01/V/08 Vampiresa Hija de la Noche, caminante de las sombras, ningún sendero es demasiado oscuro para tus ojos de azul iluminados. Por senderos olvidados te deslizas igual que una leona a punto de tomar a su presa, atravesando esquinas y callejones en busca de tu inocente alimento. Sin nadie que lo pueda ayudar, atraes a su mortal ser hacia ti. No existen engaños ni proposiciones baratas, únicamente la luz etérea de tu mirada le llaman a entregarte su vida gustosamente. Criatura de ojos felinos y mirada penetrante, te abalanzas a degustar de tu cena delicadamente; acariciando la mejilla de tu Víctima, la cual se ha enamorado fugazmente de la Belleza perteneciente a un ser vagando entre el mundo de los vivos y el Reino de los Muertos; no se ha dado cuenta de que lo que le espera. Cual madre que se dispone a Invitar al viaje por Tierras Oníricas a uno de sus hijos, lo recibes en tu seno. Su cabeza se posa sobre el hombro pálido y frío igual que la brisa de Noviembre, cerrando los ojos, la débil bestia llamada hombre provoca el sobresalto de un corazón muerto, llenándose de frenesí al encontrar tan cercano el anhelado premio de un cuello palpitante y rosado. Las brillantes dagas de marfil dentro de tu boca, se iluminan con la Luna, precipitándose hacia el platillo ya servido sobre una mesa de concreto. Pareciendo una niña al abrir su regalo de cumpleaños, no hay delicadeza con la envoltura, tus colmillos desgarran el cuello de tu enamorado, permitido que salga libremente el flujo carmesí; lo bebes sin miramientos, el tiempo se detiene por el placer de éste manjar surcando tu garganta y dando calor a tu existencia mortecina. Uno más es lo que piensas al dejar ya el plato vacio. La Noche aún no termina, aún hay muchos platillos para saciar el hambre en tu interior. Uno más, sólo… uno más… Francisco Arturo Montoya Arciniega Chronos 28/XI/09 Esta Mañana desperté con Miedo Esta mañana al despertar un sentimiento recorrió todo mi Ser, subiendo por la espina dorsal y paralizándome por un segundo, era miedo, uno que no puedo describir y el cual para mi resultaba desconocido, al intentar levantarme de la cama, no pude sino, quedarme inmóvil, permanecer en el mismo punto por más de un minuto, dándome cuenta de que no se trataba de un solo temor sino de varios. Miedo al ver que en mi lecho el único que se encontraba era Yo y no importarme; miedo al no sentir más tu caricia y aún así sentirme reconfortado con el tacto de las sábanas; miedo por no desear escuchar más la voz que solía ser melodía de mis días, sumergiéndome en la belleza de notas más armónicas y dulces; miedo al saberte ajena y que un sentir indiferente sea lo que ahora acompañe tu recuerdo; miedo al ver que el Luto ha terminado, que ninguna caravana fúnebre siguió tus pasos, viéndome solitario no lo estoy y nunca lo he estado. Pero mi mayor miedo es éste, que no tengo miedo y que los recuerdos son sólo eso; no temo al mañana con su amanecer de rayos rojizos, pues en el preciso momento en que mi mano dejó la tuya, comencé a vivir la realidad del presente, iluminado por la belleza de mi propia luz. Francisco Arturo Montoya Arciniega Chronos Este usuario no tiene textos favoritos por el momento
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