De verte no más es mi antojo, De meterte dentro de la mirada, Abrazarte como se abrazan los sauces Y ceñirte contra mi pecho que te reclama, Tañar tus cuerdas como flamenco Romper en un beso que se desgrana. Estrechar tu perfume hasta tenerlo Grabado como sello en mis entrañas, Despegar con tu risa de mis agonías, Salir de mi cárcel por tus palabras, Olvidarme de la mortalidad de la carne Y saberte eterna mujer amada. En el temblor de tu pelo agitado Perderme del mundo y de la rutina, Juntar el sabor de tu espada mojada Con mis labios hambrientos de tu saliva, Posar un segundo en tu cintura fresca Y rasgar tus gemidos con mis caricias. Tu pecho prisionero alimenta con calma La fragua ardiente que llevan mis ojos A morir como mártires en tu piel blanca Mis besos, mis manos y mis antojos… Polvorienta la calle su tarde habitual Llegaste a mi mundo de seres solos. No te tengo más que a escondidas En algún recoveco de la memoria, Olor del profundo secreto del alma, El deseo se presenta con tu misma gloria Y te veo de nuevo y me miras a la cara Y de nuevo te miro y comienza la historia.