Mientras espero que llegues, diseñaré mi vestido, para estrenarlo ese día que vuelvas a estar conmigo. Será de seda, muy fino, como la piel de un bebé, color de plata y detalles de encaje sobre el corsé. Aún no tengo la seda, los gusanos la hilarán. Son expertos en el tema. Los tendré que alimentar, con las hojas de las moras que abundan en el lugar. Mientras espero la seda, puse avisos por doquier “Busco arañas laboriosas y con ganas de tejer” Lo escribí en varios idiomas, hasta en chino mandarín ¡Hay tantas arañas chinas que tejen en el jardín! Mientras espero que llegues, mejor si tardas un poco, aún no se presentaron las obreras que convoco. Quizás mañana temprano, tenga alguna novedad. No te apures en venir. Demórate un poco más.
EL SILENCIO DE MIS PIES Voy descalzo para sabersi la desnudez de mis pies me dice algo. Voy descalzo sobre mi huellanecesito comprobar la aflicción de mis pies. Voy descalzo, con cicatrices esperando la señal para reabrir la herida. Voy descalzo en un gemido necesito aprender a oír cuando mis pies lloran. Y no sé por qué, no avanzoaquí estoy, detenido en la incertidumbre de una espuma Mis pies se han marchadosin decir nada.
Siempre era mío el temor. Ella no se resignaba.Ligada a su pensamiento, no decía una palabra. Se iba por aquel sendero, ese que lleva a su casa, rodeado de madreselvas de verbenas y de malvas. Cuando sentía su voz, recién llegada a su casa, se terminaba la angustia que mi alegría opacaba. Siempre me rondaba el miedo, el miedo y la desconfianza de saber que estaba sola, triste y sola en esa casa, donde amor, luz y alegría, hace tiempo no moraban Recuerdos que se diluyen con el agua de las lágrimas, de saber que ya no está, que se fue muy de mañanaatada a ese sueño eterno en que sumen las sustancias, cuando se busca evadir la realidad que traspasa. Sobre la mesa de noche, un vaso con algo de agua, frascos vacíos, algunos, abiertos sobre su cama y ella aferrada a una foto que en su pecho, reposaba. Así la encontré esa tarde, fría y blanca, fría y blanca. La arrebujé entre mis brazos, con mi cuerpo la abrigaba. Le cantaba las canciones que de niña le gustaban. No sonreían sus labios, ni sus ojos me miraban. Fría y blanca, de mi abrazo, vinieron a desatarla.