Arno es un ovejero alemán que vive frente a mi casa. Siempre está tendido detrás de la reja de su portón. Cuando un perro vagabundo pasa por la calle, lo amenaza con fuertes ladridos y lo sigue con la mirada hasta que se aleja. Tengo la impresión de que el sentimiento que le causa ese paso fugaz, no es de ira sino de envidia. Arno es un perro hogareño. Vive en una casa formando parte de una familia. No le falta afecto, alimento, ni atención médica. Pero no es libre. Pasea por la calle o permanece en el encierro de su jardín, según la voluntad de su dueño. El perro callejero en cambio, no tiene ninguna de las atenciones que tiene Arno, pero es libre. Esa total y absoluta libertad compensa sus carencias y lo hace vivir igual de feliz que Arno. Eso creo. Otro caso es el de King, otro can vecino. King vive en la casa de la esquina. Es un hogareño pero cuando está en su jardín rodeado de una reja, se aprovecha de un barrote torcido que le permite pasar y sale a la calle. De esta manera abandona su condición de hogareño y se transforma en callejero. King hace trampa, obtiene lo mejor de las dos condiciones perrunas. Que podemos decir después de todo, King es un perro oportunista. Perros aparte pero siguiendo con el tema de la libertad me referiré a los caballos. Estos nobles animales son absolutamente esclavos. Todos los caballos sin excepción, desde los que tiran de los carros de los humildes cartoneros, hasta los de pura sangre que participan en los partidos de polo, todos son esclavos. Si no tienen ganas de hacer nada y solo desean observar como crece el césped, pero su dueño tiene que juntar cartón o jugar un partido de polo, pues adiós descanso y a trabajar. En cambio los canarios son un caso especial. Viven presos en su jaula y si, siempre accidentalmente alguna vez escapan, no saben vivir fuera de su carcel. Si no tienen la suerte de que alguien los capture y los retorne al cautiverio, mueren al poco tiempo porque no pueden vivir en ibertad. Si existiera la reencarnación, cosa que no creo, pero si existiera y tuviera que reencarnarme en un animal, quisiera hacerlo en el cuerpo de un perro, con preferencia hogareño.
Prólogo:Nací al comienzo del segundo cuarto del siglo XX, en el año 1926 y, aunque nunca me lo propuse seriamente, he llegado al siglo XXI. Nací en Buenos Aires, en el barrio de Flores, donde transcurrió mi infancia, adolescencia y juventud. Ahí cursé la escuela primaria, la secundaria y la universidad.En las reuniones familiares suelo contar algunas cosas que recuerdo. Cuando comienzo mis relatos mi familia generalmente me dice - ¡Ya lo contaste! - , pero a veces, ya sea porque es algo nuevo o porque se olvidaron de la otra vez, me escuchan y se rien porque casi siempre es algo gracioso.Mi esposa me dió la idea de que escriba esos recuerdos, y me convenció, no porque crea que son importantes sino porque tengo una computadora, procesador de textos y tiemplo libre de sobra. Soy jubilado.Avisado está el lector del verdadero motivo de este trabajo, si desea continuar leyendo, es su decisión.La carbonería:Pasé mi niñez en la calle Directorio, entre Varela y Pedernera.. En la cuadra había una carbonería. El dueño era italiano y vivía, al fondo del negocio, con su esposa y dos hijos, Tito y Toto.Eran mis amigos, siempre jugabamos juntos y, por supuesto, lo haciamos en el mejor lugar que se puede pensar para juegos infantiles, la carbonería. Jugabamos a los cowboys, en las enormes pilas de bolsas de carbón que eran las montañas por las que trepábamos y saltábamos. Cuando volvía a casa mi madre creía que era Al Jolson, más negro no podía ser. Un reto y mi promesa, que no iba a cumplir, de tener más cuidado la próxima vez En la misma cuadra, el dueño de la carbonería tenía un terreno que utilizaba como depósito de carbón y leña. Al frente estaba cerrado por una pared con un portón siempre cerrado con candado.Como ya conociamos demasiado las negras montañas del negocio de mis amigos, un dia decidimos investigar en el depósito. Como el portón estaba un poco desvencijado, con un poco de esfuerzo lo desvencijamos mas, torcimos una de las hojas y pudimos entrar. Eso era mucho mejor que la carbonería. Estaba al aire libre. Había montañas más grandes de carbón y leña, y tenía una enorme ventaja que superaba a todas las demás ¡En ese lugar no había ninguna persona mayor! Ni el padre, ni la madre de mis amigos. Solamente estabamos los tres y todo ese mundo maravilloso a nuesta disposición.Con la leña, que había sido cuidadosamente apilada, construiamos ranchos, chozas y cuevas, para lo cual por supuesto, previamente teniamos que desapilarla, también cuidadosamente.Como nadie entraba en ese lugar, por lo menos eso es lo que nosotros creíamos, dejabamos nuestras construcciones en forma permanente. Todos los dias volviamos y las encontrabamos tal como las habíamos dejado. Era nuestro territorio. Algo realmente extraordinario.En un momento de nuestras aventuras en esos valles rodeados por montañas negras y marrones, comenzó a hacer frio, más imaginario que real, pero frio. Y ¿Qué se puede hacer cuando hace frio? Solamente hay una respuesta: fuego. Rápidamente hicimos un montoncito de leña y Tito, el mayor, trajo fósforos y papel de su casa y lo encendimos. Nos sentamos alrededor de la fogata sintiéndonos verdaderos vaqueros acampados junto al ganado que estaban arriando. Hasta sentiamos los mugidos de las vacas.Esto lo repetimos varios dias, cuando nos ibamos a casa apagabamos el fuego y cuando volviamos lo encendiamos. Por lo visto el viento y las chispas se compadecieron de nosotros y no nos jugaron una mala pasada ya que no hubo ningún incendio. El que no se compadeció de nosotros fue el padre de Tito y Toto, cuando nos descubrió en pleno campamento. Ver a sus dos hijos de seis y cinco años, con su amiguito de seis, junto a una fogata en medio de toneladas y toneladas de carbón y leña no le gustó nada. Se puso furioso. Nos comenzó a retar a los gritos. Nos llamaba inconscientes y otras cosas mas que no entendí porque las decia en italiano. Casi le pedí a Tito que me tradujera lo que decía su papá, pero lo ví tan asustado que decidí no pedirle nada.Por supuesto que a mi madre le contaron lo que había hecho y recibí otro reto, y esta vez lo entendí todo porque fué en español.Y lo peor fue, no hace falta que lo diga, que arreglaron el desvencijado portón del depósito y nunca mas entramos en él para seguir soñando.El lechero:Otra cosa que recuerdo de cuando vivía en Flores, en la calle Directorio, en el año 1932 aproximadamente, es a los lecheros.El reparto de leche se hacía de tres maneras: la que proveía a mi familia era la clásica. Un carrito típico, con su correspondiente caballo, conducido por su propietario, que generalmente era vasco, y que traía la leche a granel. Con su clásico grito ¡lechero...! llamaba a la dueña de casa, quien salía a la puerta con una jarra en la que el lechero le vertía la leche medida con un jarro de aluminio que traír el proveedor.Otra forma era otro carrito parecido, pero la leche la traían embotellada, en un envase de vidrio tapado con una tapita de cartón. Era leche pasteurizado, pero nosotros no la comprábamos porque era mas cara que la anterior.La tercer manera era espectacular, y no me refiero a las condiciones de calidad en que llegaba el producto, sino a lo fascinante y maravilloso que era el envae. La leche llegaba a la puerta de cada casa directamente en la vaca.El lechero avanzaba por la calle Directorio que, ya en aquella época circulaban por ella tranvias colectivos y automóviles, arreando varias vacas acompañadas por algunos terneros. Los ternero llevaban un bozal, para impedir que a alguno de ellos se les ocurriera ir a tomar el desayuno al pié de su mamá.El lechero y arriero detenía el rebaño frente a la casa de cada cliente, y ahí nomás ordenaba a la vaca, jarro de medida y luego a la jarra del cliente.Primero Inferior:Yo fui a la Escuela Gobernación Tierra del Fuego, que quedaba en la calle La Fuente.En esa época no había jardín de infantes, de manera que el primer contacto con la escuela era en primer grado inferior.El comienzo de clases era trágico para los pricipiantes. Muchos llegaban arrastrados por sus madres y después de largas conversaciones y discusiones se quedaban en la escuela, casi siempre llorando.Yo no estaba entre esos muchos. Yo iba caminando junto a mi tia que me acompañaba todos los dias. Iba muy serio y aparentemente tranquilo, pero en realidad estaba muy angustiado. Quedarme en un lugar extraño, con una señorita extraña, entre compañeros extraños, era insoportable. Pero tenía que hacerlo. En casa me habían dicho que tenia que ir a la escuela para llegar a ser un hombre de bien.Yo no quería ser un hombre de bien. Yo quería quedarme en mi casa. Pero no hubo caso. Tuve que ir. A la fuerza pero con dignidad. No me arrastraron ni lloré.Los primeros dias fueron terribles. Lo peor eran los recreos. Salia al patio y me quedaba parado junto a la pared, debajo de la campana. No hacia nada, solamente esperaba que terminara el recreo para volver al aula a continuar sufriendo.Después me acostumbré y me portaba normalmente como los demás chicos.Al principio del año la señorita, que se llamaba María Juana, nos dijo que no compraramos libro de lectura porque nos lo iba a regalar la cooperadora. Mientras tanto ella iba a llevar el libro de un gigante. Esto me impresionó muchísimo ¿Como seria el libro de un gigante? Varios dias después lo trajo. Era un grupo de hojas de papel madera grandes, sujetas con unos broches de metal. Había recortado letras de colores de las revistas y las había pegado en las hojas. Con eso nos enseñaba. La verdad es que auque yo esperaba algo mas espectacular, no me defraudó demasado.Una vez escuché una conversación entre varios de mis compañeros que contaban como se divertian en la Cantina Escolar. Me sorprendí al enterarme de que al salir de la escuela concurrian a un comedor para almorzar. Contaban lo que hacían, además de comer, como se divertían y jugaban. Cuando volví a casa le pregunté a mi madre que era esa cantina y porqué yo no iba a ella. Me explicó que era para los chicos pobres y que yo no tenía que ir ahí porque podía almorzar en casa. Me quedé conforme con la explicación pero, en mi interior, les tuve un poco de envidia porque esa cantina me pareció algo fantástico.Pero había unos dias especiales que eran los mas felices de nuestras vidas escolares. A veces, cuando ibamos llegando al colegio, veiamos que los chicos que habían llegado primero se volvían para sus casas. Los que volvían nos avisaban a los gritos la feliz noticia ¡Desinfectan! ¡Desinfectan! Esa era la palabra mágica que transformaba un dia de clase, como todos, en un feriado inesperado.Fui a ese colegio hasta cuarto grado. A mitad del año nos mudamos al la calle Pedernera, entre Juan Butista Alberdi y José Bonifacio. Como la escuela me quedaba un poco mas lejos me cambiaron a la Escuela Leandro N. Alem, que está en la calle Fray Cayetano, frente a la plaza de Flores. Ahí transcurrió otra etapa de mi vida.La escuela Leandro N. Alem:Esta nueva escuela me impresionó mucho. Era más importante que la anterior. Tenía planta baja y primer piso. Como cuarto, quinto y sexto estaban en el piso de arriba a mi me tocó ahí. Tenía un patio y al costado estaba la casa del director, el Sr. Harrington. En sexto grado teniamos que hacer trabajos manuales. Nuestro maestro, el Sr. Curuchaga nos hizo hacer un mapa de plastilina. Hace poco uno de mis yernos me discutió que en esa época no había plastilina, a lo mejor era de masilla,pero no importa, para mi era de plastilina. También hicimos un jaulón para los pájaros que tenía el Director, y encuadernamos los cuadernos de clase.Del mapa no tengo nada que contar. Del jaulón recuerdo que lo construiamos en el patio. Después de pintarlo teniamos que limpiar la pintura que había manchado el alambrado hexagonal. Los mas livianos eramos dos. Nos metiamos dentro del jaulón y con un trapo sosteniamos el alambrado desde adentro para que no se deformara. Desde afuera los otros rasqueteaban el alambrado para sacar la pintura. Cuando el maestro no era el último en volver al aula, siempre había algún gracioso que cerraba la puerta por la que habiamos entrado al jaulón y nos quedabamos encerrados, hasta que el maestro se daba cuenta que no habiamos regresado al aula y mandaba a alguno a liberarnos.Los cuadernos merecen una mención especial. Al principio del año el Sr. Curuchaga nos dijo que los ibamos a encuadernar. Teniamos que dejar un marjen libre de un centímetro del lado derecho de las hojas. A fin de año, les sacamos las tapas e hicimos dos tomos. Con una guillotina emparejamos todos los costados, lo que pudimos hacer por el marjen que habiamos dejado con ese fin.El maestro nos dijo que ese trabajo era el mas importante, porque estaba seguro de que esos cuadernos iban a ser los únicos que ibamos a conservar siempre. Hoy, después de sesenta y tres años, en un estante de mi biblioteca, están los dos tomos formados por mis cuadernos de sexto grado. Sr. Curuchaga, se cumplió lo que usted dijo.La hermana de Anguita:Durante el transcurso de sexto grado, no recuerdo por que motivo, el colegio organizó una gran función. Se iba a realizar en el Cine Flores, que estaba en la Calle Rivadavia.Se iban a preparar algunas danzas folclóricas. A mi, junto con otros tres o cuatro me elijieron para bailar el Cuando. Mi madre me alquiló, en la famosa Casa Martínez, un traje de gaucho. Era bárbaro, tenia un chiripá bordado impresionante y un chalequito haciendo juego. Tenia unos calzones largos con puntillas que no me gustaron para nada, pero en casa me convencieron que los gauchos usaban eso. Me pareció raro, tan machotes y usando puntillitas, pero lo acepté. También tenía un lindo sombrero.Lo único que no me alquilaron, porque era muy caro, fueron las botas y el facón. En resúmen quedé convertido en un gaucho bastante pasable. La ausencia del facón no se notaba mucho y mis zapatos y las medias tres cuartos tampoco se veian demasiado.El problema fue que para bailar el Cuando, además de los gauchos, hacen falta las chinas, y la nuestra era una escuela de varones.La Vicedirectora, la Señora de Behovide, que se había hecho cargo de la organización de la fiesta, solucionó el problema. Pidió a los que teniamos alguna hermana o prima que transmitieramos a nuestras madres la invitación de la escuela, para que las chicas participaran en el baile. Las madres colaboraron ampliamente y, se completó la parte femenina del elenco.Pero la tranquilidad no iba a durar mucho. El dia de la primer práctica, se produjo la conmoción. Iban apareciendo en el escenario, una a una, las chicas. Había de todos tamaños y colores. Todos mirabamos con curiosidad y con bastante timidez. “Hasta que...”. Siempre hay un “Hasta que...”. Hasta que apareció la hermana de nuestro compañero Anguita. ¡La hermana de Anguita!Era una rubia que iluminó el escenario con su presencia. Era un sol. Una diosa. Era...¡La hermana de Anguita! Hasta ese momento todos habiamos tenido cierta curiosidad por saber quien nos iba a tocar como compañera de baile, pero a partir de ese instante nos invadió una inmensa angustia al saber que existía la posibilidad de que no fuera la hermana de Anguita.Aunque en esa práctica no estabamos disfrazados, tenía la esperanza de que la Vicedirectora recordara mi traje de gaucho y me asignara una compañera a tono con él.No se si en la decisión influyó mi carencia de botas, o fue porque ese morochito pedante del otro sexto sabía zapatear, la cuestión es que no me tocó la hermana de Anguita.El dia de la función, bailé el Cuando con una chica, no recuerdo como era, ni como se llamaba, pero lo que siempre recordaré es a la hermana de Anguita, aunque debo reconocer, tampoco se como se llamaba.La trepanación del cráneo:Estabamos en cuarto grado. No se a quién, pero a alguno de mis compañeros, se le ocurrió preguntar como era la operación quirúrgica de trepanación del cráneo.El maestro, el Sr. Verna, prontamente procedió a explicar. Explicó como primero las enfermeras afeitaban la cabeza del paciente. Luego como lo anestesiaban, y después como el cirujano con una sierra a motor cortaba la parte superior de la cabeza, o de acuerdo a mis conocimientos científicos de ese momento, lo que se llamaba “la tapa de los sesos”.Mientras la explicación transcurría yo me imaginaba el ruido que debía hacer la sierra, igual que la sierra del carnicero del barrio. Todos los chicos estaban congelados en sus bancos, atendiendo impresionados el relato.Aunque nadie se dio cuenta yo estaba mas impresionado y congelado que los demás. Sudaba copiosamente, pero no tenía calor; al contrario, tenía un frio bárbaro.En un momento, el señor Verna comenzó a ponerse borroso, inclusive el sonido de su voz se iba apagando y tuve la sensación de que me depegaba del banco y comezaba a flotar en el aire.De pronto desperté ¿Me había quedado dormido? Estaba sentado en el siillón del maestro. Me rodeaba el director, algunos maestros de otros grados, el portero y mis compañeros. En la puerta del aula se amontonaban los chicos de otros grados.¡Me había desmayado! Después me contaron lo que había pasado. En un momento de la explicación yo me caí sobre mi compañero de banco. El maestro primero comezó a retarme creyendo que era una broma, pero enseguida se dio cuenta de los que me pasaba y me levantó y me sentó en su sillón. Enseguida le pidió a un chico que fuera a llamar al director.Medio grado corrió hacia la dirección. Iban todos corriendo y bajaban las escaleras gritando.-¡Se murió!¡Se murió!- y seguian corriendo hacia la dirección.El director, se puso a la cabeza del grupo y todos corrieron nuevamente de regreso al aula. El director llegó primero. Yo ya me había recuperado. Me dieron, del botiquín de la escuela un licor o poción de no se qué, que era muy rico y me reanimó. Luego el portero me acompañó y, en un taxi, me llevó a mi casa.Al dia siguiente el director llamó a mi madre. Le comentó lo que había pasado y le dijo que había observado que yo estaba muy pálido. Demasiado.Prontamente me llevaron a nuestro médico, el Dr. Serra, quien después de revisarme le dijo a mi madre que estaba perfectamente bien y, que si me había desmayado era por ser muy impresionable.Pero no se detuvo ahí. Si el director objetaba que yo estaba demasiado pálido, el iba a solucionar el problema. El director no me iba a ver pálido nunca más.Me recetó quince aplicaciones de rayos ulltravioleta. Iba, dos dias por semana a su consultorio. Me acompañaba mi tia. Detrás de un biombo, me desnudaba y me acostaba en una camilla. Me ponía unos anteojitos ahumados que parecían de aviador, y me quedaba panza arriba debajo de una lampara de rayos ultravioleta que había encendido el médico. Después de quince minutos, mi tia me avisaba y me daba vuelta para recibir los rayos en mi espalda. Después le avisábamos al médico para que apagara la lámpara, me vestía y nos volvíamos a casa.Después de las quince aplicaciones ya estaba algo bronceado. Eso era lo que me decian en casa, pero yo me veía mas bien rosado.Me explicaron que ese era el primer efecto, pero que después de unos dias, me vería realmente bronceado.El Dr. Serra consideró que mi bronceado no era suficiente y recomendó otras quince aplicaciones mas.Volví a repetir toda la serie de aplicaciones y finalmente el médico me dio de alta.Mi bronceado se había convertido en un rojo intenso. Se destacaban en mi cara dos circulos blancos alrededor de mis ojos, donde habían estado los anteojitos de aviador.Tuve que aguantar ese aspecto durante un mes o algo así. Se me fué pasando poco a poco hasta que recurperé mi color normal. El blanco.Las placas para el mástil:En la plaza de Flores, que en realidad se llama Plaza Pueyrredón, hay un mástil. En ese tiempo el pedestal no tenía ninguna placa ni leyenda. Un dia en la escuela nos dijeron que un escultor iba a modelar unas placas de bronce, para ser colocadas en los costados de la base del mástil. Las autoridades municipales, habían solicitado la colaboración de los ciudadanos para que proveyeran elementos de bronce en desuso, para construir las placas, por lo que en el colegio nos pidieron que colaboráramos con algo, y yo llevé una canilla.Una vez fundidas las placas, estuvieron en exibición en las vidrieras de un negocio en la calle Rivadavia, frente a la plaza. Y después las colocaron en su lugar definitivo.Después de tantos años, cada vez que paso por la plaza, o tan solo cuando pienso en ella, pienso que ahí está mi canilla, y me siento horgulloso de ello.La visita de Getulio Bargas:Durante la presidencia de Juan B. Justo, el presidente del Brasil, Getulio Bargas, visitó la Argentina. Se organizó una gran recepción. Durante uno de los actos programados, el presidente del Brasil junto con nuestro presidente debían ir desde la Casa de Gobierno hasta el Congreso.El recorrido era por la Avenida de Mayo, y se decidió que a lo largo de la misma en sus dos lados, estuvieran formadas sendas hileras de alumnos de las escuelas primarias con su guardapolvos blancos.Entre los colegios elegidos estuvo el Alem. Nos llevaron, desde Flores hasta la avendia de Mayo, en tranvía. Aunque este medio lo usabamos muy frecuentemente en nuestras salidas con nuestras familias, era una novedad hacer ese viaje como integrantes del grado y acompañados por nuestros maestros.Ya nos habían dicho que cuando llegáramos, nos iban a entregar banderitas para que las agitáramos, como saludo, cuando pasaran los presidentes.Nos formamos al costado de la Avenida de Mayo y llegaron unos señores repartiendo las banderitas. Ahí recibimos la sorpresa, en forma alternada entregaban una banderita argentina y otra brasileña. Esto era una novedad. Ninguno de nosotros había tenido nunca en sus manos una banderita brasileña. Comenzaron las discusiones y protestas. Todos queriamos la banderita del Brasil. Quizá algún compañero, con espíritu nacionalista, buscó nuestra insignia; pero la mayoría, encandilados por los novedosos colores queríamos la otra.Finalmente llegó el momento esperado, pasó el automóvil con los dos presidentes escoltado por los granaderos a caballo y todos saludamos agitando las banderitas, tanto la argentina como la brasileña con igual entusiasmo.La escuela secundaria:Mi paso por la escuela secundaria fue un poco agitado. Yo cursé el bachillerato. Normalmente se hacía en cinco años, pero yo lo hice en seis, porque repetí cuarto año.Empecé mis estudios en el Colegio Nacional Justo José de Urquiza. Ingresé aprobando un exámen de ingreso. De acuerdo a los resultados, por orden de puntaje decreciente se hacia una lista de los aspirantes. Hasta cierto nivel, entraban en ese colegio. Debajo de ese nivel y hasta otro, entraban en otro colegio, para el cual no había tantos aspirantes. Y desde ese nivel para abajo, quedaban afuera. Yo estuve en el primer grupo y entré en el colegio “Justo José de Urquiza”. Aparentemente todo prometía un buen resultado, pero no fue así.Cuando comencé las clases de primer año, descubrí que entendía perfectamente las matemáticas, y también descubrí que era incapaz de recordar las lecciones de historia. Tuve también un tercer descubrimiento. Era poseedor de un gran sentido del humor. Tenía unas ocurrencias geniales que arrancaban la risa de todos mis compañeros. Y además, también era un buen compañero.Hacía toda clase de bromas. Llegué a ser un experto en bancos, no porque tuviera facilidad para las finanzas, sino porque podía arrancar de mi pupitre toda clase de sonidos y vibraciones. Era tan genial que enloquecía a los profesores y celadores y, cuando llegaba la pregunta y amenaza de -¿Quién fué? ¡Si no se presenta el culpable recibirán una amonestación colectiva!. Valientemente, para salvar a mis compañeros, yo asumía la responsabilidad que me correspnndía.Esto me hizo ganar el respeto de mis compañeros, y también muchas amontestaciones.Solamente voy a mencionar aquí que mi tránsito por la escuela secundaria fue a través de tres colegios: 1º el Nacional Urquiza, 2º El Instituto Amadeo Jaques y 3º el Colegio San Francisco de Sales.No voy a dar detalles de los hechos que provocaron esos cambios, porque esa tarea escaparía al alcance de esta obra. Más adelante, según como sea recibido este trabajo por los lectores, quizá produzca un “Recuerdos II”.Por el momento deberán conformarse con esta anécdota y con la siguiente.Hay que ser de los menos, no de los más:Hice cuarto bis y quinto año en el Colegio San Francisco de Sales. Es; porque todavía existe, un colegio católico. Cada curso tenía un encargado, que era un sacerdote. El encargado del nuestro era el Padre Capilla.Siempre nos enseñaba que no debíamos correr encandilados tras lo que está de moda. Insistía que debíamos tener nuestra propia personalidad. Tenía una frase que la repetía siempre: “Hay que ser de los menos, no de los más”.Esa frase quedó grabada a fuego en mi forma de pensar. Cuando una gran cantidad de personas apoya a algo o a alguien, yo recibo desde lo más profundo de mi corazón y mi cerebro, un sentimiento de oposición.En la mayoría de los casos, después de un análisis mas calmado, confirmo mi opinión inicial. En muy pocos casos la rectifico.Pero el Padre Capilla hacía una excepción a lo que postulaba, y era cuando se refería a mi corte del cabello.Yo siempre me corté el cabello muy corto, lo que se llama “media americana”. Lo hago aún hoy, con la zona de mi cabeza que aún queda bajo mi control. El Padre Capilla siempre se paraba junto a mi banco, y criticaba la actitud de los que se rapaban la cabeza para “parecer norteamericanos”. Esas eran sus palabras y las decía mientras miraba fijamente mi cráneo. Yo siempre le respondía que al cortarme el cabello de esa manera no pretendía aparentar nada sino que solo lo hacía porque me gustaba. En todo caso, si el único del curso que usaba ese corte era yo, estaba cumpliendo lo de que “hay que ser de los menos, no de los más”. El Padre Capilla, no respondía nada, y continuaba con su clase.Epílogo:En el año 1944 cursé quinto año y, como recuerdo final de este período de mi vida, contaré como fue mi salida de la escuela secundaria.Quería estudiar Ingeniería y, obviamente para entrar en la Facultad tenía primero que recibirme de Bachiller, y yo debía la materia Historia Argentina que era de cuarto año. Para colmo la tenía que rendir en Marzo y en ese mismo mes era el examen de ingreso en la Facultad. Felizmente el Ministerío de Educación, había tenido consideración con los laumnos como yo, y para los que estabamos en esa situación se adelantaba el exámen de Marzo a Febrero.Fué así que fines de 1944 me encontré estudiando Historia Argentina y además las materiás del ingreso a ingeniería. Tenía que aprobar historia si o si. Si me aplazaban no podía rendir el otro exámen.Nunca en mi vida estudié tanta historia como en Febrero del 45. En una fecha que no recuerdo rendí el exámen y cuando terminé el profesor me preguntó - ¿Y usted que carrera piensa seguir? – Cuando le contesté que era Ingeniería dijo – Y bueno..., entonces está bién. Aprobado. Obviamente mi exámen no había sido muy bueno pero lo consideró suficiente para alguien que no iba a tener que ver mucho con esa materia.Y así terminó lo que creo es la etapa más feliz de todo el que tuvo la suerte de haber cursado estudios. La escuela secundaria.
Felipe siempre se había conformado con su forma de vida. Vivía en Chascomús, donde había nacido, tenía un buen empleo, un lindo departamento frente a la plaza principal de la ciudad, buenos amigos, buena salud y suficiente dinero. Todos los dias salia de su trabajo, iba al club a hacer gimnasia y los miércoles se reunía en el café con sus amigos. Pero algo cambió una noche. Mientras navegaba por internet, en la soledad de su departamento, encontró un sitio que le llamó la atención. Trataba un tema metafísico, y aunque no sabía nada sobre eso, comenzó a leerlo atentamente. Avanzó rápidamente sobre el texto hasta que se detuvo en una frase: Lo subjetivo es real, lo objetivo es imaginario.. Muy lentamente y con total atención continuó leyendo: Si “veo un árbol”, eso es una experiencia subjetiva real, de la que se deduce, “hay un árbol”, que solo es una conclusión objetiva hipotética.” Felipe era muy sensible a los pensamientos raros, profundos, crípticos y laberínticos. La idea de que lo subjetivo era real y lo objetivo imaginario, lo fascinaba. Lo subjetivo, o sea lo que captan sus sentidos es real; lo objetivo o sea lo que existe a su alrededor es imaginario. Y como lo que es imaginario no es real, lo único real es lo que captan sus sentidos y todo lo que lo rodea no es real, o sea que solo es producto de su imaginación. Esa noche tardó mucho en dormirse, no podía dejar de pensar en lo subjetivo, objetivo, real e imaginario. En la oficina, en los descansos para el café, cuando esperaba turno en la copiadora, o cuando iba en el ascensor, mencionaba el tema ante sus compañeros. Algunos le contestaban algo, pero lo más común era que lo miraran sonriendo sin responder nada. En el café le fue mejor. El grupo recibió bastante bien el nuevo tema, no podía ser de otra manera en una mesa de café, y comenzó el debate: Después de una breve introducción sobre lo que había leído en internet, abrió su cerebro y dejó salir como un torrente a sus pensamientos.- Todo lo que yo veo, oigo, toco, uelo o saboreo, es real; - decía Felipe - lo que no capto con mis sentidos, no existe. Ni siquiera es hipotético, simplemente no existe. - Es la afirmación más loca que escuché en mi vida – le contestó uno del grupo -.- Si estoy en una habitación todo lo que veo dentro de ella, existe; lo que alcanzo a ver por la ventana también, pero lo que está afuera fuera del alcance de mi vista, no – continuó diciendo Felipe, a pesar del comentario de su amigo.El grupo no aceptó la idea de su amigo. Felipe siempre traía ideas locas, pero esta vez era demasiado. Comenzaron a refutarle lo que sostenía. No se lo podían aceptar. El último comentario, que resumía la posición de sus amigos fué:- Nosotros existimos independientemente de vos, seguimos viviendo cuando nos vamos del café, aunque vos no nos veas más.- Eso no prueba nada – respondió rápidamente Felipe -. Todo lo que están diciendo, inclusive ustedes mismos, son productos de mi mente. Todo se acomoda de manera adecuada para que yo tenga la sensación de que me rodea un mundo exterior. Y solo voy a cambiar de idea cuando alguien me demuestre lo contrario.Este debate continuó durante los miércoles siguientes. Se convirtió en el tema principal, solo interrumpido con algún comentario sobre la situación futbolística del momento.Felipe decidió un dia que tenía que encontrar una prueba de su idea. Fue a la Facutad de Filosofía, y habló con la primer persona que encontró.- ¿Puede ser que yo sea lo único que existe. Que todo el mundo exterior sea producto de mi mente y nada sea real e independiente de mi? – preguntó -.- Creo que hubo un filósofo que pensaba así – respondió el interrogado-. No recuerdo el nombre ni en que época fue – obviamente no era un profesor-, pero algo de eso leí alguna vez. No se preocupe por esas cosas, amigo – le dijo, mirándolo fijamente, y continuó -, viva la vida como parece ser. No se haga preguntas que no puede responder. Es lo mejor que puede hacer -. Y se alejó rápidamente.No satisfecho con la respuestas, fue a la Facultad de Ciencias Exactas, buscó a alguien con aspecto de profesor y le hizo la pregunta:Esta vez la respuesta fue:- Vea joven, lo que usted dice es imposible de verificar experimentalmente. Haga lo que haga y cualquiera sean los resultados que obtenga, siempre se podrá considerar que son producto de su imaginación y no realidades. Además usted no puede cambiar nada. No se preocupe más y siga viviendo como todo el mundo.Felipe volvió a su casa convencido de que nadie lo podía ayudar. Él solo y solo él; tenía que aceptar o rechazar su idea. Era simple, la aceptaba o la rechazaba. Y decidió aceptarla.Hecho esto comenzó a profundizar en su análisis, y siguió pensando:"Antes de plantearme este problema, había considerado que todo lo que existía a mi alrededor era real. También existía, dentro de mi mente, un mundo imaginario, el de mis fantasías y proyectos. Pero si considero que todo es producto de mi imaginación, debo admitir que ese mundo creado por mi mente tiene dos partes, uno, el de mis fantasias y proyectos y, otro, el de la falsa realidad que me circunda".Resolvió llamarlos, para distinguirlos, mundo imaginario clásico y mundo imaginario pseudorreal.Obviamente el tenía dominio sobre el mundo imaginario clásico pués podía imaginar lo que se propusiera libremente; pero no tenía dominio sobre el mundo imaginario pseudoreal.Satisfecho con la manera que iba desarrollando el razonamiento, continuó."Y si en mi mente hay dos mundos imaginarios, el clásico y el pseudorreal, tiene que haber un límite entre ellos. Y si hay un límite quizá no sea indestructible, y si encuentro la manera de romper ese límite significa que podré empezar a controlar el mundo pseudoreal, o sea que controlaría con mi mente lo que comunmente se llama realidad.”.Esta conclusión lo fascinó. Se sinitió poderoso, dueño de todo. El universo era de élEl miércoles fue al café donde lo esperaban sus amigos, porque él siempre era el último en llegar, y les contó las conclusiones a las que había llegado. Todos se rieron. ¡Ya era el colmo! - ¡Que bueno, lo tenemos a Dios en la mesa! – le empezaron a decir a las carcajadas.Felipe se sonrió, con sus amigos no se podía enojar, en realidad no le importaba mucho la opinión de ellos. En seguida se cambió de tema, Felipe no se opuso, siguió callado hasta el final.Decidió que no tenía que insistir en convencer a sus amgios pues no ganaría nada con ello. Tenía que consultar a los que saben. Buscó en las páginas amarillas de la guía y después de un rato encontró lo que buscaba: “Instituto de investigacines parapsicológicas”, decía con grandes letras. Anotó la dirección y fue para ese lugar. Lo atendieron muy amablemente, el explicó sus inquietudes y esperó ávidamente la respuesta:.- Lo que usted dice es muy interesante – comenzó a decir el parapsicólogo -, nosotros no hemos incursionado en esa línea. La ayuda que le puedo dar – continuó – es permitirle que utilice nuestra biblioteca. Felipe le agradeció y en cuanto se despidió fue directamente a la biblioteca de la institución. Había muchísima bibliografía, leía ávidamente y saltaba de un libro a otro. A algunos los descartaba inmediatamente, otros los leía un rato y después los dejaba. Siguió haciendo esto durante varios días hasta que, en un viejo libro, encontró el tema que lo podía ayudar. Trataba sobre los archivos de la memoria. Se refería así a los sectores del cerebro que almacenan los recuerdos. Esto le sirvió de base para continuar sus deducciones.Todos los dias cuando despierto, pensaba Felipe, no me sorprende el panorama que me rodea. Recuerdo todo perfectamente con todo detalle. También recuerdo los proyectos y las cosas que imaginé en el pasado. Y Felipe continuó pensando con entusiasmo, todo eso está registrado en los archivos que menciona el libro. Con brillo en los ojos continuó, pero entonces tiene que haber un archivos para los recuerdos imaginarios clásicos y otros para los recuerdos imaginarios pseudorreales.Felipe ese dia salió muy contento de la biblioteca. Estaba seguro de que tenía la base para iniciar una investigacion definitiva. Si consiguiera modificar el contenido del archivo imaginario pseudorreal, podría comprobar si se modificaba o no la realidad, y tendriá la prueba que buscaba.Para alterar zonas del cerebro donde reside la memoria, seguramente hay que recurrir al uso de alguna droga, pensó Felipe y decidió ir a consultar a la Facultad de Medicina. Al dia siguiente se presentó en la facultad, y fué al sector de neurología. En un laboratorio encontró a alguien que parecía ser un médico y le preguntó.- Disculpe doctor mi atrevimiento, pero estoy inscripto en un concurso de novelas y estoy encarando, como ficción, el tema de la neurología – dijo Felipe muy correcto.El médico lo observó un momento algo sorprendido, pero quizá por la buena presencia de Felipe y su correcto comportamiento interrumpió lo que estaba haciendo y lo atendió.- ¿Y sobre que aspecto de la neurología trata su novela? – preguntó el médico.Felipe le explicó; lo más brevemente que pudo, su pensamiento pero atribuyéndoselo al protagonista del libro. El médico, pensando que se trataba de una novela de ciencia ficción, lo aceptó como algo normal y continuó la conversación.- Siguiendo su fantasía, ese archivo de la pseudorrealidad, como usted lo llama, debería estar en un área de la memoria mucho más profunda que la del archivo de la imaginación clásica. Aquí, - señaló el médico en una imágen del cerebro, que colgaba de la pared.- ¿Y de que manera se podrían borrar o atenuar los recuerdos almacentdos en él?- Un efecto permanente se lograría solo con cirugía, pero un efecto temporario se podria lograr con esta droga – contestó el doctor mientras hojeaba un manual que había sacado del estante y cuando encontró una página, se la mostró a Felipe.- Espere que la anote doctor – dijo Felipe sacando un libreta de su bolsillo.- Supongo que a ningún lector se le ocurrirá hacer realmente lo que va a leer en su libro – dijo el médico mientras le permitía copiar el nombre del producto -, porque esta droga es muy peligrosa.- Por supuesto que no doctor – respondió Felipe - , mientras guardaba su libreta.Al médico debía gustarle la ciencia ficción porque siguió conversando y Felipe aprovechaba para informarse sobre el método de aplicación de la droga.- Entonces doctor esta droga alteraría el contenido del archivo Ahora le faltaba conseguir la droga necesaria y encontrar alguien que pudiera aplicarsela. Después de varios dias de recorrer lugares y contactárse con distintas personas alguien le indicó un lugar donde podría realizar todo. Era una especie de hospital clandestino donde falsos médicos realizaban cirujías ilegales. Se amputaban o injertaban cosas increíbles en idividuos todavía más increibles. Los consultó y, por supuesto, por dinero hacía cualquier cosa, proveían la droga, hacían la aplicacion, que era bastante compleja, y lo mantenían internado hasta que estuviera en condiciones de salir.Por supuesto todo ese servicio tenían un precio enorme. Pero esto no detuvo a Felipe. Primero pensó en vender su auto, pero como eso no alcanzaba, decidió solicitar un préstamo hipotecario ofreciendo como garantía su departamenteo. Lograría todo el dinero, porque su departamento era moderno, grande y estaba muy bien ubicado frente a la plaza principal de la ciudad.Consiguió el dinero y realizó el pago, pero antes de dirigirse al hospital hizo algo que tenía pensado:A través de la ventana de su departamento, observo la plaza que tenía enfrente. Observó todos los detalles, la disposición de los canteros, las dos fuentes que adornmaban el parque, los edificios que rodeaban la plaza, sus balcones, lo que había en ellos, los colores de las cortinas y todos los detalles que pudo distniguir. Después cerro los ojos y se formó una imágen mental de lo que había visto. Fue recorriendo mentalmente todos los detalles que había visto, luego habrió nuevamente los ojos, volvió a mirar nuevamente ese paisaje, y repitió la operación varias veces.Lo que se proponía Felipe era grabar el panorama que veía desde su ventana. Cuando realmente observaba con los ojos abiertos, grababa lo que percibía en el archivo de la imaginación pseudorreal, cuando lo hacía mentalmente permaneciendo con los ojos cerrados copiaba el mismo registro en el archivo de la imaginación clásica. Lo que pensaba hacer era, después de haberse aplicado la droga, volver a observar la plaza, y comparar lo que vería con lo que tenía registrado en su reproducción mental con los ojos cerrados. Si llegaba a encontrar alguna diferencia, eso significaba que se había alterado el archivo de la pseudorrealidad. quedando probado que la realidad era producto de su mente. De lo contrario, quedaría probado lo contrario. Como el efecto de la droga no se iba a producir en forma inmediata, tendría que repetir esto durante varios días.El paso siguiente fué concurrir el día establecido, para que le aplicaron la droga. El proceso fué rápido. Una vez terminado se sintió un poco mareado por lo que tuvo que quedarse unas horas en repsoso. Luego fué a su casa y, como ya estaba anocheciendo, se acostó. Se durmió rápidamente posiblemente por el efecto de la droga.A la mañana siguiente se levantó, en menos de un segundo recordó lo que había hecho saltó de la cama hacia la ventana. La abrió y observó la plaza. La misma plaza que veía todos los dias. Recorrió todo con la mirada y luego cerró los ojos para reproducir la imagen mental. Nada había cambiado.Siguió haciendo lo mismo cinco dias más, obteniendo siemre el mismo resultado. Ya casi estaba perdiendo la esperanza de lograr algo cuando despertó al sexto dia.Tenía un fuerte dolor de cabeza y estaba muy mareado. Sentía un ruido extraño que lo aturdía. Realmente se estaba sintiendo muy mal. Recordó lo que le había dicho el médico. La droga era muy peligrosa. Comenzó a pensar que había cometido un error en hacer esa experiencia. Se levantó muy lentamente y se dirigió a la ventana. Continuaba oyendo ese ruido extraño. Abrió la ventana y observó.Lo que observó fué una hermosa playa. Las olas rompían sobre la arena blanca, haciendo ese ruido extraño. No necesitó cerar los ojos, era evidente que nada, absolutamente nada, coincidía con el recuerdo patrón. La realidad había sido totalmente modificada y ese cambio había sido producido por su mente. Lo había probado, él, su yo, era lo real, todo lo demás, el universo entero era producto de su imaginación.El dolor de cabeza era cada vez más intenso y se sentía más mareado. Se volvió a acostar y se durmió nuevamente.Una semana después sus amigos, preocupados por su ausencia, lo encontraron en el departamento. Estaba fisicamente en un estado desastroso y además en un estado inconsciente. Lo sacaron y lo llevaron rápidamente a un sanatorio. Lo internaron inmediatamente y quedó en observación.Estuvo una semana en terapia intensiva y cuando los amigos preguntaban por él, los médicos solo decían que estaba recurpeando su estado físico pero mentalmente estaba gravísimoDespués de varios diás más el médico que atendía a Felipe llamó a sus amigos. Felipe iba a ser trasladado a una institución mental. Había perdido totalmente la razón. El médico comenzó a relatar lo que los amgos ya sabía. Las ideas de Felipe de que él era lo único real, y de que todo el mundo que lo rodeaba era producto de su mente. Esto fué un golpe muy grande para sus amigos. Tendrían que haberle conseguido ayuda cuando empezó con esas ideas raras. Ya era tarde. El pobre Felipe estaba internado para siempre.Como Felipe no tenía ningún familiar, sus amigos se hicieron cargo de todo. Pagaron los gastos médicos y se pusieron de acuerdo para compartir los gastos de la internación que comenazabaUno de ellos, que trabajaba en una inmobiliaria, se ocupó de vender el departamento de Felipe. Fué a ver el departamento, pensó que se iba a obtener un buen precio, el departamento estaba en buen estado y además la ubicación era muy buena. Daba frente a la playa y desde su ventana se presentaba un paisaje hermoso. Pobre Felipe, todo lo que se pierde por esas ideas locas.