En una de esas noches obscuras en que como lobo salí a caminar y explorar, me tope a campanita en un bar de esos donde solo los duendes descarriados entran, beben, y se crean una felicidad, no llevaba alas, al parecer lo olvido ya que caminando a mi lado paso, con sus ojos pintados de sombra negra queriendo pasar desapercibida, su labios sonreían a través de ese color carmín sin marca que interese, entre nubes de humo brotado de cigarrillos, ella seguía brillando.La vi sentarse en una silla, voltee a ambos lados pensando que tal vez su amigo de mallas llegaría, sin embargo eso no paso, en su mesa un duende descarriado se sentó, una copa le invito.Ella con su encanto de pecado le acepto, pobre iluso él sintió que podía junto con ella volar, para esotendría que hacer brotar unas copas mas.Duendes fueron y vinieron durante la noche, ella sonreía pero no estaba feliz, los tragos aumentaron yel tiempo paso, la noche fría a campanita y duendes cobijo.Algo inesperado como aquellas cosas que suceden en el país de nunca jamás, ella por un momento mis ojos miro,sabia que la había descubierto, sin palabras como se hablan los amantes le jure guardar el secreto de haberse fugado de un país de fantasía para venir aquí a vivir otra.Me dice el cantinero que cada noche ella llega a este bar, ocultado su vestido verde, por otro de colores llamativos igual, sigue tan sexy como siempre, su rostro de inocencia lo cambia por uno de coquetería, deja de volar para caminar, su pelo rubio a negro pinto, ya no tira polvos mágicos, solo besos y abrazos al mejor postor.Me encontré a campanita en un bar, al cual espero algún día regresar.