Ese trance que te sumerge en un mundo de sentimientos y sueños inalcanzables, donde te abandonas a ti mismo para dar vida al personaje.
Olvidando el presente, perdiéndote entre los ayeres, en las líneas que aun no se escriben, en las letras que se plasman a diario y que sin embargo resuenan como ondas huecas en el frio lápiz del guionista aquel que se divierte, haciéndonos títeres de los caprichos salvajes o tal vez dulces de su retorcida mente.
Haciendo encarnar lo que no eres, a veces el artista celebre, otras el payaso que a nadie divierte...
Al término de la función, cansada sin ganas de moverte, levántate, la actuación por tu propia pluma sigue, levanta el telón, desempolva el antifaz, aquel que tiene los rostros que todo el mundo quiere ver.
El rostro ese lleno de angustias, miedos y lagrimas, guárdalo en tu maleta que nadie lo vea, no permitas que te vuelvan esclavo al saber tu verdad, levanta la cara, sonríe, aquí no ha pasado nada comienza la realidad, aquella en el que todos somos humo esparcido en la nada.
Jugando a ser los grandes actores, convirtiéndonos en simples bufones de la adversidad...