Los niños ateos
andan descalzos sobre la hierba fresca
zigzagueando con furia
las alas fuera de órbita
regidos por el viento, porque son prosa libre
de la que grita a las nubes secuencias precisas
latidos sinceros
sensaciones espontáneas al más puro estilo kickwriten.
Mientras, los niños cristianos no conocen el bosque
y van de uniforme al invernadero
de los que huelen las rosas con guantes
y se paran firmes, presentables
porque para ellos el no acomodarse la corbata
ni fajarse la camisa es un crimen,
y a la hora de soltar el habla puede que no salga la mejor poesía
a causa de brincarse este dogma de cuatro tiempos
¡va! las estúpidas reglas de la literatura.
Los niños cristianos van a clases de pintura
los rige el dadaísmo:
dos pinceladas
un escupitajo...
...y por último
prenderle fuego por encima para darle el acabado y listo
la nueva tendencia a la vuelta de página...a darle, que viene la otra
mientras los ateos...son la envidia de Picasso.
A los niños ateos, no les importa la resurrección, los domingos son para echar el papalote al aire
con la ventisca de sus ojos siderales.
Los creyentes van a misa y se bajan los pantalones
para confesarse cuando están a solas con el párroco
lanzando por la borda su inocencia por el santo fuego, de padrecitos infernales.
Estos niños ateos nunca se aburren, se inventan cualquier cosa
solo dales espacio y un dulce; el mundo y la libertad.
Los cristianos, tampoco se aburren...les enseñan suertes en las aulas
los viejos trucos del columpio, y el cantar...del pájaro enjaulado...en un ¿aula?
Estos niños creyentes son los futuros bestsellers
de superación personal para adolescentes aprendices a bailarinas
y jóvenes como ellos, con toda la fe que se le otorga
a poderse suicidar con un pan tostado
¡oh! la maldita sentencia de llevar mocasines desde la infancia.
Los ateos eructarán elocuencia
renegarán de la inspiración y no le darán vueltas al trillado trama
se armarán con tenis converse sucios y desgastados
con toda la vibra beat...solo buscarán cádillacs y momentos de hotel
con sus atardeceres de tierra mojada
y sus noches de frio.
Los otros,
creyentes
con amaneceres de botox
y solsticios de plaza comercial.
Yo, siempre he sido un fantasma asmático arrojado al vacío
que usa de resortera la figura de la creencia de los otros niños
con sus brazos extendidos crucificados al cordón
para apedrear a los planetas sin lunas   
y este autismo no es una celda...más bien es un capullo
porque quiero florecer algún día
más quien sabe en qué bestia me convierta
lo mínimo será renacer en un poeta maldito de pétalos marchitos
y bordes sin órbitas o vórtices sin motivos concisos
o tal vez quizá
en un hombre-mitad bestia
en un zurdo goliardo híbrido o lo que sea...me da igual.