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 Cuando no se edifica sobre piedras ¿qué sucede?  Sucede lo que ocurre a los niños en la playa cuando hacen castillos de arena, todo se viene abajo, no tiene consistencia. papa Francisco Santa misa pro Ecclesia Dr. César Sánchez Galeana   Después de seis siglos asciende el primer papa a ocupar una sede vacante debido no a la muerte de su predecesor, si no a una “renuncia”. Es un papa peculiar, podría decirse inesperado, a pesar que hace ocho años fue el segundo en la votación del cónclave y decidió ceder sus votos al primero y lo entronizó, Ratzinger, el papa que llegó cansado. Jorge Mario Bergoglio llegó desde el lugar más lejano del mundo sin ser visto por nadie, pero la curia estaba en busca de un hombre mediático, otro Juan Pablo II que viniera a rescatarlos. Resultó ser un hombre de setenta y seis años, argentino, jesuita y asceta como el otro Francisco, el de Asís. De complexión grande, que mira tras cristales, de sonrisa esquiva y talante conciliador, muy parecido a aquél que el 17 de octubre de 1978 decidió llamarse Juan Pablo II, en honor a su predecesor que murió de súbito a 33 días de su pontificado y sigue siendo centro de variadas teorías de conspiración; el hoy beato tiene un camino espinoso al canon debido a su omisión en el castigo a sacerdotes pederastas, como el infame Marcial Maciel. Francisco no llega inmaculado como la sotana con la que pidió a los fieles del mundo rezaran por él. Transitó durante la dictadura militar argentina, cuando se persiguieron a sacerdotes y seminaristas por caminar entre los pobres y encender ideas revolucionarias. Hombres y mujeres desaparecían, para ser torturados, muchos no regresaron a sus congregaciones. Mujeres en gravidez avanzada fueron sustraídas junto con sus frutos para ser ofertados a otras familias. En esos días, dos sacerdotes que fueron secuestrados y torturados en la Escuela Mecánica de la Armada (ESMA). El joven Bergoglio, entonces Principal de la Compañía de Jesús, se entrevistó en dos ocasiones con el dictador Jorge Rafael Videla. Se generaron suspicacias sobre la colaboración de Bergoglio con el régimen, y el silencio de la Iglesia “oficial”. Luego, acusado de  de omisión y abandono a los sacerdotes Orlando Yorio y Francisco Jalics por la  catequista María Elena Funes declaró sobre el tema ante el Tribunal Oral número 5. Bergoglio aseguró que durante su entrevista con el dictador Videla abogó por la liberación de los sacerdotes, y que, tras su intercesión, los sacerdotes fueron liberados al día siguiente. Sin embargo, sus detractores le preguntan por qué tardó cinco meses en apersonarse. A pesar de esa sombra que lo persigue, Bergoglio, ha presumido ser un sacerdote austero de zapatos gastados y trajes viejos, que camina entre los miserables de Hugo y los olvidados de Buñuel para dar misa al aire libre en la villas para prostitutas y mendigos, como se supone que debe ser. Ajeno a los autos de súper lujo que pasean a sus pares entre sus rebaños, Bergoglio es famoso por transportarse en el metro, pagando su pasaje y asido a los pasamanos impregnados de los sudores del pópulo. Los estallidos de júbilo en las calles rioplatenses, el beneplácito de la gente, las lágrimas emocionadas de su hermana, y los vítores hinchas de un Maradona que desde ya, hace planes para encontrarse con su “par” y un Nicolás Maduro que declara en televisión nacional que su padre (sabemos cómo se le llama al hijo no reconocido), Chávez, cara a cara con Jesucristo intercedió (o ejecutó un golpe de estado celestial para quedarse con las llaves de  San Pedro): ”No sé, nosotros sabemos que nuestro comandante ascendió hasta esas alturas y está frente a frente a Cristo. Alguna cosa influyó para que se convoque a un papa suramericano. Alguna mano nueva llegó y Cristo le dijo: bueno, llegó la hora de América del Sur. En cualquier momento convoca una constituyente en el cielo para cambiar la iglesia en el mundo y que sea el puro pueblo de Cristo el que gobierne el mundo”.   El primer papa americano en la historia,  llega a una iglesia sumida en la mayor crisis que hubiera conocido. El cónclave cardenalicio encerrado con tres candados tuvo que echar mano de una estrategia de marketing divino para ungir un papa de arrastre popular ala Karol Wojtyla (físicamente parecido, carismático y proveniente de una región exitosa para la franquicia, latinoamérica: paquete completo). En la pasarela de los 115 en sus vestidos rojos resultó electo, con la mano de Dios, el argentino para ocupar el Obispado de Roma, que en realidad nadie quería; ni Benedicto XVI socavado por el cúmulo de reportes de todos los rincones del planeta sobre las manos y las entrepiernas inquietas de los prelados; agobiado por la alquimia financiera y la corrupción apocalíptica de la curia burguesa de oropel de una iglesia inmensamente rica en dinero, pero paupérrima en valores, ética y lo más importante: la extraviada fe. Un Benedicto XVI que a diferencia de Juan Pablo II, sí se quiso bajar de la cruz (o lo bajaron) para enfocarse ahora a pasear por los jardines vaticanos flanqueado por su secretario particular. Saludamos al papa que salió al balcón de la basílica de San Pedro sin los accesorios del poder, al igual que Juan Pablo I, el brevísimo (esperemos no sea una maldición con cuenta regresiva fija en 33 días). El papa que como Juan Pablo II, será laxo en los protocolos, unido al pueblo, entrañable y carismático. El papa que  a diferencia de Juan Pablo II deberá resolver pronto sobre la corrupción de su pares que lo pontificaron. Llega un Francisco a suceder al Benedicto XVI atado de manos ya sea por compromisos o la capacidad física mermada por 86 años de vida. Es tiempo de transformación, de hacer diferencia con Juan Pablo II, que omitió encaminar a la iglesia sobre los temas de aborto, anticoncepción y matrimonios homosexuales; de hacer diferencia con un Juan Pablo II que ignoró todos los señalamientos sobre Marcial Maciel et al que luego Ratzinger tuvo que forzar al retiro y al recogimiento espiritual en su casita. Aunque de primera impresión Francisco y Juan Pablo II son mediáticamente parecidos, en los detalles deberá diferenciarse para bien; pueden ser ocho, o cuatro, o diez diferencias, que deberán ser contundentes.  Aunque ha profesado una política ultra conservadora con los grandes temas sociales de la iglesia (que lo enemistó con los Kirchner), deberá ponderar muy bien si desea guiar una iglesia modernizada y tolerante, donde quepan más seguidores que la abracen, o en cambio, seguir con la iglesia retrógrada y corrupta edificada sobre un banco de arena. Será su responsabilidad transmutarse en el nuevo Pedro y edificar sobre piedras una nueva Iglesia, o verla terminar por desintegrarse,  como arena entre los dedos.

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