la niña hay que rodear, no hay medicina que cure,  lo que la  felicidad” Sierva María es su nombre, criada entre los esclavos, de los que toma dialectos, costumbres y malos hábitos. En el patio de los negros, dedicados al servicio, pasa las horas y aprende sus trabajos y sus vicios. Llega al convento, el marqués, con su única  heredera, los ojos humedecidos de lágrimas verdaderas.  Del mismo modo retorna, dando recomendaciones  para el  cuidado de  Sierva, sus únicas pretensiones. . Desde que  Sierva llegó, extrañas cosas suceden y al no hallar una razón,  se santiguan y le temen. Sorprenden a las clarisas sus violentas reacciones cuando alguien osa tocar sus escasas posesiones De sus poderes ocultos, provenientes del averno, murmuran en los rincones, las internas del convento. La abadesa resolvió confinarla en una celda lejos de sus semejantes y con camisa de fuerza. A  Cayetano Delaura,  teólogo muy renombrado,  por su afición a los libros, eximio bibliotecario, el obispo, que lo aprecia, lo designó secretario,  asesor y confidente. Intuyó en él, a un preclaro. Le encomienda una tarea  por demás extraordinaria: “Dictaminar si la niña, debe ser exorcizada”. Cayetano, ensimismado, lo obsesiona su misión, busca ayuda en el Supremo y acata la decisión.  Se  conmueve y horroriza  al verla tan ultrajada,  metida en una camisa y con correas atada. Muy poco le deja hacer por su furioso rechazo, se retuerce, lo maldice, lo cubre de escupitajos. Asperga, el cura a la fiera, triste asume su fracaso, más volverá tantas veces, como sea necesario. Excepcionalmente ella acepta, por fin  una golosina. Está tan sola y tan triste que su presencia, la anima. La  marquesita ha pasado a ser  su prioridad Llueva ó truene, nada importa, a su lado quiere estar. Hasta el día que comprende, Cayetano la verdad. Lo que siente por la niña, no le  augura castidad. En su celda se flagela sin tener de sí piedad y al obispo, le confiesa lo que no puede callar. De inmediato es despojado de poder y autoridad. Nada importan los castigos, lo que deba ser, será En su mundo sólo cuenta este amor que es terrenal. No hay barrera que lo frene ni poder que sea igual. Los dos están condenados. La inquisición obrará. Haydée López.              
Amor prohibido
Autor: haydee  505 Lecturas
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¡Pobre Niobe, hija de Tántalo!¡La perdió su orgullo necio!Ufanada  de sus hijosdeberá pagar un precio.Latona, se siente herida,sus hijos, toman venganza,arrasan a los de Niobey a todas sus esperanzas. ¡Pobre Niobe, hija de Tántalo!¡La perdió su orgullo necio!Tan ufana de sus hijos,ha pagado un alto precio.¡Pobre Niobe,como loca, de tanto y tanto llorar!Los dioses la vuelven rocapara que no llore más.  
Niobe
Autor: haydee  366 Lecturas
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 En las arenas del circo, donde la muerte es función,espera a Androcles, hambriento, un magnífico león.Sereno, lo enfrenta, Androcles, sin demostrarle temor,La fiera, se echa a sus plantas, algo así, nunca  ocurrió. Desde el gentío asombrado,se eleva un sordo clamor.Androcles alta la testa, le habla al Emperador:-"En Africa, lo hallé herido, mis cuidados, le brindé,lo acompañé en su guarida y fue el amigo más fiel "- Androcles, puedes marcharte. ¡te concedo mi perdón!Hoy es tu día de suerte, ve con tu amigo  león.  Haydée
Androcles y el león
Autor: haydee  667 Lecturas
Tengo preparada la valija. Miro a mi alrededor, ya nada me pertenece.  Objetos que estuvieron junto a mi durante tantos años, los que en algún momento concentraron mi atención y en los que invertí  tiempo y dinero. Muebles, tapices, alfombras, colecciones de monedas, estampillas, libros, discos....... Miro por la ventana el jardín, bastante descuidado ahora, ocupó muchas horas de mi vida, pero  me brindó grandes satisfacciones. Era difícil encontrar flores tan bellas y lozanas como las cultivadas por mi mano, y plantas de adorno con follaje saludable, de un verde resplandeciente. Puedo decir con orgullo que fue el  resultado de aprendizajes, investigaciones y experimentos.  No siempre obtuve el fin buscado pero la tenacidad me llevó muy cerca. En la pared, sobre la chimenea, desde  una foto que tiene muchos años, sonríen mis cuatro hijos. Recuerdo ese día, como si fuera hoy, después de cortar el pasto, los acomodé sobre una manta, Román, el mayor, atrás, sostiene entre sus brazos a   Eva, la más pequeña, adelante, Sergio y  Pilar, con su muñeca de  piernas largas. Centré la imagen y apreté el disparador. La llevé a revelar y nos  gustó tanto que la hice ampliar y enmarcar. Elegimos  para ubicarla, el lugar más importante de la casa. Los cuatro partieron, Román a Holanda, Sergio y Pilar a Australia, Eva  a Sudáfrica. Cada uno en busca de un mejor destino. Aunque el corazón trató de retenerlos, la razón dejó las puertas abiertas de par en par. Eva, la menor, intentó de todo para no irse, dio clases de música, hizo arreglos y adaptaciones para orquestas y conjuntos populares y  hasta formó parte de uno como tecladista, le insumió tiempo, energía y  obtuvo disgustos sin compensaciones, eso la decidió a buscar nuevos horizontes. Hace tres años, se radicó en Johannesburgo, allí trabaja y continúa sus estudios con  sacrificio pero con buenas posibilidades. Estoy en paz. Di todo lo que tenía. Para que cumplan su sueño: hipotequé mi casa,  uno a uno vendí  lo adquirido a través de muchos años, incluso la computadora  con la que diariamente nos comunicábamos. No estoy arrepentida, el hecho de saber que ya nada poseo, me llena de sosiego, me siento liviana, etérea...... ¡Ahora puedo decir que soy libre!. ¡He cortado las ataduras que me sujetaban a los bienes terrenales.! El  auto que viene por mi, se detiene frente a la casa y  se anuncia con dos bocinazos. Estiro mi brazo y desprendo el retrato de mis hijos. Lo llevo conmigo. Es personal  No está incluído en el inventario. Llaman a la puerta. Es la asistente del geriátrico. Me saluda y  levanta la  valija con mis pertenencias.-¿ Sólo esto?- Me pregunta compungida -Claro, -le respondo.- De ahora en adelante voy a ser  libre.      
Libre
Autor: haydee  454 Lecturas
  Muy seguro de  triunfar, Va con su flauta, Marsías, Imprudente, en su arrogancia, A Apolo, lo desafía. El dios del Sol, con su lira, acepta el reto y afina.El aire, a su alrededor, se convierte en melodía. Los jueces fallan, Apolo, en ese arte descuella. Marsías baja la testa, cometió un fatal error, no hay piedad y no hay perdón,  el ganador, lo degüella.   
Marsías y Apolo
Autor: haydee  452 Lecturas
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Psique y Eros, son amantes. En esa ideal relación, prohibió él, que vea su rostro, condición, que ella, aceptó. La visita  por las noches.  Ella, una vez despertó y a pesar de su promesa, la tentación, la venció. Eros, descubre, iracundo, con certera precisión, una gota de la cera que de la vela cayó en su rostro adormecido cuando ella lo iluminó. Presa de una furia loca, la somete a un cruel castigo. Arrepentida, angustiada, se arrastra por los rincones Se acabaron los encuentros. Ella ha desobedecido. . Afrodita, a este conflicto, busca darle soluciones. La somete a duras pruebas que bien, logra superar Le concede, entre otros dones, el de la inmortalidad.. Eros, aplaca su enojo y recupera su amor. Ahora puede mirarle, Terminó la prohibición. Psique y Eros, inmortales unidos en la pasión.  
Psique y Eros
Autor: haydee  402 Lecturas
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 Como la tierra sedienta, reseca, ávida y cuarteada, ansiosa, espera que llegue, la piadosa gota de agua. Como la aterida piel, el beso tibio del sol, toque de luz y calor, sabor y  tonos de miel, Ansioso espera por ti, el sediento corazón. No demores en venir, porque de tanto esperar, se acrecienta el padecer y ya lo siento morir.
El que espera....
Autor: haydee  227 Lecturas
Nané en su primer día de Jardín   Aunque me duela en el alma, tengo que dejarlo ir se despide con un beso y se aleja tan  feliz. Mezclado entre sus iguales, no se acuerda más de mí y aunque sufra el corazón, sé que debe ser así. Si parece que fue ayer, que en mi vientre retozaba al percibir amorosas caricias, en mis palabras. En el transporte se ubica al lado de la ventana,  me busca en la multitud, se cruzan nuestras miradas… ¡ ríe con tan dulce gozo! Así me tiene atrapada en la red de su cariño, como en una telaraña que me envuelve suave y firme, de amor y seda tramada y es tan grande encantamiento que por nada me soltara.    A medida que se aleja, su manita sonrosada extiende hacia donde estoy  ¡Cómo quisiera besarla, retenerla  entre las mías para que no se me vaya! Magui

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