Si yo te hubiera dicho Te Amo, mucho antes, quizás te hubiera salvado Se dice que el corazón cambia como uno cambia continuamente de gustos. Pienso que desechar así a una persona es cobardía o maldad. Así puede ser el corazón de un ser humano pero no el de un ángel. Los ángeles existen porque al que amé más que nada era uno de ellos. Sin embargo, él no me amaba a mí, sino que bajó de los cielos al mundo humano para amar y proteger eternamente a otra persona, yo solo lo ayudé. Un corazón de ángel es siempre leal y nunca cambiará, menos si amó con todas sus fuerzas. Él se llamaba Byron y ambos teníamos la misma edad. Mi nombre es Rhan. Por más que me arrepienta, un humano no volverá de las cenizas. Conocí a Byron en un día de lluvia, estaba saliendo de mi trabajo y corrí hacia un callejón techado que había cerca y ahí me protegí del agua que caía a torrentes, parecía no dejar de llover y exploré el pasaje para no enfriarme, entonces, al fondo había algo que brillaba, me acerqué y lo vi. La primera palabra que cruzó mi cabeza fue “ángel”. Esa persona era tan bella como ellos. Sus cabellos rizados color dorado caían despreocupadamente sobre su rostro adormilado de color lino, un color precioso que por primera vez veía tangible, de físico parecía normal aunque un poco más delgado y tenía encima, arropándolo, un gran abrigo color marrón. Con una de mis manos acaricié su rostro, hipnotizada por su rara belleza masculina. Está demás decir que ya estaba enamorada intensa y profundamente de él. Me quedé a su lado hasta que pasó la lluvia y lo desperté moviéndole suavemente los hombros, entonces, no pude quitar mis ojos de los suyos. Eran únicos y hermosos, del mismo tono que su cabello, estos brillaban como dos estrellas a la luz del día. Observándome, algo desorientado, me preguntó: -¿Eres humana? -S-si…creo…-respondí, sin poder salir de su encantamiento que se fortalecía aún más con una profunda y serena voz. Nos levantamos y él hizo una reverencia hacia mí. -Es mi primer día en el mundo de los humanos, Dios me dio el nombre de Byron, pero mi nombre celestial es Uriel…-se presentó y me sonrió, derritiéndome, al levantar su rostro-significa Luz de Dios. Tu luz se fue apagando hasta morir y desaparecer -En-entiendo…-dije, sin entender nada realmente y tremendamente atónita. Desde aquella tarde, tuve compañía en mi solitaria y silenciosa casa de dos pisos. Al vivir con Byron supe, de a poco, lo que en verdad era y aprendí a creer en lo que decía, aunque estas cosas son increíbles y casi imposibles. Él era honesto, alegre y perfecto con todo lo que hacía y decía, y yo fui recíproca, hasta esa noche cuando le pregunté que le pasaba al verlo tan nostálgico, mirando por el balcón de su habitación, a las estrellas; había pasado una semana, una increíble semana. Entonces él me respondió: -Siendo un humano, tengo un corazón…Siendo un humano, siento esta extraña emoción…Estoy triste, Rhan…-suspiró y continuó- estoy enamorado también… Y en vez de sentirme feliz, me sentí terriblemente asustada y triste. Sabía que no era de mí. Le pregunté: -¿De quién, Uriel?-Él no dejaba de ser un ángel para mí, a pesar de haberse convertido en un ser humano cuando cayó de arriba, por eso lo llamaba por su nombre real que me gustaba tanto. -Ella se llama Talía, trabaja en la misma tienda de arte que tu…-me estremecí. -Si…ella es mi jefa…-dije casi sin aliento ante esa verdad directa. Me sujeté en la baranda del balcón ya que sentía mis piernas doblarse. Iba a caer. -¿Rhan? Estás pálida ¿Te sientes bien?-le escuché decir preocupado, sujetándome por los hombros. Le miré con tristeza. -Lo siento, algo en la comida del trabajo me hizo mal, iré a dormir ahora, deberías hacer lo mismo, Uriel-me retiré a mi habitación, encerrándome y lloré con el rostro contra la almohada, para que él no escuchara mis sollozos. Pero ahora pienso que debiste escucharlos y saber la razón…Ahí supe por qué Uriel iba todos los días a mi trabajo, el porqué de sus suspiros y por conclusión, por qué un ángel caía del cielo. Al otro día, me levanté más temprano de lo normal, sabía que tenía los ojos rojos e hinchados por el llanto de anoche y en ese entonces no quería que supieras la verdadera razón. Te había dejado el desayuno listo sobre la mesa y fui al trabajo con unos lentes oscuros. Estaba destrozada. Intentaba consolarme diciéndome que solo llevaba con él una semana y que no podía ser tan débil pero en esa corta semana me había cautivado cada vez más. Me di cuenta entonces que tu plan de conquista comenzó esa noche. Empezaste a llegar un poco más tarde al correr de los días y yo esperaba siempre tu regreso, siendo una masoquista al escucharte hablar de mi jefa con deleite, de lo que conversaban, de lo feliz que estabas, de lo enamorado que te encontrabas de ella y yo, sin darme cuenta de tus cambios físicos, comencé a amar también esas noches que me herían ferozmente, porque tú brillabas de felicidad. Así pasó una semana más. Sin embargo, una noche llegaste en lágrimas, con el rostro rojo y yo te acuné en mi cama y de lo que hiciste después yo lo olvidé. Esa noche te desquitaste conmigo con lujuria y deseo, conocías el mejor manjar de todos los placeres humanos, conocías el punto exacto para hacerme entrar en éxtasis, conocías el lugar donde acariciar y hacerme suspirar y temblar en tus brazos. Olvidé la intención y la razón con que me hiciste tuya pero jamás olvidaría tus caricias y besos que dejaron quemaduras en mi piel. A partir de esa noche, no volví a escuchar tu serena voz pronunciando mi nombre, no volviste a salir y solo mirabas al vacío. Tampoco me contaste lo que ocurrió esa noche. Solo comías una vez al día, te paseabas por toda la casa, tus dorados ojos se apagaron y tu cabello se puso opaco, procuré afeitarte y bañarte. Yo seguía amándote después de todo. Estabas roto por dentro en mil pedacitos y por fuera te caías en los mismos, pero para mí seguías siendo un ángel, mi ángel, mi Uriel. Dormías conmigo, siempre inquieto, despertándote a gritos por tus horribles pesadillas. Así pasó un mes y medio, y entonces me contaste lo que había pasado, llorando en mi regazo como un niño. Tu luz nunca iba a volver otra vez, pero yo nunca iba a dejarte. Nunca. Renuncié a mi trabajo y demandé a Talía, mi jefa, de ser cómplice de la violación de mi hermano Byron. No es malo mentir si es para proteger a una persona, pensé cuando le di esa excusa al policía. Pero eso no fue suficiente para ti, ¿no Uriel? Estabas herido hasta el alma y yo no podía hacer nada. Experimentabas por primera vez el amor y sus distintas formas de sentirlo, aun así, no tenías que hacer algo así de cruel. Uriel, yo te amaba. Una mañana desperté con un mal presentimiento. Al bajar a la cocina, te encontré preparando el desayuno e incluso me regalaste una de tus hechizadas sonrisas que pensaba que habían desaparecido, haciéndome olvidar el extraño sentimiento. Estábamos tomando ya el desayuno cuando dijiste: -Perdóname por todo lo que te he hecho, Rhan… -Te perdono…-respondí firme. Deleitándome y guardándome el tono de tu voz al decir mi nombre. No supe hasta después que la felicidad que me diste en esos momentos era artificial y solo para tranquilizarme. Después de renunciar a mi trabajo, tenía que buscar en otro sitio. Esa mañana fue la última juntos. Ayudé a Uriel a retirar la mesa y fui en busca de trabajo, antes de irme, había revisado el diario y encontré un anuncio de un puesto en una editorial, me dirigí al lugar de la entrevista y me gané el puesto. El mal presentimiento me inundó después de ello y no desapareció. Cuando llegué a la casa, estaba todo en silencio. Llamé varias veces a Uriel pero no me contestó, pensé que tal vez había salido pero algo me dijo que descartara esa idea. Subí a su habitación y por debajo de la puerta cruzaba de la habitación al pasillo un hilo de sangre. Entré en pánico. Agité la puerta con fuerza porque ésta no se quería abrir hasta que cedió. Entré y vi todo el escenario. Estabas más bello que nunca. El día de la muerte de Uriel, él no fue enterrado, no lo necesitó. Antes de caer totalmente en el sueño eterno, me sonrió y me dio las gracias, luego, se desintegró en una especie de ceniza brillante de muchos colores y la sangre desparramada por el suelo que llegaba hasta la puerta, desapareció, pero lo que era tuyo, tus fotografías conmigo, mis recuerdos, todo ello se quedó y yo lo guardé. Caí de rodillas al suelo y sollocé a gritos, apretando mis puños con tu ceniza en ellos. Quedé desolada.
-funny-Me gusta mi compañera de asiento, pensó ella, pero gracias a eso, con suerte me da el coraje de abrazarla como antes. Es raro, lo sé, lo sé más que nadie. Pero tambien me gusta un chico que conocí hace poco....tal vez ella no me gusta realmente. Caroline de verdad se sentía en un verdadero aprieto, ni su familia sabía lo de su condición ¿ para qué? si ya era suficiente problema cuando se enfermaba ¿Quén fue el que dijo que ser hijo única era genial, lo máximo, para golpearle en toda la ñata?Caroline se sentía distinta a los demás desde pequeña, incluso su propia familia la trataba así pero cuando era niña ella no se daba cuenta, su vida social se dió naturalmente, tenía muchos amigos varones eso sí ¿raro?, no lo sabía, de echo le gustaba, sin embargo, una vez crecida se dio cuenta de que muchas veces actuaba como varón en prescencia de sus amigas. Su mejor amigo le dijo aquello tambien, pero no se ofendió, en vez de eso, se rió, pues tenía razón. Saber o haberse dado cuenta de lo que sentía por su compañera no era lo que verdaderamente le impedía hacer lo que le gustaría hacer con ella; por ejemplo, abrazarla, reirse con ella, decirle bonitas palabras para animarla; lo que le impedía era que su compañera de asiento sabía lo que Caroline sentía por ella, entonces, muchas cosas que haga o diga ella las tomaría como una segunda intención. No obstante, en estos momentos, Caroline sentía una ansiedad, estaba a punto de cometer un acto impulsivo, inocente, pero que haría cavar su propia tumba.Alicia Heaven estaba de espaldas a ella, con su cabello castaño claro cayéndole sobre los hombros, haciendole recordar que hace tan solo dos años antes ella podía abrazarla sin ninguna angustia por la espalda, ahora, con los brazos levantados, apunto de rodearla por los hombros, se arrepintió a mitad de camino. ¿Qué estoy haciendo? ya no me necesita, pensó Caroline, triste, alejando sus manos y apoyándolas sobre su falda, esto está mal, muy mal...Yo ya no puedo animarla, porque estoy aqui, en esta clase, soy este tipo de persona...yo le hago recordar malos momentos, eso seguro...¿Qué hago, entonces? Ultimamente, había notado Caroline, Alicia llegaba molesta, deprimida, enojada...quizas con una ensalada de emociones ¿Se los ocasionara el muchacho que le gustaba a ella? Era un poco desolador pensar que Caro no tenía ninguna posibilidad y solo tenía que apoyar... Apoyar, nada más que eso...Caroline, una chica de cabello largo, negro como la noche y de piel un tanto morena, torció los labios en una triste sonrisa. Aah....tan solo deja pasar los días, y luego el año, verás que aparecerá otra persona y te hará olvidarla, así como apareció ella y te hizo olvidarlo..., reflexionó Caroline, poniendo atención a lo que el profesor empezaba a explicar.