Tu imagen está en todas las veredas, en las ventanillas de los taxis, en el bar revolviendo mi café que se enfría;  incluso puedo asegurar que  roza  mi  cabello o apoya la mano en mi vientre para retenerme al cruzar la calle.
 Deambulo buscando  ofertas o cuotas livianas  que hagan más fácil el pago de errores y te dibujas detrás de las vidrieras sosteniendo carteles que me recuerdan que es imposible. Te ves hermoso mientras retrocedes burlándote de mi esperanza.
La ciudad me traga  en las sombras de cemento haciéndome minúscula mientras con mi soledad a cuesta peleo por un asiento en el subte o me abrazo a ella en un ascensor que suda estrés y prisa.
En los balcones de mi desierto, tu ausencia me repite por qué te fuiste. El paisaje de hollín y lágrimas me transmite frío como las sábanas que bauticé con tu nombre.
No supe apreciar lo que me regalabas y una frase arrojada desde la mentira me castiga con tu desapego. Ya no habrá  retorno, es inaccesible tu precio.