Todo fué un desenlace desfaortunado.La esperé por cinco horas o más, y nunca llegó. Hacia frío y cada vez que me castañeaban los dientes y mis labios pasaban de un pálido rosa a un grotesco morado-azulado me decía: espera un poco más, siempre hace lo mismo, llegar a la hora no es su virtud, pero a pesar de mi ensayado entusiasmo nunca llegó.Lo sé, ella lo pometió, ella dijo que iría pero nunca llegó.Ven el jueves, le dije, mientras hablabamos por telefono y luego colgó.La esperé, otra vez, pero tampoco llegó. Lo siguiente es predecible. Odié el teléfono por no sonar, patético ¿no?. Odiar un aparato que no suena cuando uno tiene pena es realmente patético, pero quisá así soy, una triste y desdichada mujer patética, hundida en mi propio mundo y donde nada es bueno, fácil ni menos feliz. Pronto vendré dolida y confundida a escribir otro relato de mi vida, mi triste vida, y con un nuevo pero acostumbrado desenlace desafortunado...