Mar 25, 2010 Mar 14, 2010 Dec 26, 2009 Dec 20, 2009 Nov 27, 2009 Nov 25, 2009 Oct 20, 2009 Sep 30, 2009 Sep 25, 2009 Sep 24, 2009 Sep 22, 2009 Sep 15, 2009 |
-Sí, yo soy el Perita. Puto nomás le dije, pero no le dije a él, le dije que su papá era un puto. Es que lo quiere hacer laburar para siempre... -Y yo soy el Cistitis. Y si no me defiendo solo, mi papa no me va a defender, ya me lo ha dicho... y seguro que me va a hacer cagar con la goma... -Siempre me dijeron Pera porque desde que nací tengo esta parte de la cara larga, y de costado parezco una pera. Otros me pusieron cara adelantada, o cara con balcón, que sé yo. Creo que me terminaron diciendo así porque era más fácil para llamarme cuando jugábamos a la pelota, al final me terminé acostumbrando. Hasta mi papá me trataba de Perita... y hasta a veces, cuando le rendía lo que había hecho, y vía el chupetín que me regalaba todos los días la celeste, se enojaba y me decía "¡para qué mierda queremos golosinas, defectuoso de mierda!"; y ahí sí que me daban ganas de llorar por haber nacido con la cara larga... y no le podía contestar, ni pegarle, encima se lo comía mientras contaba las monedas que para él siempre eran pocas... -A mí los muchachos me pusieron cistitis, y ya saben porque. Desde bebé que me pasaba esto; los otros días en la cama, y cuando iba a la escuela también. Nunca me pude aguantar, no sé cómo se hace para aguantar, yo sé que me corría el agua hasta el piso y todos se reían. Y cuando me acercaba a un auto y estaba todo mojado, la gente subía el vidrio con cara de asco, y no me daban nada por la limpiada; y eso que cuesta llegar al medio del parabrisas. Pero lo mismo, si no me daban, no les sacaba las cacas de los pájaros, y cuando se iban les escupía el auto. -Hay veces que yo tenía ganas de comerme el chupetín y no llevarlo a mi casa, es que me retaban y todo lo demás. A mí me costó mucho aprender con las pelotitas y ni siquiera pude dejarme un chupetín. Es muy raro que no se te caiga una, si se te cae cuando abre el semáforo, pasa lo que nos pasó con el Cistitis; encima no agarras ni una moneda. Todos los días mi novia me regalaba un chupetín. -No sé lo que les pasaba a la gente, porque a cada semáforo que iba alguien me decía hediondo, y me cerraban la ventanilla; algunos me tiraban diez centavos al piso y la cerraban. Nunca tuve dos pantalones; pero yo no me siento ni olor. Hediondo me decían, y yo no soy hediondo, soy cistitis. Por lo menos si hubiera tenido una novia rica como la del Pera, que le regalaba chupetines, a mí mi novia me hubiera regalado un pantalón todos los días. -Si, tiene razón el Cistitis, era mi novia, es la que les dije que siempre me daba un chupetín; y yo le iba a decir que le regale un pantalón a él; pero los otros días la vio el padre llamándome y le hizo cerrar la ventanilla y le tiró el pelo. Mugriento de mierda me dijo. Pero yo sé que para ella yo no era mugriento, porque me ama, y me quería casar con ella algún día. Celeste se llama, me dijo su nombre y yo ni le pregunté. No importa lo que le dijo el padre, yo le dije que la amo mucho. Después supe que va a la escuela... a la Sarmiento va. Es que un día estuve en el semáforo de la esquina y salió y se subió a la camioneta. ...Que linda que es afuera de la camioneta. Pero les estaba diciendo que yo quería que le regale un pantalón a mi amigo, y como no le pudo regalar uno, yo se lo iba a comprar, cuando trabaje para dejarme la plata. Porque mi papá me lo prometió. Y ayer yo le dije que el padre de él era un puto porque lo amenazó que le tiene que dar para siempre lo que gane. -Pará Pera, me dijo, mi viejo no es puto, porque se las aguanta; y hasta a mi mamá la hace cagar cuando no le da la plata. Pero yo me puedo conseguir una novia como la tuya y decirle que envés de regalarme chupetines de mierda, que me regale pantalones. O la hago laburar ahí donde está tu vieja, y la mía. Sí que me va a comprar pantalones mi novia. La mato cuando me caiga con un "chupetincito". -Entonces yo le dije que no hablara de mi novia; que la celeste no me regala "chupetincitos", son de esos pop que vos siempre querés, y como no podes comprártelos te da envidia, le dije. Ahora por hablar así de mi amor, le voy a decir que si vos le pedís algo que no te de nada. Porque es mí novia, así que ojo con lo que decís de ella y de los pop que me regala. Andá, andá a los semáforos hasta que se le den las bolas a tu viejo, le grité en la cara. -¿Bolas dijiste? -Sí, booolas. -Sos vos el que tiene que estar con las bolas en el semáforo, me gritó también en la cara, hasta me salpicó la boca con babas; así que mejor andate vos a revolear las bolas a la esquina. Y mirá, ahí viene tu "celestita". Andá puto, me dijo. -Ahí fue cuando a mí se me salió la chaveta, y me volví loco; y empezamos a pelear. Lo tiré al piso porque soy más petiso, a las piernas me le tiré; pero él tiene once, así que me agarró del cuello y empezamos a dar vueltas. Lo peor es que rodamos hasta la calle, y ni nos habíamos dado cuenta que estaba en verde el semáforo. Alguna vez te dijeron...? Que en lo imposible habita lo que se puede...?Que lo que se puede, muchas veces no se debe...?Que lo que se quiere, no siempre se puede...?Que lo que se debe hacer, es realmente lo que se siente...?Que hacer lo que se siente, bajo ningún motivo crea remordimientos...?Que los remordimientos no son más que sensaciones reprimidas...?Que no hay nada imposible cuando todo se trata de materia...?Que si no debes, pero puedes... DEBES MATERIALIZAR TUS SENZACIONES PARA NO DECIR NO AL CORAZÓN, HAZLO AUNQUE SEA POR ESE INSTANTE QUE PUEDE DURAR UNA ALEGRÍA.Por eso es que, aunque no debas, pero quieras, HAZLO!!! DÍCELO!!! Yo no haré de juez, hágalo usted. ¡Oh Dios! Si venir de un lugar donde todos desean tener un poco más es pecado, yo no lo juzgo. Si volver de la escuela caminando por la calle, para llegar a sacudirse antes de almorzar, es una desconsideración de la vida, tampoco lo sé. Si aquel polvo que se pega en las gotas que corren por un mismo surco hasta la nuca, es sinónimo de mugre obligada, tampoco lo comprenderé; pero sí sé que lo viví de cerca. Solo bastaba lavarse las manos para comer y listo. Para qué bañarse, si luego venían los partidos de fútbol, si se puede llamar fútbol a lo que nos entretenía con una pelota de trapo... El Nacho tenía menos que todos los del grupo, aunque había algo que sí tenía más, y eran sueños, ocultos bajo la tierra... Ohh... su miserable vida estaba atada a la tienda del barrio. Más bien a la vidriera, donde se exhibían las pelotas de verdad. Aquellas que tanto se fabricaban de todos los colores. Aquellas que traían frustraciones de sueños de niños que anhelaban armar un equipo. Frustraciones de guantes de arqueros y botines carísimos. Digamos, en algún lado del planeta había una fábrica de ilusiones, solo ilusiones... Sin embargo, el más deseoso siempre fue él. Solía decirme "No pienso morirme sin tener una de estas pelotas, y una camiseta con botines, hasta voy a armar un equipo que lleve mi nombre, Ya vas a ver, voy a salir de esta tierra de mierda algún día, nó sé cómo, pero ya vas a ver..." y me miraba fijamente a los ojos mientras le culebreaba una enorme vena azul por el cuello. Aquel era el momento donde yo no osaba decirle nada. Esperaba que su cuello se calme, y entonces trataba de convencerlo que éste era nuestro futuro... Siempre pasaba lo mismo, y yo le decía nadie nos va a regalar nada de esto, no te enojes con la tierra... si hasta rico gusto tiene... mi papa dice que "es lo que nos toca a nosotros, que raspar áspero con las muelas es nuestro destino" Nacho, eso dice mi papa, le afirmaba tomándole el hombro con aire de buenos amigos. "Y... Si tu papa lo dice... tendremos que seguir fabricando las de trapo nomás..."decía levantando los hombros y dejando ver las palmas de sus manos. "Pero yo no voy a parar ¿entendés? No voy a parar..." me insistía; y cuando veía asomársele de nuevo la culebra, lo abrazaba como cuando veníamos de la escuela, y me lo llevaba diciéndole que tenía dos cancanes que mi mama me dio para él. Un medio día, no quiso pararse en la vidriera. Esto me pareció extraño, solo hasta que nos sentamos en el borde del canal, y me dijo que unos tipos le hicieron una propuesta para que él pueda tener su equipo de fútbol. Reparé diciéndole "¿¡qué propuesta!?". "No sé muy bien, pero me dijeron que prepare una pelota de trapo especial, única, para que todos los chicos del barrio vengan a jugar con mi pelota, hasta me dieron cancanes nuevos, y un par de medias de boca", concluyó mirando para otro lado, como si estuviera hablando solo... Aquella semana, no quiso pararse ni un día en el almacén. Yo ya no lo abrazaba para venir de la escuela porque corría para llegar a su casa. Todos me preguntaban por él después del almuerzo, en los partidos digo. Era como si obligadamente tuviese que saber qué le pasaba; es que se suponía que yo era su mejor amigo, claro. Así fue que aquel veinticuatro de mayo, fecha que jamás voy a olvidar, lo paré de un empujón en la puerta de la escuela. Como al otro día era feriado, seguramente me iban a atormentar de nuevo en la canchita. Entonces le dije "pará Nacho, tenemos que hablar, quiero saber qué te anda pasando, vamos al canal y me contás, te conozco Nacho". Y nos fuimos caminando despacio, pero sin abrazarnos, estaba como ausente... "¡qué te pasa mierda!" Le dije, para que reaccionara. Sacudió la cabeza y me miró. "Dale, nos sentemos acá nomás y te cuento", reparó al momento que ya se estaba sentando: -¿Qué te anda pasando Nacho? -le dije con vos firme. -Estoy trabajando duro en la pelota de trapo, no les puedo fallar... -¿a quién no les podés fallar? -A mis amigos. -¡Qué amigos! ¿¡Qué te pasa en los ojos!? -No me pasa nada, estoy cansado porque anoche dormí poco te dije. -¿¡Que amigos!? -Le insistí. -Los que te conté que me van a comprar un equipo a cambio de la mejor pelota de trapo del barrio... -¿y vos sabés quiénes son tus nuevos amigos? -Claro, son los que van en los recreos por el alambrado de la escuela, los que les quitan clientes al del quiosco... -Mirá Nacho, no entiendo muy bien, pero te voy a decir algo, los de tu equipo te necesitan para ganar un partido más, van a perder el campeonato si no venís mañana. -¡Claro!, deciles que mañana voy, y llevo la pelota nueva, que ni en pedo me la van a igualar, así que andáte, nos vemos a las diez. Si bien ya nos habíamos parado para irnos, había algo que no me quedaba muy claro... entonces tomé su hombro, y le dije: no te olvidés lo que me dijo mi papa: "Nosotros hemos nacido para masticar tierra y para comprarnos un equipo con el barro de nuestros cogotes"... el Nacho no quedó muy convencido parece, porque me gritó "¡andáte mierda!", y me fui cuando empecé a verle el cuello... Llegó el día esperado. Las finales del veinticinco de mayo. Obviamente esperé al Nacho a la orilla de la canchita, para que se saquen todas las dudas con él y no me atosiguen más. Ya eran las diez y diez y nada de Nacho. Hasta que me vinieron a buscar nomás. Rápidamente pensé alguna respuesta a lo que ya sabía que preguntarían: "¿y tu compañero, otra vez nos va a cagar?"; "No... miren..." empecé a decir, cuando de algún lado se escucho la voz del Nacho... "¡che! Paren un poco, ¿qué pasa con mi amigo?": Traía en sus manos una pelota que jamás nadie en el barrio había fabricado. Redonda como las de la vidriera del almacén, casi tan grande también, tenía tres colores de cancanes, y en el centro un cierre de pantalón "el cierre es un secreto que después les voy a contar" les dijo a los que pedían tenerla. No ganaron el campeonato del veinticinco, pero todos quedaron locos con la pelota de trapo. Después, cuando terminaban de almorzar, al primero que buscaban era a él; su pelota empezó a tomar fama. Un día aparecieron chicos de los otros callejones, y hasta algunas caras raras, que decían ser del otro vecindario. Yo, por supuesto, pasé a ser uno más, ya no era su amigo de verdad. Al final me convencí que parecía cierto lo de los amigos nuevos del Nacho, porque una tarde andaba estrenando una camiseta de argentina. Otro día, con pantalón y medias haciendo juego. Y el momento más importante fue cuando llegó con los botines... Parecía cierto lo de los nuevos amigos... Hasta que le conté a papá lo que estaba sucediendo con mi ex amigo incondicional. Le dije que si no me compraba un equipo iba a ir a ver a los tipos del alambrado de la escuela. Le aseguré que a cambio de una pelota de trapo te compran un equipo. Papá se acarició el mentón, esbozó unas palabras que no venían al caso, y me dijo que lo acompañe a la canchita porque quería conocer la "famosa pelota..." hizo unas comillas con los dedos, lo vi como enojado. Cuando llegamos, estaban todos amontonados. Hacía tiempo que venía notando que pasaban horas en el descampado pero casi no jugaban partidos. Porque me aburrí es que fui a mi casa a hablar con papá. Ya pisábamos la cancha y lo llamé al Nacho. Cuando vieron con quién venía yo, empezaron a correr despavoridos. Solo quedó mi amigo con la pelota en la mano. Estaba como desesperado queriendo cerrar el cierre. Aparentemente la había estado rellenando, porque fue lo que dijo un día: "el cierre es para rellenarla". Entonces papá lo llamó y le dijo "mostrame la pelota". -No puedo señor, porque la acabo de rellenar y ahora la voy a pisar para que se haga más redondita... -¿Cómo es que te hacen fabricar una pelota tan bonita a cambio de comprarte un equipo? -Preguntó papá frunciendo el ceño. -Sí, ¿le gustan los botines nuevos? -Dijo mientras la amasaba en círculos sobre el piso. -Claro, son muy lindos, pero la pelota, ¿la hiciste para vos también?, no entiendo Nacho, ¿me la mostrás ahora?El Nacho paró lentamente los círculos, se agachó mirando para el otro lado, y, ni bien la tomó salió corriendo... Terminaron para mí los partidos del después de almuerzo. Papá siguió diciéndome, desde aquel día, que habíamos nacido para que nuestras muelas crujan. Desde aquel día entendí que sólo los buenos amigos no te abandonan.Desde aquel día pude ver que más valía la experiencia de los grandes que las efímeras ilusiones de los chicos. Desde aquel día supe que hay que conocer muy bien a alguien antes de decirse amigos. Desde aquel día, entendí que no hay que ser juez del destino, porque solo el destino marcó lo imposible de intuir en qué andaba el Nacho; que nunca más lo vi, a causa de desafiar el destino, de odiar la tierra donde la madre lo parió, de perder las pequeñas alegrías, esperando la gran felicidad, con una puta pelota de trapo, que apareció destripada, llena de sangre, en la puerta del almacén. Ya sé que las bibliotecas están rechonchas de historias de amor, pero este relato, no es una historia más, es algo real, que se jactó de amor. Y todo pasaje que sea alusivo a vidas similares, y que puedan dañar los sentimientos de alguna persona, discúlpeme, pero esto en realidad pasó. Aunque para mí, no es ni más ni menos que un cuento. Dicen que ellos se eligieron así. Ya nadie lo discute ni los pone en tela de juicio; quizás, uno que otro vecino lo haga, porque algunos aseguran que están enfermos, que cómo se pueden casar... Pero ya no es algo que preocupe tanto, porque dicen, que el apego, todo lo pudo. Se conocieron en el barrio, se gustaron, se enamoraron que es peor. Y hoy, quién lo diría, están todos los muchachos aceptando aquello que nunca pudieron destrabar. En fin, el matrimonio es una ley para todos. Los que hablaron mal de ellos tuvieron que comprender... y hoy se casaron, enfermos o no... A pesar de todo lo que pasó para que contraigan la enfermedad (todos los declaran enfermos y los discriminan), si es que lo fuere, no se... Vivían haciendo fiaca en la esquina de la sodería abandonada de don Guerra, un viejito que murió solo y bastardeando sifones. Todavía quedaban algunos vestigios de la vieja empresa. Hasta había cajones llenos de sifones llenos, y una vieja máquina. Pero en fin, si aquellas vivencias fueron las que marcaron tantas tendencias entre ellos, el objetivo más relevante, es hablar de estos que hoy se casaron, y que todos hicieron, hasta lo que no debían (ya verán cuando les cuente), para despegarlos. Ellos dicen que todo lo pudo el amor... yo me pregunto si se puede sentir amor por alguien que se echaron al turno todos tus amigos... En aquel tiempo, ni siquiera el mito del fantasma del sodero pudo apaciguar sus caprichos. Pasaban el día sentados en la verja del único lugar que podían hablar chivadas, gritar, y hacer "las travesuras" (como le llamaran a las fechorías que trajeron las enfermedades...). No les faltaba ingenio a la hora de ver pasar alguna chica. No les sobraba nada tampoco; porque seguro que alguna convencían de que "conozca su guarida"... Inclusive, a veces, hacían una división con los cajones, cuando persuadían a dos muchachas... "La Yamile", se la pasaba allí, con ellos, incitándolos a que la hagan pasar también; aunque sabía que nadie tenía el menor gusto por ella, digo, en cierto modo, porque cuando no había paso de musas, todos le daban un recorrido... "El Pato" dijo varias veces que la tendencia femenina no era buena en el grupo... (Por la Yamile lo decía) Pero al tiempo, descubrieron que lo explicaba porque en realidad, le estaba atrayendo el paseo con la Yamile, y lo negó tantas veces, que cada vez lo inquietaba más. Luego confesó que le gustaba, que en cada posición que la miraba le sugería algo de seducción. Aunque a veces, "de pie parece más bien un sifón de los de plástico", decía; pero cuando la Yamile volvía a insistir con que la paseen, entonces la hacía rogar... Si... imploraba... algo que le gustaba hacer a él... -Yo sé que si no me hubiera dejado llevar por las mentiras de ustedes, que la convencían siempre de entrar a la sodería y me decían que era ella la que insistía, seguramente me hubiera seducido antes, y no cuando me tocaba el turno y solo podía acariciarla como a una botella en el oscuro... -les dijo llorando el Pato después del casamiento. Ellos lo miraban agachando levemente la cabeza. Y volvió a decir: -Claro, ustedes se llevaban lo mejor, y me la dejaban a mí cuando ya tenía las rodillas llenas de piedrecitas incrustadas... Solo podía tenerla parada, todo era feo...digo, hasta que la operaron... Había días que los odiaba por esto. Y hasta a veces rogaba que apareciera el fantasma de don Guerra en el momento que todos se la sorteaban... -concluyó. Todos seguían cabeza gachas y con las manos atrás. Les brillaba la frente. Mientras tanto, yo pienso que si don Guerra hubiera vivido en aquel entonces, no habría permitido que usaran su sodería para que hagan de las suyas, y terminen confundiendo los tantos entre el amor y las cosas promiscuas; porque el que la agarraba a la Yamile, (aunque luego jurara que no le gustaba) se le escuchaba que en el oscuro le decía te amo, te amo... a veces dudo que cualquiera se podría haber quedado con ella... pero sólo uno se animó, y de a poco la fue transformando; fue el pato, claro, porque él también era parte de los "te amo, te amo..." Y en cierto modo, verlos hoy a estos dos amigos de aquel grupo, tan enamorados cuando los nombraba la juez, me dolió algo... La que los casó es la que se dictaminaba de niña como "la mejor amiga de la Yamile"; ella estudió, fue abogada. Y por capricho de los novios es que la eligieron para que los case. Siempre dijeron que ella, la juez, fue parte de aquella transformación lenta de la Yamile, que siempre se opuso también al Pato. Al final, los dos terminaron odiándola. Tanto, que decidieron vengarse mostrándole qué tan grande fue el amor... Todo estaba adornado finamente. Los novios relucían. Ellos, también se habían puesto corbata. Entró mirando para ningún lado, como magistrado más bien de algún juicio... Pasó por el costado de los muchachos y ni los advirtió. Uno la recordó en la sodería (a la ahora juez...), "siempre fue tan fina..."pensó. Y las vueltas que dio la vida en mi cabeza me dejo el mismo silencio que hicieron todos en el momento que la mujer decía el nombre de los novios... "No sé qué ira a ser de esto..." se sintió cuchichear a algún vecino, muy bajito lo dijo, pero no lo calló... y en el momento antes del beso, llegó la gran pregunta a mi cabeza: ¿Cuántas travesuras pueden llevar a que cuando te llame el juez, para firmar el acta de matrimonio, diga en voz alta: -Señor Cristian Alfonso Garay (el Pato) ¿Acepta unirse en legítimo matrimonio, amándose y respetándose para toda la vida... -y acá viene la parte donde me pasaron tantas imágenes de la sodería de don Guerra... y la eterna disputa entre los muchachos, si es que estos amores nacen o se hacen, haciendo picardías de niños... si es que están realmente enfermos o ya nacieron con esto. O si fueros todos parte de esta culpa, si es que lo fuere, no se...es cuando la nombran a "ella" como el señor franco Marcelo Mestre (la Yamile...)- al señor Franco Marcelo Mestre...? -Hola, ¿Martín? -Sí, ¿quién habla? -Yo, Soledad. Me quedé inmóvil, Soledad era mi amiga. Sólo que había muerto hace un mes. Qué sensación extraña, creo que sentí miedo. Es que volví a escuchar su voz; como cuando solía llamarme en sus momentos de depresión. Parecía cierto lo que estaba pasando... me necesitaba... pero cuando le pregunté qué sucedía, no respondió más. No alcancé a abrir bien los ojos y levanté el tubo diciendo hola, hola Soledad. El aparato estaba mudo, muerto. Lloré un rato. Enseguida me fui a desayunar a la cocina. Cada vez que pasaba por el aparato lo miraba. Hasta llegué a creer en algún milagro... o en una broma de algún imbécil... qué se yo... Me senté frente a la taza, paraba las tostadas una y otra vez; aquella pesadilla no se iba de mi mente. No tenía hambre; miraba el teléfono, esperaba un fenómeno que ni siquiera podía descifrar cuál era; hasta que sucedió verdaderamente algo extraño: el teléfono sonó de nuevo, sonó muy fuerte; di un salto y corrí a atender. -¿¡Hola, Soledad!? -¿Quién? -me respondieron. -Perdón, hola, ¿quién habla? -Soy yo Martín, la mamá de Soledad, ¿por qué la nombraste? -No, por nada, es que anoche soñé con ella... -¿Si? Bueno, sólo te llamo para decirte que mi hija quiere verte, está muy mal; otra vez con la maldita depresión. -Bueno señora, dígale que en media hora voy.Me cambié lo más rápido que pude. Dejé la taza medio vacía, o medio llena, qué se yo, y las tostadas paradas. Con la campera en la mano, salí hacia lo de Sole.Ya pisaba la vereda de su casa; esta vez estaba seguro que no era un sueño, porque cuando salí de mi departamento saludé a unos vecinos que andaban por ahí. También sentí en la mano los golpes que le di a la puerta del caserón de ella; hasta que me abrió la madre. Frunció el ceño e hizo la cabeza para atrás; y me preguntó qué andaba haciendo. En ese momento volví a no entender nada... -Hola señora, le dije que en media hora estaría acá, pues, acá estoy. -¿Qué? ¡aaah! Ya entiendo, adelante, pasá y sentate que ya vengo.Entré mirando para todos lados, algo confuso, comprendí que la mujer estaría también algo mareada por la situación de Soledad. Volvió con una bandeja con dos vasos llenos; se sentó frente a mí, me tomó la mano, y me dijo que ella también estaba mal por la situación, que agradecía mi preocupación por su hija, pero que ya no había nada por hacer... -¿¡Qué!? ¿¡Dónde está Soledad!? -Le dije al mismo tiempo que le aclaré que venía a verla. -Tranquilo... yo también deseo verla, hoy hace un mes que dejó de estar con nosotros; sé que fue tu mejor amiga, pero yo, yo soy la madre, que es peor... -Mire señora, no entiendo nada, recién me llama para decirme que ella está mal... -Esperá Martín, terminemos con esta histeria; no sé si has venido a consolarme de algo que no tiene consuelo, o a no sé qué, es más, creo que vos fuiste parte de su suicidio, queriéndote hacer el psicólogo. Mejor andate me dijo. -Cerró el puño, lo levantó, y se le llenaron los ojos de lágrimas. Yo la miraba completamente desconcertado, estático, no emitía ni un sonido. -¡Andate ya! -gritó al mismo tiempo que me tiró el jugo en la cara.Pegué un salto en la cama. Automáticamente busqué el teléfono; estaba todo mojado; y frente a mí, con un vaso en la mano, diciéndome ¿tuviste una pesadilla?, estaba Soledad. Intentaba explicarme cómo entró al departamento, pero no la oí. La abrasé y la besé con tanta alegría... lloré... no quise contarle sobre aquel sueño horrible. Hasta que en un momento, maldito sea, sonó el teléfono. Obviamente no atendí. -Atendé Martín -me dijo. -No, dejálo que suene. -¿Qué te pasa? -Nada, no quiero atender... -¿Por qué? ¿Querés que hable yo? -¡Menos! -¿Por? -Es que si atendes vos, esta vez el que llama, puedo ser yo... A vos Carucha, que no soportaste la agonía de andar sin un rumbo. Oh... la bronca que debes haber tenido cuando dabas las patadas al aire, mientras te decidías irte a vivir a donde dicen que no se sufre... y te fuiste sin saber por qué ni quien fue el que te trajo a este mundo agónico de papás. -Si yo hubiera tenido padre y madre todo habría sido diferente. -solía decirme el Carucha. -Sí, tan diferente... -le reafirmaba yo, ya que aquello siempre había sido todo un tema para nosotros. Y nos quedábamos pensando en algo muy lejano. Sin embargo, muchas veces escuchaba quejarse de los suyos a los niños de la casa bonita... Será porque ellos tuvieron la oportunidad de que alguien los rete; pero con otro tono... no sé, digamos que no conozco la diferencia... pero cuando peleábamos contra ellos los revolcábamos enteros, los apretábamos contra el piso y les terminábamos echando chorritos de tierra en el pelo; "para que nos veamos todos iguales", les decíamos; y ahí está lo que no entendíamos: aquellos que les ponían perfume hasta para jugar a la pelota, eran los que nos buscaban la pelea, y como el Carucha y yo no teníamos padres, o alguien quien nos defendiera más bien, terminábamos cuidándonos entre nosotros, con un encarnizamiento que no sé de donde nos brotaba... será porque sabíamos que después que escupían tierra, pegaban un solo grito, y venían a ayudarlos sus "papis", peor que eso, nos culpaban a nosotros, nos decían sucios, sucios y guachos... y nos sonaba raro esto ultimo... pero calmábamos la bronca cuando nos sentábamos a analizar la pelea y a reírnos de los dos que se iban colgando de una oreja. Luego del análisis, y de las risotadas contagiosas, nos poníamos a dibujar con un palito en la tierra. Después venía la pregunta que siempre me hacía; es que él creía que porque yo iba a sexto debía saber lo que significaba guachos sin ser animales... por supuesto yo me imaginaba (como para responderle algo), que los animales son libres, y le decía "quieren decirnos libres, Carucha..." Pero esto no calmaba nuestra bronca, porque en el fondo los dos sabíamos lo que significa, y no queríamos llorar... Volvía a quedar otro silencio entre nosotros... y seguíamos dibujando un largo rato; hacíamos caritas con bigote, o monigotes con pollera con un nene de la mano... Entonces, otra vez la sorpresa frente a nosotros: peinaditos y perfumados, "para hacer otro partidito...", nos volvían a buscar... Nosotros, como no teníamos quien nos rete, o nos perfume, no sabíamos... pero terminábamos aceptando. Y como siempre, el juego duraba lo que se demoraba uno de estos dos en decirnos guachos... -Bueno, ya levantemos todo; y le voy a pedir algo comadre, no la invite nunca más acá a la embrollona de la Mónica, porque a mí nadie me deja plantada, menos en mi propia casa. -Está bien comadre Clara... pero si recién son las ocho... esperemos un rato más para levantar, le habrá pasado algo... dijimos a las ocho o un poquito antes... -¡Ningún pasar algo comadre! A esta nunca le pasa nada, si yo le cuento lo que nos hizo el otro sábado seguro que no estaría hablando tan bien de ella; a pesar que se la perdonamos le seguimos creyendo; usted no le vaya a decir que yo le conté, pero nos involucró a todas, ¿y sabe por qué? ; ahí está el secreto, en realidad ya no le creo nada; pero la noto a usté también un poco nerviosa Yola... calmesé que cuando le cuente ya se va a enterar de la clase de persona que es ésta que defiende tanto... -Comadre, usté me pone nerviosa levantando con tanta bronca las cosas, tenga cuidado, puede romper algo... -...No me mienta con que yo la pongo nerviosa Yolita, yo la conozco muy bien a usté, y a esa también la conozco, pero esto no va a quedar así... el negro siempre me dice que no le de bolilla a la Mónica, y tonta yo que no hago caso; pero ahora que le voy a decir el secreto no le diga nada, porque ésta es capaz de hacer escándalo delante del Rubén y ahí sí que se me arma; ya lo estoy escuchando... "te dije, te dije y vos no haces caso"; ¿se imagina...?, le van a dar palpitaciones al negro, usté sabe que él es operado y no puede rabiar, haber si lo mato por culpa de esta bruja; pero esto no se lo cuente a nadie... aparte, nos pone de excusa a nosotras, arma las mateadas a las ocho pero ella dice en su casa que es a las seis, no la aguanto, miente, miente todo el tiempo por ese vecino... y todo el mundo lo sabe... pero la que nos hizo el otro día no tiene perdón; así que le pido que no la invite más a mi casa porque al lugar donde yo le di la teta a mis críos no me lo pisa cualquiera... o al menos yo, donde esté ella, ni aparezco; cuídese Yolita, vaya ser el diablo que la meta en algún problema; me da miedo decirle, pero yo confío mucho en usté y sé que de su boca no va a salir nada... claro, a no ser que sea por defensa propia, que en ese caso yo la entendería, pero si puede muérdase la lengua de lo que le voy a decir, porque es muy grave y ni se parece a lo del vecino... el único que lo sabe es mi negro y otros tres más que no dijeron ni una palabra... y me advirtió que no se me escape para no tener quilombos, es que el Rubén es muy precavido... es grave de verdad lo que le voy a decir Yola; tampoco se lo vaya a confiar a su marido porque me va a venir a retar a mí, y no quiero que se vaya a meter el negro a defenderme, porque usté sabe, no le van a importar las palpitaciones, lo puede matar... nunca me voy a olvidar del tipo que me decía adiós gordita rica, hasta que un día, como yo no le hacía caso, me quiso tocar la cola, ahí sí que lo vi en acción al negro, hasta a mí me da miedo cuando se enoja, y vea comadre, no quisiera que se las agarre con su marido... ¡y menos con usté...!. -Bueno... comadre... pero ya se está yendo por las ramas, qué tiene que ver mi gordo con su secreto que nunca me cuenta... a parte usté no sabe cómo es cuando se enoja el mío... hasta cuesta conocerlo también... ¿o no se acuerda cuando le partió la cabeza al del lote cinco porque se quisieron pasar con el gallinero para el fondo nuestro? No amenace comadre... ni tampoco cuente mucho de la Mónica porque ella también anda diciendo por ahí algunos puteríos suyos... de todas formas quédese tranquila conmigo que mi boca es una tumba. -...Sí ¡por el olor será...! porque la Deolinda dice que es usté la que lleva y trae con la Mónica y yo; pero tranquilícese que no le creo a nadie más que a usté... ¿cómo dice, qué anda hablando de mí...?; Dígame lo que se enteró que lo mío es grave de verdad... y depende de lo que le haya dicho la otra es si le cuento todo lo que nos hizo el otro sábado, o sólo lo que se puede decir... - ¡Aaahh...! usté empezó... así que largue primero... y siéntese que ya ha levantado todo y no sé qué hace ahí parada... sólo le puedo decir que lo que anda diciendo coincide mucho con lo que usté dice del vecino de ella... así que si quiere más, largue usté primero... -¡...Pero decíme vos esta puta! lo único que falta es que yo... no importa, mire comadre, o le cree a ella o me cree a mí; pero yo también le tiro una despacito... el otro sábado, todas tuvimos problema con nuestros maridos porque la dejó en la puerta un tipo que trabaja en la fábrica, y tiene un Ford, pero antes había venido el marido a ver si estaba con nosotras, roojo era el Ford... -¿¡Ford rojo!? ¡No puede ser comadre...! porque el gordo estaba en el cementerio viendo a su mamá. -¡Ahh...! yo no hablé de ningún gordo... usté lo dijo Yola; pero mi negro dice ninguno de los que la vieron dijo nada... -¡...Bueno Cuénteme que ya son las ocho y media! -...Sonamos comadre, están golpeando la puerta... pero no se preocupe, esto no va a quedar así, ya vengo. ¡Hola Moni... te estábamos esperando...! pasá, pasá que mi comadre Yola está preparando el mate; y decíme picarona... ¿¡tu marido se compró ese Ford...!? Esperá, no me contés nada todavía, que voy a traer las cosas porque no quisimos empezar hasta que vos llegaras... -...Comadrita ¿la dejó el mismo auto? -Si... pero haga un pacto de silencio... y después, usted me cuenta todo lo que sabe de mi, y yo, le termino la historia... yo veía algo extraño en ella. Presentía que me engañaba. Para entonces, seguía cada uno de sus movimientos sin que lo advirtiera. No faltaba mucho para que los encontrara revolcándose. Agudicé mi instinto, y la hice creer, que no había sospecha alguna sobre su relación con mi "gran amigo" Romeo. Julieta era muy seductora. Me hacía juegos eróticos; que ahora entiendo que eran para disimular. Pero ella no imaginaba, que cuando gemía, yo advertía que todos sus movimientos eran una farsa; porque al llegar el momento donde se suponía que los dos debíamos dejar salir la locura final, solo a mí se me iban los ojos para atrás; mientras, en todo el acto, yo la veía que todo el tiempo miraba su teléfono. Sólo esperaba que mi cuerpo desvaneciera para simular también saciedad. Mas yo quedaba en la cama crucificado, y a Julieta no se le caía ni un solo gesto de amor por mí. Descubrí que sólo me entregaba sudor. Enseguida saltaba de la cama, y partía al baño para encerrarse media hora con su teléfono. Yo, me quedaba dormitando, y pensando cuál es la razón que impulsa a un amigo para tirarse a su esposa. Pero los iba a encontrar, tarde o temprano los iba a encontrar. Hilé muy finamente mi plan. Luego de aproximadamente dos meses de vivir silencioso entre las sospechas; so pretexto de estrés, pedí una licencia de dos semanas en mi trabajo. A Julieta también le pedí mucha comprensión, ya que me iría sólo a pasar unos días a la isla de Pascua. Y sin ninguna aprobación de ella, armé una pequeña valija, y solo me fui a un hotel barato que estaba ligeramente alejado de la ciudad donde yo vivía. Entré a la habitación (era una pocilga), cerré las cortinas y la puerta con llave, puse la valija sobre la cama, y la abrí; saqué el arma y una libreta. Aquella, la primera noche, apunté: son las veintitrés cincuenta del día lunes dieciocho de septiembre, no sé si hoy los encuentre in fraganti, pero voy hasta mi casa, sin el arma, para ver qué hacen Julieta y Romeo en mi ausencia. El taxi me esperó a una cuadra. Nadie vino esa noche a verla. Confirmé que mi seductora mujer no había salido; también que sus reiteradas aparecidas al balcón eran para hablar todo el tiempo por teléfono. Obviamente, era muy pronto para que se deschabe. Sabiendo la larga espera del taxista, regresé al hotel decidido a calmarme, y esperar dos noches más. Miércoles veintiuno, septiembre, veintitrés horas. Con la magnitud de este día afrodisíaco, puedo imaginar lo que me encontraré en casa, por eso llevo el arma. Porque sin importarme la amistad con Romeo, voy dispuesto a darle en las bolas, y por qué no también en la cabeza. Lo que pase conmigo, solo Dios sabe Esta vez, lo despedí al taxista diciéndole que vuelva en media hora. Llegué a la esquina, enfrente de casa, y ahí estaba, parado en la puerta como confirmándome todo, el auto de Romeo. Claro, ningún vecino podría sospechar de aquel vehículo, ya que eran habituales sus visitas, que ahí entendí que no era exactamente a mí al que venían a "saludar un rato". En el balcón no había nadie, las luces de la casa estaban apagadas, apenas si se veía una luz tenue en mi habitación, y como dije, las puertas del mirador estaban cerradas, y las cortinas, fueron elegidas para que nadie viera desde el edificio de enfrente. Miré el reloj, me di cinco minutos para tomar el coraje necesario y entrar a casa. Al tercer minuto mi cabeza ya era un infierno. Las imágenes de aquellas poses revolcándose en mi cama me llevaron a verificar nuevamente el arma. Ya habían pasado siete minutos y no se me hacía fácil matar a mi amigo, mucho menos a mi esposa. Lo que me llevó a tomar la decisión, fue verlo a Romeo salir al balcón con el torso desnudo hablando por teléfono, fumando. Reaccioné al instante, y crucé. Entré, corrí escalera arriba, llegué a mi dormitorio, y cuando vi las imágenes de mi mente hechas realidad, el frío que me vino fue porque sentí más ganas de matarme que de matarlos. Es que Julieta, mi dulce Julieta, estaba tirada en el piso, boca arriba, justo debajo del primo de mi amigo. ¡En mi casa, y en mi alfombra! Dije mirándola y casi como llorando sangre. Romeo entró diciendo te vamos a explicar. El primo agarró un puñado de ropa y saltó por el balcón. Apuntándola a ella le ordené que no se levantara del piso, estaban blancos, no lo pude soportar más y maté a Julieta. Romeo me gritó ¡qué hiciste hijo dep!, y se tiró llorando sobre ella. La próxima bala, y viendo la escena de entrega total, era para su nuca, o mi pasmada cabeza. Haber decidido por la nuca de aquel que se dijo siempre mi amigo, creo que fue lo más acertado. Pues yo llegué agitado a donde ya me estaba esperando el taxi, y volví al hotel. Quemé el anotador y tiré el arma en la costanera. A los diez días, volví a mi casa completamente desestresado. Esto de levantar sospechas, no es bueno en un matrimonio. No es ninguna osadía, ni mucho menos algo cómico o trascendental, eso de andar hablando sobre dobles vidas de algún religioso. Claro está, y súper lógico, que estos algunas veces se equivocan. Son humanos; comen, se bañan, les gusta ir con un diario al baño, y todas las costumbres que pueda tener cualquier persona. Solo que ellos, se diferencian porque a veces llevan un atuendo largo, que adquirieron luego de hacer sus votos, ese atuendo, en algunos casos, se llama hábito. Pero, ¿por qué esa osada falta de respeto hacia estas personas que decidieron optar por tales modos? Ya sé que debajo de toda esa estrafalaria ornamentación textil se encuentra alguien como vos o como yo, alguien que tiene carne y huesos, alguien que también se comerán los gusanos, alguien que, de una u otra forma, gozó de una juventud, y por qué no, también goza de la libertad de dudar alguna vez sobre sus hábitos. Pero este caso que me contó Colacho, un brujo colombiano, amigo de Euge (protagonista de esta historia), fue de los más extraños que escuché, y, sin faltarle el respeto a nadie, voy a contarles su relato. Fueron a su casa, donde ejerce la sabiduría; previo a esto, Euge le habló para que preparara su famosa pócima. Sería "bien pagado", dijo. Motivo por el que arregló todo para la ocasión: puso flores he inciensos, un hermoso y cómodo sofá en el centro de la pieza, debajo colocó una gran alfombra roja. Se aseguró que en la heladera hubiera hielo suficiente, ya que el efecto del potaje dura quizás un día entero, excepto que se beban tragos muy fríos luego de la sesión. Como a veces tenía algún percance con el Subsu, debía probarlo todo el tiempo hasta que dé el punto justo. Es que lleva una alta dosis del alucinógeno veneno de la serpiente coral, y, un exceso de éste, podría llevar del éxtasis extremo al infarto. Llegaron. Él ya estaba algo loco, pero como un buen profesional, debía mostrar su mejor cara (aunque luego se tuviera que dar duchas frías). Les hizo pasar. Se presentaron: "Decíme Hanis", le dijo esa persona. Para vos yo soy "el vudú Colacho" respondió tomándole las manos. Charlaron un poco sobre su país, como para romper el hielo; hasta que Euge interrumpió diciendo que empezaran de una ves por todas con la sesión. El vudú le pasó un dedal de linaje a Hanis, bebió desesperadamente sin preguntar qué era (actitud que le pareció muy extraña, porque siempre huelen antes de beber, me dijo). Le señaló en el sofá y se recostó. Esto fue lo que contó cuando empezó el transe, mas bien, antes de que pasara todo lo que pasó, que de hecho, le significó extraño también, incluso hasta cuando se fue, porque nunca más volvió a saber de Hanis. Dijo que hacen seis años que está allí adentro, le confesó que el lugar es como su espíritu: no todo es lo que se ve, no todo parece. Allá afuera, comentó que día a día todo se ve igual también: una monja, un cura, uno que otro laico, un seminarista, un obispo, una novicia, otro laico, y así. Aquello que contó desde lo más profundo, le inquietaba sobre manera, confesó que es el motivo que demoraba sus hábitos, dijo que le quitaba el sueño la lucha interna. Esa lucha no estaba sólo en su adentro, también la veía allá afuera. Hasta el momento, el Subsu no parecía tomar su verdadero efecto. Pero no pasaron cinco minutos y comenzó a desabrochar su pantalón. Euge bebió también, solo que se recostó en la alfombra, y se retorcía poniendo la mano entre sus piernas, mientras, Hanis seguía hablando: Deliraba sobre su infancia, que todo el tiempo adulaban su belleza. Le decían que tendría hermosos hijos. Los maldecía por esto y desaprobaba la hipótesis llorando. Es que no comprendían que su llamado estaba, hasta ese momento, algo confuso entre lo espiritual o andar meciendo chicos. Dijo que poco a poco fue comprendiendo que el fin de que ellos le sofocaran con su belleza no era malo, motivo por el que empezó a sonreírle a tales hipótesis sobre su futuro. El problema es que jamás le convencieron sobre su belleza, odiaba tener cara de hombre. En el transcurso del relato ya estaba sin zapatos ni pantalones, se desabrochaba la camisa. Colacho le observaba su bellísimo rostro, Más aún, no comprendía muy bien todavía el por qué de su visita, ni el pedido de Euge sobre el linaje. Pero solo se dispuso a seguir escuchando: Siguió reclamando que le crecen bigotes, y que sus parientes tampoco están del todo convencidos sobre sus hábitos. "Cinco hijos voy a tener" solía decirles. Cualquier cosa era válida para conformarlos de algún modo, contrario a lo que deseaba por supuesto. Aceptó que improvisaba tan mal todos esos argumentos, que de eso sí había logrado un verdadero hábito: la mentira pésima. Hoy en día, sabe que sus verdades suenan a mentira, y sus mentiras también. Teme de su convencimiento. Todos esos años ahí adentro le crearon una suerte de éxtasis entre su verdad y lo que todavía siguen diciéndole sus parientes y amigos. De a momentos parece no quererlos. Poco a poco, el brujo empezó a entender el motivo de su visita... Euge ya estaba sin ropa, se chupaba los dedos, daba vueltas sobre la alfombra, entonces, Colacho comenzó a hacer uso también del estado de estos dos, mas aun, su situación era la misma, motivo por el que empezó a tener los calores propios del Subsu. Hanis seguía hablando, pero esta vez, ya completamente sin ropa, buscaba algo con su mano. Dijo que allí le enseñaron a amar al prójimo como a sí mismo, aunque en realidad, no renegaba de no amarse, pero odiaba su belleza, solo su belleza. Odiaba las mañanas, porque cuando se lavaba la cara tenía que soportar el peso de su verdadera imagen en el espejo. Veía crecer pelos en su cara. Entonces, acariciaba suavemente aquel rostro, como para acostumbrarse de una vez por todas a él, quería quererlo. Lo miraba de costado, abría grandes los ojos para ver su verde ligero. Mientras, peinaba delicadamente su cabellera mostaza. Aclaró que de a momentos se veía sensual. Sucedía algo en su cuerpo, y terminaba besándose en el vidrio hasta llenar de saliva la boca de su nueva e instantánea cara (digo instantánea, porque dijo que esa sensación de aceptar su belleza natural dura sólo un momento; su yo frente a frente dura tan sólo unos minutos al día). Por eso odiaba las mañanas, porque mientras salía del baño, paso a paso iba avergonzándose de aquella belleza que obliga a ciertas personas a detener su marcha para mirarla. El brujo volvió a confundir el por qué del pedido de Euge para aquel potaje. Lo que estaba claro, es que los tres ya estaban completamente desnudos. Colacho levantó a Euge de la alfombra, que deliraba locuras, y se acostó sobre Hanis, que ya se había desvanecido sobre el sofá. Entonces le gritó al oído ¡¿qué es lo que necesitas saber?! Hanis le dijo "No te salgas, debo decidir en este momento sobre mis hábitos, debo sentir en carne propia lo que siente una mujer al ser penetrada"... Entonces, comprendió el fin, y comenzó a concluir su trabajo. Euge los acariciaba de pies a cabeza, le pidió a Colacho que continuara por su cuerpo, Colacho, completamente extasiado, obedeció. Luego, Hanis reclamó con los ojos casi blancos "dame de nuevo la oportunidad", y el brujo, obedeciendo el pedido de su paga, cumplió. Hanis, con un grito logró descubrir el fin de sus hábitos. El brujo nunca supo bien el final de esta historia, pero lo que pudo asegurarme, es que cuando despertaron, no sin antes beber los tragos helados, descubrieron que el balde de Hanis estaba lleno, y sobre la alfombra había una foto de una iglesia, que al reverso rezaba: "no todo es lo que se ve, no todo parece... Ya descubrí donde están mis verdaderos hábitos. Hasta siempre". Hanis Hay una razón por la que el hombre está en esta esfera de tierra locaY creo saber que no sé por qué le busca tantas vueltasa la locura, siendo que si hay una mano abierta debe tomarla, que si hay un ser que necesita caricias, debe acariciarlo. Pero, ¿donde está lo que realmente necesita; sino en esta bola de tierra loca...? Todos se jactan de cuerdos, pero todos viven de recuerdos...Todos se titulan de "normales", hasta que les llega la locura.Y esa locura es simplemente la necesidad de tener entre sus manos lo que no pueden tener.Todo, absolutamente todo, está en la bola terrosa de locura, que nubla la vista al momento de decir, bajo una sed incontenible: "de esta agua no voy a beber..."¿¡por qué...!? ¡Que locuraEs el amor!
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