1976
CAPITULO XXIX
.....................................LA HAMACA
“De libro La Jauría del 76”
GAVN: A MI PADRE, SECUESTRADO; DESAPARECIDO; DECAPITADO; 10 MARZO 1976
Para nosotros es inevitable recordarle de manera muy especial. La hamaca de pié, loneta y hierro, tiene en la memoria pulso propio. Instala- da en medio del jardín, es el símbolo de ciertas rutinas de mi padre, tan determinantes como sus relatos fantásticos. Al amanecer o al atardecer, siempre recibía a su exclusivo ocupante. Papá se daba un leve empujón con los pies y la hacía mecer; él decía que para evitar los ardientes rayos del sol. Los fines de semana, siempre antes de las diez de la mañana, mi padre se dirigía a la hamaca con un libro, se colocaba sus anteojos de marco grueso, prendía un cigarrillo y se entregaba a uno de sus rituales más preciados. Lector incansable y reflexivo, pasaba las hojas lenta- mente como escrutando secretos retenidos detrás de la escritura. De vez en cuando, cerraba momentáneamente el libro y dejaba que su mira- da se diluyese en el infinito. Desde la casa o algún otro rincón del jardín, muchas veces me quedaba observando esa escena matinal. Alrededor de la hamaca, varios rociadores disparaban miles de gotitas humedecían el trébol y la gramilla mientras que el ruido particular del agua se mez- claba con el canto de los pájaros. A esa hora, todo era frescura, paz.
Esa hamaca de tres volúmenes era además el lugar del diálogo entre padre e hijo; más tarde, entre abuelo y nieto. Confesionario de culpas, problemas, intima alegrías y noticias, también la usaba para jun- tarnos y darnos sugerencias, sin afán de imposición. Siempre me intrigó como pudieron alzarla y llevársela con el peso de la carga de tantos recuerdos. Este cofre de secretos vivía y se mecía en armonía con los ciclos de las estaciones. Sólo el invierno la condenaba a la soledad en medio del jardín.
Recuerdo también en mi infancia; a mi familia en permanente crecimiento en el centro de Córdoba Rivadavia 315. Casi todos los años, por no decir todos, un nuevo hermano aparecía sumando su llanto. Al poco tiempo, multiplicaba el zapateo sobre el piso de madera del resonante pasillo. Doce hermanos llegaron en total. Inunda-
ron todos los espacios del departamento de cuatro habitaciones y una terraza de la ciudad de Córdoba. Los pocos; nacieron en alguna clínica del centro. El resto: en la misma habitación de mi madre, bajo la atención de un obstetra y una ayudante partera. Pero no hubo diferencia entre unos y otros. Todos lloraron y berrearon igual.
Papá nos llevaba a la habitación del fondo para que no escuchára- mos el trabajo de parto. A su vez, abría una ventana para que el ruido de los tranvías y el tráfico de la calle taparan algún posible quejido de mi madre. Solo cuando el nuevo hermano lanzaba su escandaloso llanto de nacimiento, no decía:
“la cigüeña llegó”. Otro más, otra cama, otro más. Los mayores a veces le preguntábamos a papá si no era mejor que la cigüeña llegara con una casa más grande... Él respondía: “
Dios provee- rá”. Mi madre vivía un embarazo permanente, al menos esa es la imagen que nos quedó. Sin embargo, terminado el parto - aquella época no había tanta cuestión postparto-, a los pocos días volvía a ser la Susana de antes, vital, inquieta y coqueta. En el departamento había un “sillón de los desmayos”. Mi madre siempre acudía a él cuando ya no podía controlar el desastre que hacía el siempre creciente batallón de hijos. El desmayo siempre era igual: meticulosa y delicadamente progresivo. Bien ubicada, caía sobre el sillón lentamente hasta que se terminaba de asentar. Luego, cada uno de nosotros cumplía con una misión. Unos traían el alcohol para empapar un algodón. Otros le sacaban los zapatos. Otro más le desprendía los botones del cuello y no faltaba quién la abanicaba. Final- mente, la paz reinaba por un par de horas hasta que se reponía, pidiendo tranquilidad para evitar otro desmayo.
Papá era un hombre directo, derecho y profundamente católico. Durante toda su vida dejó siempre ejemplos de conducta responsable, actitud comprometida e inquebrantable ética. Muchos lo recuerdan por su respecto casi monacal, (ascético). Por la palabra dada; por la honora- bilidad de sus actos y esa amalgamada relación entre misión y función. Siempre rescataba los aspectos positivos de los hechos, y aun de las desgracias. Con su fina delicadeza, buscaba lo mejor en la simplicidad de las cosas. Extremadamente bondadoso, a veces pecaba de ingenuo. Participativo, publico y tímido a la vez. Era un creador de vida. Valga la incuestionable fecundidad con sus doce hijos y su dilatada trayectoria en el ámbito político y social. No le gustaban los reconocimientos. Prefería el trabajo fuerte y la producción permanente de ideas y proyectos.
Asumió la política con la intensidad de una convicción casi religio- sa. Tal era su nivel de responsabilidad en el trabajo y su disposición, casi
absoluta, a la entrega. Respetuoso de sus adversarios políticos e inflexible ante la corrupción, era reconocido por muchos, pero fue defendido por muy pocos, durante los momentos de lucha y frente a su desapari- ción. Honesto hasta de su propia sombra, vivió en la modestia económi- ca. Veinte años antes de su secuestro, casi a los cuarenta años, logró comprar su primera casa con un
Crédito hipotecario a 30 años. A la vieja casona abandonada de
Villa Warcalde la fue mejorando lentamente, ampliando a medida que llegaban los hijos y los hijos de los hijos. Más que la casa cuidaba el jardín, con el mismo cela que a la familia. Año tras año agregaba un rincón verde, o plantaba un rosal o un árbol al cual se encargaba rigurosamente de regar. Su jardín creció y se embelleció con su trabajo. Disfrutaba de los resultados. En su silencio de jardinero regador, le brotaban las ideas más brillantes. Era también en el jardín donde nos aglutinaba a hijos y nietos alrededor de sus consejos. Siempre nos brindaba palabras de apoyo, y en los momentos más difíciles sabía transmitir una inteligente paz y serenidad. Político por excelencia, era un radical del viejo tronco. Fundador de la UCRI y luego del MID, llegó a ser candidato a Gobernador de la provincia de Córdoba por el Frente Nacional y Popular. Ocupó el cargo de ministro del Interior durante el gobierno de Frondizi. Fue presidente del Banco Provincia de Córdoba y ministro de Hacienda de la provincia. También se desempeñó como Pro- fesor en la Universidad Nacional de Córdoba y en el Colegio Montserrat. Férreo defensor de las instituciones sociales y celoso defensor de la intimidad familiar. A Don Hugo se lo llevaron una madrugada hacia no se sabe dónde. Dudo que su verdugo haya podido mirarlo a los ojos antes de terminar con su vida. Desapareció; lo secuestraron. Parece que no existe. Si no hubiese hecho tanto en su vida, tal vez hasta dirían que nunca estuvo en la tierra. Se fue envuelto en la siniestra estructura de la desaparición, me todología tan común en la Argentina de la dictadura y la represión de 1976.
Hace 48 años que no podemos visitar su tumba para dejarle una flor o rezar una plegaria en su recuerdo.
Hace 48 años que nadie nos dice qué hicieron con él. ¿Dónde está? Solo hubo un “certificado de ingreso de su cabeza” en la morgue del Hosp San Roque Lo decapitaron en abril de 1976- Por supuesto que la cabeza también desapareció-
MAVAL
dentro de todo se aprecia la dulzura de ese padre y abuelo...Me sonreí y admiré como cuidador de un jardín ,algo que es parte de mi recreación y cuidado en mi hogar...Sus flores nunca olvidarán las manos que lo cuidaron ,como nadie olvida su legado y por ello es relevante seguir buscando y dejar constancia de ello y dar testimonio de esa verdad que no puede ser escondida.
Te dejo mi abrazo solidario de siempre.
Gustavo Adolfo Vaca Narvaja
Abrazo
DEMOCLES (Mago de Oz)
Gustavo Adolfo Vaca Narvaja
Mira lo que son estas cosas. Una cordillera nos separa; un dolor nos une. En mi Asilo político de 8 años compartí mucho tiempo con Chilenos y Chilenas exiliadas en México. Debes saber que del asilo o exilio (hay diferencia de responsabilidad política del estado que te acepta) NO SE REGRESA NUNCA MAS. y menos aún los 13 niños que llevamos para salvar sus vidas.
Abrazo solidario
mario flecha
Gustavo Adolfo Vaca Narvaja
somos unos de los 30.000 desaparecidos, no somos los importantes. Pero tu escrito me llevo justamente a esa posibilidad de tener una lápida, un pequeño mármol donde acudir para hablar con mi padre o decirle que la familia salió de esta tragedia aún perdiendo muchos hermanos, primos y amigos. La única diferencia entre todos , es que fue decapitado y su cabeza conservada en formol un tiempo como trofeo.
En fin, son etapas dolorosas, pero hay que seguir adelante.
Gracias
Gustavo Adolfo Vaca Narvaja
y gracias por tu lectura y comentario
Así es nuestra Argentina en este mes de marzo
48 años y desaparecidos sin aparecer
Pero seguimos buscando
La hamaca es un símbolo que nos quedó muy grabado
a los 12 hermanos
Abrazo
Lucy Reyes
Gracias Gustavo por compartir tus recuerdos, te admiro.
Abrazos,
Lucy
Raquel
Los hermosos recuerdos se van tiñendo de luto en el final de tu relato ; final que acompaño a ti y familia con la sinceridad de mi corazón. aunque yo sé que no tiene valor alguno, pero con la mayor VERDAD de mi persona te digo querido amigo: FUERZA...FUERZA..FUERZA y ENTEREZA.Que Dios te bendiga y en esa fecha , 10 de Marzo, sientas el valor de enmudecer tus lágrimas para abrazar tan bellos recuerdos , mismos que te harán feliz, tal como si lo estuvieres viviendo.. Un fuerte abrazo..RQ
Gustavo Adolfo Vaca Narvaja
NOSOTROS SOMOS PARTE DE LOS 30.000 DESAPARECIDOS;. TENEMOS 12 VICIMAS DIRECTAS
PERO NO SOMOS LOS MAS IMPORTANTES.
. HAY UNA MULTITUD DE CIUDADANOS Y CIUDADANAS
QUE AUN TAMPOCO TIENEN LOS CUERPOS DE SUS FAMILIARES
UN ABRAZO
Gustavo Adolfo Vaca Narvaja