Jul 04, 2011 Jun 20, 2011 Jun 15, 2011 Jun 14, 2011 |
El cortacésped es un "maquinillo" del que, rara vez, escribiré cosa potable. El "rapahierbas" es increíble o pasmosa máquina, por la que una mañana se puede llegar a hacer eterna. Estoy de alquilado en una casa de dos plantas a las afueras de la ciudad. Vigo es la city. Urbe con un gran puerto pesquero; muelle donde no hace ni dos días me estaba deslomando. Me explico. Descargaba contenedores, los rellenaba, los volvía a vaciar, y así por el estilo. Vamos, una "mula de carga" con todas las letras. Y cogen y me echan... Con siete años de antigüedad. Por cierto, gracias. Estaba hasta "aquí" del burro cargado de letras que me mandaba. Más que aprender desaprendía. De nuevo mi más sincero agradecimiento por empujarme a escribir de nuevo. Son mis exjefes los que me han obligado a coger otra profesión. La de escritor. No está mal. Lo que decía antes: llegaba a casa tan baldado que ni leía ni escribía. Llegan a conocer estas aficiones, y sólo por hacerme rabiar, no me echan. Pero me estoy desviando del tema que hoy puse encima del tapete. El cortacésped. Ya retomaré otro día el "curioso" mundo de la descarga. Estaba comentando que habito una casa, concretamente su planta baja. Muy coqueto el tal nidito para un sordo, o para quien no tenga un vecino aficionado al respetabilísimo hobby de segar hierba. Entre los "runruns" del coqueto, aceitoso y (para mí) vil motor, el piloto está radiante, tienen las pupilas un brillito que confirman esto. Me congratulo de que así sea. No se trata aquí de desear el mal a nadie. Lo que no quita que mi convecino se debe creer el mejor de los mejores (¡cándido!), quitando (o segando) la vida de la frescachona, descuidada, amigable y verde hierba. ¡Vaya por Dios!... "Siempre se van los mejores", como diría el otro... No sé quién será ese otro, pero será propiedad de alguien la frase de marras. En Vigo hoy no hace bueno, pero eso no impide que nuestro hombre, enfundado en el uniforme de su extrabajo (debió ser mozo de almacén o similar), ande a guadañar todo aquello que levanta un palmo del suelo. Este guadañador del S.XXI gasta gorra de propaganda de supermercados "x" (horterada más grande aún no se ha inventado), la barriga se le curvó hace un par de lustros y en su pelo parece que anduvo la máquina que hoy nos ocupa. El "rapacésped", en estos momentos, está aparcado debajo de la ventana de mi dormitorio. Le dio un respiro al artefacto. Después de guerrear toda la santa mañana, bien se tiene merecido un descanso el armatoste. Ganas me dan de destriparlo. Mira, tengo el día tonto. Voy a ello. Un chorizo debe tener el hormigueo que ahora tengo yo en mi cuerpo. ¿Será la zozobra del débil?. Mi pulso tiembla como ha de temblar el del cobarde. De todas maneras me lanzo a lo que salga. ¿Qué más me da?. Soy un quídam, un don nadie, hablando en plata... Pero un don nadie que va a descoyuntar una máquina futurista... ¿Quién puede decir eso?. No se contarán ni con los dedos de una mano. Antes de otra cosa, me equipo con mi set de manitas. Cogieron los destornilladores óxido. No me extraña, porque muy manitas tampoco soy. Aparte, esos negocios son asunto del casero, del segador de la frescachona hierba. Habrá que ir a lo que iba. Pero mejor salgo por la puerta de atrás... Y cuando los ojos de los vecinos estén a otra cosa ¡zas!... pongo fin a los días del minitodoterreno. Allí lo está... Lo malo de todo esto es si está de pechos en la ventana el archiqueridísimo vecino. Deja de cavilar y tira millas. Ya estoy... A menos de un metro de acabar con mis dolores de cabeza. Estas taladrantes jaquecas de ama de casa que me entran cuando anda este motor "furrulando". ¿Será posible?... Resulta que la dichosa máquina calza tornillos de métrica ocho... Lo sé porque también fui ferretero. Al andar entre ferralla estas cosas se distinguen a simple vista. El vecino asoma la cabeza... estaba más que visto: "¿Qué haces ahí chaval?"... No, nada, atándome los cordones... "Pues no te pegues tanto a Margarita"... Estamos en un país libre ¿no?... "Así nos va"... ¡Hay que joderse!, hasta le puso nombre, un nombre tan hortera como su gorra... El apaisado, casi rectangular, despertador del escritor novel, regalo de su ya muy lejana Primera Comunión, suena por "c" o por "d" a las 6:07, no por nada en particular, sino porque este escritor que aún está inédito, que permanece dentro del inastillable cascarón de las letras, coge manías como se cogen gripes o amores en primavera, pues piensa que con esta superstición (y otras) va a hacer sonar la flauta, o sea que van a ver, al fin y de una vez por todas (crucemos los dedos), la luz sus elaborados escritos. El calígrafo virgen, o mismo también valen los nombres de "debutante y novato", al cual no le acompaña la suerte de que le publiquen ni a la de tres ni a la de veinte (injusticias siempre habrá), se fregotea repetidas veces la cara a las 6:15 con una erosionada pastilla de jabón "La Toja", esperanzado de que la inspiración (mejor aliada de estos seres que se dan hasta debajo de las piedras) aparezca por arte de birlibirloque o por enchufismo divino, ya que este infravalorado autor estudió, o mejor dicho, hacía que estudiaba, en un colegio de curas. Este quizá sea el motivo de sus manías y rigurosidades. Quién sabe. Continúo. Cuando queda menos de media hora para que den las siete a.m en las broncíneas campanas consistoriales, el grafómano inédito por el gran público y hasta por las gentes de su casa (sus allegados piensan que es un vago redomado, vamos, que aún se chulea de hacer nada), pone en el hornillo de la cocina de butano una cafetera italiana, trasto que está un poco pachucho, por lo que para el amanuense injustamente tratado, siempre es una gran suerte que no le explote el cachivache en todas las narices. Además no entiende él de mecánicas, ni siquiera es un manitas; el bohemio ser que nos ocupa es, y será hasta que vuelquen sus huesos a la fosa, de letras. Como maniático recalcitrante que es el escribidor debutante del que vamos hablando quizá en exceso (no se si se merecerá tanto renglón), antes de verter la leche semidesnatada y el café cien por cien natural dentro de su personalizada taza del desayuno, estampado el antedicho cacharro con el escudo del Atlético de Madrid, echa una cucharadita y media de azúcar; y después sí, a continuación sí vuelca dos dedos de café y otros tantos dedos de leche, en este riguroso orden. Hecha esta liturgia, van el café y el "estampatintas" incomprendido para el salón, lugar donde hace su arte, porque despacho todavía no tiene... Pero "todo se andará" (se asegura)... Como suelen decir los pachorrentos "despacio y buena letra", en el caso este, nunca mejor dicho. Despatarrado, al fin, en el tresillo, mirando a las musarañas o a quién sabe qué del techo, al pendolista ignorado le entra el sueño, y como por echar una cabezadita no se vendimia a nadie, se echa un sueñecito de nada. Cuando el antónimo de Morfeo le da una colleja en todo el colodrillo para que espabile, pues son las diez o por ahí y ya van siendo horas, al voluntarioso escritor se le enfriaron el café y, no digamos, las ideas. Pero como buen "colchonero" (recordemos que es del Atleti), nunca pierde el ánimo, y optimista como el que más, se pone a barrenar, confiado de que las letras que hoy salgan de su mollera, serán las buenas, las que le van a sacar del anonimato... y de pobre. Este usuario no tiene textos favoritos por el momento
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