He de caminar, he de seguir mi destino, pues es allí donde esta el porvenir.Mi vida hecha una piltrafa, mis manos atadas a esta espada, que solo el hedor de la muerte derrama, fria hoja de metal, fria alma de cristal. Solo lágrimas de sangre he de derramar, al saber que atado al dolor estoy. Un enemigo a la vez por derrotar, una batalla más por ganar. Pero, ¿eso me hace ser mas justo?, ¿me hace sentir libre?. No lo se, tal vez nunca lo sepa.Debo seguir, pero a cada paso, más lejos me siento, mas corrupto y manchado....siento frio... siento dolor.... estoy solo.... solo contra mi mismo.Lord Shadow of Darkland. No está por ningún lado. Una parte permanece petrificada ante la impaciencia de no poder ser, sin hallarse. Otra observa los acontecimientos en tercera persona, viendo como el oscuro personaje deambula con la cabeza a gachas y las manos en los bolsillos, dando pesados pasos que lo hunden mas, tratando de alcanzar su alma, antes de desarmarse del todo, o que la tierra termine de absorberlo. La última de las piezas yace postrada en aquel trono estéril y congelado, en la cima del pico más alto, asiendo con firmeza una espada para acabar con el mal y un escudo para proteger de los ataques mas fuertes que pudieran pretender dañar a su hálito de existencia. Al final, los indicios proclaman que cada parte convergerá donde está la última, sin poder hallar nunca la verdad ni formar una unidad, pero teniendo que ser sobre cualquier obstáculo "lo que debe ser". Grises sábanas tendidas en lo alto, de a poco se aglmomeran en arrugas para devorar un agrietado y yermo recipiente desolado, en el que ni siquiera las espinas ni las duras raices encuentran el valor para explorarlo. El tibio brebaje preparado con tanto empeño, hasta ser la más fina y transparente expresión de pureza, no calmará la sed, solo se mofará sobre el cuenco sabiendo que nunca lo absorberá, deslizándose en un vaiven de ritmo perfecto, hasta corromperse con el moho y volver a lo alto, dejando el mal olor y la viscosa repugnancia de esa enfermedad que no sanará. Se agolpó dentro del bosque, hambriento de abrigo jadeaba en la húmeda maleza.Trastabilló entre sus pasos y torpe ingresó en aquella habitación preparada casi conscientemente para él, en medio del bosque, aguardando su llegada. Cayó sobre si con el cadáver en brazos, bufando, nervioso. Miró frente suyo y lo dejó a un lado.¿Qué impulso inicuo podría haber llenado esa noche su corazón de la más negra e intolerante cólera? Sucio, enfermo se encontraba tirado frente a lo que parecía su final, encerrado ahora en una prisión de arboles. La mujer que jadeaba en sus brazos no luchó más, se había vuelto un hilo en el aire, una tela de araña atropellada por el paso explorador del hombre. Buscó encontrarse entre la nada, hallar razón alguna pero cada pensamiento o intento mental le devolvía siempre una gota fría en la espalda. Siempre se vería postrado en el mismo lugar. Dejó el cadáver muy despacio. Temeroso y delicado miró al frente y callado volvió la mirada. Miró a un lado y en silencio al otro, una y otra vez. ¿Qué podría ver en medio de la nada? ¿Qué es lo que buscaba en medio de la nada? El silencio galopó frente suyo, observado por el lago agachó la cabeza esbozando las primeras palabras. -Yo te amaba.- Suspiró al aire.- Yo realmente te amaba. Indefenso me veo postrado cual lacayo traidor esta noche, no merezco esto. El filo cortante del silencio, las carcajadas amortajarme entre sus dientes. ¿Cuán miserable pude volverme por amor? ¿Cuán miserable me he vuelto por amor? Una víctima del coraje, una bestia sedienta de sangre y cólera, de lengua venenosa y manos hirientes. Gélido el corazón me galopa a gritos y yo, no soy así.-Hizo una pausa y, luego de una mueca, continuó arrojando su réplica al aire.-Me siento dichoso. Odio sentirme así. Tú y yo sabemos que la dicha se apagará segundos después en un mar de tristeza. No quisiera extender más esta inútil situación pero hay tanto que nunca te dije. Hay tanto que nunca tuve yo el valor de confesarte, solo veo este como el único momento que alguna vez tendré, un momento desgraciado y teñido de malaria el que me ha sido impuesto, volverá este sádico tris cada una de mis palabras en asquerosa ponzoña, amarga, punzante. Hoy, estos árboles cierran el camino tras de mí, esta será mi celda y como matrona viéndonos nacer, ahora, nos tomará en sus manos para enterrarnos juntos eternamente, cada noche. Por el infinito tiempo frente nosotros, moriremos igual el uno y el otro, silenciosamente. Es mi castigo y es el castigo que yo te impongo a ti, por el ayer, por el mañana.
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