• Analia
anarena
-
-
  • País: Argentina
 
Esa noche venia la Tía Clara a cenar, la mujer más soberbia, coqueta y elegante que yo he visto en mi vida. Exigente como pocas, de carácter fuerte y bastante directa en su forma de hablar. No daba vueltas en decir aquello que no le pareciera bien o no le gustara. Era una persona activa, inquieta y curiosa. No tenía estudios pero se las rebuscaba para aprender sobre todo tipo de temas. No le gustaba quedar fuera de ninguna conversación y menos por ignorancia. Llevaba siempre vestimenta adecuada y solía adornarse con collares y aros. Cuando ella venía a visitarnos yo trataba de vestirme lo mejor posible, porque de lo contrario, siempre tenía alguna crítica sobre la ropa que llevaba puesta y eso me molestaba. Hermana de mi mamá. Unica hermana de mi mamá. No tenían prácticamente relación y generalmente pasaban largos meses sin verse con la excusa de la distancia (las separaba apenas 50 Km.) Creo que el motivo de unión entre ellas era el desamparo que sentían por el fallecimiento de sus padres y la pérdida del paradero del resto de la familia desde hacía ya largos años. Nos habíamos preparado una semana entera para que todo saliera bien. Peceto a la ciruela con papas noaset a la crema. El mantel color marfil, que sólo usábamos en cumpleaños o en las fiestas de fin de año. Y los mejores platos de porcelana que teníamos hace 30 años, regalo de casamiento de mis padres. Llegó el sábado, esperamos a la tía a las 9 de la noche. Horario correcto, para una persona tan disciplinada como ella. Todos estábamos nerviosos. La llegada de la tía nos abrumaba, era como la entrada del profesor al aula antes de rendir un examen o la llamada de nuestro jefe a su oficina. Era un momento dramático, casi trágico. Fuimos a buscarla a la estación de retiro. Cuando paró el tren, mire la puerta y la vi bajar. Llevaba puesta una pollera blanca con una blusa de encaje y un collar rojo y lo acompañaba con un sombrero tan grande que parecía como comprado en México. Las sandalias eran rojas combinando perfectamente con el bolso que traía colgando sobre su hombro derecho. La saludamos y nos fuimos todos desde allí en el auto hasta mi casa. Cuando llegamos tenía unos regalitos para mi y mis hermanas. Tres collares uno más colorido que el otro, corto, casi al cuello, que cuando me lo probe pense realmente cuanto mi tía me querría porque parecía querer ahorcarme con ese regalo! Además no me gustaban los collares y menos tan coloridos. Pero lo acepté y por supuesto con una sonrisa. Ella quería que yo me arreglara más, que sea más fina al vestirme y al mismo tiempo más divertida en cuanto a los colores y formas. Y yo como prefería no entrar en la conversación de siempre, de porque no me arreglo tanto y bla bla bla, le agradecí y le dije que en mi próxima salida me lo podría. Nos dispusimos a comer. La Tía Clara siempre se sentaba en la punta de la mesa. En esos momentos me sentía tan tensa como si estuviera comiendo en la mesa de Mirta Legrand, y la Tía Clara me recordaba mucho a ella. En casa había una invasión de cucarachas. Provenían de la cloaca que justo estaba debajo de uno de los modulares de la cocina. La semana anterior se había hecho una fumigación en toda la cocina, pero cada tanto aparecía alguna cucaracha todavía. Creo que también estábamos nerviosos por este tema. Jamás le contaríamos a la tía lo que nos estaba sucediendo. Sabíamos que pensaría. Sabíamos que nos diría. Iba a pensar que eramos una familia de sucios. Como suele suceder, como cuando se nos rompe una media en medio de una fiesta y estamos con un vestido corto o como cuando nos quedamos sin monedas y no hay kioscos o negocios a la vista para poder viajar en colectivo; asi como suceden estas cosas inesperadas, imprevistas e impensables, sucedió lo que sucedió esa noche. Mamá sirvió la comida en una bandeja y la llevó a la mesa. La bandeja previa a llevarla a la mesa había estado apoyada en el mármol de la cocina un cuarto de hora. Mamá coloco una tabla en la mesa y sobre ella la bandeja con el peceto a la ciruela y las papas a la crema, cuando de repente en el plato que le tocó a la tía Clara, una cucaracha se confunde con la ciruela que rellenaba el peceto. Todos comenzamos a los gritos, mis hermanas y yo salimos corriendo y mi tía Clara fue la única que se quedo petrificada en su silla, no se le movió un pelo. Entonces fue en ese mismo instante cuando nos miró a todos y nos dijo: - “Si ustedes no querían que los visite más, me lo tendrían que haber dicho, no hacía falta que me pongan este bicho en la comida”. La tía nunca más quiso volver a vernos y menos mal porque aún no logramos combatir las cucarachas.
La Tia Clara
Autor: Analia  414 Lecturas
+++
Imagen
Los Anteojos
Autor: Analia  306 Lecturas

Seguir al autor

Sigue los pasos de este autor siendo notificado de todas sus publicaciones.
Lecturas Totales720
Textos Publicados2
Total de Comentarios recibidos2
Visitas al perfil855
Amigos0

Seguidores

Sin suscriptores

Amigos

Sin actividad
anarena

Información de Contacto

Argentina
-
-

Amigos

Este usuario no tiene amigos actualmente.