CONFIESO QUE VIVÍComo sé que mi vida es aleatoriame encomiendo a los hados para vivir tranquilo dentro de mis pantalones.Progreso adecuadamentecomo un niño de primaria que convive en plena paradoja con sus sesenta y cinco años.Soy ya lo que la gente llama eufemísticamente un hombre maduroy yo, sencillamente, un viejo.A estas alturas del caminoprobé los sinsabores de la viday gocé de los momentos dulces hasta la diabetes.Como resultado: yo, un tipo de lo más corrienteque anda por la vida sin un cuchillo entre los dientes.Confieso que no amo mucho al prójimo, pero he de decir que procuro no joderlo, que no es poco.Me entusiasmo con cosas que no suelen entusiasmar,de todos modos mi entusiasmo nunca llega al entusiasmolo que suele pasar cuando sientesy "lo sientes" todo en uno, si me explico.Confieso no creer en casi nada,aunque esto equivalga a creer en casi todo,y confieso también que nada espero en la vidasino la vida y, si esto me convierte en un cínico,confieso que soy un cínico.Cínico redomado, aún guardo algún naipe en la bocamanga,pero, tahúr de la vida como soy, me lo guardoy espero la jugadaen que crea oportuno, si lo creo, mostrártelo.Rafael Úbeda MárquezRincón de Hawayata, julio, 2007