Amo a Bukowsky. Lo amo, por distante y enfermizo cuando le  hablo. Amo su expresión indiferente y aburrida al tratar de hacerle entender. Amo las líneas que me muestran lo irreverente de la vida, vista por los ojos del soñador inmaculado. Y me avergüenzo por sentir este latido que me arroja al vacío de su ausencia, en este insípido segundo de distancia y vacío. Amo la apasionada y tajante palabra maloliente, alcoholizada, pausada y oscura que se le escapa sin medida. Amo su sonrisa descuidada, haciendo juego con cabellos grises, ondulados y perezosos. Amo sus ojos, en los que cabalga esa mirada triste e inquisitiva, transparente y melancólica, ausente y distraída entre el hastío y la desilusión. La mirada que quiero evitar, para no ser descubierta en mi misericordiosa mentira. Amo su frente amplia, abarrotada de marcados surcos de sus años. Amo su nariz, hinchada y enrojecida por interminables copas de incontables noches. Amo su verso oscuro y decadente, al igual que su lánguida tristeza. Ese verso que me dice lo indiscreto de su sarcasmo y displicencia. Amo encontrarme en sus poemas, descrita en forma cruda y real. Porque no soy más que eso, una dama que escribe cuentos y fuma marihuana, que es amable y otras cosas. Amo verme reflejada en su palabra, en su indecencia, en su caos y desorden. No es tan malo a fin de cuentas, yo soy lo que soy, él es lo que es. Amo la despreocupación con que enfrenta la arrogancia, el desamor, la falta de pasión. Amo la forma en que me muestra la muerte y el olvido, la inexistencia y la soledad, la decadencia, la autodestrucción, la cadenciosa pereza que lo envuelve. Amo esa botella que empina sin fin, que le agudiza el sentido y la amargura. Amo lo descarnado de su línea de entrelínea, la que sutilmente me lanza, cual portazo medio a medio de mi sorprendido rostro. Amo que me distraiga la conciencia, que me haga palidecer con frases corroídas por desconsuelos, desamores, desilusiones y cientos de grados alcohólicos. Amo odiar su bestial condición, la que al final tolero apasionadamente. Y lo sigo amando mientras leo y leo sin parar… y me doy cuenta que su vida es tan simple y trivial como la mía… Por eso lo amo. Por eso amo a Bukowsky.