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Natascha
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  • País: Argentina
 
                                                        1                                                   PARABATAI   Se encontraban batallando con rapiñadores, le habían tendido una emboscada e ilusamente cayeron en ella. Summer se encontraba a la cabeza, combatiendo con dos cuchillos serafín, uno en cada mano, mientras que Rose y Peter cubrían sus espaldas.-Esto es tu culpa, Peter- masculló Rose, quién se encontraba envuelta en sudor mientras apuñalaba a uno de los rapiñadores. -¿Mi culpa?- exclamó, avanzando hacia Summer e hiriendo a un rapiñador que estaba lo suficientemente cerca de ella, sabía que le costaría un enojo de parte, pero igualmente lo hizo. Ella lo vio de reojo.-Si es tu culpa-replicó Rose- si no hubieras insistido en que "el lugar era seguro"- expulsa haciendo una mala imitación de su voz, eso le costó una herida ya que se encontraba distraída. Soltó un leve grito.-Ten cuidado- expuso Summer, volteandose a verla inconscientemente, al notarlo apartó la mirada y se concentró en lastimar a uno de sus enemigos- No quiero tener que explicarle a Farrah por qué es que moriste -añade--Oh, muchas gracias, eres muy amable, Summer- repone sarcásticamente, frunciendo el ceño. La rubia solo se encoge de hombros.-Como sea- gira y apuñala al último rapiñador, al terminar sonríe triunfalmente- Y ese fue el último.Peter guarda su cuchillo serafín y se acerca a ella -¿Te encuentras bien?- indaga, señalando con la mirada un herida en el brazo de la muchacha.-¿Esto?- Alza una ceja- No es nada para mi, ni siquiera lo había notado - Pero si lo había hecho, es por eso que rebusca en uno de sus bolsillos y toma su estela, rápidamente realiza un iratze, la herida comienza a curarse.-Relájate Peter, que ella todapoderosa- añade Rose, acercándose hacia ellos mientras  guardaba su estela luego de realizarse un iratze. Summer la observa de mala manera-Jamás dije que lo fuera- dice tajante. Desata la cola de caballo que llevaba puesta, batiendo un poco el semi ondulado cabello rubio y se adelanta, dejando a Rose y Peter atrás- Andando.                                #                     #                          #Había pasado casi un año desde que llegó al Instituto, en esos tiempos tenía dieciseis años y ahora mismo faltaban días para cumplir sus diecisiete. No se había puesto a pensar en lo rápido que pasó el tiempo, tampoco quería porque si lo hacía, inexorablemente pensaría en su madre.Su estadía había resultado mucho más fácil de lo que hubiera imaginado, aunque la primera semana luego de haber llegado fue la más agotadora, puesto que tenía a Farrah, Rose y Peter sobre ella la mayoría del tiempo, verificando que se sintiera cómoda. Cualquier persona estaría agradecida por ello, no obstante, Summer se molestaba y mucho, ya que, según ella, no necesitaba tantas atenciones. Al principio se había sorprendido por la escasez de Cazadores de Sombras, mucho más al enterarse que los únicos en el Instituto eran las personas antes mencionadas. Una noche de verano, en la que Summer no podía conciliar el sueño, Farrah se le había acercado, le preparó un té y se dedicó a contarle antiguas historias sobre este Instituto. Le contó sobre sus antiguos habitantes; Los Lightwood y su gran batalla que tuvo lugar años atrás, donde también intervenían otros Cazadores de Sombras, como Jace Herondale y Clarissa Morgensten, todos unos grandes luchadores, que lo dieron todo para salvar a toda una raza.-¿Jace Herondale y Clarissa Morgenstern eran pareja?- le había preguntado, llena de curiosidad contenida. A lo que Farrah asintió sin decir mucho más- Creo que mi madre los mencionó una que otra vez, mencionaba una frase en particular, una que se le habían de enseñado al tal Jace, iba de algo como: Amar es destruir y ser amado es ser destruido -le confió, Farrah sonrió levemente, de seguro la había identificado- No puedo estar más de acuerdo...-Pero no era verdad, Summer, más tarde, él mismo comprobo que amar no te hace débil, sino que te vuelve más fuerte que nadie- manifestó en desacuerdo mientras le daba un sorbo a su té de hierbas.-Tonterías- Rodó los ojos, claramente molesta- Mis padres supuestamente se amaban y ninguno terminó de buena manera -añadió agriamente. La tutora se la quedó viendo unos minutos con ojos entristecidos, conocía su historia pero no espera que ella lo soltara tan casualmente.-Lo siento, no fue mi intención recordártelo- dijo en su lugar, extendiendo su mano para tocar la de Summer, pero esta la apartó rápidamente y se levantó de su asiento, alzando la mirada.-No tiene importancia, no me afecta, ni me importa. Después de todo, ambos están muertos ahora- finalizó y , llevandose el té consigo, se dirigió a su habitación sin inmutarse en lo más mínimo. Desde ese día era cautelosa, casi ni hablaba de si misma con nadie. Rose al principio solía preguntarle cada tanto sobre su pasado pero finalmente se había rendido cuando comprobó que sus esfuerzos eran vanos. Peter, en su lugar, no fastidiaba tanto pero de vez en cuando intentaba indagar sobre ella, sin contar que la continuaba observando como si quisiera leerla por completo.                                   #                 #                #   Se encontraba frotando su cabello con una toalla para secarlo mientras caminaba por los largos pasillos, había tomado una ducha relajante luego de haber luchado con aquellos rapiñadores, y aunque se encontraba exhausta, tenía varias cosas por hacer. Se dirigía a la biblioteca, ya que estaba en medio una agradable lectura y tuvo que interrumpirla para ir a la misión que se le había asignado. Además que ese era el único lugar en el que se hallaba sola, donde podía pensar y recordar, o quizás imaginar. Al cruzar la puerta, se sorprendió de ver una figura sentada en uno de los sillones, con un libro en las manos y prestando absoluta atención, al acercarse un poco más, comprendió que se trataba de Rose.-Hey, Summer - la saludó la muchacha, dejando el libro a un lado y situando la atención en ella. -Hola Rose- murmuró mientras tomaba asiento en el sillón junto a la muchacha, no tenía interés en mantener una plática pero, sin embargo, accedió.-Ya que estás aqui, hay algo de lo que quería hablarte- Comienza, tímida al principio pero con decisión. La rubia ladea la cabeza, imaginando a qué puede estarse refiriendose. -¿De qué quieres hablarme?- pregunta, al notar como la curiosidad se apodera de ella, no podia ocultarlo. Rose se voltea para quedar completamente de cara a ella, la observa con sus grandes ojos amarronados, pero había algo que la bloqueaba y generaba un silencio incómodo, hasta que de la nada, lo suelta.--Summer, quiero que seas mi Parabatai- dice con determinación y madurez, como queriendo transferirle su seguridad. Summer se congela, por primera vez en mucho tiempo se queda sin habla, jamás hubiera imaginado algo así y muchos sabiendo que este último año se ha estado mostrado agria, desabrida -¿Que dices?- insistió.-Rose, no seré tu Parabatai- Niega con la cabeza mientras frunce el ceño, aunque se encuentra meditabunda. -¿Por qué no?- murmura, se oía como un globo que de pronto había sido desinflado, como si de repente todas sus ilusiones se hubieras desvanecido o como si simplemente hubiera estado lo suficientemente segura de que diría que si. -Porque no- replica, frunciendo el ceño- Es ridículo que pienses en mi para algo así- Añade- ¿Por qué no se lo preguntas a Peter? De seguro el querrá- Rose baja la mirada y se queda en silencio, parecía herida,  pero en realidad no lo estaba, sólo estaba meditando las cosas. Luego de unos minutos, alza la vista y la clava en la de Summer.-¿Es porque  no te agrado? -murmura, Summer rueda los ojos.-Oh, Por el Ángel- murmura casi inaudible, posa su mirada en todo menos en Rose, suspira y se muerde el labio, debatiendo que decir- Mira, no es por ti, es por mi. No me gusta depender de las personas ni tampoco que dependan de mi, no puedo con esa responsabilidad- Rose se levanta de su asiento y camina unos cortos pasos hacia donde se encontraba la rubia, la observa con cierto interés.-Tienes miedo de preocuparte por las personas- afirma, reflexiva- Es por eso que hoy al preocuparte intentaste repararlo- añade- es eso, ¿no es así? - insiste. Summer rueda los ojos y niega con la cabeza, poniendose en pie, abandonando el cómodo sillón.-Déjalo ya, Rose -advierte, dandole la espalda y dirigiendose a la puerta, antes de irse, se voltea y la mira directo a los ojos -No estás ni siquiera cerca -Pero ella sabía que no era cierto, que había dado justo en el blanco  y le molestaba enormemente.
Summer, cazadora de sombras.
Autor: .  301 Lecturas
                                                     PROLOGO   Se encontraba varada en las calles de New York, había llegado directamente de Idris y se dirigía al Instituto, aunque por el momento, y muy a su pesar, se encontraba perdida.Se preguntaba una y otra vez qué es lo que dirían al verla, no es como si realmente fuese un problema, no le importaba lo que los demás pensaran de ella, sin embargo, sentía una innegable curiosidad.Había sido entrenada por su madre hasta hace unos años, era hija única y ni siquiera conocía a su padre. Su madre le había confiado hace muchos años que en realidad no había sido decisión de él dejarlas, sólo que este era un mundano con el cual  se había deslumbrado, y en su momento, lo amó como ninguna, tanto que  estuvo a punto de dejar todo por él, hasta que luego de que ella naciera, las cosas comenzaron a ponerse peor. Summer creía que prácticamente arruinó su amor, si es que eso existía, pero no se culpaba ya que enamorarse nunca trae nada bueno.Hace unos meses su madre murió, y dadas las circunstancias, no le quedó otra opción que presentarse en este Instituto, porque claro, quería continuar con su formación como Cazadora de Sombras.Summer es físicamente actrativa, y aunque su cuerpo es muy bonito, ella sabe que su cabello rubio y sus ojos avellana son uno de sus atributos favoritos. Se describía como una muchacha dura, de caracter fuerte y humor variable, podría pasar de estar muy contenta a muy enojada en  un abrir y cerrar de ojos. Es valiente y astuta, pero a la vez, demasiado impulsiva. Ella misma se describe como una contradicción constante. Dice no creer en el amor pero aún así, inconscientemente, es capaz de dar todo por proteger algo o alguien que le importa. Caminó unas cuadras más hasta que, al alzar la vista, se encontró con aquello que estaba buscando, una imponente Iglesia antigua, o mejor dicho, un Instituto. Su nuevo hogar.Se acercó decididamente y tocó a la puerta, aguardando que la atendiesen. Hace mucho frío en las calles, por lo que no estaba dispuesta a esperar más, así que se preparó para volver a golpear. Justo cuando estaba decidida a hacerlo, la puerta se abrió y detrás de ella se encontra un muchacho que la observaba con desconcierto e interés.-¿Puedo ayudarte?- indagó este, clavando su mirada verde hoja en la inexpresiva de Summer, como queriendo leerla, descubrirla, todo por si mismo.-Necesito hablar con tu tutor -comenzó sin preámbulos, y observando al muchacho atentamente. No tendría más que diecisiete años, sólo un poco más alto que ella, de cabello ondulado con tonalidades castaño cobrizo, ojos penetrantemente verdes y suficiencia escrita a fuego en sus expresiones,  pero no era aquello lo que llamaba su atención, no pudo decir que lo era. El muchacho le dedicó una sonrisa ladina.-Lo siento, no se encuentra en este momento - este accionó con la intención de cerrar la puerta pero Summer la detuvo rápidamente, luego se adentró en el Instituto, pasando justo al lado del muchacho que continuaba sonriendo. -Entonces, lo esperaré aquí -anunció  mientras tomaba asiento en una antigua silla situada en un rincón de la habitación. Su expresión continuaba siendo inexcrutable, uno no podía saber a ciencia cierta si se encontraba enojada o era su forma de ser. El joven se encogió de hombros.-Haz lo que quieras- murmuró de mala gana, se acercaba lentamente a ella, estudiandola en secreto pero donde él era pura cautela, ella se encontraba demasiado calmada. Una vez que este se situo frente a Summer, soltó- Mi nombre es Peter Towerblue.Ella lo observó de reojo y se encogió de hombros- No te lo he preguntado.Peter ladeó la cabeza, entrecerrando levemente los ojos- Si, bueno, generalmente cuando uno se presenta, espera que la otra persona también lo haga, ya sabes, normas del respeto.Summer rodó los ojos y negó con la cabeza- Soy Summer - expuso- ¿Feliz?Él sonrió - Como el verano.Justo cuando ella se preparaba para replicar algo de que su comentario era casi tan obvio como si le hubiese dicho que su cabello era rubio oscuro, fue interrumpida por la voz de una muchacha -Peter, ¿Farrah dijo a donde se...?- esta se interrumpió rápidamente al notar su presencia, como si se estuviera debatiendo en continuar o presentarse.-¿Farrah? ¿Es mujer?- preguntó, con cierta sorpresa, dirigiendose más a Peter que a la muchacha. Este se encoge de hombros despreocupadamente.-Lo siento, ¿se conocen? - interrumpe la joven, luciendo claramente desconcertada e interesada. No deben de llegar muchos Cazadores de sombras tan seguido, adivinó Summer.-He venido a terminar con mi formación como Cazadora de Sombras - informó seria y casi formalmente- tenía la intención de charlarlo con su tutor, o en este caso, tutora, pero veo que no se encuentra en estos momentos.-Espérala, de seguro no tarda en llegar- insistió la joven con gran enpeño, Peter escuchaba en silencio- Por cierto, soy Rose Penwell  -agregó con una gran sonrisa, a la cual Summer le correspondió con una muy leve y solo por cortesía.A decir verdad, Rose tenía la impresión de ser aquella niña buena que no lastimaría a nadie intencionalmente, con su mirada inocente, sonrisa radiante, cabello ondulado en tonalidades castañas oscuras y su contextura física pequeña, pero Summer no se dejaba engañar, había algo de guerrera despiada en ella, lo sabía muy bien. Aun así, no podía decidir si le caía bien o mal, era demasiado pronto para sacar conjeturas. -Summer, a secas- respondió secamente. Rose echó una mirada rápida a Peter, el cual se encontraba ensimismado en sus pensamientos, sin saber muy bien que decir pero queriendo lucir amable solo le dedicó una sonrisa  - Esperaré a tu tutora aquí, si nos le importa.-No será necesario, señorita Wrightdone  -asegura, desde marco de la puerta, una mujer adulta, de aproximadamente unos treinta años. Esa debía de ser la tutora, se dijo, ya que su apariencia lo dejaba a entrever; llevaba el cabello sujeto con mucho empeño en una trenza cocida, el cual mantenía su rostro al descubierto, uno que por cierto se encontraba relativamente limpio,  si pasaba por alto la pequeña línea de delineador acentuando sus grandes ojos azul cielo. Llevaba el equipo de combate, y al observarla con más atención, comprobó que su contextura era media, cosa que no llamaba la atención de Summer sino que la entristecía levemente ya que se parecía a su madre. Inspiró profundamente, tratando de alejar esos recuerdos, no quería recordar a su madre en esos momentos porque comprendía a la perfección qué es lo que pasaría si lo hiciera, y por supuesto, no quería demostrar vulnerabilidad frente a unos extraños. Ahora este era su hogar, aunque le pesara...
Summer, cazadora de sombras.
Autor: .  290 Lecturas
Se encontraban recostados sobre aquel verde césped bajo un sol encandilador. Él se extendía a lo largo haciendo un soporte a su cabeza con la palma de su mano mientras la contemplaba. Sus pupilas se dilataban con tan solo verla, logrando que sus rasgos felinos se suavizaran hasta quedar esculpido como un bello querubín. Y como para no hacerlo, Leila se caracteriza por tener una belleza casi inhumana, y sin duda como su nombre lo explica es «bella como la noche». Sin embargo, ella solía desperdiciar aquel regalo de la naturaleza con cualquier vago, pero al conocerlo a él todo había cambiado, Leila había removido cielo y tierra, había usado todas sus armas para engatusarlo, pero solo bastó con algo más simple. Ella, que nunca se ridiculizaría por ningún desfachatado cualquiera, se vio obligada a confesarle lo que realmente sentía por él, y así con total naturalidad, las cosas tomaron un rumbo inesperado. Nervioso, al notar cómo la muchacha lo observaba, se apresuró a sacar de su bolsillo un paquete de cigarros, su segunda adicción—la primera, era Leila— puso uno en su boca mientras lo encendía. Ella lo miró atentamente y quiso tomar la pequeña caja, pero como de costumbre, él es más hábil.—No—dijo severamente, sus facciones que resultaban endulzadas se habían diluido por completo.— ¿Por qué no? Nacho, vos fumás…—La contemplo nuevamente, no era más que una niña con una experiencia espeluznante en todos los ángulos en los que se viera, pero una niña al fin y al cabo. Tres años menor, recordó. Hermana de un amigo, añadió. — ¿Tu promesa? ¿No era que no querías morir a causa del tabaco como tu abuelo?—era su punto débil, y lo había tocado conociendo el dolor que produciría. Pero si Leila tiene algo a su favor es la obstinación.—Todos vamos a morir de algo alguna vez—se encogió de hombros y lo observó fijamente durante unos cuantos segundos—Quiero probar…—Notó su expresión, él la veía con incomprensión pero a la vez con un amor descomunal y estaba claro que no permitiría que nada la lastimara, incluso aunque lo pidiera. Ignacio vio su cigarro, aún encendido, y luego la vio a ella, debatiendo .Lo arrojó lejos, también el paquete y sonrió nuevamente, triunfal.—Ahora no hay nada que puedas probar—Leila lo desaprobó con la mirada y se mostró desilusionada, quería ser grande, estar a su altura, demostrarle que podía ser lo que siempre necesitó. Lo había intentado todo para demostrarlo, excepto eso y ahora había fracasado. Bajó la mirada haciendo que una pequeña lágrima rodeara su mejilla, ahora roja y acalorada. Ignacio levantó su barbilla con el pulgar, haciendo que le mirase a los ojos. — ¿Qué hice mal?— su semblante estaba nuevamente seria.—Nada—musitó, pero este pareció no haber quedado satisfecho—Es que…quiero, pero no puedo. Quiero ser la mujer que necesitas, pero no puedo, siento que no. Nunca voy a ser suficiente para vos y te amo—acongojado y con el corazón hecho un nudo, tomó aire, intentando saber como seguir. Lo había escuchado antes, lo había escuchado todo el tiempo de su boca, pero ¿Cómo obtener una respuesta si ni el la tenía?—Lei, sos perfecta ¿si? Sos todo lo que cualquier hombre podría desear, no solo por tu cuerpo sino por tu inteligencia, aunque en sus momentos no la utilizaste como es debido supiste parar a tiempo y por mí. Hacés que todo sea diferente, todos los días, sin excusa. ¿Y todavía pensás que no sos lo suficientemente buena?—Ella alzó una ceja, incrédula, y supo que era tu turno. Debía ser sincera.—Lo suficientemente buena para vos—enfatizó las últimas dos palabras— Y si soy perfecta, como decís, ¿Por qué no te gusto?—las lagrimas fluían cada vez más rápido, su voz se oía distorsionada, algo ronca y balbuceante. Él no podía moverse, no podía verla así, le hería el alma.—Leila, te dije muchas veces lo importante que sos para mí, te dije muchas veces lo que siento—le recordó, entonces ella se acercó más a él. Podía sentir el olor floral que su piel emanaba, su cabello ligeramente ondulado y castaño le acariciaba el rostro. —Entonces besame, demostramelo. Nacho, quiero actos, no palabras. Quiero que me beses, ahora—Ignacio pudo sentirla casi pegada a su piel, ligeramente acalorada y esperando deseosa la muestra de afecto que exigía.—No puedo—musitó el joven abrumado y casi apunto de ceder.— ¿Por qué no?— insistió Leila acariciando su nariz con la suya, entreabriendo lentamente los labios, emanando un delicioso e irresistible olor a menta. Pese a su corta edad, sabía como convencer a un muchacho.—No podemos—repitió en un tono casi inaudible, estaba en la nube del placer sin siquiera tocarla y ahora no quería bajar, pero tampoco ceder—Sos la hermanita de un amigo—excusó—Sos tres años menor que yo…—cerró los ojos con fuerza, intentando convencerse el mismo de sus palabras, pero ella es mas fuerte.—Besame Nacho, que no importe lo demás— susurró suplicante, caprichosa y provocativa a la vez—Sabés que no sos el único, hubieron muchos más, esto no cambia nada—insistió, sin darse cuenta, ella también había ingresado a aquella nube, olvidando por completo que estaban en un lugar publico—Sabes que lo querés…—la atmosfera se había tornado deseosa, expectante.—Si, lo quiero—admitió asintiendo levemente con su cabeza mientras miraba fijamente los labios de Leila, iba a besarlos, lo iba a hacer y no había vuelta atrás. Se humedeció los suyos, tal y como un depredador, estaba listo para atacar a su presa. Pero en ese momento, la cordura lo invadió y rompió de un solo tiro aquella situación. Se puso en pie y abandonó el lugar, con Leila en el.
Deseo.
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Visiones. Capitulo 1
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Visiones.
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