Discurre mi día, lento, silencioso, aparentemente apacible. En mi rostro se dibuja la calma que obliga la razón, y en mi corazón… la tristeza acostumbrada. Finjo una sonrisa para alejar sospechas sobre una posible herida y disfrazo mis temores de frivolidad ocultando sigilosamente el dolor. Las ganas de superar y reconstruir mi lastimado corazón están menguadas… Haciendo una tragedia de algo tan insulso como una desilusión. Viéndome sometida a la crueldad de tu olvido me dispongo confinar tu recuerdo, tu sombra. Dejando atrás despojos de mi ingenuidad, convirtiéndome en aprendiz del sufrimiento… Inmune a él. Tu ausencia llega como el más crudo invierno, y el silencio existente entre los dos es la más clara señal de lo efímero que fue mi paso por tu vida. Puede que esta noche no vea las cosas con suficiente claridad, y que mis actos sólo sean el reflejo de mi inseguridad. Puede tal vez ser la frialdad de nuestras últimas conversaciones, o tal vez, la rapidez para decir adiós.