Los árboles ensayanel vuelo de los pájaros.Ninguna historia se concretaen tu cuerpo.La mirada aparecey se va con la niebla.Para nada ( para nadie )se ha movido el instante.

Ella esconde sus ojostras un arbusto rodeadode liebres y pájaros correcaminos.Me detengo. La tarde está diciendo adiósa las garzas que vuelan a refugiarseen el arroyo que está más allá del estanquedonde hace apenas una horascorté flores rojas de la bugambiliapara adornar su cabello.Ella ni cuenta se ha dado que estoy luchandocon la pantalla blanca de la computadorapara terminar felizmente el sueño,es decir el poema.  

En el suave moverdel viento que danza junto al enebro toco tu rostro y me diviertoentrelazando alegres cancionesque arrimo con ingenua reverenciaal oído  que solamente conoce el solque se prolonga en el poniente.Ya estás aquí y tengo miedoque los cuervos me sorprendanrobándome las grullas de la noche.¿De veras vas a cuidarme en el instante en que cruce las aguas de mi río ?Óyelo bien, yo estoy confiando en la promesade que aunque pase por el fuegola llama nunca arderá en mí.En eso quedamos, pues.     

Tan sólo una palabra ( la tuya )necesitopara poder llenar el crucigramade toda mi existencia.No me la niegues, pues ya es tiempoque pases todo el tiempoentre mi tiempo:pasa a tiempopasa tiempopasatiempo.Tú tienes la última palabra..  

Me encanta estar contigoen el instante en que los pájaros del fríose esconden en la tarde de tu pelomientras tú y yo escuchamos cancionesque hablan de cruzar el Jordány derrumbar los murosque nos permitan entrar a Jericó.Ahora eres tú la que está cantandoy por eso la tórtola, tierna y amorosa,ha decidido refugiarse en tus manos.Los años - el espejo no miente - han pasado,la caza de las zorras pequeñasya no exite, pero yo sigo aquíescuchando tu voz y la canción de la tórtola

Vino limpia, sin nostalgia,a recoger fragmentosde la tarde.(De común acuerdo,usamos las frescas aguasdel río para entibiarla fiesta azul de nuestros cuerpos ) Al partir,iba la arena de mi ríoen su peloy la noche empezaba a creceren sus muslos. La soledad huelea hierba recién pisada.

Cristina está en el río.Sus ojos son unos pecesque brincan jubilososy se hunden en las aguas.Los sauces lloran y Cristinase ríe. Entre hierbas y pajasla lluvia hace un rodeo.El viento rueda y apareceuna zarza. Sin previo aviso,el río desaparece. 

Mi amiga no conoceeste desierto.El día que lo conozcade sus ojos saldránotro silencio,otra sierra,otros arbustos con pájaroscorrecaminos y liebresbebedoras de vientos vespertinos.Ese día, el paisajeserá una bella historia..  

La cabellera se entrelazaen las gotas de solque van cayendo.Cristina entraa la fuente y toca el agua.Unos peces azulespicotean sus tobillos.El tiempo, como chorrode agua, se le va de las manos.