Polaris
divino cuarzo de mesura
enfría el pecado de mis manos que de ti padecen
y déjame arder al alba de tu sombra.
¡Santa Agonía! ¡Oh! Santa Agonía de los pérfidos
permíteme esta consagración
ruega sin tregua y con livor mis sacrilegios amado diezmo de los lunfardos
mil éxtasis a tu saliva.
Rezo con pavor letras estelares
que el estandarte de la ternura Neck-Romantica pincho mi puerca faz.
-Aclaro-
Pilatos mi mirada
ni Nerón mi tacto y viceversa.
Con esta mano poeta juro -y desmiento-
que no busque la alquimia de sus hábitos
ni del plomo de su mugre
al oro de su dulzura color acre.
Rosario del desahuciado
perdóname este flagelo por qué desmembré el de su mirada fugaz
exhorto cualquier otro balbuceo a la carne fémina.
¡Oh! fieles verdugos del Dios Cornudo
¡soltadme! ¡soltadme!
Sé que no soportare la tortura de su morada voz murmurándome al oído pecados caníbales
ni las flamas de su ósculo otorgadas a monstruos ajenos.
¡Oh! Santo Cabrío envergado de oro y de eso tan grande
a mí no, no a mí, sino a los demás
devóralos con tus fauces erectas que de buenas fuentes se son más de mil.
Si, si, sé que no controlo ni un momento esta parafilia, este amor, si, si
soy un reptil húmedo en su presencia.
No, no
¡No me la quiten! ¡No!
que ese conjuro suyo ya me consumió...