La Carta ¡Que llamen rápido a la ambulancia, pobre hombre va a morir desangrado!… Eran los gritos de la multitud al ver aquella camioneta Nissan D-21 estrellada contra un árbol, mientras el vapor que escapaba del radiador de la misma hacía que una nube de vapor cubriera el cuerpo de su conductor, quien a pesar del gran accidente que acababa de protagonizar había tenido las fuerzas para bajarse de la misma y caminar un par de pasos entes de quedar tendido junto a la vereda con un corte en la cabeza que llegaba desde un lado a otro de la frente, cubriendo con sangre la cicatriz que tenía, casi del mismo tamaño… Rigoberto, un hombre de unos treinta y cinco años, de cabeza rapada para disimular su falta de pelo, al verlo a simple vista era un hombre de estatura mediana y en cuanto a su inteligencia, dejaba bastante que desear, pues también era conocido como el loco, ya que había ocasiones en las cuales empezaba a murmurar palabras que nadie mas que el podía entender, o traía al presente cosas que hacia muchos años habían ocurrido, desde hacía un tiempo se había sentido enfermo, tenía dolores de cabeza que lo atormentaban durante el día, muchos doctores le habían dicho que era efecto de la luz, sin embargo una vez que visitó a un neurólogo, este le pidió un scanner, haber si podía descubrir que andaba mal con el. Sin embargo la sorpresa que se llevó el doctor fue enorme, junto a su cerebro, había una pequeña masa, de no más de cinco centímetros, la que afortunadamente estaba en un lugar muy fácil de extraer. El doctor llamó incluso a unos colegas de Norteamérica para comentarles lo que había encontrado en la cabeza de su paciente, llegando a la conclusión que cuando Heriberto estaba en el vientre había absorbido a su hermano. Desde aquella operación, Heriberto no volvió a ser el mismo, ya no hablaba incoherencias, se había vuelto una persona distinta, no sentía cansancio y cada noche se mandaba a cambiar de la casa, es mas había arrendado una casa bien lejos de sus padres, sin embargo, cada mañana llegaba a la casa de estos a buscar la camioneta para salir a repartir el pan como siempre lo había hecho. Su madre le reprochaba mucho que se hubiera ido de la casa, y nunca los hubiera llevado a conocer donde vivía, si tenía una novia, no sabían nada, absolutamente nada de él, salvo que estaba bien y si le preguntaban algo daba media vuelta y se iba, regresando solamente al día siguiente en busca del vehiculo para salir a repartir lo acostumbrado. Un día su madre decidió seguirlo, vaya sorpresa con la que se encontró ahora su hijo se había vuelto homosexual, estaba viviendo con un viejo por lo menos cuarenta años mayor, la pobre vieja, casi se desmayó de la impresión, sin embargo sacó fuerzas de flaqueza y se decidió volver a casa jurándose que nunca le contaría a nadie lo que había visto, guardando solamente para ella la belleza y enormidad de la casa, tenía un jardín inmenso, un patio de al menos cien metros de fondo, era como si la casa estuviera en medio de un parque. Una tarde, Heriberto llegó a la casa, y no había quien le recibiera con los brazos abiertos como era la costumbre, entró a la biblioteca y allí estaba la caja de fondos con las llaves puestas, y sobre el escritorio una carta aun sin sobre, y la pluma sobre esta; Querido Heriberto, Debo viajar a Suiza. Las razones del porque no te pedí que me acompañes no te las puedo explicar, sin embargo te pido me tengas paciencia porque pretendo regresar pronto. Como sabes últimamente no he estado muy bien de salud, motivo por el cual debí adelantar mi viaje, eres y serás el amor de mi vida, es por ello que dejo las llaves de la caja de seguridad puestas, para que puedas tener acceso a todo lo que necesites, las llaves del auto tu sabes donde las guardo, y ten en cuenta que puede haber envidiosos que pensarán mal de ti es por ello que te pido que guardes bajo llave la carta. Un beso. Siempre tuyo. Osvaldo Utorriegorriaga Aquella tarde Heriberto se sintió muy cansado, como si hubiera estado trabajando un día completo como lo hacían sus tíos en el campo, era como si le hubieran dado una paliza, le dolía la espalda, las brazos inclusive los dedos, apenas puso la cabeza en la almohada cerró los ojos. Aquella noche tuvo sueños bien desagradables, casi como si hubieran sido una pesadilla, soñó que estaba en un bar y había conocido a una rubia estupenda, que vestía un corto vestido, rojo y que sin demora la había llevado a su casa, ya que ahora no estaba el dueño del hogar, podía dar rienda suelta a sus deseos carnales con el sexo opuesto, ya empezaba a tener sexo por segunda vez cuando al mirar bajo la almohada estaban las llaves de la caja fuerte, y de pronto se abría la puerta y allí estaba Osvaldo, apuntándolos con una pistola, y al momento de disparar un trueno se confundió con el sonido del arma sacándolo de aquella pesadilla. Pasaron dos meses desde que Osvaldo se había marchado y ni siquiera le había llamado, una vez para saber como estaba la casa o como estaba el perro regalón, para Heriberto la partida de Osvaldo había sido la completa liberación, ya que ahora tenía dinero, auto de lujo al cual cualquier mujer se subía con la predisposición a tener sexo con el él. La noche estaba bastante avanzada cuando a la distancia divisó la silueta de una mujer, esta en primera instancia se negó a subir al auto, pero ante las palabras de Heriberto decidió a acompañarlo a tomar un trago a su casa, para quedarse por un tiempo indeterminado en el lugar. Bueno no podemos olvidar taal como había dicho que Heriberto cumplía sagradamente con su trabajo, a pesar que ahora tenía dinero, y todos los días hacia la ruta del reparto, cuando de pronto al mirar por el espejo retrovisor vio el parpadeo de unas luces azules, las que pronto desaparecieron, deben ir siguiendo a algún malandrín, cuando al mirar nuevamente vio que estaban muy cerca de él. En un acto de locura pisó el freno de su camioneta haciendo que los detectives se estrellasen contra s vehiculo, para salir huyendo a toda velocidad, sin tener la suerte, el vehiculo policial pudo seguirle, por cierto a una velocidad un poco menor ya que los policías habían quedado algo atontados con el golpe. Las calles se habían convertido en una autopista para Heriberto, cuando de pronto, le ocurrió lo que hacia mucho tiempo no le ocurría, su mente quedó en blanco y continuó con su loca carrera hacia la casa de Heriberto, de pronto recuperaba la consciencia y de pronto la volvía a perder, cuando muy cerca de la gran casona su mente se volvió un pañuelo en blanco, logrando reaccionar cuanto su cabeza golpeó contra el parabrisas de su camioneta Nissan D-21, la cual se había estrellado contra un grueso árbol. ¡Que llamen rápido a la ambulancia, pobre hombre va a morir desangrado!… Gritaba la gente que había llegado al lugar, Heriberto a pesar del gran golpe había logrado salir de la camioneta y posarse en el suelo, justo el en lugar donde el viento llevaba el vapor del radiador de la camioneta que se había echo añicos, tenía un corte que cruzaba de un lado a otro la frente, un poco mas arriba de la cicatriz de la operación que le practicaran tiempo atrás, intentaba sentarse pero se caía de espaldas, mientras que entre nubes miraba como se acercaban rápidamente las luces azules y blancas parpadeantes, de improviso se puso en pie, caminando afirmado de la reja los veinte pasos que lo separaban de la puerta de la casona, no sin dificultad abrió la puerta dejándola abierta, afirmándose en los muros logró llegar a la biblioteca, fue allí donde escucho unos golpes, al abrir la puerta que comunicaba a una sala secreta de libros encontró a Isabel, la joven que se había quedado a vivir en la casa, estaba atada de pies y manos mientras una mordaza cubría su boca. Heriberto dejó la puerta de aquel lugar abierta para abrir la caja y sentarse luego en el escritorio, sosteniendo con ambas manos la carta que le dejara Osvaldo. Mientras se escuchaba como los policías entraban en la casa y gritaban que se quedara quieto porque iban a disparar; Heriberto Chandía se le busca por la desaparición de Osvaldo Utorriegorriaga, Camila Llorente, Francisca Flores, Carolina Bilbao, Jean Veliz, e Isabel… Señor poli-po-po-policia-dijo Heriberto a punto de desfallecer-Osvaldo viajó a suiza, lea esta ca, ca, carta. El policía dirigió su mirada a una hoja en blanco, manchada con sangre, que Heriberto sostenía entre sus manos, mientras se desplomaba sobre el escritorio, quedando allí con la vista fija en el jardín, para siempre. Fin. Caranndor
"por la razon o la fuerza"es lo que reza el escudo de este mi pais llamado Chile,es en estos momentos en que me pongo a pensar si no debiera cambiarse "por la fuerza de la razon".aunque parecen frases muy parecidas son muy distintas entre si,y es en estos momentos donde toma mas fuerza, ya que la violencia utilizada por Israel está haciendo un daño enorme y como siempre y en toda guerra, ya sea declarada o no, quienes sufren son los inocentes, en este caso niños y personas que en muchas ocasiones no tienen nada que ver, siendo sus armas el esfuerzo y la esperanza de poder vivir y ver crecer a los suyos en paz.Me pregunto y los llamo a preguntarse si un niño que crece mutilado a causa de una guerra sin sentido podra crecer y vivir en paz, o seran las cicatrices quienes alimenten el odio y nuevamente cobre validez la "razon o la fuerza"
Textale Se dice que las langostas son una plaga, ya que todo consumen a su derredor, en fin ellas lo hacen por la supervivencia de su especie, en cambio nosotros quienes nos consideramos una raza “inteligente” estamos destruyendo todo lo que nos rodea, es nuestra culpa la extinción de muchas especies y la contaminación de nuestro entorno, nuestro ego nos lleva a cometer muchas locuras, atacamos sin pensar el daño que podemos hacer, o lo que considero realmente repugnante es hacerse pasar por muerto para obtener un poco mas de lecturas como hubo un caso hace un tiempo, yo tengo el defecto para algunos sin embargo yo no lo considero así y es el creer en las personas, debo confesar que caí como un vil necio en esa jugarreta, a la cual no había sido invitado, es mas sentí un gran dolor ya que vino a mi memoria los duros momentos por la perdida de mi madre. Inclusive me di un tiempo para escribir y dedicar un poema, acto que consideré correcto, también les confieso que recibí un mensaje por privado, del perfil llamado Cemento, no venía ninguna frase de agresión, solamente me decía que no fuera ingenuo. Hace un tiempo miraba téxtale y me sentía orgulloso de la cantidad de actividad que había a diario, ahora sin embargo miro con pena la poca actividad que hay. Hay textos que son de una calidad extraordinaria y sin embargo tienen una décima parte de las lecturas que tiene un texto dedicado para atacar a otra persona o uno que se escribe para pasar por victima. No soy quien para decir lo que deben o no deben hacer, si es un acto moral o inmoral atacar o hacerse la victima, solo se que ambos actos son realmente patéticos pues ambos tienen como fin ser los mas leídos de la semana o de el mes. Un cordial saludo y reitero mi llamado a no destruir este espacio. Caranndor
Te he esperadodìa a dìamomento a momentopero te escapaste ausentas como aguaentre las manossuspiro lejanono se si te soñèo en realidad exististeapareces de prontopero nunca de frentete veo, te leopero acaso eres Tùaquel que decìaamarme por siempreo tal vez fue un sueñoun bendito consueloen mis noches de insomniode tristeza, de abandonosi aparecieras de nuevote estarìa esperandopara llenarme de sueñosde melodìa, poemasde amores, de suspirospero no lleguesy digas son solo recuerdosno seas infame se Tuel Caballero amorosoel que me acompañabaen mis cuitas, el que enjugabami llanto mi rayo de luz, se Tu te lo pido 17 de Julio de 2010 Mèxico
Te vas como el agua entre las manosno puedo retenerte y solo te vasdejando una estela de añoranzasde recuerdos suspendidos en el airede vivencias sin sentido de sueños locos en momentosde dentro, del alma y corazònte vas, y te lloro como a un muertoy contigo muero a cada instantepoco a poco, mis ojos estàn secosy mi alma adolorida y perdidate vas como agua entre las manosy no puedo retenerte, solo te vas
Para el momento en el que la luna se pudo asomar entre las nubes por un momento, dejándose ver o corriendo a las nubes para mirar la batalla, fue el momento en el que sonó un cuerno, era este cuerno el del general Daránndor quien luego dijo:-quiero que una oleada de flechas sea quien ilumine a nuestros enemigos para que luego que las flamas los iluminen las flechas den de lleno en ellos. Si bien tenemos muchas flechas no quiero que estas sean desperdiciadas, “por la victoria y por la vida y la de quienes se ha extinguido”. Para el sonar por segunda vez del cuerno fue cuando salieron desde el interior de los muros del castillo las flechas en llama, estas al iluminar el campo dejaron al descubierto a los miles de hombres que aguardaban en las afueras, aun no caían al suelo, es mas mientras las flechas iban volando en el aire los payatzals empezaron también con su ataque. Los payatzals estaban divididos en pequeños grupos, los que dejaban unos pasadizos para que quienes portaban las escaleras para trepar los muros pudieran avanzar sin contratiempos, para el momento en que estos pasaron llevando su cargamento, se volvieron a juntar sin dejar un solo pasadizo al descubierto, los arqueros de Daránndor por su parte intentaban derribar a la mayor cantidad de hombres posibles para que ni siquiera llegasen a los muros con sus escaleras, pero por cada payatzals derribado había otros para que tomase su lugar, y no tardaron mas que unos momentos en poner algunas escaleras apoyadas en los muros, para luego trepar rápidamente por sus peldaños. Sin embargo sólo alcanzaban a poner sus pies en los últimos peldaños cuando la madera de los flechas los hacía perder todo lo avanzado llevándolos en un vuelo mortal. Si no encontraban la muerte por las flechas era la caída en si la que les daba cobijo para terminar así con su dolor. También se podía ver a quienes había sido herido por las flechas ardientes, siendo muchos de ellos consumidos por el fuego, se podía ver como se retorcían cual gusanos al sol, ellos esperaban que una flecha enemiga o un brazo amigo terminara de una vez por todas con su sufrimiento. El triunfo en pos de quienes defendían el castillo era inminente, pero un sonido penetrante hizo palidecer hasta al mismo Daránndor, era el grupo de los cien, un grupo de hombres que el mismo Daránndor había entrenado durante cinco años, pero un día estos hombres fueron tentados por la ambición del poder y Daránndor debió desterrarlos porque inclusive se sentían superiores al rey Dénnator y osaron desafiar la autoridad de Dáranndor. Estos hombres venían con escudos y a su alrededor un gran numero de hombres protegiéndolos, es decir recibiendo las flechas que les lanzaban al grupo de los cien, sacrificaban sus vidas por proteger a los arqueros. Arqueros-gritó Dáranndor-apunten al grupo de quienes portan una bandera como la nuestra, los hombres lo miraban preguntándose como podremos saber quienes llevan una bandera de los arqueros si la noche sólo nos deja ver sombras. Aun los hombres no salían de su asombro por lo dicho por su general cuando del arco blanco de Daránndor salió una flecha encendida, mientras ésta surcaba el cielo los hombres apuntaban sus arcos buscando el blanco que iluminaría la flama de la flecha. Contrario a lo que todos creían que quedaría enterrada junto al suelo, quedó enterrada junto al madero en el cual ondeaba la bandera, alcanzando con su flama a la misma propiamente tal, la que empezó a arder bajo la estupefacta mirada de todos quienes seguían su destino. Los arqueros que una vez estuvieron bajo las ordenes de Daránndor y ahora luchaban contra él y su gente miraban como la bandera a la que por años ellos habían portado y mediante la cual cultivaban el odio hacia el general que los había desterrado estaba en llamas, en tanto quien era el portador del estandarte la tiró junto a la hierba para apagar la llama con sus pies. Apenas la bandera tocó el suelo, su portador se desvanecía sobre ella, con una flecha enterrada junto a su pecho, la chispa del odio pareció acrecentarse al ver que el mismo que los había desterrado, quemaba su estandarte y daba muerte a su portador, ya que fue una de sus flechas la que dio muerte al portador del estandarte. La ira era tal que uno de los hombres salió de su refugio tras los escudos y se inclinó para hacer a un lado al hombre que había caído sobre la bandera, es mas con su propio cuerpo inerte apagó las llamas. Con una furia tal, tomó al hombre y lo apartó de la bandera, la que estaba con gran parte quemada, extendió sus mano para asirse del madero y llevar lo que quedaba de bandera a lo mas alto, sin embargo Dáranndor apuntando una nueva flecha, una vez que llegó a su destino atravesó la mano de quien la sostenía en lo alto. Con su mano herida y a pesar del dolor la levantó cuanto mas pudo, siendo aquella su última afrenta a Dáranndor ya que una flecha disparada desde el arco blanco entró en su pecho. Los ojos del herido parecían perderse cada vez que parpadeaba mirando los muros del castillo, en sus pupilas podía verse reflejado el fuego de las flechas surcando el cielo, para finalmente desplomarse tan cerca del que un día fue su hogar y debió luego abandonarlo por haber sido presa de las garras de la ambición. Para el momento en el que el rostro del arquero tocó y besó por última vez la que fue la tierra que lo vio crecer, ahora abría sus brazos para recibirlo nuevamente, sin que a ésta le importase que hubiera sido un traidor. Para los traidores ya no había bandera que flameara, ahora eran tan solo unos hombres criados en las tierras de la montaña corcovada, pero al fin enemigos de su propia sangre, enemigos de su propia tierra, enemigos de sus hermanos, enemigos de sus padres, enemigos del maestro que les enseñó a disparar con el arco. Con el sonar del cuerno de los arqueros que acompañaban a los payatzals era como si un grito saliera de las entrañas de la montaña corcovada, ya que sería la primera vez que las flechas de los hombres de Daránndor serían usadas para derramar la sangre, la misma que corría por sus venas, pero a ellos parecían no importarles a quien dieran las flechas, si había dado en un hermano un tío o inclusive en el pecho de su propio padre, para ellos era igual, las ansias de venganza los había enceguecido y su corazón se había vuelto sin sentimientos. Las flechas de los hombres venidos con los payatzals estaban haciendo estragos en un sector del muro del castillo, oportunidad que era aprovechada por los payatzals para posar las escaleras y de una vez por todas entrar al castillo. Los arqueros estaban a pocos pasos del muro y desde allí tiraban sus certeras flechas. Dáranndor desesperado al ver que los enemigos se empezaban a meter al castillo, corrió al lugar a donde estaban cayendo sus arqueros, había llegado el momento que el maestro se enfrentara a sus aprendices. Los hombres que habían a su alrededor iban cayendo uno a uno, parecía que el general se quedaría completamente solo para enfrentarse a los que fueron sus alumnos, pero quien había llevado a sus hombres caminando hasta el mismo castillo corrió a luchar a su lado, fue así como Daránndor y Molldarr quedaron cada uno de ellos con su arco enfrentándose a los enemigos, hasta que de pronto les llegó refuerzo, los arqueros que acostumbraban acompañar a Daránndor llegaron a su lado para combatir. En el horizonte ya se podía ver que no faltaba mucho para que el sol asomara entre las montañas, motivo por el cual ya era posible mirar al rostro a los enemigos, había un joven en especial, había combatido largo rato al lado de Daránndor… El campo estaba sembrado de cuerpos de uno y otro bando, pero los payatzals no habían logrado su objetivo de tomar el castillo, siendo los arqueros que un día pertenecieron a la montaña corcovada los que mas se acercaron a dicho fin, pero por mas escudos que usaran para protegerse, sólo quedaban unos cuantos con vida, éstos tomaron sus escudos para poder correr y trepar con mayor facilidad por las escaleras, fue ese el momento en que fueron casi todos aniquilados, excepto por uno que logró trepar y entrar al castillo. Dáranndor no se había percatado de lo sucedido, y mucho menos se había dado cuenta que el arquero lo tenía como blanco, pero el muchacho que se encontraba a su lado si pudo ver que la vida de su general estaba en peligro, sin mirar a la cara a su enemigo tensó su bordón. Las flechas tanto de quien apuntaba a Daránndor como la del joven que luchaba junto a él salieron a mismo tiempo de sus arcos, Daránndor pensó que la flecha del traidor iba hacia él pero dio en medio del pecho del joven que se encontraba a su lado, el general quien se encontraba con su bordón tensado para enviar también una flecha, lo soltó al ver que tanto la flecha que había enviado el payatzals como la del joven de la montaña corcovada habían dado en el blanco. Daránndor intentaba sostener entre sus brazos al muchacho para que no se desplomase, fue entonces cuando al mirar al joven al rostro pudo ver en sus mejillas rodando un par de lagrimas, luego volteó su mirada quien había disparado la otro flecha que lo había herido, lo vio de rodillas desplomándose lentamente, Dáranndor lo reconoció y fue entonces sólo entonces cuando comprendió porque de los ojos del muchacho corrían lagrimas, ¿Por qué?-gritó Daránndor-porque tenían que morir, porque tenían que matarse con sus flechas, si eran hermanos. Por favor general-dijo el muchacho-ayúdeme a caminar hacia mi hermano. Quien también y luego de disparar su arco se dio cuenta de su error, también de sus ojos rodaban algunas lágrimas, éste último, afirmándose en su arco intentó ponerse en pie pero se tumbó al suelo, el muchacho por su parte también alcanzó a dar un par de pasos y calló, ambos estiraban su mano derecha como si quisieran alcanzarse, pero la muerte llegó primero a buscarlos, quedando ambos con sus manos extendidas, el uno hacia el otro. Molldarr al verlos dio un par de pasos para acercar al joven arquero ya muerto hacia el cadáver de su hermano pero Daránndor lo detuvo, y le dijo: si los dejas que se toquen sus manos nunca lo sabrán, déjalos que sigan con la esperanza que un día se reencontraran.
Adiós hijo mío (recuerdos de la despedida de mi abuela a mi padre) Despierta hijo mío, abre los ojos, mis manos no tienen fuerzas para seguir aferradas a la madera que te encierra, mis piernas ya no son tan ágiles para seguir tus pasos, escucha que te hablo, no sigas con tus ojos perdidos tras los parpados, hijo mío como quisiera acariciar tu rostro en vez de golpearlo como lo hacia cuando eras niño, te pude besar tantas veces y ahora que no te tengo lo deseo, quiero sentir tu aroma por última vez antes que se confunda con el de las flores que te rodean, mira mis ojos ¿los recuerdas? Recuerdas aquellas lagrimas que cayeron de ellos cuando debí despedir a tu hermana, yo pensaba que mis lagrimas que se habían extinguido al igual que mi alegría lo hizo por cuarenta años, hijo mío se que no puedes abrir los ojos para mirarme, pero cuando te reúnas con tu padre y tu hermana diles que me dejaste sola y no pudiste despertar para mirar siquiera mis lágrimas.
Para Joaquín Fue tu vida como gotas de rocío Que adornaste con tus risas a las rosas, Fuiste agua, fuiste aire, fuiste tierra Fuiste el sol entre la niebla. Hoy te busco y no te encuentro, Hoy te veo jugueteando con el viento, Veo tus manos que acarician El cabello de tus padres, Veo tus ojos entre estrellas titilantes. Más no podrá tu recuerdo Vivir sólo en la memoria Ya que es frágil como pétalos de rosa Mas yo sé que tu recuerdo Es más firme y duradero Que huella sobre roca. No habrá tiempo, no habrá lluvia No habrá fuego, no habrá viento Que se lleve tu recuerdo, Aún te veo correteando por la plaza Aún te veo jugueteando por la casa, Cuando escucho el trinar de los gorriones Me recuerdan a tus llantos y canciones. Ahora se que estas en los jardines, Cortando algunas rosas y jazmines, Harás rondas con lo ángeles Tomados de las manos, Harás olas con el viento por los prados. Fue tu vida trigo fértil en los campos, Fue tu vida la semilla, fue tú partida el arado, Tus lagrimas el agua, la tierra tus manos, Al mirar verdes espigas en el campo, Sé que fuiste un ángel que ha marchado. Eres ahora como gotas de rocío, Porque bajan a la tierra en el crepúsculo Y nos miran, eres ahora como gotas de rocío, Pues bajan a la tierra en el crepúsculo Y nos besan, eres como gotas de rocío Porque bajan a la tierra en el crepúsculo Y al salir el sol al cielo se regresan.
muchas Gracias por tu comentario Daih, te lo agradezco de todo corazón, amiga mía hAAAA lo había olvidado el texto despedida que es para casi cortarse las venas no se si lo has leído me basé en uno de tus textos el cual contaba cuando tu pareja había tomado la maleta y tu seguías en el sillón....
Muchas Gracias, Caranndor.. Muy linda tu poesía... y al iguak que tú! Espero serlo espero ser poeta.. al igual que todos ustedes, Gracias... y por siempre Seguidora tuya Nooooee (:
daih
Caranndor
Nooemar Hevia
leticia salazar alba