Avanzó lentamente por la oscuridad, camuflándose en las tinieblas provocadas por el reciente anochecer, rodeado de una espesa niebla, esperaba. Esa noche, la luna no quiso mostrarse, la única luz que iluminaba la calle se balanceaba impaciente. De pronto un hombre apareció en la lejanía, el mismo hombre de la fotografía, esa imagen que había observado durante horas, entonces una sonrisa se dibujó en su rostro, el asesino había encontrado su presa. Se acercó lentamente por detrás, tomó una cuerda de piano y rodeó el cuello del sujeto, la apretó hasta hacerlo desmayar. Lo cargó hacia el interior de una casa vacía. Lo puso sobre una mesa y ató su cuerpo para que no interviniera mientras trabajaba. Esperó que despertara mientras calentaba la navaja que guardaba en el bolsillo, de pronto el hombre comenzó a gritar, pero su voz era opacada por la mordaza que tenía en la boca. El Ángel se acercó, su mirada no se apartaba de los profundos ojos de su víctima, esos ojos que jamás olvidaría, los ojos que atormentarían sus sueños, pero que valía la pena recordar. El hombre suplicaba y las lágrimas rodaban por su rostro, pero en él no había espacio para la piedad. Lentamente atravesó su corazón, disfrutando cada instante, el último respiro, el último latido, el delicioso olor a carne quemada. Luego cortó su garganta y casi saboreando su sangre, se limitó a solo verla caer. De su mochila sacó una pequeña caja y la abrió para sacar un bisturí, entonces cortó el párpado de su ojo derecho, de lado a lado. Retiró el ojo con mucho cuidado y lo guardó en un pequeño frasco con un líquido transparente y se alejó. El trabajo había sido terminado, la noche se había teñido de sangre. “...esta mañana fue encontrado el cadáver del joven Alejandro Martínez en las afueras de la ciudad, de tan solo 23 años, según los informes entregados por la policía local, el modus operandi del homicidio coincide perfectamente con los últimos asesinatos de este mes, se cree que esta es la décima víctima del “Ángel negro”...” Alex apagó el televisor, se hacía tarde y debía ir a clases. Caminó medio dormido por todo el departamento hasta el baño, que, como era costumbre, estaba ocupado. - ¡Ocupado! – se escuchó desde el otro lado de la puerta - ¡Apúrate hombre! Voy a llegar tarde a clases - Espera un poco, ya casi termino. Después de unos minutos, el agua dejó de correr y la puerta se abrió, cubierto por una toalla, Fred salía del baño. - Es todo tuyo – le dijo – ¿Preparo el desayuno? - Primero vístete - ¡Señor, sí señor! - respondió en tono burlesco Fred era el mejor amigo de Alex, se conocían desde hace muchos años y fueron aceptados en la misma universidad, por lo que decidieron rentar un departamento juntos. - ¿Escuchaste las noticias esta mañana? – dijo mientras se vestía - Sí, Furewell debe de estar loca con toda la prensa tras ella por el escándalo de las Bahamas – dijo Alex mientras entraba al baño - No, eso no. Lo del asesinato. Este último es el décimo, este tipo es un maldito genio, todavía no lo agarran. - Para no conocerlo hablas demasiado Fred, hasta pareces un fanático. Amigo, tú si que estás enfermo. - Yo solo decía. Creo que este tipo... ¿Alejandro? Creo que estaba en último año, lo vi con las chicas de primero hace poco. - Osea que era de nuestra U... - Sí... a decir verdad, creo que todos las víctimas estaban en nuestra universidad. - Cállate mejor y prepara el desayuno, y más te vale que ya estés vestido. - Okey. Pero no me vas a callar - Eso ya lo sé... - dijo entredientes - ¿Y que tal vas con Karla?. ¿Ya le hablaste? - Ella todavía no sabe que existo. ¿Cómo diablos quieres que le empiece a hablar de un día para otro?. Es imposible hermano. Piensa. - Relájate, y ven a desayunar mejor. - Todavía ni me visto, espera un poco – entró a su alcoba - ¿Has intentado bañarte más rápido? - Casi ni toco el agua, y quieres que me apresure. - Sí – respondió - ¿y como yo? - Tú... ¡tú te bañas primero, te demoras más y yo me quedo sin tiempo! - Levántate más temprano, problema solucionado Alex apareció vestido con unos jeans gastados, zapatillas, el cabello desarreglado y una camisa a medio abotonar. - ¿Qué tal me veo? - Em... es difícil decirlo... - Ya po.... - La preguntita... –masculló– ¡Igual que siempre!, ¿No tienes otra ropa? - No es igual... – dijo mientras se sentaba a la mesa – hoy es una camisa azul - ¿Y? - Ayer usé una verde, anteayer una café, el día anterior una... - Cállate por favor – interrumpió – me refiero a que siempre usas camisa y jeans - Pero, ¿Qué más quieres que me ponga? - Em... no sé, no tienes poleras o algo así - No... ¿Pero me veo bien o no? - Pregúntale a una mujer... ellas saben de eso... y ya deja de molestar. ¿No se supone que tienes clases ahora? - Mmm... cierto...me tengo que ir - Eso te pasa por tomar las horas de la mañana - Ya... déjame – dijo mientras sacaba la bici – Nos vemos. Abrió la puerta y se subió a la bici, bajó a toda velocidad por las escaleras - ¡Lo siento señora María! – gritó – voy a llegar tarde Tomó el camino más corto hacia la universidad. - Poco – pensaba – falta poco... Cuando por fin llegó; Alex se fijó en su casillero, no estaba cerrado. Miró a su alrededor, no había nadie. Se acercó lentamente y encontró una carta. - Alex... – leyó ¿Alex? ¿Para mí? ¿Quién podrá ser? – pensó De pronto sintió una fuerte punzada. Otra vez ese nombre, esta era la tercera vez en la semana que le sucedía esto. Alex ya no se pudo mantener en pie, la punzada se hacía más fuerte, se desmayó. Cuando despertó. Estaba en la habitación de un hotel. Una foto estaba pegada en todas las paredes. Por primera vez, decidió caminar con los ojos cerrados y a tientas por la habitación. No quería seguir, quería ser normal, sobrevivir, pero a su modo. Ya no obedecería más órdenes. Salió lo más rápido que pudo y abrió los ojos. Bajó por el ascensor y se dirigió a su Universidad. Sus clases estaban por comenzar.