Ocasional mente pienso en la muerte, en el desastre que causa a nuestro paso, el dolor, la soledad; y me produce un poco de temor; pero es tan real, esta a nuestro paso siempre, como enseñandonos que la vida es corta, que el tiempo vale oro y con facilidad lo desperdiciamos. 
Creo en mi caso muy particular que me da miedo la perdida de un ser amado más que  pensar en la mía. He perdido ya tantos seres amados y pasado tantas soledades que me estremezco solo de imaginarlo.Todo tiene su principio y su final, es inevitable, pero me cuesta aceptarlo por que duele el alma, por que por cada perdida queda en el corazón un espacio vacio, una herida profunda que jamás cicatriza totalmente.
 Por más que intentemos comprender ese desprendimiento de la vida en un ser que antes reia, lloraba y era sensible, pasar en un segundo hacer un ser inerte, frio, lejano, sin aliento de vida, sin sentido, es algo que  nos deja absortos cuando sucede, como paralizados en el tiempo, esperando que sea solo un sueño y al despertar podamos volver a ver la luz brillar en los ojos del ser amado.
Sé que no es un tema tan grato para meditar, pero en ocasiones es necesario enfrentarnos a el para reflexionar y agradecer el hecho de estar aun vivos y poder abrazar, expresar y disfrutar la vida mientras tengamos el tiempo, por que un día lo tan temido siempre llegará.