El manojo de mentiras se empapó y ancló en la arena. Una ola curiosa lamió su extensión y lo dejó abierto, expuesto; un “te amo” gigante alcancé a leer entre tintas empañadas y más abajo “un adiós”
Los pies se hundieron  en la espesa arena y sin manos amigas dejé que me comiera. Sentí entrega en ese acto, abandono de armas pesadas, brazos demasiados largos y sin fuerzas. Libertad de alguna manera.
 En el horizonte las nubes adquirían un extraño tono rosado y de mis ojos la sal arrastró el color. Con el rostro helado dejé que el frío se convirtiera en hilos de hielo, no sequé ni una de mis lágrimas; dejé que brotaran y que se mezclaran con el mar que las venía a buscar. Tenía que derramarlas a todas; una por cada mentira, rebasarían la inmensidad.
La carta totalmente desintegrada, en las olas sus palabras desparramó. Ellas a todos contaron el motivo de tu adiós y ,rabiosas e insistentes,  golpearon con fuerza sobre las piedras para borrar tu nombre junto al mío, ambos encerrados en un corazón.
 El dolor se fundió en el paisaje tiñéndolo de rojo sangre, adoptó todo el mismo color.  Sumergida en la desesperanza me desangro sin heridas pero  floto  sujetándome de la  razón.
La ceremonia es sólo una despedida, lágrimas de protocolo le prometo a mi corazón. No vale la pena, me dije, las olas ya borraron su nombre ¿Cómo no lo voy a poder hacer yo?